(crédito fotos: Gustavo Quinteiro)

Juan Grabois es abogado, licenciado en Ciencias Sociales, autor, traductor y, por sobre cualquier otro diploma, titular de la CTEP, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular que responde a una nueva concepción del trabajo y de la economía en tiempos de neoliberalismo, desocupación y pobreza crecientes.
Poco después de presentar oficialmente en Mar del Plata su incorporación al Frente Patria Grande –que apunta a conformar una gran alianza popular capaz de derrotar al macrismo en las próximas elecciones-, Grabois vino a la Universidad Nacional de Lanús a presentar su libro La clase peligrosa.
Sobre su acercamiento al mundo editorial, las perspectivas de las elecciones del próximo año y su involuntario protagonismo en ciertos medios masivos y electrónicos, Juan Grabois habló con la llaneza y el fervor de su mejor título: el de militante popular.

-¿Cómo surge la idea de este libro?
-La verdad es poco poética. Estaba más o menos de laburo porque estaba con mucha actividad y me ofrecieron escribir un libro sobre el Papa. Y como me parecía medio cholula la propuesta de la editorial Planeta les dije “no, no, voy a escribir un libro de otra cosa; si les sirve, vamos para adelante”. Y me lo aceptaron.
En cierta forma hay en el libro una idea que yo siempre trato de transmitir que tiene que ver con cuáles son los peligros que afrontan nuestra sociedad, nuestra democracia, y también la humanidad, que de alguna manera se reflejan subjetivamente en los miedos de las personas y de las clases sociales. Entonces le puse “La clase peligrosa”, un poco para problematizar en qué sector de la sociedad radica el peligro para el futuro.
El libro cuenta una serie de anécdotas, de situaciones sobre todo de nuestro país, que juegan con esa ambigüedad de si son los excluidos y los descartados los que finalmente van a derribar a las patadas los muros de esta civilización hipócrita e injusta, o si es el uno por ciento, si es esa élite, la que antes de que eso suceda va a terminar destruyendo la democracia y la sociedad con estos niveles de consumo exacerbado, de xenofobia. Así que el libro va un poco por ahí.

-¿Qué sentís al estar presentándolo en esta universidad pública y gratuita?
-A mí me gusta venir acá a las universidades del conurbano porque son de alguna manera excepciones. Son como los salmones que van contra la corriente. Es decir, espacios que van contra la corriente y contra la lógica hegemónica, la lógica predominante, y contra la lógica de la eficiencia en los términos hipócritas y mercantiles en que la plantea el sistema.
Las universidades del conurbano plantean una lógica contraria, una lógica de la solidaridad, de la justicia social, de la reparación histórica, de la dignidad, y entonces me gusta más estar acá que estar en la Universidad de Buenos Aires.
Así que estoy muy contento y muy agradecido, y a la vez triste por el maltrato que están recibiendo por parte del gobierno nacional que en vez de invertir, de poner lo que hay que poner para que los excluidos, los últimos de la fila, puedan vivir un poco mejor, puedan acceder a los bienes culturales que deberían ser un derecho para todos, estigmatiza. Bueno, el gobierno de la provincia también, con esas cosas tan feas que han dicho últimamente.
De modo que venir es también tratar de expresar el apoyo mío, de mis compañeros, a esto que están haciendo acá que es tan importante y que seguramente el año que viene, cuando desalojemos en las urnas a este gobierno ´vende patria´, se va a revertir.

-Justamente, hablando de las urnas, ¿cómo ves el año que viene, y cómo te ves a vos en el contexto del año que viene?
-A mí siempre me gustó y siempre me sentí parte del movimiento social por fuera de la política electoral liberal de esta democracia que hay que cuidar mucho. Pero también hay que conocer cuáles son sus limitaciones y sus ficcionalidades.
Este año que empieza ahora es un año distinto. Porque tenemos una tarea importante todos los militantes populares y creo que todos los argentinos y argentinas de buena voluntad, que es romper el pacto entre Macri y el Fondo Monetario Internacional con el arma que tenemos que es el voto popular.
Para eso tenemos que construir un gran frente patriótico, tragar los sapos que haya que tragar, y con las poquitas herramientas que tenemos como los medios de comunicación comunitarios, y también con la militancia, tratar de romper el espejismo macrista y poder recuperar el gobierno para el campo nacional y popular, para seguir luchando en la larga marcha por una Argentina sin excluidos.

-Te estamos viendo asiduamente en la tapa de La Nación . Indudablemente estás sonando mucho y estás teniendo mucha aceptación popular, porque te están viendo como un enemigo.
-(Risas) Sí, yo creo que nos hemos convertido en un peligro para algunos, sobre todo el sector del Frente Patria Grande. Los compañeros que están conmigo no venimos del kirchnerismo ni venimos de la experiencia del gobierno anterior, venimos de otros sectores del movimiento popular. Entonces no nos pueden achacar las mismas muletillas que les achacan a los demás.
Además tenemos una posición muy crítica en relación con los déficits fundamentales de la década anterior, que para mí fueron la corrupción y la falta de resolución estructural del tema de la pobreza.
Nosotros creemos que vamos a hacer una contribución importante a eso y a plantearle a la gente que puede haber un nuevo gobierno popular sin corrupción, sin bolsos volando de un lado a otro, y también plantearle que se puede resolver el problema de las cloacas, del agua, de la luz, de los servicios públicos, de las calles de los sectores populares, los más vulnerables.
Hacer ese planteo, reivindicando al mismo tiempo lo que se hizo durante los gobiernos de Néstor y Cristina, creo que molesta mucho. Porque la polarización que plantea la oligarquía, que plantean las élites, es una polarización donde no hay que hablar de corrupción, donde no hay que hablar de los déficits, donde no hay que hacer críticas.
Entonces ahí no convencés a nadie, estás pescando en la pecera. Y yo creo que nuestro discurso va por afuera de la pecera y eso puede desequilibrar la balanza, entonces les molesta bastante y nos van a atacar y nos van a seguir atacando.
La verdad es que con las cosas que pasan en los barrios, y lo que sufre nuestro pueblo, que te molesten un poco en las redes sociales o en las páginas de Internet de los diarios o en la televisión, no es tan grave.

A través de casi 200 páginas, el libro retrata las luchas y los sinsabores de quienes no tienen otro espacio que las calles, invadidas por mujeres, hombres y niños cuando los movimientos sociales salen a pedir que se respeten sus derechos. En un mundo globalizado y ausente, Grabois presenta en palabras a esos miles de personas que usualmente no tienen cabida en una economía que trata de ignorarlos. Para hacerlo, utiliza un lenguaje coloquial, directo, sin eufemismos, que corrobora su condición de testigo y representante de “la clase peligrosa” y construye, a la vez, una obra de lectura imprescindible para decodificar los rumbos actuales de una sociedad que excluye cada día a más personas.

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