“Desde ya quiero aclarar que no me coloco en el lugar de los que se consideran bajo una dictadura de la medicina -dice Guillermo Saavedra, poeta, crítico literario, periodista cultural y editor, actualmente director de la revista las ranas www.revistalasranas.com.ar-. Quiero decir que no hay más remedio, y valga la palabra ‘remedio’ mejor que nunca”.
Esta tercera nota de la serie “Discursos…” estuvo dirigida a indagar la visión de un escritor sobre la irrupción de las nuevas palabras y los nuevos significados que la pandemia nos trajo: desde su tenaz y fecunda labor con el lenguaje, Saavedra nos propone atender no solo a las palabras que circulan en este tiempo inédito sino también a las que vendrán cuando la vida se parezca un poco más a la que conocimos.
“ASPO”, “pandemia”, “curva”, “fase”… ¿Puede haber un uso poético contemporáneo de estos términos, o para eso tendrá que pasar algún tiempo?
Como escritor he sido convocado para reflexionar sobre lo que está pasando en términos de realidad concreta y también en términos de lenguaje, y he apelado a algunas de esas palabras: hoy escribí dos acrósticos -uno con la palabra “cuarentena” y otro con la palabra “aislamiento”-, he escrito incluso un poema en broma sobre la imposibilidad de tener relaciones sexuales para quienes quedaron aislados, y sobre que después habrá que tener sexo con barbijo y con distancia social. La escritura creativa puede responder a partir de la espontaneidad y muchas veces erradamente, o con una certeza conmovedora y reveladora; otras veces, mucho después. Hay procesos que van circulando por debajo y aparecen en los contextos y en los momentos menos esperados.
Lo que sobrevuela a toda esta realidad es la inminencia de la muerte; lo que se trama es nada menos que la supervivencia. Situaciones como esta te ponen en contacto con la finitud, y la finitud con el sentido o el sinsentido de la vida. Creo que algunas de estas palabras que se han vuelto habituales en nuestro lenguaje son palabras desdichadas, no solo porque hablan de la enfermedad y la muerte de gente de manera incontrolable, y de la necesidad de preservarse de una manera inédita y de aislarse en condiciones que no son siempre las mejores, sino desdichadas también en el sentido de que en muchos casos son palabras técnicas, y son poco amables: con la expresión “achatamiento de la curva”, por ejemplo, a mí no se me ocurre nada hermoso; incluso con la palabra que usaba el presidente Alberto Fernández en las primeras conferencias, la “filmina”. El riesgo es quedar atrapados en un lenguaje que está cargado de la necesaria precisión que el lenguaje científico y técnico requiere porque se supone que es un lenguaje que no debe estar alcanzado por la pasión sino por la presunta objetividad.
No sé si la literatura podrá valerse o enriquecerse de la terminología que se ha puesto en primer plano con esta crisis: en todo caso me parece que la podrá usar una narrativa más costumbrista, más ligada a la descripción inmediata, o que la crónica podrá beneficiarse de ser más verosímil utilizando el lenguaje con el que se están nombrando los distintos acontecimientos de la pandemia. Pero una literatura que vaya un poco más allá seguramente va a querer encontrar otras metáforas, otras palabras para referirse a esto. En la Edad Media, durante la peste Boccaccio escribió el Decamerón y, más allá de la introducción, no aparece la palabra “peste” en ninguno de los relatos. Quiero decir que también la literatura opera por denotación pero mucho más eficazmente por connotación, por aludir a una realidad sin nombrarla directamente. Porque además el lenguaje tiene una fatalidad: en cuanto uno nombra una cosa de alguna manera la mata. La cosa y la palabra se niegan mutuamente: está la palabra porque no está la cosa.
Todos los días subís un poema a tu canal de youtube https://www.youtube.com/user/MrRamsamsam. ¿Es una forma de proponer, en esta coyuntura, otro tipo de discurso?
Con toda modestia, es a eso a lo que apunto. Como decía al principio es muy difícil hablar de algo mientras está ocurriendo, sobre todo cuando tiene la capacidad y la intensidad de tomarnos emocionalmente de manera casi absoluta. Yo lo comparo con otro tipo de experiencia: la situación amorosa. La peor literatura que se escribe sobre el amor es la que se escribe cuando uno está viviendo la situación amorosa. Uno se vuelve cursi: como dice Pessoa, “todas las cartas de amor son ridículas”. Todas las historias de amor en algún momento se terminan y uno escribe a partir del desengaño y de la frustración.
En este caso no sería a través de un desengaño sino a través de la distancia una vez que la experiencia se haya convertido en experiencia acumulada, sobre la que se puedan sacar conclusiones. Esta es una situación inédita que hace muy difícil la proyección porque no sabemos cuándo termina y cómo se sigue después; siempre parece que estamos por entrar en el momento mas crítico y este se va corriendo; vivimos la sensación de caminar sobre una alfombra que nos van moviendo a medida que caminamos, y sentimos que estamos siempre en el mismo lugar, lo cual produce incertidumbre.
Yo creo que el lenguaje es una manifestación de todas las huellas que la experiencia ha dejado sobre los sujetos que lo usamos. Y solo vamos a poder saber qué huellas ha dejado en nosotros y en el lenguaje de nosotros esta crisis cuando haya pasado. Seguramente vamos a empezar a usar no sé si algunas de las palabras técnicas que mencionamos, sino palabras que resuenen a partir de ellas. Algunas serán “la soledad”, “el encierro”, “la incertidumbre”, “el miedo a la muerte”, “el miedo al contagio”: esta sensación de que el otro se ha convertido en un potencial portador de nuestra propia desgracia. Estaba ya esta situación del otro como probable amenaza cuando se empezó a instalar con el sida, pero el sida está restringido a cierto tipo de intercambios; acá la enfermedad está en las personas y en las cosas. En un texto que escribí para la revista de la Biblioteca Nacional, llamado “Pandemia y sensorialidad”, hablo de esto del no poder tocar, y esta especie de contradicción de que el capitalismo nos ha convertido en “máquinas deseantes” como diría Deleuze, y entrar al supermercado era como entrar a la gloria del capitalismo: una especie de catedral del consumo donde los productos son diseñados para que uno los quiera tocar, y agarrar, y poseer. Hoy los sanitaristas nos están diciendo que hay que tratar de tocarlos lo menos posible, entonces es como una frustración, para no hablar del contacto físico con el otro. Esto, descripto objetivamente, no da la medida de todas las palabras que definen o que circunscriben de algún modo el daño que la situación nos provoca: seguramente no, y esas palabras van a ir apareciendo, y para cada uno van a ser diferentes según su impacto en cada subjetividad.
María Pía López: Recuperar las memorias recientes http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/maria-pia-lopez-recuperar-las-memorias-recientes/
Emilse Moreno: El “efecto pandemia” en la clínica http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/emilse-moreno-el-efecto-pandemia-en-la-clinica/
Hacer Comentario
Haz login para poder hacer un comentario