En vuelo de La Habana a Buenos Aires, año 2005

Yo no vuelvo más a este país de mierda, vociferaba una típica porteña histeriforme en la cola del aeropuerto.

Yo sentí una vergüenza ajena y propia porque yo también soy argentina y porteña, pero amo al pueblo cubano y a ese país maravilloso. Además estaba acompañada por mis amigos cubanos del alma. Compañeros que ayudaron a muchos argentinos durante la resistencia a la dictadura militar de 1976.

Reconocí a quien había viajado sentada al lado mío a la ida y que gritaba, insultaba y lloraba porque el avión se movía por las turbulencias. Después parece que había tenido un viaje a Varadero en el cual no le habían satisfecho alguna de sus demandas.

Una vez que subí al avión, había unas treinta personas que no parecían turistas, sino gente muy humilde, paradas atrás de todos los asientos, esperando que se sienten los pasajeros del vuelo comercial según decía una de las pocas azafatas cubanas ya que el resto eran rusas y rusos y no se les entendía nada. Todos los que esperaban tenían anteojos negros y una bolsita de plástico con agua mineral, un jugo de naranja y muchos remedios.

Al lado mío se sentó un señor de 80 años con una banderita argentina en la campera que decía MILAGROS, como el resto de las personas.

Me dormité un rato y cuando desperté atrás mío estaba la joven porteña hablando con varios de los operados. Les estaba diciendo qué bárbaro que oportunidad les dieron. Al rato parecía casi enternecida y le ofrecía pasar por su casa de Santa Fé y Callao porque ella tenía muchos remedios que les podía dar.

A mí me habían ya contado de esta misión que asumieron en Cuba, pero mientras ayudaba a abrocharse el cinturón a mi vecino, le pregunté si se había operado, a lo cual me respondió que todos los que estaban allí se habían operado incluidos los niños y hacía un mes que estaban.

Le pregunté si quería decirle algo a los cubanos y le encantó. Saqué mi computadora como en los viejos tiempos lo hacía con la máquina de escribir y le pedí su testimonio para mostrarle a mis amigos cubanos que no todos piensan lo mismo de Cuba en la Argentina.

Y así comenzó la historia:
Mi compañero de asiento era Asunción Cáceres, de 80 años, viudo desde 1972. Su esposa, Carmelina Vera, sufría de diabetes y murió a los 39 años, poco después de parir a su octavo hijo, Benjanín, que sólo contaba con dos meses. Previsora le encomendó a su hermana que lo criara.
Asunción aceptó que su cuñada lo adoptase junto a su marido ya que él sólo con ocho hijos no podía.

Asunción nació en Paraguay. Desde muy joven trabajó de zapatero y se vino a la Argentina. En 1957 se fue a Paraguay a casarse. La gente política de Stroessner, no la autoridad, dice Asunción, me persiguió políticamente y escapé por Curitiba y llegué a Misiones a comprar casa.

De allí se comunicó con su esposa que se trasladó con sus cinco hijos a reunirse con él.

«¿Cómo se enteró?, le pregunto a Asunción.

Había una promotora de la Misión Milagros vecina mía allá en Buenos Aires. Hablé con una señora que me contó y yo acepté porque estaba semi ciego.

Ella llevó al médico cubano a su casa y le dijo a Asunción que fuera para que lo revisara. Así lo hizo para saber si era operable.
Me propuso unos días para venir a Cuba para cuando viniera el avión. Esperé casi como un mes porque había pocos aviones.

Ana María se comunicó conmigo y me invitó a ir al consulado paraguayo y ella hizo todo. Me llamo y me dijo que ya estaba el avión.Mi vecina me trajo por taxi a Ezeiza. Costó 55 pesos que pagó ella.

Allí se encontró nuevamente con Ana María que le entregó los papeles, el pasaporte para viajar y el pasaje.

Llegaron al hotel hospital, le sacaron sangre, la analizaron el lunes y el miércoles le operaron el lado derecho. Después, dice Asunción, voy a la reconsulta y ahí me dio de alta el lado derecho para operar el izquierdo. Después me operó de la izquierda el martes pasado. Ahora antes de ayer me dio de alta.

Me dio la tarjeta para teléfono tres veces gratuitamente uno de 5 y uno de 15, una para avisar que llegué otra por la operación y otra para avisar que llegaba de vuelta.

El cuarto era de tres personas, tiene ropero, baño privado, televisión, heladera y ventilador arriba y aire acondicionado. Te daban jabón para bañarse y lavar ropita.
Ponían gotas en nuestros ojos las enfermeras, seis veces por día en los dos ojos. Y ahora para venir nos da un frasquito de gotero antinflamatorio y otro de gentamicina, Antibiótico y con eso vengo.

Comemos tres veces por día desayuno, almuerzo y cena. La comida era abundante. De mañana había leche, huevos y naranjas.Las camas eran tan hermosas, colchón grueso, dos sábanas una frazada y almohada y una mesita de luz.
La cita para venir fue a las doce de la noche para salir hoy al mediodía y nos dio un papel para entregar a una doctora que está en Buenos Aires que nos espera en la plataforma 60 para encargarnos lo que tenemos que hacer, si tenemos que venir.
No pagamos nada completamente, ni un centavo.

Estoy pensando en traer a mi gente enferma. Los voy a llevar al médico para ver si se pueden operar. Y yo les doy el ánimo porque no se necesita nada.
Misión Milagro es un milagro para los pobres, porque en los otros lugares los médicos son criminales para los pobres. No ayudan en nada porque quieren cobrar un montón de plata.
Yo me animo a ayudar a otras personas porque yo no trabajo.
Dentro de tres meses voy a recuperar del todo la vista. Ahora me estoy recuperando. Esta tarde ya veo mucho mejor.

Según su estado de gravedad voy a ver si puedo hacerles de compañía cuando recupere totalmente la vista, ya que la compañía tampoco paga nada, es todo gratuito.

Es diabético e hipertenso. Mañana hace un mes y ocho días que estoy en Cuba. Me dieron enalapril para la hipertensión y gliventamida para la diabetes.
Me hacían comida especial para los diabéticos.
Mi teléfono es 011450293
José C. Paz. Provincia de Buenos Aires.
Barrio San atilio
Calle Rio de Janeiro y Gran Colombia

Cuando vieron que yo estaba escribiendo, empezaron a venir a ver si ellos también podían hablar.

Había gente de Punta Lara. Laura Rita Robledo de 47 años que se operó de carnosidad. Isterigio. Cinco hijos nacidos en Puerto Madryn. Trabaja en La Plata
Ocho jujeños de cataratas y de isterigio, de párpados y estravismo.
Niños desde 3 años se operaron de estravismo. Rosa de Lanús.

Un paraguayo, Gregorio Garcioti de 75 años, se operó de cataratas. No hay palabras, vengo contentísimo. Es un milagro para mí. Veía todo borroneado. Ahora veo especial. Le haría un verso largo a Cuba si tuviera la capacidad. Estoy maravillado y agradecido para toda la vida.

Quiero agradecer a la Misión Milagros y gracias por estar en su país y tratarnos tan bien. Gente muy atenta, respetuosa, chicos que estudian que no tienen droga. Fueron los que nos cuidaron a todos nosotros. Son trabajadores sociales.
Estuvimos en Villa Meganos…Laura interrumpe e insiste: Estamos eternamente agradecidos.

24 volvieron en este avión, todos estaban queriendo decirle gracias a Cuba. 380 pacientes argentinos o residentes argentinos ya se operaron gratuitamente en Cuba desde el 23 de octubre del 2005. De Tilcara, La Quiaca, Abrapampa se acercaron para decirme lo mismo. El avión ya casi aterrizaba. Tenía que guardar la computadora.

Creí que era importante contárselo. Me acordé de una frase de Martí en la Edad de Oro que leen los cubanos desde niños:

«Desagradecidos son los que del Sol sólo ven las manchas»

 

*Ana Jaramillo, en vuelo desde La Habana a Buenos Aires, 2005

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