1. La(s) independencia(s): introducción al problema

El Gral. José de San Martín (Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata, 1778-Boulogne Sur Mer, Francia, 1850) en una Orden General enviada a sus compatriotas el 27 de julio de 1819, manifiesta: “La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos”[i].

Cualquier lector y lectora puede dar cuenta de que habían transcurrido tres años y 18 días de la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán: no obstante, el Gral. San Martín debe alertar y recordarles a sus compatriotas por qué razón se estaba luchando.

En la ciudad puerto, Buenos Aires, los hombres del Directorio[ii] parecían estar cada vez más lejos de lo escrito en aquella proclama: con los más diversos artilugios llevaban años intentando que San Martín regresara con el Ejército de los Andes para sofocar los levantamientos contra su gobierno. Desde mayo de 1810 las rencillas intestinas, las influencias de las potencias de ultramar (Inglaterra – Francia), los intereses mercantiles y comerciales mezquinos de los señores y doctores de Buenos Aires habían interrumpido las campañas al Alto Perú y obstaculizado en el Norte las resistencias a los realistas de Manuel Belgrano y el Ejercito del Norte primero, y la de los gauchos de Martín de Güemes después. El mismo Directorio porteño también dispuso entorpecer la lucha del pueblo oriental liderado por José Artigas contra los españoles, incluso se ocupó de propiciar la invasión del Imperio portugués frente al peligro de la victoria del Protector de los Pueblos Libres[iii].

Pero, ¿acaso no querían la libertad los hombres de la elite portuaria de Buenos Aires? ¿no se llamaban a sí mismos liberales? En un ejercicio de cruce entre las ideas que expresaba el sector comercial-mercantil asociado con los letrados de Buenos Aires y las ideas liberales que circulaban entre fines del siglo XVII e inicios del siglo XX en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, varios estudios (Argumedo – Terán)[iv] han demostrado que no eran los mismos principios o al menos, habían sido interpretados de otra manera, más bien, de acuerdo con sus intereses -pequeños-[v]. Eran liberales en materia económica como los anglosajones, no obstante, en materia política evitaban o directamente rechazaban cualquier intento por conformar Juntas Grandes (sumando a los representantes de las demás provincias) o asambleas deliberativas como había ocurrido en Inglaterra durante su tumultuosa revolución de 1642-1688[vi], Estados Unidos en 1776[vii] o en Francia durante el año 1789[viii]. Lo que es peor, los porteños negaron las formas políticas preexistentes. Como ha señalado en reiteradas oportunidades el historiador José Carlos Chiaramonte, tras el encarcelamiento del Rey español Fernando VII, en España, como en las colonias americanas luego, se organizan Juntas. Estas partían del supuesto que la soberanía tiene su origen en el pueblo y que este pueblo por incompetencia o incapacidad le había delegado ese poder al Rey, pero sin el Rey, la soberanía debía volver al pueblo. Ahora bien, en las colonias americanas no había un pueblo sino muchos pueblos: hay un pueblo porteño (con vivencias fuertes y profundas tras la reconquista y defensa de su ciudad), otro pueblo paraguayo, oriental, chaqueño, santafesino, etc… ¿Qué ocurrió entonces? Los mismos pueblos resuelven el problema con las propuestas de Federación, Confederación y/o Liga de Pueblos Libres. Los líderes de las guerras de la emancipación: San Martín, Artigas, Bolívar, de alguna u otra manera aceptaron esas formas preexistentes. Algunos hablaron de convocar al último heredero del Imperio Incaico, otros plantearon la organización de congresos o encuentros para crear una gran Nación en un intento por mantener la unidad continental de la época de los virreinatos.

La mayoría de las elites de las ciudades portuarias hispanoamericanas, en cambio, promovieron la fragmentación en un intento por sacar ventajas de los ingresos aduaneros generados por el libre comercio desencadenado tras la expulsión de los españoles. El historiador Joaquín Pérez escribió, probablemente, uno de los más hermosos párrafos en materia de pensamiento e historia de nuestra historiografía sobre este problema. Dice: “Esta minoría [los porteños] aunque bien orientada en un comienzo, terminó más tarde por perder el contacto con la realidad del país, oscureciéndose su criterio al término de cometer los mayores desatinos políticos. No seremos nosotros los que arrojemos puñados de lodo sobre aquellos hombres cuyo pensamiento americanista posibilitó la creación del Ejército de los Andes, declaró la independencia y jalonó de sacrificios el camino al Alto Perú en su afán por llegar a Lima. Pero desgraciadamente, destiñeron el objetivo de la revolución de Mayo, cuyo triunfo buscaron por puertas secretas y menguadas.”[ix] 

  1. Entonces, ¿qué importancia tuvo ese acontecimiento?

El 9 de julio de 1816 se sancionó la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, claro está. También la Independencia fue obra del Gral. en Jefe del Ejército de los Andes, varios historiadores han recabado en la insistencia de San Martín para que de una vez por todas y definitivamente se cortaran los lazos con la Corona Española. Como lo ha señalado en más de un Oficio[x], era geopolíticamente peligroso para él y su Ejército, representar un territorio que aún no se había pronunciado como un Estado soberano.

Sin embargo, esa Independencia se ejecutó condicionada por los intereses de ciertos sectores: en otras palabras, para aquellos años ya se habían solidificado dos proyectos diferentes de Nación; uno centralista (porteño); el otro federal, (expresado en La Liga de los Pueblos Libres). De hecho, un año antes, en 1815, se había realizado el Congreso del Oriente declarando la Independencia de los Pueblos Libres en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. En consecuencia, no todas las provincias estaban representadas en el Congreso de Tucumán de 1816. Por ejemplo, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba.

En una revisión por la historia de las ideas, el filósofo y pensador nacional Alberto Buela reconoce dos tendencias o líneas de pensamiento que convergen en Argentina: la hispánica y la anglo-francesa. Me interesa resaltar que a diferencia de la mayoría de los estudiosos sobre el tema, Buela no las contrapone ni las descarta sino que considera a las dos corrientes de pensamiento articuladas. Dice: “La primera [hispánica] nos otorga nuestra configuración originaria a partir del siglo XVI, y sin interferencia, nos inculca valores durante casi tres siglos. La segunda [anglo-francesa] comienza su gesta desde los primeros años del siglo XIX y de allí conviven las dos hasta nuestros días. Una encarnada en figuras como San Martín, Belgrano, Rosas, los caudillos Yrigoyen y Perón; la otra representada por hombres como Rivadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Avellaneda, J.B. Justo y Rojas.”[xi]

En resumen, en un mismo país conviven, al menos, una idea de Nación relacionada con la liberación, que luchó y lucha por ejercer la soberanía, aún trunca en materia territorial (con parte de nuestro suelo ocupado ilegalmente: Malvinas e Islas del Atlántico Sur) y aún trunca en materia económica (con un Estado que posee deudas multimillonarias a sectores privados extranjeros), y otra idea de Nación que no cuestiona estos atropellos, en parte probablemente y parafraseando a Arturo Jauretche[xii], por estar subsumida en la colonización cultural y pedagógica ejercida por el complejo entramado simbólico que brota allá lejos, en algunas zonas del Atlántico Norte.

Macedonio Fernández, y esto puede sintetizar ese diálogo a veces sordo entre esas dos ideas y proyectos de Nación, le recomendaba a Jorge Luis Borges en una carta: “Emancipémonos de los imposibles, de todo lo que buscamos y creemos a veces que no hay y peor aún que no puede haber.»[xiii]


[i]San Martín, José, “Orden del General en Jefe de los Ejércitos Unidos, Coronel Mayor José de San Martín, a sus compañeros del Ejército de los Andes”, Mendoza, 27 de julio de 1819, en: San Martín José, Escritos humanísticos y estratégicos, Buenos Aires, Emecé, 2014, pp. 228-229.

[ii]Recordemos los primeros gobiernos patrios: Primera Junta (Mayo a diciembre 1810), Junta Grande (Diciembre 1810 a septiembre 1811), Primer Triunvirato (Septiembre 1811 a octubre 1812), Segundo Triunvirato (octubre 1812 a diciembre 1814), Directorio (Diciembre 1814 a febrero 1820). 

[iii]Reyes Abadie, Washington, Artigas y el federalismo en el Río de la Plata, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1974; “Aparicio Saravia en el proceso político social uruguayo”, en Nexo Revista Hispanoamericana, Año 1, n° 1, Abril-Mayo 1955, Montevideo, pp. 5-23; Pivel Devoto, Juan, “Prologo”, en: Herrera y Obes, Manuel – Berro, Bernardo Prudencio, El Caudillismo y la Revolución Americana, op., cit., p. 10. 

[iv]Argumedo, Alcira, ¿Desde qué nosotros pensar la modernidad?, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 2009; Terán, Oscar, Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010.

[v]El escritor, poeta y militante de la Nación Latinoamericana, Manuel Ugarte, en las primeras décadas del siglo XX llamaba a los intereses de aquella élite de Buenos Aires como intereses de Patria Chica, en el sentido de sostener medidas económicas y políticas que beneficiaban tan sólo a unos pocos y, al mismo tiempo, perjudicaban y llevaban a condiciones de miseria a la mayoría del país. En: Ugarte, Manuel, La Patria Grande, Madrid, Editorial Internacional, 1922. 

[vi]Hill, Christopher, El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la Revolución Inglesa del Siglo XVI, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.

[vii]Morgan, Edmund, Esclavitud y libertad en los EEUU. De la colonia a la independencia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.

[viii] Soboul, Albert, La Revolución Francesa, Madrid, Globus, 1979.

[ix]Pérez, Joaquin, Historia de los primeros gobernadores de la Provincia de Buenos Aires. El año XX desde el punto de vista político – social, La Plata, Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1950, p 5.

[x]San Martín José, Escritos humanísticos y estratégicos, Buenos Aires, Emecé, 2014.

[xi]Buela, Alberto, “Sobre una Cosmovisión Nacional”, en: Buela, Alberto, El sentido de América (Seis ensayos en busca de nuestra identidad), op., cit., p. 19.

[xii]Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, Buenos Aires, Peña Lillo, 1967. 

[xiii]Borges, Jorge Luis y Fernández, Macedonio, Correspondencia 1922-1939, Buenos Aires, Corregidor, 2000.

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