Si pretendemos orientar nuestro currícula hacia los problemas, como es la realización de la justicia a través del derecho, es porque ya hace mucho tiempo que creemos que uno de los «mayores problemas que confronta la universidad con sus disciplinas unitarias es que los temas y problemas de la comunidad no respetan los campos de estudio o las especialidades de las facultades. Las universidades deberán, por lo tanto organizar a sus miembros académicos de acuerdo a los problemas, más que a las especialidades», como sostiene Dyer: «las universidades deben definir sus roles para confrontar los problemas más acuciantes de la sociedad». Al mismo tiempo nos define que las actividades corporativas de la universidad, más allá de sus responsabilidades cívicas que implican un compromiso consciente de las unidades académicas con los esfuerzos de la sociedad en la resolución de problemas y que están focalizados en desarrollar recursos humanos, comunitarios y nacionales. Todo ello implica una vinculación de las competencias y recursos especiales de las universidades con las organizaciones e individuos fuera de la universidad (Jaramillo, 2017: 13).
Es la necesidad de dar respuesta a problemas, en lugar de replicar mecánicamente la división disciplinar lo que explica, por ejemplo, que en la Universidad tengamos una Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos y no en Derecho. Porque los recortes disciplinares decimonónicos suponen que sus objetos de estudios son entidades fijas, claramente delimitables y mensurables; actitud que en el caso de las humanidades y el derecho se traduce en violencia e injusticia hacia las minorías, e incluso, cuando el poder es muy concentrado, también para las mayorías. Actualmente ni siquiera las ciencias duras sostienen el paradigma esencialista del positivismo, sino que comienzan a usar categorías como devenir para pensar ontologías relacionales que reformulan la noción fisicalista y atomista de materia a la que estamos habituados.
Michel Foucault en La verdad y las formas jurídicas sostiene que las prácticas jurídicas han sido en Occidente el sitio privilegiado en donde se construyeron las formas de saber-poder que hoy nos gobiernan; es decir los modelos y técnicas de veridicción que luego dieron lugar a las ciencias de la “pura” y “neutra” observación. El autor logró visibilizar el vínculo que une ciencia, positivismo y Derecho, así como la necesidad de pensar la verdad como resultado de prácticas sociales externas a la ciencia misma –que no se reducen únicamente al Derecho, si bien hasta ahora, en Occidente, estas han sido las principales. Deshacer la matriz positivista a través de la indagación genealógica, es decir indagando, a partir del conocimiento histórico en los modos en que nos constituyó, disciplinó, ordenó y sigue gobernando hoy, nos orienta hacia un método crítico, es decir hacia una política de la verdad. En un sentido similar, en la introducción que presenta la colección se sostiene: El claustro ya no está en condiciones de descifrar el mundo y menos aún de organizar su sentido por sí solo. Por fuera de él se producen otros saberes, otros desarrollos científico-tecnológicos, otras prácticas sociales, otros sentidos con los cuales se debería articular. (…) [Se trata de ensayar un] abordaje de apertura de nuevos campos epistemológicos, basado en la irrupción de nuevos problemas del mundo social y que dan lugar a nuevos saberes (Jaramillo, 2017: 11).
Se podría situar a la colección en una tensión necesaria entre el interior del Derecho, que da cuenta de su desarrollo histórico -en Occidente, en nuestra región y en nuestro país-, y en su relación con otras prácticas y esferas sociales tales como la ética, la estética y la política. Tal vez solo desde un abordaje interdisciplinar, es decir, a partir de la alianza plural de saberes, tecnologías y prácticas, es que sea posible aproximarse a una idea y un sentir de justicia prácticos que no sean mera fuerza y violencia. Es cruzando fronteras, o más bien situándonos entre ellas, a través del tráfico de saberes sociales, que podremos construir objetos nuevos y más cercanos. Por último, otro de los principios que nos guiaron a la hora de escribir y reescribir incesantemente ha sido la voluntad de que los saberes no queden reducidos a papers y jerga académica que ya ni a los científicos estimula. Si es que al pensamiento le queda alguna potencia es desde la capacidad de afectar y verse afectado por sus objetos y ambiente circundante. Esperamos que esta colección, que fue originalmente pensada como una serie de “cuaderrnillos” de estudio, que nuestras reflexiones, producto del quehacer cotidiano en clase retornase a las aulas, para ser nuevamente re-flexionado, movilice el debate y el pensamiento crítico. Finalmente los cuadernillos, de composición más económica, se convirtieron en una colección de libros, gracias al enorme esfuerzo de una universidad persistiendo en épocas de crisis y retrocesos en materia más básica de, precisamente, Justicia y Derechos Humanos. Esperamos, por lo tanto, no solo que retorne a las aulas sino que exceda también los márgenes de la universidad.
Los 8 títulos de la colección
Constitucionalismo y democracia. De la tensión al falso dilema. Por Guido Leonardo Croxatto. No hay democracia plena ni representación sin derechos sociales, culturales o económicos. Por eso, la crítica al garantismo termina siendo una crítica al sistema democrático pues demanda recortar derechos esenciales en nombre de la «democracia». Desnudar la falsedad de este dilema, no es sino mostrar la relación instrumental que existe entre los derechos humanos indivisibles (sin rangos entre los de primera y segunda generación) y la vida en democracia.
Derecho a comunicar y comunicar derechos. Por Luis Alén. Desentrañar el problema de la justicia, el poder judicial y la administración de justicia, es uno de los roles que la UNLa sostiene para la universidad como institución promotora de derechos humanos. La reflexión acerca de la manera en que se hacen conocer al pueblo sus derechos es una cuestión que no ha sido lo suficientemente abordada por la academia como sí ha ocurrido históricamente con el derecho a comunicar. Este trabajo se propone esclarecernos sobre esta temática.
Estado y derecho de los pueblos. Breves reflexiones desde el pensamiento nacional sobre Derecho Comunitario Indígena. Por Francisco Pestanha. Al decir del autor: «Se trata de un conjunto de reflexiones en aras de comprender cómo se involucra el derecho con la colonialidad y de qué manera el renacimiento de los sistemas jurídicos indígenas puede constituirse en ariete para promover acciones descolonizadoras».
Derechos, organizaciones sindicales y política (1930-1983). Por Nicolás Damin. El sindicalismo, la acción colectiva de la clase trabajadora, sus condiciones de vida y su relación con el Estado y con otros grupos sociales: estas y otras cuestiones que incluyen el abordaje del nivel biográfico de algunos dirigentes, forman parte de las indagaciones del autor sobre el recorrido histórico que va desde 1930 a 1983 en la Argentina.
Los derechos, la Constitución y el revisionismo histórico constitucional. Por Jorge Francisco Cholvis. El autor nos invita a un recorrido histórico y social del orden jurídico, a la manera de un revisionismo, sin soslayar la correlación entre la “Constitución escrita” y la “Constitución real”, derivada de las condiciones sociales de producción y cultura.
Justicia y dignidad humana. Por Ana Jaramillo. Para fortalecer la democracia es necesario desentrañar el problema de la justicia, el poder judicial y la administración de justicia, dándole inteligibilidad y una nueva construcción de sentido que cuestione las prácticas jurídicas instituidas. Este es uno de los roles que la autora sostiene para la universidad, como institución promotora de derechos humanos.
Herencias setentistas: imágenes sensibles entre el archivo y el testimonio. Por Magalí Haber. La autora, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET sobre Biopolítica, archivo y corporalidad en producciones estéticas argentinas recientes, indaga sobre las diferentes articulaciones que adquieren la verdad, los cuerpos testimoniantes de los desaparecidos y los hijos, con relación al archivo. Dar testimonio implica asumir y unirse a las imágenes del pasado para abrirlas al porvenir en una especie de microontología imaginal que involucra no solo a sus protagonistas sino también a los espectadores.
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