En medio de las intensas jornadas que se viven en el Congreso de la Nación respecto de la iniciativa que propone legalizar la interrupción voluntaria del embarazo antes de la semana 14, las voces a favor y en contra se levantaron en cientos de referentes de los distintos ámbitos sociales. Cinco años antes, Pablo Giorgelli, el multipremiado director de Las Acacias, se adentraba por completo en el drama del desamparo adolescente en Invisible, la película que estrenó el pasado 8 de marzo.
La historia muestra el martirio de Ely, una joven de 17 años que vive y transita el sur de Capital Federal, víctima de un Estado ausente y una madre depresiva de la que es sostén sin red. En medio del dolor, que encuentra su máxima expresión en el silencio introspectivo que gobierna la mayor parte del film, Ely descubre su embarazo y una profunda soledad se hace carne en ella y en las miles de mujeres que diariamente son empujadas a la orfandad y la vejación social que las obliga a morir desde todo aspecto.
Desde la Licenciatura en Enfermería de la UNLa se acompañó ese debate con la participación de estudiantes y referentes expertos en la temática. Luego de la proyección de Invisible, Pablo Giorgelli -ganador de Caméra d´or en el festival de Cannes (2011) con Las Acacias como mejor ópera prima, mejor película latinoamericana en San Sebastián y Cóndor de Plata como mejor película argentina-, brindó una entrevista a Viento Sur. “Siempre me conmovió la gente que se siente sola. Ese momento de vulnerabilidad en el que uno se siente desamparado y debe sobreponerse al dolor y a la tristeza. De ahí viene esta película. De mi propia tristeza y desamparo. De alguna gente que conocí en mi barrio de monoblocks, donde filmé la película. Los invisibles, los anónimos. Gente que trabaja y sobrevive”, afirmó.
-Estuviste 5 años investigando la temática del aborto, un mundo de múltiples aristas y fundamentos encontrados. ¿Cómo fue ese proceso?
-Luego de Las Acacias, mi película anterior -que tuvo una repercusión inesperada, ya que con su tamaño y presupuesto tuvo un recorrido muy grande a nivel internacional, con muchos premios-, necesitaba tomar distancia para volver a enamorarme y hacer películas para mí. Las películas personales requieren de un enamoramiento, sin esa condición hay algo que no sucede y que es difícil de mantener en el tiempo, los procesos son tan largos que si no estás realmente comprometido con lo que estás haciendo no lo podés sostener. Hacer películas independientes tiene dificultades emocionales, personales, económicas y uno tiene que hacer un esfuerzo grande para lograr las películas que espera, ya que muchos de nosotros trabajamos y vivimos de otras cosas. Durante ese momento solitario que consiste en ir amasando la idea se requiere de un proceso personal y de robarle tiempo a otras cosas, a la familia, y así fue un poquito Invisible; tenía ganas de hacer algo, no sabía bien qué y lo único que tenía en la cabeza era mi deseo de trabajar con la adolescencia, de meterme en ese mundo que sentía potente dentro de mí. Así arranca Invisible, con una idea un poco vaga, con historias, con recopilación y acopio de materiales vagos, fotos, lugares, situaciones, algún diálogo, y eso me llevó inmediatamente a La Boca, el lugar donde nací, donde me crié y donde aún vive mi madre. Allí empecé a imaginar un personaje que se revela como mujer para mi sorpresa, y que se manifiesta en esos espacios muy conocidos para mí.
-A través de esos lugares donde se mueve Ely y su condición de vida, se evidencia una desigualdad social muy marcada.
-Así es. Ese origen tiene que ver con algo propio, con algo más personal, pero luego tuve que sobreponerme y no decidir cuestiones sobre la base de la nostalgia. Uno tiene que sobrepasar ese primer impulso y empezar a trabajar con otras líneas de profundidad y ahí es donde surgió la posibilidad de que el personaje estuviera embarazada y la consiguiente posibilidad de abortar o no; pero no fue que me propuse hacer una película sobre el tema y, de hecho, no es una película sobre el aborto, sino sobre algo más amplio.
-En varias declaraciones afirmaste que Invisible no es una “película militante”.
-Me gustaría aclarar este punto porque es algo que salió en muchas notas. Me refería a que no lo es desde el punto de vista de una película instructiva o didáctica, en el sentido de un film que milita una idea. Pero repensándolo, en otros aspectos, podría decirse que sí en tanto que tiene una postura y una mirada crítica sobre la clandestinidad del aborto, sobre el desamparo, la desigualdad, la ausencia del Estado y sus instituciones. Desde este lugar sí podría entenderse como una película militante pero sobre la base de algo más amplio que solo la legalización del aborto, más allá de que en lo personal considere que debería serlo. El espectador de Invisible no es un espectador pasivo que recibe lo que le dicen, porque no quise hacer una película instructiva que diga cómo son las cosas, sino una película que invite a quien la ve a completar algunas partes con la propia sensibilidad, con las propias ideas, y ese espectador más activo enriquece la experiencia de Invisible porque el film está encarado como un hecho artístico. Tenemos proyecciones casi todas las semanas en distintos ámbitos como universidades y escuelas secundarias, todo un circuito fuera del comercial de salas de cine. Lo que ocurrió en la UNLa fue un regalo personal y una forma de redescubrir mi película.
-Impacta el silencio que gobierna la mayor parte del film. Ely no puede volcar en palabras su soledad y ahí hay un gran esfuerzo como director en transmitir la crudeza del desamparo.
-El acento de la película está puesto en el desamparo. Lo que a mí me interesaba contar era el drama íntimo de esta adolescente y, de la mano de esta idea, mostrar el contexto en el que se conjuga este desamparo y ahí es donde aparece la ausencia del Estado, de la familia y, por supuesto, la clandestinidad del aborto que es la situación puntual que le toca pasar a ella en esos días. Este contexto desde luego que la condiciona y las decisiones que Ely toma son consecuencia de ese desamparo. Invisible es una película pensada para ser contada desde el punto de vista del personaje.
-¿Cómo influyó en lo personal el trabajo de género y generacional que aparece en la película?
-Me tomó mucho tiempo poder entender realmente cómo podría ser la mirada o el sentir de esa adolescente desamparada que no tiene mucho que ver con la persona que soy hoy: un hombre de 50 años con una determinada condición social. Ely puede parecerse a muchos amigos que tuve hace 30 años en La Boca o a mí mismo en aquel momento. Sin duda, hay partes propias que me permitieron acercarme a Ely desde otro lugar y fue un trabajo difícil que requirió de un tiempo de maduración, de miradas externas de profesionales y de adolescentes que habían atravesado situaciones parecidas a la de Ely, por eso las películas me toman tanto tiempo. Esta fue la forma que encontré para escribir la película desde sus ojos, desde su posible mirada, y que las decisiones tomadas tengan que ver más con ella que conmigo, justamente porque está contada directamente desde el punto de vista de una adolescente y no desde un adulto que cuenta la historia de una adolescente. Esa es la gran diferencia. Me costó mucho trabajo poder liberarme del temor y del condicionamiento del que dirán respecto de uno mismo.
-Aquí entra en juego tu concepción de que “el cine es una buena forma de atravesar la existencia”.
-Hay algo de eso, sí. Estos últimos cinco años fueron intensos y muy disfrutables también. El proceso de hacer una película es un período de felicidad, de intensidad y también de todas sus contracaras. Pero tener algo entre manos, que sentís que está bueno, que te interesa, realmente hace que vivas ese momento con otro sentido de la existencia y creo, también, que puede ser un granito de arena para ayudar a transformar a alguien.
-La película fue Mejor Guión en el festival de La Habana, se presentó en los festivales de Venecia, Oslo, India y Río de Janeiro. Le fue muy bien en Málaga y a nivel local en Mar del Plata.
-En Venecia arranca la película, este festival es muy importante como Cannes o Berlín y literalmente todo el mundo busca arrancar en uno de estos tres festivales. Que nos hayan seleccionado ya es, de por sí, un lugar de privilegio que le permite a la película proyectarse de otro modo y, desde este lugar también, estoy satisfecho. Pero aunque no hubiese ocurrido, porque muchas veces juega con el azar o la injusticia, uno tiene que confiar en lo que hace y no creerse nada especial cuando te seleccionan. Y tampoco cuando eso no pasa.
-Desde el punto de vista del público, ¿cómo fue la recepción en lugares socialmente tan dispares?
-En general fue bien recibida. Casi siempre tuve muy buenos comentarios de mujeres, sobre todo, pero siempre hay matices; depende del lugar donde se proyecte. En Europa, por ejemplo, los debates y charlas posteriores ponían el foco en la cuestión de la desigualdad y el desamparo, como los principales problemas sociales que la película evidencia: las discusiones tenían que ver más con eso y no tanto con la situación puntual del aborto y del embarazo, sino con mirar más ampliamente el asunto. En cambio en América Latina también se habla de la desigualdad, pero no siempre; acá las reacciones son un poco más encendidas y creo que tiene que ver con el momento histórico que estamos atravesando. Me pasó mucho en Brasil y en Argentina, donde el aborto es un tema tabú, picante, con posturas enfrentadas, todo lo que no pasa en Europa donde el aborto está legalizado hace 40 años, 50 años: por ejemplo en Inglaterra, mientras que nosotros recién estamos pudiendo hablar del tema y no libremente en todos lados. En Brasil el gobierno de Témer decretó una enmienda constitucional que endurece aún más la posibilidad de que el aborto sea legalizado algún día. En Argentina fue toda una coincidencia lo ocurrido al momento del estreno y creo que, sin planificarlo, Invisible genera esa posibilidad de debatir, de charlar, estés de un lado o del otro y creo que ese tiene que ser el primer paso; si no se habla, nunca se va a resolver, y eso era lo que pasaba hasta hace unos pocos meses. La película es completada por el que la ve. El espectador es un espectador activo.
-La realidad siempre te encuentra con proyectos a la vanguardia de lo que ocurre en el país. Actualmente estás trabajando en un film basado en el libro “Trasfondo” de Patricia Ratto, sobre el submarino ARA San Luis.
-Sí, cuando pasó lo del ARA San Juan fue nuevamente una sorpresa porque ya venía trabajando en este proyecto, algo distinto a Las Acacias y a Invisible. La novela la leí hace tres años, trata la expedición del ARA San Luis en la guerra de Malvinas y me encantó, pensé que ahí había una película posible, gestioné con Patricia los derechos y lentamente vengo trabajando en esa adaptación. Cuando me agotaba un poco de Invisible y me dejaba un hueco, me iba para este proyecto y el año pasado pasó lo del ARA San Juan y realmente me impactó mucho porque estoy con eso en la cabeza, investigando, conozco algunas cuestiones de funcionamiento por haber leído, y todos esos días fueron días duros. Me tocó ir al festival de Mar del Plata la misma semana que ocurrió y la ciudad estaba de luto. Fui hasta la base para tratar de acompañar, no sabía bien cómo. La cuestión del submarino es el punto del contacto, pero son historias diferentes.
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