La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) proclamó al 28 de abril como el “Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo”, con el fin de profundizar las medidas de prevención de los accidentes y las enfermedades en el lugar de trabajo y promover el trabajo seguro, saludable y decente a nivel internacional. En el marco de esta jornada, el mismo 28, Miriam Wlosko y Jorge Kohen intercambiaron reflexiones en el programa de radio “Sanos de la Azotea”, la 88.7 de Mar del Plata. Allí conversaron alrededor de dos preguntas claves en este contexto de pandemia por COVID-19: ¿Qué principales ejes nos trajo la pandemia a la seguridad y la salud en el trabajo? ¿Qué impacto están teniendo las nuevas tecnologías, el trabajo inmaterial, con la subjetividad, en esta etapa del siglo XXI?
Miriam Wlosko es docente investigadora y Coordinadora del Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús, y Jorge Kohen es médico laboralista, docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario.
Pandemia y mundos del trabajo
Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), llegamos de 2020 a 2021 con el empleo en terapia intensiva y con un impacto muy importante en la salud de los trabajadores.
Al respecto y durante la charla, Jorge Kohen se concentró en lo sucedido durante la pandemia dentro del sector formal, y Miriam Wlosko por su parte lo hizo alrededor de los sectores informales que en la Argentina representan cerca del 35% de los trabajadores y trabajadoras que están en negro o informales. Esto nos permite afirmar que dentro del trabajo no hay un mundo, sino diferentes universos, cada uno con sus especificidades. También la especialista se concentró en qué está pasando dentro del sector de la salud.
Según Jorge Kohen, a la pandemia hay que abordarla desde tres dimensiones que actúan en simultáneo y que se encuentran afectadas de manera brutal en este contexto: la sanitaria epidemiológica, la económica productiva, y la ideológica, política y cultural.
“Hubo un proceso de trabajo impedido o detenido, millones de trabajadores en el mundo y en la Argentina debieron en la primera etapa del ASPO dejar de trabajar; hubo una migración al teletrabajo muy importante; y los trabajos que fueron considerados como ‘esenciales’ en una primera etapa y luego, a medida que se fueron abriendo las actividades, tuvieron cambios fundamentales en la organización y en los procesos productivos de trabajo. Así, como trabajadores tuvieron que transformar de manera profunda sus rutinas, junto con sus conocimientos y sus ‘saber-hacer’. Esto trajo desde el punto de vista epidemiológico un cambio muy importante”, precisó el especialista en medicina del trabajo.
Para Wlosko, la pandemia impacta de manera diferencial, porque no es lo mismo trabajar desde la casa teniendo un empleo formal, pertenecer a un sector denominado esencial, que estar en el mercado informal del trabajo. “Cambia el impacto en lo económico de las y los trabajadores, como en el proceso de salud-enfermedad. El panorama que se nos presenta hoy, en una Argentina que ya venía golpeada, empeoró. Acá y en todo el mundo fue así, pero quienes padecen más esta situación son los sectores informales, los que ya eran pobres y fundamentalmente las mujeres, que están sujetas a una triple presencia: asisten a los lugares de trabajo, cuidan a los/as hijos/as y muchas veces, además, trabajan en un comedor popular. Sobre todo las mujeres de los sectores populares”, dijo la investigadora.
Efectos de la pandemia: trabajo formal e informal
En noviembre de 2020, la curva de trabajadores infectados en Argentina superó ampliamente a la general del país. En función de estos datos, Kohen precisó dos momentos bien definidos de qué ha sucedido con la pandemia dentro del trabajo formal. “En abril de 2020, el 67% de los trabajadores que se habían contagiado de COVID eran del sector salud. Cuando el 18 de junio salió el DNU de distanciamiento, esa curva se invirtió. A partir de ese momento, los no esenciales tales como comercio, manufacturero y todo el resto de las ramas que se fueron abriendo, comenzaron a superar a los trabajadores de la salud. En febrero de este año, según el último dato publicado por la Superintendencia de Riesgos de Trabajo, el 17% de los trabajadores infectados pertenecen al sector salud y el 49% son del sector del comercio y manufacturas y distintas actividades que se fueron abriendo”.
En función de estos datos, Kohen vinculó este cambio en la curva de contagios con las dimensiones políticas y económicas. El especialista de Rosario respaldó la política de “botón rojo” para frenar los contagios y ganar tiempo vacunando como política sanitaria nacional. “Tenemos un alto índice de infección, la prensa da cuenta hoy que en CABA ha muerto un nuevo trabajador de la educación, un docente más por esta apuesta a la muerte que ha hecho el neoliberalismo que insiste en la presencialidad, que es insostenible. Todos los indicadores acordados en el Ministerio de Educación ahora están en rojo por la cantidad de casos que superan ampliamente el índice de los 200 casos por 100 mil habitantes. Este es un nuevo crimen que el neoliberalismo les cobra a los trabajadores”.
Miriam Wlosko destacó que la pandemia puso en evidencia, aquí y en el mundo, algo que ya estaba presente, pero que ahora no se puede esconder: “Que fueron los trabajadores que comenzaron a ser ‘esenciales’ (médicos/as, enfermeros/as, y todo el personal de salud del sector formal, pero también los trabajadores del transporte, los recolectores de residuos, los trabajadores de cementerios, las trabajadoras que cuidan personas, las personas que van a limpiar) los que sostuvieron la actividad, y que esa esencialidad no se condice con el cuidado que reciben estas personas, que en muchos casos no están siendo vacunadas con prioridad”.
Justamente estos días, la Garganta Poderosa salió con una campaña en las redes para solicitar “vacunas para las cocineras comunitarias”. Lo mismo, los/as trabajadores/as del transporte que reclamaron vacunas urgentes para los más expuestos (Nota de Tiempo Argentino del 2/5/2021).
Precarización y subjetividad
Ante la pregunta por el trabajo “inmaterial”, para la investigadora Miriam Wlosko, la dimensión inmaterial y cognitiva del trabajo predomina solo en ciertos sectores de la economía tales como la biotecnología, la electrónica o la informática entre otros, y no puede ser concebida como la modalidad hegemónica de la producción, como lo sostienen algunos teóricos del trabajo tales como Tony Negri y Michael Hardt. Señala que estamos, más bien, ante una dualización: mientras algunos sectores de punta muestran predominancia del trabajo inmaterial, se expande en paralelo un neotaylorismo. Esto es, una división parcelada, repetitiva del trabajo que lejos de haber sido abolida, es reactivada. Esta se caracteriza por procesos de trabajo muy fragmentados, que deben ser realizados en tiempos cortos y por personas que cobran salarios muy bajos. “Estamos ante un nuevo esclavismo que supone condiciones mucho más precarias. Y todos los pronósticos que hacen los organismos internacionales tales como la OIT, la ONU y CEPAL son sumamente pesimistas en relación al trabajo y la economía. Es decir, no estamos esperando un mundo mejor, sino procesos de trabajo que parecen augurar mayor precarización para los sectores más empobrecidos. Ese es el panorama” dijo Wlosko.
Para la investigadora de la Universidad de Nacional de Lanús, el capitalismo actual y la pandemia pusieron de relieve que no podemos dejar de hablar de trabajo vivo. Porque sin todas estas personas que el año pasado y durante el aislamiento hicieron el trabajo de vender alimentos, sacar la basura, transportar a los esenciales y atender los hospitales, el mundo se habría detenido. “Estamos en deuda con esa carnalidad viviente” afirmó Wlosko.
Ante la pregunta vinculada con el atravesamiento subjetivo, Wlosko consideró que, claramente, no saldremos indemnes luego de la pandemia. El impacto del trabajo sobre la salud y la subjetividad ya mostraba procesos crecientes de mayor vulnerabilidad y estrés antes de la pandemia. Entre estos, toda una gama de síntomas psicofísicos (trastornos musculoesqueléticos entre los primeros), grupales (violencias, acoso) e individuales (adicciones, depresiones). A esto se añaden el temor al contagio propio, de familiares y colegas, para las y los esenciales, entre otras cuestiones que varían según los sectores. Para quienes comenzaron a trabajar desde sus casas, hay una serie de cuestiones nuevas que emergen: entre estas una importante intensificación del trabajo, especialmente para las mujeres con hijos pequeños. “Se borran los tiempos muertos de trabajo, no hay pausa” dice Wlosko, refiriéndose a esos momentos intermedios de viaje y de dispersión. Esta situación se complejiza con las personas que viven en casas poco preparadas para estar todo el día trabajando y cuidando a sus hijos, a familiares, etc.
Los/as trabajadores/as de la salud
La especialista de la UNLa hizo referencia a algunos de los efectos de la pandemia, que según evidencia científica, están impactando sobre los trabajadores y trabajadoras de la salud y sobre sus procesos de trabajo. “Entre los y las trabajadoras de la salud se observa gran intensificación del trabajo: no han tenido vacaciones, hace trece meses que no paran; muchos trabajadores/as han tenido que aislarse porque se contagiaron o murieron; lo que, a su vez, genera falta de trabajadores en el sector. La evidencia científica que existe hasta el momento, acuerda en que se han tenido que reformular de modo muy profundo los procesos, y a la vez, dada la magnitud de los contagios, tuvo que ingresar personal de la salud que no necesariamente estaba capacitado o formado para el área en la que debe ahora desempeñarse. Por ejemplo, alguien que trabajaba en clínica y debe ir a terapia intensiva. Todos los estudios acuerdan que no tener la suficiente experiencia y/o capacitación es un factor de riesgo, un enorme estrés para la persona. Está probado que a mayor experiencia y a mayor capacitación, más protección de la salud y de la salud mental”, precisó Wlosko.
Estos estudios muestran además que tener confianza en las medidas de protección tomadas respecto de la seguridad en el medio ambiente de trabajo, son asimismo factores de protección de la salud mental.
Las y los trabajadores de la salud demuestran altos índices de ansiedad, angustia, insomnio y también de enojo. Muchas de estas trabajadoras, “no se sienten cuidadas (hablo en femenino, dado que el 70% de las trabajadoras de la salud son mujeres), no tienen aumentos, no tienen el espacio físico–edilicio adecuado o necesario y además están enojadas con la población que parece que vive en otro planeta y no se cuida. Hacen lo imposible para cuidar a la gente y ven que mucha gente está paseando, yendo a la plaza o tomando cerveza”, sintetizó Wlosko.
La especialista concluyó la charla expresando el deseo de que no se llegue a un fenómeno terrible que tuvo lugar el año pasado en Europa: cuando las/os trabajadores/as se vieron obligados a elegir frente al colapso de los servicios de salud a quiénes tratar y a quiénes no. “Por más protocolo prescripto, eso es terrible porque pone a las y los trabajadores en una situación de terrible sufrimiento ético, como lo llamamos en nuestra área de estudio. Esta noción se refiere a una situación de tener que hacer algo que va a estar en contra de nuestras convicciones éticas y morales personales y profesionales” precisó Wlosko.
** Campaña de la Garganta Poderosa: (1) La Garganta Poderosa | Facebook
*** Crece en los sindicatos el reclamo por vacunas urgentes para los trabajadores más expuestos | Tiempo Argentino | Tiempo Argentino (consultado el 2/5/2021)
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