Hace 70 años, el entonces presidente Juan Domingo Perón tomó la decisión de suprimir los aranceles universitarios. La gratuidad era un sueño cumplido, un derecho universal, un ejemplo para toda Latinoamérica. El Estado, de esta manera, se erige como garante de una educación superior para todos y sin restricciones. 

Cada 22 de noviembre se celebra en la Argentina el Día Nacional de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria, una medida que tuvo sus vaivenes durante los distintos gobiernos de facto y que logró su absoluta y completa concreción en 2015, cuando por ley estableció que “los estudios de grado en las instituciones de educación superior de gestión estatal son gratuitos e implican la prohibición de establecer sobre ellos cualquier tipo de gravamen, tasa, impuesto, arancel, o tarifa, directos o indirectos”.

En el 70º aniversario de la gratuidad universitaria, convocamos a distintos referentes de nuestra universidad para que analicen diversos aspectos de esta normativa que permite la democratización de la educación y la igualdad de derechos. 

Juan Godoy. Sociólogo. Magister en Metodología de la Investigación.  Docente del Seminario de Pensamiento Nacional de la UNLa.

¿Cuál era el contexto del país en 1949 y en qué había influenciado la Reforma de 1918?

Voy a comenzar por la segunda parte, por la reforma del ’18, que estalla en Córdoba y se difunde como “reguero de pólvora” por toda América Latina, y que va a lograr el co-gobierno y la autonomía. No obstante, va a fracasar en integrar la universidad al país y al continente latinoamericano, y en la ruptura del eurocentrismo en los contenidos que se estudian. Vale resaltar también que en el ‘18 no es que no se logra la gratuidad, sino que ni siquiera se pide. Al mismo tiempo, la autonomía termina desfigurándose en gran medida y la universidad encerrándose sobre sí misma. En estas cuestiones, digamos carencias, fracasos y deformaciones que resaltamos, se afirma el peronismo y a partir de allí va a buscar profundizar y llevar a buen cauce a la reforma. Cabe resaltar que los mejores frutos de la reforma se dan en Perú, donde emerge el movimiento nacional APRA y surge una figura central, Víctor Raúl Haya de la Torre.

Pensando en el contexto de la eliminación de los aranceles universitarios que hacían absolutamente restrictivo el ingreso a la misma, es necesaria su vinculación con la irrupción de los trabajadores en la escena nacional. El 17 de octubre de 1945 no sólo da nacimiento a un nuevo movimiento nacional, que es el peronismo, sino que también va a darle al mismo un contenido popular y revolucionario. La Argentina ya no será la misma desde ese día.

¿Quiénes eran los sectores que antes accedían y cuáles se vieron beneficiados?

Con el ascenso del peronismo al poder se produce una Revolución Nacional que viene a romper con el orden semi-colonial montado fundamentalmente luego de Caseros y Pavón. También se viene a dar por tierra con el modelo agro-exportador, dependiente de Gran Bretaña, y se propone una “nueva” Argentina que apunte a construirnos como una potencia industrial. Este proceso lo sintetizan bien las tres banderas que levanta el peronismo: la independencia económica, que se logra a partir de la ruptura de la dependencia y el desarrollo; la soberanía política que pasa a ser posible a partir de lo anterior, las decisiones ahora se toman en nuestro país, en función del mismo y a partir de la adopción de un criterio propio; y la justicia social que se logra a partir de un conjunto de políticas que dignifican al trabajador, que le dan no solo una mejor calidad de vida y un conjunto de derechos, sino que también le otorgan una participación real en la conducción de los destinos del país. Al mismo tiempo comienzan a ocupar lugares que antes estaban reducidos para las clases acomodadas, como por ejemplo los ministerios, los cargos legislativos, las embajadas o bien los lugares de vacaciones, como las playas de Mar del Plata, las sierras de Córdoba, etc., el teatro Colón. Pero aquí nos interesa particularmente la universidad. A estas tres banderas podemos claramente sumarle otra, relacionada con la cuestión de la universidad, que es la del nacionalismo cultural.

La eliminación de los aranceles está estrechamente ligada al entramado de la Revolución Nacional justicialista, en la “nueva” Argentina ya no hay espacios reducidos para las élites, y ese nuevo país necesita de una universidad que esté integrada al país, que responda a la necesidad de romper la dependencia y a la de desarrollar industrialmente la Argentina. De ahí que la gratuidad busca llenar de obreros y/o de los hijos de los obreros nuestras universidades. Los “olvidados” de ayer pasan a ser los privilegiados de la Argentina peronista.

Daniela D’Ambra. Profesora de Historia. Docente UNLa. Integrante del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”

¿Cuál era el contexto latinoamericano en 1949?

América Latina transitaba en esos años épocas de profunda transformación. En la mayoría de los países de la región se estaban dando procesos de movilización popular que cuestionaban los modelos de dominación política, cultural y económica que entraban en crisis de forma generalizada. El proceso de cambio social se vio reflejado en la llegada al poder de gobiernos que tomaron medidas que recuperaron en diferentes niveles los reclamos de los sectores populares. Incluso en aquellos casos en los que no se dio una institucionalización de tipo política de esas transformaciones, el movimiento popular se encontraba en un momento de profunda efervescencia, poniendo en jaque un modelo de acumulación que se encontraba en crisis a partir de nuevas estrategias de organización social o empoderamiento de las tradiciones de lucha de los y las latinoamericanos/as y en instancias de movilización muy fuertes.

¿Cuál fue la influencia de la gratuidad en el resto de las universidades de Latinoamérica?

La eliminación de los aranceles universitarios en Argentina fue una política de Estado revolucionaria que asumió el gobierno de Juan Domingo Perón en 1949. Esta formaba parte de una concepción integral de su gobierno de democratizar verdaderamente el acceso a la educación superior y ponerla al servicio de un proyecto nacional, proyecto en el que los derechos de trabajadores y trabajadoras tenían un lugar central. La influencia de la gratuidad en América Latina fue muy importante, ya que como había pasado con la Reforma Universitaria del ‘18, tuvo un eco muy fuerte y puso en el centro del debate regional la cuestión del acceso a la educación superior. Si bien esto generó algunas ampliaciones de los sistemas de educación pública en otros países latinoamericanos, hay que destacar que no se alcanzó el mismo nivel de profundidad en las reformas planteadas que el que se logró en Argentina.

¿Cuáles son los desafíos que aún se plantean en cuanto a la educación superior en Latinoamérica?

Hoy en día sigue siendo un desafío la defensa de una educación superior considerada como derecho de los pueblos. En nuestros países arremeten las propuestas de arancelamiento y un discurso privatizador que se hace eco de un proceso de restauración conservadora a nivel regional que ya muestra su faceta más rapaz. El desafío para América Latina en su conjunto sigue siendo la democratización del acceso a la universidad, pero también, la promoción desde el Estado de políticas públicas que acompañen la permanencia y el egreso de los y las estudiantes. Garantizar que el pueblo en su conjunto pueda ejercer como un derecho fundamental el estudio en todos sus niveles debe ir de la mano además de universidades que le den la cara a los problemas populares, que se piensen de manera situada y que tengan a los pueblos de América Latina como eje de su devenir.

Pablo Narvaja. Doctor en Ciencias de la Educación. Director del Departamento de Desarrollo Productivo y Tecnológico UNLa.

¿En qué modelo de país se pensaba para instaurar la gratuidad universitaria?

El derecho se inserta en el proceso de generación de puestos de trabajo y de elevación y concreción de la dignidad de las clases trabajadoras, a partir del trabajo y de todos los derechos vinculados a esto.

La gratuidad necesitaba de la industria, porque el campo es muy importante pero no alcanza para que todos puedan vivir dignamente. La industria y un proyecto de industrialización que es una decisión política requerían profesionales, ingenieros, técnicos. No es solo la gratuidad, sino que también se planteó la escuela técnica y la universidad obrera. Había que formar trabajadores con altas calificaciones universitarias. Todos tienen la posibilidad de ir a la universidad, sin aranceles, lo que genera oportunidades de crecimiento y desarrollo. Si la universidad es un cuello de botella, se generan restricciones al desarrollo. Hubo resistencias de sectores pseudo progresistas y que actualmente lo siguen estando. El problema es la pobreza, no que haya universidades. Es importante también para el ascenso social, que significa algo muy profundo como que los hijos no reproduzcan la suerte de los padres, que la procedencia social no te coarte tu posibilidad de ascenso personal dentro de una comunidad.

¿Por qué es importante que las universidades formen dirigentes?

Una vez que tenés una vida ordenada con un empleo calificado, podés pensar en los otros, en la comunidad, en los problemas del barrio, participar políticamente en organizaciones. Así, generás otras dirigencias que pueden recibir formación en las universidades. La formación y el desarrollo generan formas de participación real. Cuando solo tenés que trabajar se invierte ese proceso, no hay disponibilidad para preocuparse por el bien de todos. Hay que tener en cuenta que se forman profesionales, dirigentes y ciudadanos.

¿En qué medida son importantes los ejes autonomía, gratuidad y acceso irrestricto?

La autonomía es de cualquier poder político y económico que pueda influir en la universidad. Pero no es absoluta, porque hay limitaciones en la defensa de los intereses del pueblo, que es el único soberano. Por eso hay que investigar, trabajar y colaborar en la resolución de los problemas de la sociedad. Para esto la gratuidad es básica, aunque no suficiente, porque siempre hay costos adicionales, apuntes, transporte, comida. Por eso nosotros tenemos el sistema de becas, que es un complemento, y también está el sistema de becas nacionales. Cuantas menos barreras mejor, o sea, que nadie esté excluido a priori de la universidad. El proceso de identificación con la universidad no se termina con el ingreso, sino que recién empieza. El ingreso irrestricto tiene que estar en relación con las capacidades y posibilidades de una universidad, porque si entran todos y después hay que dar clases en el piso, eso es un obstáculo. En la medida en que haya presupuesto universitario, el tender al ingreso irrestricto se puede trabajar. En términos ideales es muy bueno, pero hay que trabajar para hacerlo viable.

En 2015 se promulgó una ley que garantiza la gratuidad de la educación universitaria. ¿Los derechos deben defenderse constantemente?

Los derechos se pierden. Y si bien son constitucionales, están amenazados por decisiones políticas. Nunca se deben bajar los brazos ni aceptar que se proponga arancelar las universidades, porque eso es de un gran egoísmo.

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