[dropcap size=big]E[/dropcap]n agosto se publicó “El trabajo: entre el placer y el sufrimiento. Aportes desde la psicodinámica del trabajo”, un libro del Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo. Si bien su objetivo es eminentemente académico, las autoras aspiran a que la publicación sea leída por quienes se desempeñan, reflexionan y forman en el campo de la salud y el trabajo, así como por trabajadores/as, sindicatos y público en general. Con un despliegue meticuloso y sostenido desde los 80, y con el armado y consolidación de una red, este libro es el resultado de una trama que tiene a Miriam Wlosko y Cecilia Ros como coordinadoras y compiladoras. La obra revela un trazado de experiencias, tareas, debates y actividades conjuntas con otros interlocutores prestigiosos del campo.

Cecilia Ros (C.R.) es Directora de la Maestría en Salud Mental Comunitaria UNLa, y comparte con Miriam Wlosko (M.W.) el perfil de psicóloga y de docente investigadora en la Universidad. Ambas coordinan el Programa creado en 2005. No ocultan su deseo de que esta publicación haga luz y abone las nuevas agendas políticas vinculadas al trabajo. Sobre este y otros aspectos del libro, Viento Sur conversó con ellas.

¿Cuáles son los objetivos de la publicación? 

M.W.: Primero, presentar la perspectiva de la Psicodinámica del trabajo que permite abordar las relaciones entre subjetividad, salud y trabajo desde una mirada alternativa a la del estrés u otras propuestas de corte más positivista. Nos interesa pensar qué  pasa cuando trabajamos, cuando padecemos el trabajo, cuando enfermamos. Segundo, más que una mera compilación, el libro es la síntesis de múltiples actividades realizadas en los últimos 16 años en el marco del Programa. Incluye la primera visita a la Argentina de Christophe Dejours, en ocasión de la cual dio una conferencia que se publica por primera vez aquí; asimismo dos conferencias de Pascale Molinier organizadas por nosotras, y que también están publicadas en este libro.

¿Qué hitos fueron determinantes para la publicación del libro? 

M.W.: Nuestra relación con los temas relacionados con la salud y el trabajo empieza en la década del 80 en la UBA. Son casi treinta años de investigación en torno de estas cuestiones, a lo que se sumó la posibilidad de investigación y cooperación con muchos colegas de Argentina, América Latina y diversos países de Europa. Entre ellos con Christophe Dejours, con el equipo de Pascale Molinier de la Universidad de París 13, y con el equipo de Laerte Sznelwar y Selma Lancman de la Universidad de San Pablo. 

C.R.: Efectivamente, este libro revela una red de actividades con nuestros interlocutores actuales. Detrás de cada artículo del libro hay un trabajo conjunto, por eso es parte de una trama.

¿Por qué el trabajo es relevante para pensar en relación con la subjetividad y la salud, tanto a nivel individual como colectivo, y cómo influye en la calidad de vida? 

C.R.: El trabajo sigue siendo el campo de batalla privilegiado por el control de la subjetividad. Sobre todo hoy, en el estado actual del capitalismo neoliberal. El trabajo no solo es una relación social, salarial, de empleo, sino también es un operador central en la construcción de la subjetividad y en la conquista y mantenimiento de la salud. También puede ser un espacio que puede conducir a la fragilización subjetiva y transformarse en fuente de enfermedad, sufrimiento y hasta de muerte. Pensemos en los suicidios en el trabajo en Francia a partir de la reestructuración de la empresa France Telecom o en China en la empresa Foxconn. Y a nivel colectivo el derecho al trabajo sigue siendo un valor social todavía inalienable. Lo vemos hoy en las movilizaciones de Latinoamérica, así como en otros países europeos. Por ello, lo que pasa con el trabajo tiene consecuencias para el sujeto en todas sus dimensiones: psíquicas, sociales, políticas. 

¿Qué es la Psicodinámica del Trabajo?

C.R.: Esta perspectiva del trabajo hace foco sobre los modos en que las personas y los colectivos vivencian el trabajo. Por ello su abordaje se apoya sobre la palabra, en los relatos de los trabajadores/as sobre lo bueno y lo malo que les pasa en y con el trabajo, como los modos que tienen para enfrentarlo. Por otro lado, hace eje sobre el colectivo de trabajo, no como un agrupamiento circunstancial de personas, sino como un grupo que comparte ciertas reglas, acuerdos muchas veces tácitos, que van conformando ese saber hacer del trabajo cotidiano y que no están escritas en ningún lado, pero que son las que garantizan que el trabajo se realice. Implican un conocimiento sobre el trabajo bien hecho, y sobre lo que hay que poner en juego del cuerpo, de la subjetividad, de las emociones para que el trabajo salga. La Psicodinámica del Trabajo ha puesto en esto el foco y también ha mostrado cómo las estrategias de cooperación y las formas de reconocimiento, son parte de lo que el trabajador recibe del trabajo. Cómo todo esto redunda en una dimensión identitaria.

¿Cómo son los procesos de fortalecimiento de la subjetividad desde el trabajo?  

C.R.: Se trata de mecanismos complejos que la Psicodinámica del Trabajo, a diferencia de otras perspectivas, permite visibilizar. Cuando la persona se enfrenta al trabajo, se expone a su historia, expectativas y fantasías conscientes e inconscientes. Encuentra o no en el trabajo un lugar donde desplegar parte de su subjetividad, su identidad y el reconocimiento que necesita para encontrar placer o todo lo contrario. Eso depende no solo de cada trabajador/a, sino de lo que la organización despliega como condiciones para que tanto la persona como el colectivo de trabajadores/as puedan desarrollar su inteligencia, saberes y creatividad para realizar un trabajo bien hecho. Y que este a su vez permita la realización personal. Es por todo esto que en la Psicodinámica cobran tanta relevancia los conceptos de sufrimiento y de placer, en un plano distinto aunque también complementario al de la lectura epidemiológica de la salud-enfermedad.  

¿Cuáles son los límites a la reflexión/visibilización/intervención en materia de Salud y Trabajo en la Argentina actual? 

M.W.: Si bien no tenemos una legislación que permita visibilizar estas problemáticas y que en nuestro país ni siquiera se cumpla con la legislación existente relativa a la vigilancia epidemiológica ocupacional, creo que es muy importante insistir y poner estos temas en agenda. Esta insistencia tiene un eje central: la formación en el grado y posgrado, así como la divulgación y el debate con otros actores sociales. Es absolutamente necesario que estos temas se integren a la agenda política, de lo contrario los muertos en relación con el trabajo van a seguir apareciendo en la página de policiales. Nunca nos enteraremos de quienes se enferman ni de qué, cuántos mueren en relación a esas enfermedades, cuántos se suicidan, ni tampoco sabremos cómo intervenir frente a estas situaciones.

C.R.: Por ello son los sindicatos quienes pueden asumir un rol central en la defensa de la salud en el trabajo y en la generación de espacios que sí permitan este despliegue de la palabra, del hablar del trabajo. Esto sin dudas contribuye a identificar los modos de sufrir y de enfermar particulares a cada espacio laboral, como a reconocer los modos de enfrentarse a ese sufrimiento y a esas formas de enfermar. Lamentablemente, estos temas suelen resultar desplazados por otros en la agenda de los espacios sindicales, como la defensa de las fuentes laborales o los salarios.

¿Y qué pasa en el contexto actual de despidos y precarización? 

M.W.: No es posible pensar lo que acontece respecto de la salud en relación al trabajo sin poner el juego la racionalidad neoliberal que opera en y por el trabajo. No se trata de una relación directa sino de mecanismos específicos que juegan al interior de la organización del trabajo. El management, es decir, la gestión de la organización del trabajo tiene hoy un carácter activo en relación a la producción de subjetividad en la medida que pone en marcha una serie de dispositivos como la evaluación individualizada del desempeño, la exigencia de calidad total, la selección por competencias, etc. Todo esto supone la exigencia ya no solo de un “saber hacer” a quienes trabajan,  sino también “saber ser”. La lógica neoliberal en los espacios de trabajo pone en práctica diversos mecanismos de individualización de las modalidades de contratación, de carrera, de evaluación, de control, de salario, etcétera. Así, cuando decimos que la tecnología neoliberal de dominación ha logrado hacer coincidir el objetivo de rendimiento impuesto por la producción con el propio deseo de ser exitoso, queremos decir que se trata de una tecnología que opera desde lo más íntimo, a partir de la cual los sujetos desean aquello que finalmente coincide con lo que requiere el capital. Sin duda hoy el capital opera utilizandolo emocional-afectivo como modalidad de generación de valor. 

¿Cómo impactan estas políticas laborales en los ciudadanos? 

M.W.: Tienen muchas consecuencias. Suponen, por un lado, la precarización del empleo, pero también la intensificación del trabajo y la pérdida de derechos de los y las trabajadoras. Esto se traduce en el hecho de que cada vez menos gente consigue empleo, y los que lo logran, lo hacen en empleos inestables, temporarios y precarios, en los que las condiciones de contratación y de trabajo suponen riesgos para la salud y la subjetividad. Cada vez más personas están en la informalidad y no les queda otra opción que aceptar trabajos precarios. Esta es la “libertad” que ofrece el neoliberalismo. Y los que tienen empleo, cada vez trabajan más, se les exige más por igual dinero y con menos derechos. Esto amplía la probabilidad de que se enfermen. Como lo demuestran muchos estudios, todas las enfermedades en relación con el trabajo han aumentado desde el giro neoliberal, es decir a partir de los años 80 en adelante.

¿Y las resistencias y el potencial emancipatorio del trabajo? 

C.R.: El concepto de resistencia es complejo y se expresa en diversos planos. Sin duda, pone en juego estrategias de lucha visibles en contextos colectivos organizados o emergentes a partir de algunos conflictos. Pero también un plano subjetivo y colectivo no tan visible. Así, podríamos leer como forma de resistencia la no naturalización de la injusticia o de la falta de derechos en el trabajo. También, que se sostenga la dimensión ética del trabajo, es decir un trabajo de calidad que no vulnera los derechos del destinatario de nuestro trabajo cuando por ejemplo se trata de un empleo vinculado al servicio (al cliente, al paciente, al estudiante, etc.). En el libro aparecen ejemplos de investigaciones en el tema en trabajadores bancarios y del sistema judicial.  

M.W.: Lo que está pasando en el mundo demuestra que el modelo neoliberal solo es viable con un costo muy alto desde el punto de vista de lavida. No solo se precariza el empleo, se precariza la vida toda. Hay que decirlo claro, el neoliberalismo genera enfermedad y muerte. Pero además corroe la democracia, la torna vacía e insostenible. En este plano, tampoco se puede con las ideas emancipatorias construidas en el siglo XX por las izquierdas o diversos progresismos. Lo que es seguro es que el trabajo vivo, noción de Marx que retoma Dejours, requiere de la cooperación en y por el trabajo, por lo que el trabajo constituye, sin duda alguna, un espacio potencial de resistencia. No decimos que lo sea de modo automático. Ya sabemos que no es posible postular una relación de necesariedad entre explotación y emancipación. Habrá que seguir pensando qué papel puede jugar el trabajo para la emancipación y qué tareas nos tocarán en los próximos años en Argentina y en América Latina.

CR: Para finalizar sostenemos que aunque el modelo pugna por disciplinar la subjetividad, y en el plano individual el deseo, conforme a los fines del capital, felizmente una parte del mismo siempre escapa a ese control. Es por ello que deliberar sobre el trabajo sigue siendo una forma de resistencia.

Se puede acceder al libro en formato digital y de libre distribución en el link http://cor.to/librotrabajo

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