“No hay hombres libres en un pueblo que no lo es“.

José de San Martín

En el último tercio del siglo XX, el impacto tecnológico en cuestiones relacionadas a la informática, robótica, biotecnología, entre otros avances  revolucionarios, transformaron los procesos de producción de bienes y servicios, alterando la relación entre capital y trabajo, dando lugar a nueva fase expansiva del capitalismo, conocida como la “Globalización”, caracterizada por la preeminencia de lo financiero, la relocalización de la producción, la desterritorialización del capital y el avance de las corporaciones sobre derechos sociales conquistados en los últimos 100 años.

En estos cambios socioeconómicos se encuentra la causa del fin de la Guerra Fría, con la consecuente desarticulación del Pacto de Varsovia y de la Unión Soviética, consolidando el fortalecimiento del capitalismo, para el cual el socialismo había dejado de ser una alternativa válida para una parte del mundo.

La ideología dominante de este modelo es el Neoliberalismo que aboga por la mayor desregulación de los mercados, la preeminencia de lo individual sobre lo social, de lo privado sobre lo público y de lo anónimo sobre lo solidario. A su vez, la tradicional alternativa ideológica que representaban las izquierdas mutó su discusión sobre la defensa de la clase obrera en los procesos de producción y distribución hacia la primacía de derechos individuales y de minorías, de innegable legitimidad pero que no confrontan con los intereses económicos sino con el Estado.

En este contexto, los Estados Unidos se erigieron en la superpotencia militar que impuso una política de injerencia global, no siempre respaldada por Naciones Unidas, mediante acciones punitivas en Europa Oriental, Irak, Afganistán, África y, otras de menor tenor, como el Plan Colombia en América Latina.

Desde la crisis financiera del año 2008 que sacudió a Wall Street, se produjo una brusca caída de la economía global seguida de un virtual estancamiento que perdura hasta nuestros días, siendo esta la causa de la creciente insatisfacción, que dio origen a conflictos sociales, aún en los países centrales, siendo los procesos migratorios la problemática  de mayor visibilidad del descontento, particularmente, en Europa y los Estados Unidos.

Los costos sociales del modelo comenzaron a agrietar el optimismo en la “globalización” y a cuestionar las estructuras políticas que lo reproducían, siendo también la causa de los cambios en el escenario internacional. Las dificultades de la Comunidad Económica Europea para sostener su política de bienestar dieron origen al desarrollo de derechas xenófobas y anti comunitarias como el Brexit, mientras que, en los Estados Unidos,  el triunfo de Donald Trump con un discurso antisistema, representó otra voz disonante de un modelo financiero que, para muchos intelectuales, constituye un fenómeno terminal cuyas consecuencias en las relaciones internacionales es el cuestionamiento del orden establecido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Trump ha instrumentado un giro en la política exterior, cambiando los términos de su relación comercial con la República Popular China y Europa, como también ha cuestionado el multilateralismo, la OTAN, las ONG, las restricciones en armamento nuclear firmadas hace décadas y las acciones vinculadas al cambio climático. En sentido estricto, Estados Unidos ha realizado un relativo repliegue de conflictos regionales, adoptando una estrategia de participación indirecta, más difusa y menos onerosa.

La reaparición de la Federación  Rusa, con un renovado liderazgo, en la figura de Vladimir Putin, detuvo su retracción para restablecer posiciones en la cuestión ucraniana, recuperar Crimea y la salida al Mar Negro,  para luego sostener a Siria en Medio Oriente, aliado con la República Islámica de Irán, estableciendo nuevos lazos con Estados, tradicionalmente, enemigos como Turquía.

El escenario estratégico se completa con el ininterrumpido ascenso de la Repúblico Popular China, el mayor PBI del planeta y la fuerza que traccionó la economía mundial en las últimas décadas. Este país comenzó a articular un sistema de mundial alternativo al orden establecido por los Acuerdos de Bretton Woods. De tal manera, el Yuan compite con el dólar en importantes regiones del planeta y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura con el FMI, cuenta ya con más de 40 miembros, entre ellos Gran Bretaña y Alemania. La iniciativa denominada la “Nueva Ruta de la Seda” representa un proyecto alternativo a Occidente de relaciones comerciales que pretende conectar a toda Asia con Europa y África, mediante mega obras de infraestructura e innovaciones tecnológicas que articulen los flujos comerciales.

La Unión Europea continuó perdiendo la centralidad que conoció hasta las guerras mundiales del siglo XX. Su seguridad ha dependido de la OTAN en los últimos 70 años y debe asumir cuestiones demográficas vinculadas al envejecimiento de su población y flujos migratorios que implican cambios de paradigmas culturales que, seguramente, definirán nuevos sujetos sociales y políticos. A su vez, la dependencia energética de la Federación Rusa conlleva una relación compleja que afecta a sus miembros de manera desigual.

En este tablero estratégico, los principales espacios en conflicto, como siempre ha sido a lo largo de la historia, se encuentran en la disputa por el control de las principales vías de comunicación, en particular las marítimas y en el acceso a recursos naturales fundamentales. El Papa Francisco afirmó reiteradas veces que se está librando: “…una tercera guerra mundial a pedazos”, pero aclaró que no se trata de una “guerra de religiones”. Y añadió: “Hay guerra por intereses, hay guerra por el dinero, hay guerra por los recursos de la naturaleza, hay guerra por el dominio de los pueblos”[1].

Estas guerras del siglo XXI, la violencia armada se ha manifestado de maneras novedosas experimentando una tercerización creciente en el uso de la fuerza, desarrollando incorporando formas híbridas de empleo de los instrumentos militares e incorporando innovaciones tecnológicas donde los drones y el ciberespacio juegan un papel  en la disputas entre las potencias.

Principales espacios en disputa

El Mar de la China: presenta dos situaciones de conflictos importantes. La primera está dada por el desarrollo del plan nuclear de Corea del Norte que lo enfrenta, principalmente, a Estados Unidos con una tensión pendular de acuerdo a la importancia que le asigne  la administración norteamericana de turno. La segunda, está dada por la iniciativa China de recuperar el control sobre el Mar de la China meridional, donde los Estados Unidos mantienen bases militares desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y dónde la República Popular ha tomado la iniciativa de recuperar el control de sus mares.

El Mar Caribe: Los Estados Unidos desde fines del siglo XIX han ejercido un control militar sobre un espacio que consideran afecta a su seguridad interna y el control estratégica del comercio con el Pacífico. De este  modo, las perturbaciones que afectan a México, Cuba, Nicaragua y Venezuela se encuentran relacionadas por un tablero internacional dónde potencias extra regionales juegan intereses y los Estados Unidos buscan mantener un statu quo de su hegemonía que, posiblemente, deberán negociar cediendo en otras partes del mundo.

Medio Oriente: La derrota del Estado Islámico en el 2018, por parte de coaliciones militares, una compuesta por Estados Unidos, Irak y los Kurdos y, otra por la Federación Rusa, Siria e Irán establece un frágil equilibrio de poder. El escenario comenzó a girar hacia el control del Estrecho de Ormuz  que enfrenta a Irán con Arabia Saudita y mantiene en alerta al resto de los países de la región, particularmente, al Estado de Israel.

América del Sur

La competencia comercial declarada entre los Estados Unidos y China encubre un conflicto de poder más profundo por el liderazgo global. Este nuevo escenario posibilita un reordenamiento de la situación estratégica parece encontrar un campo de disputa en América del Sur alterando la relevancia que caracterizó a la región en las últimas décadas. Por un lado, la capacidad agroalimentaria de Suramérica refiere a un espacio económico complementario con los países asiáticos, particularmente, con China, al tiempo, que los Estados Unidos consideran a la región parte de su área de influencia. Esta ecuación es la que deberá afrontar con inteligencia la dirigencia de nuestros países.

La presencia de capitales chinos en obras de infraestructura y otras inversiones ha despertado recelos norteamericanos, particularmente,  en Nicaragua y Venezuela y podría ser la causa de la desestabilización en Brasil que derrocó al gobierno de Dilma Rousset como la proscripción y detención de Lula.

Otro campo donde se manifiesta la tensión de los intereses globales está dado por denominados conflictos climáticos, siempre asociados a problemas de soberanía y a la explotación de recursos naturales. Como sostiene la encíclica Laudatio Si, el deterioro del ambiente es la otra cara de la moneda de la pobreza y la exclusión social dado que la contaminación la sufren los estratos de la población más precarios, los descartados del sistema.

La Amazonía es un espacio central de América del Sur que compromete a la masa de los países de la región en particular al Brasil. Representa la mayor biodiversidad del planeta y es una de reservas de agua dulce más importante del planeta. Desde los países centrales y organismos internacionales reclaman una internacionalización para su preservación eludiendo que la pertenencia y responsabilidad soberana de los países amazónicos. Al tiempo, que intereses económicos vinculados a las corporaciones sojeras y otras, avanzan sobre la selva sin que los Estados logren regular una explotación sustentable.

El Atlántico Sur y Antártida constituyen espacios en disputa con Gran Bretaña, país  que mantiene una base militar de la OTAN y que ya se encuentra en una fase de explotación intensiva de los recursos pesqueros y avanza con los hidrocarburos, generando las condiciones para una expansión hacia la Antártida.

De la misma manera que los suramericanos debemos internalizar los problemas de nuestros hermanos del Caribe, toda Latinoamérica debe tomar como apropiarse de la cuestión de la Amazonía, del Atlántico Sur y la Antártida, sólo un bloque homogéneo puede defender los recursos, cuya explotación sustentable, será base del bienestar de las generaciones venideras.

Que se debate en la Argentina

Sin embargo en la Argentina, la agenda de las cuestiones estratégicas no incluye estos temas desde hace décadas. Las causas son diversas: el empoderamiento de los sectores financieros con las reformas de Martínez de Hoz abrieron un ciclo económico de larga duración, aún no concluido, que impuso la lógica del capital especulativo sobre el quehacer productivo, hecho que fue transformando, progresivamente,  la matriz social del país y debilitó el rol del Estado como regulador de las relaciones sociales, particularmente, en la capacidad de planeamiento que fue transferida al sector privado.

La Argentina democrática ha logrado importantes avances en la consolidación de los derechos políticos de sus ciudadanos que ya no perciben la amenaza recurrente de los golpes de Estado como también en derechos humanos individuales y de minorías. Al mismo tiempo, se ha evidenciado un profundo retroceso en derechos sociales y en la calidad de vida de sus habitantes.

La Argentina de hoy es un país que ha reducido su desarrollo industrial con riesgo de retorno a la primarización de su economía, que no posee el control de la explotación de recursos naturales estratégicos, que la deuda externa condiciona su desarrollo, que ha abandonado importantes núcleos de conocimiento en investigación y desarrollo científico y que ha descendido estrepitosamente en sus índices de salud y educación. En conclusión, la Argentina es un país más débil y vulnerable que ha perdido capacidad de autodeterminación y posee una baja percepción del valor de la soberanía.

Este modelo económico ha acentuado las asimetrías territoriales concentrando el 65% de la población en la región central, mientras que la Patagonia apenas reúne un 5% con un mar contiguo de escaso desarrollo humano y productivo, donde Gran Bretaña mantiene una fuerza militar de ocupación, extiende licencias de pesca y avanza en la prospección petrolera de la cuenca Austral

A su vez,  por condicionamientos del pasado relacionados a las Fuerzas Armadas, no ha podido resolver, adecuadamente, la cuestión militar, a pesar de haber logrado un consenso interpartidario en este tema, que ha tenido éxito en subordinarlas efectivamente a su rol específico dentro del Estado, pero no ha logrado dotarlas de una capacidad operativa razonable por los bajos presupuestos impuestos como por la desarticulación del sistema de producción para la defensa.

La tragedia del ARA San Juan con sus 44 tripulantes desaparecidos son consecuencia de décadas de degradación, no ocurrió antes una catástrofe similar con el incendió del Rompehielos Almirante Irizar porque sus tripulantes pudieron ser rescatados en alta mar, como tampoco podemos olvidar las bajas de otro tipo de accidentes por causa de la falta de mantenimiento o entrenamiento.

Hasta el gobierno del Presidente Macri, la pérdida de capacidades de las Fuerzas Armadas se hallaba en el marco de un proceso de cooperación regional, cuya máxima expresión institucional alcanzada fue la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El retiro argentino de esta organización, ya sea por cuestiones ideológicas o un alineamiento poco razonable con los Estados Unidos, abrió paso a un estadio de autonomía que nos encuentra en una situación de precariedad de la que demos tomar conciencia.

En este marco, considero oportuno analizar que discute la dirigencia partidarias respecto a la Defensa Nacional,  a fin de especificar los alcances de esta  política en las últimas décadas.

La Ley de Defensa Nacional (23.554), sancionada en 1988, entiende que la finalidad de esta función del Estado es “garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación; proteger la vida y la libertad de sus habitantes”.

A su vez, la legislación determina que la Seguridad Interior estará regulada por otro marco legal, la Ley 24.059 (1991) en el cual se establecen, taxativamente, las posibilidades de empleo contributivo de las Fuerzas Armadas en este ámbito específico.

Recién 18 años después, se reglamentó la Ley de Defensa por el Decreto  727/2006, el cual, a la vez de acotar la misión de las Fuerzas Armadas a “agresiones externas de otros Estados”, estableció “Que deben rechazarse enfáticamente todas aquellas concepciones que procuran extender y/o ampliar la utilización del instrumento militar hacia funciones totalmente ajenas a la defensa, usualmente conocidas bajo la denominación «nuevas amenazas», responsabilidad de otras agencias del Estado organizadas y preparadas a tal efecto; toda vez que la intervención regular sobre tales actividades supondría poner en severa e inexorable crisis la doctrina, la organización y el funcionamiento de una herramienta funcionalmente preparada para asumir otras responsabilidades distintas de las típicamente policiales”.

De tal manera quedó plasmado el paradigma de la política de defensa que caracterizó al gobierno kirchnerista: las FFAA tienen su razón de ser en repeler agresiones estaduales  externas, en un escenario donde éstas hipótesis y, además, no deben participar en cuestiones relacionadas a las denominadas “nuevas amenazas”.  Definido de este modo el instrumento militar debía desarrollar determinadas capacidades que nunca lograron ser consideradas en los presupuestos pertinentes.

Con relación a las “nuevas amenazas”, este concepto fue propiciado por Estados Unidos desde décadas atrás, siendo retomado por el gobierno de Mauricio Macri en su Directiva de Política de Defensa Nacional(DPDN): “El terrorismo internacional configura uno de los principales problemas de la agenda del siglo XXI. Este fenómeno adquiere mayor complejidad al confluir con otros delitos y fenómenos criminales complejos, tales como el narcotráfico, el lavado de dinero, la trata de personas y los delitos que se cometen con asistencia de las nuevas tecnologías de la información”.

En ese documento, el gobierno nacional también enuncia que la Argentina no percibe amenazas directas ni indirectas a su soberanía ni a su integridad territorial y que el país sólo se puede ver afectado por situaciones de conflicto cuya responsabilidad primaria corresponden a otras áreas del Estado, siendo la Defensa  un esfuerzo contributivo.

La primera gran conclusión que podemos inferir es que el debate de la política en cuestiones de Defensa Nacional se centra en misiones subsidiarias o contribuyentes y que, respecto a la misión principal, aquello que  hace a la razón de ser  de las FFAA, existe un acuerdo en la dirigencia interpartidaria en que la Argentina no tiene amenazas ni riesgos a su soberanía, integridad  territorial y capacidad de auto-determinación, siendo esta función una responsabilidad indelegable de todo Estado.

De hecho, la Argentina ha renunciado a disponer  de una capacidad militar razonable, se ha delegado su autodefensa no sabemos en quién, asumiendo con normalidad que para la reunión del ALCA en Mar del Plata, del año 2005, a la que asistió George Bush o la cumbre del G-20, la seguridad fuera proporcionada por potencias extranjeras.

¿Es razonable esta percepción argentina frente a los desafíos de un mundo crecientemente  inestable e incierto? ¿Verdademente no existen amenazas o desafíos a nuestra soberanía e integridad territorial?

Repasemos algunas situaciones que merecen una reflexión de parte del Estado nacional:

El Atlántico Sur

Como consecuencia de la derrota de la Guerra de Malvinas, la Argentina firmó con el Reino Unido de la Gran Bretaña los poco conocidos Acuerdos de Madrid, del año 1990, que le han permitido a ese país imponer condiciones sobre los recursos naturales, particularmente, pesqueros y petroleros que hacen cada año más compleja y complicada la injerencia británica en el Atlántico Sur con su proyección hacia el continente antártico. A su vez, la base militar de Monte Agradable con su escuadrilla de Eurofighter, constituye el mayor poder militar aéreo en la zona. 

En el año 1994, el Reino Unido, de manera unilateral declaró las 200 millas marítimas alrededor del archipiélago, extendiendo su dominio en  aproximadamente, 1.650.000 km2, afectando la integridad  territorial argentina y, en los últimos años incrementó la actividad pesquera, tanto la propia, como por el otorgamiento de licencias en aguas que se encuentra en disputa ante  las Naciones Unidas. También se intensificó la prospección petrolera en el área. Es decir, la discusión de soberanía se ha segmentado en una controversia de recurso por recurso en los mares del sur.

El Acuerdo de hecho firmado, a principios del 2016,  por los vicecancilleres Foradori y Duncan, otorgó a Gran Bretaña una serie de facilidades para el desarrollo económico de las Islas eludiendo la presencia Argentina. Además, en mayo del 2019,la Argentina otorgó áreas de prospección petrolera a empresas inglesas, incrementado su presencia en el Atlántico Sur.

Vaca Muerta

La provincia de Neuquén se encuentra la segunda reserva mundial de una variante de hidrocarburo no convencional llamado shale. Este hallazgo dio lugar a la firma de un polémico acuerdo con la Empresa Chevron cuyos términos secretos, pese a los cuestionamientos y fallos judiciales, aun no son conocidos. La experiencia histórica y los conflictos actuales, en distintas partes del mundo, no pueden dejar de llamar a la reflexión que estos yacimientos presentan un valor estratégico que debe ser evaluado desde la perspectiva de la defensa. Además, en el actual contexto de la competencia comercial entre China y los Estados Unidos, la provincia de Neuquén alberga una base China de seguimiento satelital, lo cual incorpora a dicha región como parte de una disputa global y también se halla en construcción una base de los Estados Unidos.

Cualquier país que posee un recurso estratégico del valor de Vaca Muerta tiene un desafío a su integridad territorial. Si además ese espacio tiene presencia de corporaciones transnacionales y potencias globales se tiene un problema de Defensa Nacional que requiere de una profunda reflexión por parte del Estado.

La Hidrovía del Río Paraná

La Hidrovía del Río Paraná – Paraguay constituye un sistema de transporte fluvial de más de 3.500 km de extensión desde Puerto Cáceres en Brasil has el Río de la Plata. En su recorrido tiene la potencialidad de concentrar el tráfico del comercio de granos de las regiones más fértiles de Sudamérica, desde el Mato Grosso (actualmente, la región de mayor producción de soja del Brasil), pasando por Paraguay, Uruguay y la Argentina que representa más del 60% de la producción mundial.

La regulación de la Hidrovía está regida por varios tratados que fueron internacionalizando su navegación, desde fines de los años 60 generando una imbricada trama legal. En este escenario, las empresas transnacionales pueden controlar el transpoorte de un negocio de carácter global.

Si esta medida estratégica fuera una iniciativa del MERCOSUR  para optimizar su capacidad comercial bienvenida sea, pero en realidad constituye un avance de empresas sobre los países de la Cuenca del Plata cuyo valor económico, al igual que Vaca Muerta o el litio del Noroeste o la pesca del Atlántico Sur representas posibilidades  de injerencia externa tal cual sucede, actualmente, en otros escenarios del mundo.

Conclusión

En conclusión, la política de defensa en la Argentina, desde el Proceso hasta nuestro días, fue coherente a un modelo socioeconómico cuyas consecuencias fueron un país menos productivo, que abandonó su desarrollo industrial, científico y tecnológico, con retrocesos visibles en materia educativa y de salud.

Un país empobrecido que, entre otras muchas consecuencias, lamentables, tampoco pudo resolver la cuestión militar, careciendo, en la actualidad, de Fuerzas Armadas razonablente equipadas para cumplir su misión fundamental que no es otra que la defensa de la soberanía y la integridad territorial, conceptos que ausentes en la reflexión de la política interpartidaria.

¿Queremos esto? O debemos plantearnos un modelo económico, social y  político alternativo a la preeminencia de los valores e intereses que promueve el capital financiero.

Ese día habremos formulado un nuevo proyecto de país, el cual incluirá los problemas de una Defensa Nacional cuyo mayor desafío es ser parte de un proceso de integración regional que, no sólo desaliente los conflictos entre las partes, sino que garantice la protección de los recursos naturales, el desarrollo humano y sustentable de nuestros pueblos, es decir nuestra soberanía, integridad territorial y capacidad de auto determinación.

Separados somos indefendibles, juntos somos inconquistables

Juan Perón


[1] Francisco I, http://www.informaciondelonuevo.com/2014/08/la-tercera-guerra-mundial-ya-comenzo-el.html

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