“Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si estas son accesibles al pueblo… La medicina no es solo un oficio, es una ciencia social, una ciencia política y una ciencia económica, y, finalmente, es también una forma de la cultura y la expresión más concreta del grado de adelanto de una Nación”.

Ramón Carrillo

“La misión social de la universidad… consiste en ‘ponerse al servicio del país’… Esta debe responder a las necesidades, requerimientos y aspiraciones de la comunidad, factores todos cambiantes. (…) el principio se mantiene: contribuir al desarrollo de la comunidad. Para ello la universidad debe auscultar las necesidades del medio y en algunas ocasiones anticiparse a ellas. (…) Aquí no se trata de capacidad técnica, sino de conciencia social (…); el estudio de los problemas que afligen al país: Debe también esclarecer los problemas de índole política y cultural y convertirse en la conciencia moral de la Nación (…) Su aporte es de esclarecimiento, estudio, planeamiento preciso de los problemas y análisis de las posibles soluciones”.

Risieri Frondizi[1]

No es casualidad que la Universidad Nacional de Lanús sea la que se propuso editar las obras completas de Ramón Carrillo. Desde su creación sostuvimos que para que la universidad sirviera al país y a la comunidad toda, debería salir de las disciplinas y estructurarse en torno a campos problemáticos construyendo su currícula y su epistemología en torno a problemas y no en torno a disciplinas.

El desafío fue y sigue siendo entender que hay que seguir investigando en forma transdisciplinar como única solución de cualquier problema social ya que, como sostenía Carrillo: “No se pueden enfrentar los problemas de la medicina sin un criterio de justicia social” puesto que si la medicina pretende dedicarse solo al desarrollo científico tecnológico y a la medicalización de la vida, no resolverá el problema de la salud de la población como pilar de la grandeza de la Nación.

El primer sanitarista y Ministro de Salud Pública ya en 1946 repetía que “la salud del pueblo depende de diversos factores indirectos”[2] y sostenía que “con otra universidad, los médicos hubieran sido la avanzada de la política económico social del Excmo. Señor Presidente de la Nación, porque ellos –mejor que nadie-conocen el dolor y sufrimiento de los humildes”[3].

Hablándoles a “los hombres del Ejército de la Salud” como llamó a los médicos, explicaba su posición y la necesidad de formar médicos sanitarios ya que el verdadero problema no es el problema individual de la enfermedad sino el problema colectivo de la salud, que es el que preocupa a los estadistas porque es la base de la felicidad popular ya que se define como bienestar físico, mental, moral y social del individuo como resultado del medio ambiente social.

Carrillo concibe la medicina como el arte de preservar, conservar y restaurar la salud de la comunidad, configurando un nuevo aspecto de la civilización contemporánea. Su evolución y su historia manifiesta el grado de cultura de un pueblo.

Nos alerta Carrillo sobre la necesidad de educar a todos los habitantes para que comprendan cuál es el problema de la salud, que si bien depende de factores económico- sociales y de la educación sanitaria, tiene como sus grandes enemigos a la pobreza y la ignorancia pero depende, también, de los servicios médicos.

Cuando ya en los años 40 del siglo XX la medicina se volvía cada vez más técnica, más difícil y costosa, el llamado médico del pueblo consideraba que la salud exigía el esfuerzo combinado del gobierno y el pueblo, de los médicos, especialistas y auxiliares, y planteaba la necesidad de construir clínicas, hospitales e institutos para los cuales no había que retacear recursos.

A su vez sostenía que la sanidad pública no se podría desarrollar si no existían dos condiciones: “1°) un standard de vida alto de los trabajadores y 2°) una elevada educación sanitaria del pueblo”[4].

Nos planteaba que las plagas existentes ya no eran un problema médico sino del gobierno ya que si no se erradicaban demostrarían que el “Estado no ha organizado sus recursos para defender lo único permanente de la Nación, su caudal humano que es el potencial biológico y el futuro de todas las Patrias del mundo”[5].

Muchas veces hemos sostenido que la relación entre la Academia, la ciencia y la política debe fortalecerse a fin de mejorar las políticas públicas, ampliar y fortalecer la democracia y, en definitiva, ampliar los derechos ciudadanos y la calidad de vida de la sociedad argentina.

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