La politóloga  , especialista en políticas públicas con visión de género, habló sobre la violencia contra las mujeres, sobre el crecimiento de los colectivos que reclaman justicia e igualdad, sobre la ley nacional y sobre políticas públicas que debe implementar el Estado frente al crecimiento exponencial de femicidios en el país.

El pasado 3 de junio se cumplieron tres años de la primera marcha en contra de la violencia de género y para que dejen de matar mujeres denominada “Ni una menos”. La convocatoria, así como la continuidad de actividades de la misma índole donde las mujeres reclaman “Basta de violencia; Vivas nos queremos; Aborto legal y gratuito; Educación sexual integral; Muerte al patriarcado” entre tantas consignas más, viene creciendo exponencialmente en la Argentina y se multiplica a otros lugares del continente. La politóloga Andrea Daverio, directora de la Especialización en Género y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús, y consultora en organismos internacionales sobre políticas de género, dialogó con Viento Sur para hablar sobre violencia contra las mujeres, sobre la ley sancionada en 2009 y sobre la necesidad de que el Estado implemente políticas públicas y que invierta en todo lo que tiene que ver con esta problemática.

 

-¿Qué se entiende por “violencia de género”?

-Hay muchas definiciones y muchas maneras de nombrar a la violencia contra las mujeres. En la Argentina al menos hay dos: una es con esa denominación, “violencia contras las mujeres”, tal como aparece en la Ley Nacional; la otra forma de nombrarla es “violencia de género”. De alguna manera estas dos denominaciones vienen a sustituir o a convivir con una más antigua que es “violencia doméstica” o “violencia familiar”. Cuando se aprueba la ley en la Argentina (en 2009) esta noción se amplía porque se amplían todas las nociones.

Hablamos de que las mujeres son víctimas de agresiones, en el marco de relaciones interpersonales. En la mayoría de los casos esto se produce por parte de sus esposos/parejas afectivas en manos de un hombre. El cuestionamiento que se le ha hecho al término es que deja invisibles a las mujeres, las mujeres desaparecen del problema con el término, dicen. Quienes defienden la noción de “violencia de género” dicen no, es una manera de volver visible y esto tiene que ver con las desigualdades de género y las relaciones de género, no con la identidad de género. Quienes defienden “violencia contra las mujeres”, y que no desaparezca la palabra “mujer”, defienden que no se vuelva invisible y que no se diluya la identidad de las mujeres en esa palabra de género.

 

-En la Argentina, entonces ¿de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género?

-Me parece que en la Argentina cuando hablamos de violencia de género estamos hablando de todas las violencias de las cuales son víctimas las mujeres pero también las personas trans por su condición de tales. El límite extremo de esa violencia es el femicidio o el travesticidio, donde el hecho de violencia se cobra la vida de las mujeres o de las personas trans. Sin llegar al femicidio tenemos una gradación que se da en el ámbito del hogar, en el ámbito del trabajo y en la calle. Creo que en ese sentido la normativa nacional amplió la mirada. Entonces también es violencia de género la violencia económica, la sexual, la obstétrica. Violencia de género no es solamente la agresión física, la agresión psicológica también es violencia de género. Estamos hablando de una noción que históricamente se asimilaba a lo que era la violencia doméstica o familiar. No hablamos de la identidad de género, sino del género como constitutivo de las relaciones sociales.

 

-¿Cuál es tu enfoque de estudio?

-Soy politóloga y trabajo sobre el Estado, sobre las instituciones, mi foco de análisis en las investigaciones tiene que ver con el modo en que el Estado interpreta los problemas y diseña dispositivos institucionales que se traducen en modos, en prácticas. Cómo se produce política pública, cómo se define un problema, cómo se ponen en marcha las políticas públicas, cómo se da el seguimiento. He estudiado la violencia de género desde esa perspectiva. Mi trabajo consiste en analizar qué es lo que ha pasado en la Argentina con el tema, sobre todo desde la aprobación de la ley nacional.

 

-Y, ¿qué ha pasado?

-En el 2010 hice la línea de base de cómo era la situación en la Argentina en materia de institucionalidad de violencia de género. Ese fue un diagnóstico y relevamiento de casi todas las provincias argentinas, esto se hizo en conjunto con el Consejo Nacional de las Mujeres y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, como un insumo de política pública. Con ese diagnóstico tuvimos la oportunidad de ver qué había en todos los espacios desde la perspectiva de la seguridad, de la educación, de la justicia. En el momento en que se pone en marcha la ley nacional cada provincia tenía su ley de violencia doméstica o violencia familiar. Ese ha sido un proceso largo, en la actualidad casi todas las provincias ya adhirieron, la ley es del 2009. De acuerdo a lo que es la estructura federal de este país las provincias pueden adherir a una ley nacional. En el momento en el que se aprobó entraba en conflicto en términos de propuesta con las leyes en la Argentina, porque la ley nacional tiene una pretensión acerca de qué es lo que se entiende por violencia, los tipos y los modos pero además tiene una pretensión de transversalidad de la mirada en el resto de los actores donde por ejemplo también estamos involucradas las universidades, y donde el Consejo Nacional de las Mujeres es el órgano de aplicación.

 

-¿Qué implicó implementar la ley a lo largo y a lo ancho del país?

-Poner en marcha esto ha exigido en los últimos años procesos de negociación para ver de qué forma lográbamos que adhirieran las provincias y luego ver de qué manera se cumplía la ley nacional. Este ha sido un proceso largo y complejo. El año pasado por ejemplo se anunció el plan de acción y ese plan de acción se demoró mucho, estamos hablando de una ley sancionada en 2009 y recién en julio de 2016 se anuncia un plan de acción con un presupuesto. Ese presupuesto, de 750 millones para tres años, estuvo tambaleando a principios de este año porque los 69 millones que correspondían tardaron en anunciarse en el Boletín Oficial.

 

 

-¿Cómo ves a los movimientos de mujeres del país, pensás que todos los sectores sociales están incluidos?

-Creo que el movimiento de mujeres en la Argentina debe de ser el actor más diverso, plural e interesante en términos políticos que hay en el país. Y con conciencia política, en la medida en que es un actor o una actriz diversa, plural, está atravesado de desigualdades y de tensiones en donde hay disputas de sentido. Creo que ya han pasado varias décadas de críticas de lo que era un feminismo blanco de clase media académico y educado. Por suerte hemos tenido en América Latina, en África, en Asia, que gracias al feminismo negro, indígena, lésbico, me parece que la “clase”, la orientación sexual, la etnia han interpelado algunas de las consignas del feminismo más central y más académico que jugó un rol. Entonces yo creo que si efectivamente nosotras levantamos la bandera del feminismo, ese feminismo nos tiene que incluir a todas, a todes. Y tiene que explotar como propuesta política: a veces lo que ocurre es que hay iniciativas que empiezan de una manera, y bueno, es tarea de la tensión y de la lucha política ver cómo se termina configurando la arena política y cómo se construyen las propuestas colectivas.

En la marea humana del “Ni una menos” en la calle estamos todas, y ahí me parece que hay que verlo en una secuencia de los últimos dos o tres años: la primera convocatoria, en junio del 2015; en octubre del mismo año el Encuentro de Mujeres en Mar del Plata; en junio de 2016 segundo aniversario de “Ni una menos”; luego tenés en octubre el Encuentro en Rosario pero después tenemos el paro de mujeres en octubre también, y después el segundo paro y movilización del 8 de marzo de 2017. Lo que hay que ver es que está el “Ni una menos” pero hubo muchas convocatorias en estos dos años donde hay miles y miles de mujeres expresándose con documentos, con expresiones de clase; con documentos manifestándose en la diversidad a los que yo creo que hay que prestarles atención. No creo que haya en la Argentina un actor político que tenga esta fuerza y esta claridad. Hay que entender que no se está hablando solo de violencia, se está hablando de desocupación de las mujeres, subocupación, trabajo informal, se está pensando en las que están adentro del mercado de trabajo entonces se habla de las brechas de género, se está pensando en los cuidados domésticos entonces se está pensando también en los chicos y chicas adentro de la escuela, entonces se está pensando también en educación sexual integral, simultáneamente se piensa en las mujeres que mueren por abortos entonces se pide la legalización del aborto, se está pensando en la violencia. Todo eso, todo a la vez. Cuando mirás las proclamas me parece que esa es la vibración que rescato como movimiento político.

 

-¿Qué creés que está pasando que a pesar de que el movimiento de mujeres es el actor político más importante del momento, la violencia contra las mujeres y los femicidios siguen aumentando?

-Creo que en términos de violencia de género claramente estamos frente a una emergencia. Tenemos que tener en perspectiva que hasta hace unos años esto no era un fenómeno visible, entonces resulta también difícil dimensionarlo porque no tenemos datos de hace 20 años cuando un asesinato de estas características era caratulado como homicidio o crimen pasional; hoy se identifica como femicidio con una figura legal y durante años estuvo escondido en la justicia, en la policía. La verdad es que no hay registro de qué es lo que ocurría en nuestras sociedades, esto se ha vuelto visible en términos jurídicos, en términos políticos y además lo que se ha trabajado es que en algunos medios de comunicación se han hecho ciertos avances donde cada vez menos se habla de crímenes pasionales y cada vez más se habla de femicidios, hay una cierta vigilancia de qué es lo que pasó.

Lo que creo es que la violencia de género no ocurre aislada: yo creo que tiene cierta correlación con lo que pasa en la sociedad y cómo se manifiesta la violencia. La violencia de género está anclada en múltiples clivajes de desigualdades que tienen que ver con el modo en que se valora lo femenino y lo masculino, con la distribución del prestigio, con la distribución del trabajo, con la participación en los ingresos.

Lo que se hace desde el Estado es absolutamente insuficiente, por ejemplo la oferta de refugios para mujeres víctimas de la violencia de género es mínima. Si una mujer acude a la justicia por ser víctima de la violencia de género y en el mejor de los casos logra la exclusión tampoco hay recursos para eso. Mi pregunta es ¿cómo pensamos reparar esos 10/15 años de violencia y cómo reparamos la autoestima de esa mujer bajo tantos años de violencia, cómo recuperamos la autonomía de esa mujer para que pueda volver a tener un trabajo pero que alguien se ocupe de sus hijos, que pueda tener un lugar para vivir? Todo eso son recursos, acciones del Estado.

Hoy tenemos una norma, tenemos una legislación, tenemos algunos dispositivos mínimos pero tenemos a las mujeres en extrema vulnerabilidad. Por otro lado la violencia de género no está siempre asociada a una cuestión de clase. Si bien algunas mujeres están atravesadas por más vulnerabilidades si pensamos en términos del patriarcado, está anclada en otras cuestiones. La violencia tiene debajo un supuesto de que es una relación entre no-iguales, hay una diferencia de estatus que sostiene la violencia de género y esa es una de las que hay que trabajar, hay que desarmar. La violencia de género es un tema complejo: necesitamos norma jurídica, necesitamos educación en la sociedad para desarmar mecanismos muy profundos, muy arraigados.

 

-¿Qué políticas públicas son necesarias para atender esta situación?

-Hay que volver a poner en pie a la mujer víctima: que vuelva a tener un trabajo, que tenga un lugar donde vivir, que tenga con quién dejar a sus hijos, que vuelva a sentirse entera y sepa que es capaz de recuperar su vida. Todo ese proceso, llegar a eso es costosísimo y además lleva un tiempo. Eso es algo que las políticas públicas con enfoque de género deberían hacer, las políticas públicas de género deben corregir las desigualdades, promover la participación de mujeres y personas trans pero deben reparar también; el Estado tiene la obligación de reparar daños y desigualdades sostenidas durante décadas que son parte de la sociedad.

 

-En lo laboral, ¿cómo es el acceso de las mujeres?

-En lo que tiene que ver con mecanismos de acceso a puestos jerárquicos según datos de 2015 las mujeres están muy por debajo de los hombres. Los estudios del observatorio de género en la justicia registran que el ingreso de mujeres a ese tipo de puestos es mucho menor en cargos jerárquicos en la justicia. Desde ya que no tenemos un gabinete igualitario como sí ocurre en otros países como Francia, en los cargos ejecutivos no predominan las mujeres, en las universidades la mayoría son rectores y no rectoras. Otro punto es la brecha salarial, que en la Argentina ronda el 27% según el Indec. Cuando uno mira qué pasa con la igualdad de género en cargos jerárquicos estamos muy por debajo. Las instituciones, cuando las mirás: cortes de justicia, policías, gabinetes, universidades, medios de comunicación, los cargos gerenciales, Ceo’s, la mayoría son hombres. Hoy no tenemos un acceso paritario entre hombres y mujeres a los lugares de toma de decisiones.

 

La Especialización en Políticas Públicas y Género
“Desde el 2008 venimos trabajando con el Programa Políticas Públicas y Género y desarrollamos diferentes líneas. Una de ellas fue lograr la equidad en la currícula de grado: hoy en la Universidad hay varias carreras que tienen seminarios optativos de grado y en el caso de la carrera Licenciatura en Seguridad Ciudadana se transformó en una materia obligatoria incluida en el plan de estudios. Este es uno de los pocos casos en la Argentina, de que una carrera incorpore a su currícula una materia con políticas públicas de género; también hay un módulo obligatorio en DDHH que incluye al seminario de género. A la Especialización la creamos orientada a trabajar sobre las capacidades de profesionales: psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales, comunicadores y comunicadoras sociales, abogadas y abogados médicos, profesores, arquitectos; tenemos una amplia variedad. El objetivo es brindar una mirada de formación para que puedan incorporar en sus prácticas y en sus miradas la igualdad de género. En la carrera de Seguridad Ciudadana, por ejemplo, la mayoría son varones. La apuesta en las universidades debería ser transversalizar la mirada de género, incluir en las currículas de las carreras una materia obligatoria y además que esté como oferta de posgrado. En ese punto en nuestra Universidad se han hecho avances.

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