«No cualquier máscara sirve para cualquier rostro»
Para Marx la ideología tiene siempre un carácter encubridor, en tanto que para otros -como Abbagnano- puede o no tenerlo, lo que debe determinarse en cada caso mediante una la ideología. Es significativo que a fines del siglo pasado, en el festival del modelo capitalista universalizado, también se haya celebrado el fin de las ideologías. Quizá cada uno haya entendido algo diferente por ideología, pero creemos que es imposible aproximarse a la realidad sin cierto sistema de ideas. Lo cierto es que -sin saltar por sobre milenios de filosofía- resulta posible construir sistemas de ideas que arrojen luz sobre la realidad, como también otros que la oculten o encubran.
Esto último es lo que intenta el autodenominado neoliberalismo, quede liberal no tiene nada y, además,trata de arrasar todas las ciencias sociales y de la conducta, basado en su antropología aberrante, conforme a la cual todo lo que hacemos, incluso sexo y amor, estaría regido por la oferta y la demanda (el homo economicus), conforme al elemento místico de la mano invisible del mercado.
Entre sus múltiples y curiosas conclusiones, sostienen que no existe desempleo involuntario, pues solo habría demandas salariales exageradas y, por ende,quienes no trabajan sería porque no quieren aceptar la regla del mercado. Siguiendo esta lógica tortuosa, en algún momento y a fuerza de imponer salarios más bajos, llegaríamos a la tasa cero de desempleo con salario también cero. Esto no lo sostuvo Adam Smith, pero como está muerto no puede desmentir la desopilante afirmación.
Todo esto sería poco menos que ridículo si no fuese porque este reduccionismo economicista cooptólos centros académicos de reproducción ideológica del mundo (incluso el Premio Nobel), de modo semejante a como hace poco más de un siglo había cooptado el mundo académico el reduccionismo biologista del racismo spenceriano.
Sin embargo, son muchísimas las críticas al autodenominado neoliberalismo y a sus supuestos efectos letales en el mundo, casi siempre con acierto e inteligencia, destacando incluso su carácter incompatible con los derechos humanos, confeso por sus fundadores, en especial von Mises, quien hace medio siglo escribió que es un error creer que alguien tiene derechos inalienables por el mero hecho de haber nacido, por Hayeck afirmando que sin libre mercado no hay libertad política y por Milton Friedman, quien entendía que en la opción era preferible la libertad de mercado, por lo que asesoraba a Pinochet.
Si bien el autodenominado neoliberalismo es una ideología encubridora -es decir, una máscara-, no cualquier máscara sirve para cualquier rostro. La misma forma de la careta da la pista del rostro que encubre. En efecto, al igual que el estalinismo y el nazismo, el llamado neoliberalismo implica una promesa de paraíso futuro: el paraíso comunista de Stalin, el germánico puro de Hitler. En todos los casos, para alcanzar el paraíso se debe pasar por el infierno y, en el caso del llamado neoliberalismo, el infierno es lo que vivimos mientras se concentra riqueza, porque al final, cuando se concentre más, promete el derrame que a todos haría felices en el paraíso capitalista financiero.
Pero justamente, a fuerza de exagerar la discusión con el neoliberalismono se alcanza el fondo de la cuestión, porque al detenerse en la ideología encubridora se cae en la pura crítica ala ideología, sin alcanzar a descubrir qué es lo que encubre, cuál es la naturaleza de lo encubierto. Una ideología encubridora es una máscara, pero no basta con descubrir su naturaleza de tal, pues con eso no se hace más que quitarla, lo que impone la necesidad de describir el rostro que disfraza.
Y lo cierto es que, cuando se quita la máscara carnavalesca del neoliberalismo,queda el descubierto el rostro macilento y ajado de un viejo conocido: el totalitarismo. En este caso armado del poder financiero, es decir, un totalitarismo financiero. Solo en este nivel se alcanza a tocar la realidad del poder mundial y regional.
Detrás de la máscara se oculta el ejercicio de poder de los grandes conglomerados llamados transnacionales, con sede en el hemisferio norte. No se trata del viejo imperialismo, del que Lenin decía quees el etapa avanzada del capitalismo. Lo que vemos detrás de la máscara es diferente,porque los hechos no se desarrollaron como Lenin preveía. El imperialismo lo ejercían Estados manejados por políticos, que favorecían a las empresas de su establishment, en el marco de un capitalismo que, pese a ser centrípeto y no centrífugo (esto no lo decía Leninsino Prebisch), era productivo. Ahora se trata de capitalismo financiero, osea, grandes masas de dinero que no manejan sus propietarios (nadie sabe quiénes son) sino Chief Executive Officersque deben obtener más ganancia en menos tiempo, porque de lo contrario los reemplazan por otros menos escrupulosos.
Incluso su poder no deja de ser un tanto ficcional, porque esas masas de dinero no existen, ni siquiera como papeles impresos, dado que son números resultantes de operaciones de crédito bancario o de títulos de deuda. Si todos juntos retirásemos nuestros depósitos bancarios, se produciría una corrida bancaria universal y todos los bancos quebrarían, porque lo que queda en billetes en cada banco es algo menos del 20% de lo que depositamos. Dicho más claramente: las masas de dinero son masas de números de computadoras.
Pero ahora los CEOs que manejan esas masas de números, no son ya el establishment de los políticos del hemisferio norte –como en tiempos de Lenin-, sino que han cooptado sus aparatos estatales mediante enormes endeudamientos. Ya no son los políticos quienes toman decisiones, sino que lo hacen los CEOs, es decir,los tecnócratas automatizados que a veces ocupan directamente los cargos políticos,pero incluso si no lo hacen, los políticos son sus rehenes, porque siempre y ante todo deberán privilegiar el pago de los intereses de las deudas, de modo que no importa si los pueblos votan a liberales, conservadores, socialdemócratas o verdes. De esta forma avanza el totalitarismo financiero vaciando las democracias plurales.
Una buena pregunta es qué naturaleza tiene el poder del totalitarismo financiero, pues cuando se observa cómo avanza y cómo sus CEOs consiguen mayores rentas en menor tiempo,con el código penal en la mano no podemos dudar de que se valen de grandes estafas (como la llamada crisis de 2008),de administraciones fraudulentas (como la cometida por la actual administración en nuestro país), de explotación de trabajo esclavo a distancia (tercerizado), de extorsiones (como la de los holdouts)y, sobre todo, del enorme encubrimiento masivo de toda la criminalidad organizada bajo la forma de reciclaje de dinero, creación de empresas fantasmas, etc., cometidos por todos los refugios fiscales.
Se ha vuelto tan difícil distinguir la actividad financiera lícita de la ilícita, que bien puede afirmarse que nos hallamos ante el avance de un totalitarismo claramente delictivo, cuyos delitos provocan en el hemisferio sur victimizaciones masivas de sociedades enteras. Latinoamérica hace cinco siglos que sufre el colonialismo y lucha contra él, habiendo pasado por sucesivas etapas (colonialismo originario, neocolonialismo con sus momentos de repúblicas oligárquicas y de dictaduras de seguridad nacional) y ahora padece una fase avanzada del colonialismo o tardocolonialismo,impuesto por el totalitarismo financiero.
La táctica de dominación de este momento de colonialismo consiste en instalar administraciones de procónsules de los intereses de los CEOs del hemisferio norte, mediante la previa creación de monopolios mediáticos que les permiten crear una realidad única con un discurso también único, como corresponde a cualquier totalitarismo. El flanco se lo ofrece la fragilidad de nuestras democracias y, en particular, los defectos de las estructuras institucionales de nuestros Estados.
Estos grupos proconsulares tienen la misión de endeudar rápidamente a nuestros Estados, puesto que la deuda es el actual medio de sometimiento de los pueblos tardocolonizados de nuestra región. Además, no pierden tiempo en desbaratar toda tentativa de empoderamiento tecnológico y de cualquier otro signo de desarrollo autónomo en nuestras naciones, lo que equivale al mantenimiento del analfabetismo en la etapa del colonialismo originario.
Cuando se reflexiona acerca del sentido de una lucha o resistencia emancipadora en esta etapa tardocolonialista, no se puede menos que buscar inspiración en lo que fue en su momento la política de los no alineados, visionariamente adelantada con la tercera posición peronista en los primeros años de la última posguerra, rechazando la trampa del embanderamiento bipolar de la guerra fría.
Quienes la descalificaron entonces como una banalidad, en especial porque entendían que era preferible inscribirse en la línea del desarrollo que prometía graciosamente el hemisferio norte con su modelo de Estado de bienestar, no se daban cuenta deque esos Estados eran un producto del Plan Marshall en Europa, o sea, un mero instrumento táctico coyuntural de un totalitarismo en potencia contra otro en acto, que era el estalinismo.
Por eso, el desarrollo que ofrecía el norte no era más que la cara cordial de un totalitarismo que por razones tácticas no podía pasar plenamente al acto, pero que mostraba su cara hostil y realizaba plenamente su esencia en la política que simultáneamente practicaba sobre el hemisferio sur, donde a mediados del siglo pasado desbarató brutalmente toda posibilidad de desarrollo autónomo (así fue con las pocas tentativas africanas, con Indonesia y, en América Latina, con la invasión a Guatemala, la etapa de los licenciados en México, el giro del MNR en Bolivia, el forzado suicidio de Getulio Vargas y el bombardeo a nuestra Plaza de Mayo). Este Jano falso no tenía dos caras, sino una que a veces fingía sonreír cuando no podía hacer otra cosa.
Perón percibió que en el fondo de todo eso se hallaba un totalitarismo capitalista solo tácticamente en potencia que, cuando no tenía necesidad de sostener sus Estados de bienestar, sea porque no convenían a su dominio neocolonial sobre el hemisferio sur y, más tarde, cuando se implosionó el otro totalitarismo, no perdió un segundo para pasar al acto, hipertrofiar su aparato financiero hasta someter al productivo y avanzar en forma abiertamente totalitaria y delictiva sobre el mundo.
Desde la perspectiva latinoamericana no debemos confundirnos y creer que seguimos enfrentando al neocolonialismo, cuando estamos en lucha con un momento más avanzado, es decir,con un tardocolonialismo ejercido por la pulsión totalitaria financiera del hemisferio norte, que se vale de otros medios de lucha, aparentemente menos brutales, pero en realidad más insidiosos y perversos. Menos aún debemos suponer que nuestro capitalismo local es originario, como si viviésemos en tiempos de la revolución industrial en Europa, porque en este momento, mucho más que en otros, es clarísimo que estamos sometidos a una opción férrea entre colonialismo y soberanía, entre desarrollo autónomo o sometimiento al poder financiero transnacional.
Muchas veces no solo se reduce la discusión política a la crítica de ideologías encubridoras, como el neoliberalismo, sino que también, por no alcanzar el fondo de la cuestión, o sea, por no caracterizar debidamente lo que disfraza esa ideología, se acaba remitiendo a una polarización entre izquierda y derecha. No hay problema ni dificultad alguna si se prefiere denominar izquierda a toda propuesta de una distribución menos injusta de la riqueza y viceversa, pero siempre que al hacerlo se tenga conciencia de que ambas posiciones no son para nosotros un producto originario, sino derivado de la polarización básica entre independencia y colonialismo, dado que ninguna sociedad colonizada puede ser socialmente justa,porque trabaja para otros.
La lucha por la emancipación latinoamericana lleva cinco siglos. La versión no trunca de nuestro Himno Nacional reza: Se conmueven del Inca las tumbas / Yen sus huesos revive el ardor / Lo que ve renovando a sus hijos / De la Patria su antiguo esplendor. No en vano lo han cortado, pero la gesta continental continúa, aunque Rivadavia le haya negado los fondos a San Martín para seguir su campaña libertadora y aunque nuestra actual administración y sus virreyes vecinos hayan descuartizado elUNASUR. José Mujica dijo con acierto hace poco que no hay derrota definitiva, pero tampoco victoria definitiva, osea, que debemos seguir el camino de medio milenio, sabiendo que avanzaremos y tropezaremos, como siempre.
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