La pandemia del COVID-19 puso en jaque al mundo y dejó en evidencia la desigualdad ya existente a nivel nacional e internacional. Para contener el virus, el gobierno argentino decidió implementar tempranamente el “Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio” (ASPO), y suspendió toda actividad no “esencial”, lo que afecta fuertemente a diversos sectores del trabajo. Adoptó también una batería de medidas tendientes a paliar la situación de los sectores más vulnerables. Pero una primera cuestión que el virus pone de manifiesto es que, lejos de ser democrático, no golpea a todos por igual.
La situación afecta más a quienes se encuentran en la economía informal, y en su interior al sector de las Trabajadoras de Casas Particulares– es decir, aquellas trabajadoras que realizan tareas de limpieza y de cuidado/asistencia de personas a domicilio – por su nivel de precarización, por la falta de registro y porque el incumplimiento de derechos de las trabajadoras es histórico. Por ello, para conocer la situación laboral de estas trabajadoras en el contexto de aislamiento social, dos equipos de investigación –uno del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET (CEIL – CONICET) a cargo de Hernán Palermo y otro del Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús (PSSyT – UNLa) a cargo de Miriam Wlosko- decidieron diseñar y aplicar una encuesta. Esta se distribuyó por las redes sociales y fue respondida por 635 personas, casi todas mujeres (99,4%), de las cuales la mayoría vive en zonas metropolitanas de Buenos Aires (67,2% en la provincia de Buenos Aires y 11.2% en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y el resto se distribuye en distintas regiones de la Argentina.
Las trabajadoras que respondieron la encuesta tienen entre 20 y 71 años, aunque una parte importante (37.8%) tiene entre 40 y 49 años y otra entre 30 y 39 años (27, 4%). Asimismo la mayoría (85,5 %) tiene hijos/as, de los cuales más de la mitad (63,1%) está en edad escolar.
El relevamiento dio cuenta de una serie situaciones críticas relativas a la situación laboral de estas trabajadoras: entre 5 y 6 de cada 10 trabajadoras encuestadas (56%) empeoró su situación laboral a partir del aislamiento de diversas formas: despidos, reducción salarial, falta de pago de salario, vacaciones anticipadas, cambios de categoría, etc. (ver gráfico)
La encuesta mostró además que a pesar de las difíciles condiciones de subsistencia, la gran mayoría de las trabajadoras no asiste a su trabajo (82.2%), aunque un 17,8% sí lo hace.
De los distintos datos que surgen de la encuesta, cabe resaltar que:
- Entre las trabajadoras que siguen asistiendo a trabajar, solo el 3.4% efectivamente realizan tareas de cuidado /asistencia a personas (es decir, que están exceptuadas por ley). En numerosos casos se verifica que los empleadores/as han asumido como estrategia el cambio de categoría de las trabajadoras para que estas asistan a trabajar aunque no realicen tareas de cuidado.
- A pesar de que por ley los empleadores/as deben seguir abonando, solo 33% de las trabajadoras han percibido su salario.
- Casi la mitad de las trabajadoras que respondieron la encuesta no tiene ningún ingreso extra (46.6%), aunque el 55,7% de las trabajadoras cobró el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Al preguntar a las trabajadoras si querían comentar algo sobre su situación laboral frente al contexto en el que estamos viviendo, emerge con crudeza el modo en que la pandemia agudiza la precariedad estructural del sector –más del 75% de las Trabajadoras de Casas Particulares no están registradas– exponiendo a muchas a situaciones de inermidad y de violencia social.
“Hace 16 años que trabajo y me tiene en negro. Hoy en día no me están pagando en esta cuarentena y soy persona de riesgo”.
“Uno de mis empleadores me dijo que por ningún motivo me puede pagar si no trabajo”.
“Fui despedida en cuanto empezó la cuarentena obligatoria en uno de los trabajos fijos que tenía. En los otros directamente no me responden o no se hacen cargo porque no trabajaba con registro”.
“Por necesidad me vi obligada de ir a trabajar porque no me querían pagar lo de la cuarentena”.
Muchos de los comentarios que hacen las trabajadoras –muy pocas de las cuales están sindicalizadas (12 % de la muestra)- dan cuenta de importantes niveles de desinformación respecto de sus derechos (a cobrar sin asistir, cómo cobrar sin estar bancarizadas, al cambio de categoría, respecto de las condiciones de acceso al IFE), así como de gran preocupación e incertidumbre respecto de si cobrarán su salario ya que en muchos casos sus empleadores/as no se comunicaron con ellas. En diversos casos las trabajadoras hacen alusiones al enojo, bronca, tristeza, o muchas veces a “lo injusto” de la situación:
“Me gustaría que salga un comunicado oficial para enviar a los empleadores que no están pagando. Se hace difícil para nosotras exigir que nos paguen sin poner en riesgo la continuidad laboral”.
“No sé cómo hacerles ver o entender a los empleadores que deben abonar el sueldo debido a la situación que atravesamos. Es mi único sueldo”.
“No quiero volver a mi trabajo, mi jefa me defraudó como persona. Nunca me mandó un mensaje preguntando si necesitaba algo o cómo estaba. Se borró totalmente”.
“Debería ser muy claro que no se puede cambiar de categoría por conveniencia del empleador y multar. Si cambia de categoría, que paguen más. Es muy injusto. Encima el empleador nunca te va a decir ‘quedate en casa’. Yo estoy poniendo en riesgo mi vida, pido un plus para las que salimos a arriesgar”.
La velocidad con la que se expande la pandemia en particular en CABA y en el Conurbano de la provincia de Buenos Aires, produce una sensación de miedo generalizada al contagio que, en los sectores donde la incertidumbre laboral se expresa de la forma más explícita, se entremezcla con el miedo a la pérdida del trabajo.
En relación con esto, la mayor parte de las trabajadoras que respondieron la encuesta tienen miedo de contagiar a su familia y/o de contagiarse y contagiar a su familia.
Es preciso señalar que el “miedo” no necesariamente se refiere al Covid-19: muchos comentarios de las trabajadoras lo vinculan con el temor a perder el trabajo.
“Tengo miedo de perder los trabajos si se extiende mucho la cuarentena”.
“Mis empleadores aún me abonan. Aunque temo que no lo hagan más”.
“Sentí mucha incertidumbre sobre si debían/iban a pagarme este tiempo”.
“Así como estamos cumpliendo con la cuarentena, también tenemos la incertidumbre de no saber hasta cuándo sea todo esto. En mi caso no sé hasta cuándo mi empleador podrá pagarme el sueldo, ya que es monotributista”.
Las palabras de esta trabajadora resumen la situación de estar entre la espada y la pared: “no se puede trabajar y no te pagan el sueldo. ¿Cómo hacés? Sé que esta enfermedad te mata, pero los trabajadores como yo no tenemos nada”.
Es imperioso que el Estado, pero también otros actores sociales y políticos -los sindicatos entre ellos-, planteen estrategias para apoyar a uno de los sectores del trabajo cuya subsistencia ya pendía de un hilo, pero que se agrava aún más con la pandemia.
¿Seremos capaces de evitar que el hilo se corte por la parte más delgada?
Informe preliminar completo:
https://drive.google.com/file/d/13ialm-VHj2Mm5SNqn8B4jXFCcH1abYAM/view
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