El 3 de junio de 2015, significó un punto de inflexión en el movimiento feminista argentino. Aquel día, miles de mujeres salieron a las calles al grito de “Ni una menos” para reclamar la erradicación de la violencia machista. El femicidio de Chiara Páez y de otras tantas mujeres impulsó la convocatoria que tuvo réplicas en distintas ciudades del país y de Latinoamérica.
Las movilizaciones continuaron hasta el 19 de octubre de 2017, cuando se organizó el primer Paro de Mujeres de la historia argentina y de América Latina, en repudio al femicidio por empalamiento de Lucía Pérez. La repercusión traspasó los límites continentales y gracias a las redes feministas de todo el mundo se instauró que cada 8 de marzo se impulse un Paro Internacional de Mujeres, con el objetivo de visualizar las violencias machistas en todos los ámbitos: laboral, económico, social y territorial.
El 2022 encuentra a la Argentina con cifras alarmantes: una mujer muere cada 30 horas de acuerdo con un informe elaborado por el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación. El estudio revela, además, que el aislamiento por la pandemia de Covid-19 generó un gran impacto en el aumento de casos, ya que el confinamiento obligó a las víctimas a quedar atrapadas con su propio agresor.
En este contexto, charlamos con Silvina Molina, editora de Género y Diversidades de la agencia de noticias Télam e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
¿Cuáles considerás que son los reclamos más significativos para este 8M?
Este año resurge con mucha fuerza el empoderamiento económico de las mujeres, para que puedan generar sus propios proyectos de vida. Para eso se necesita acompañamiento, dinero, especialmente después de la pandemia. La pobreza tiene cara de mujer: son las más afectadas, ya sea porque no se pueden insertar en el mundo laboral o porque se han dedicado al cuidado de niñeces, de personas mayores o con discapacidad, que es algo que quedó súper expuesto en la pandemia. Las mujeres tuvieron que dejar de trabajar para dedicarse al cuidado de personas que así lo requerían, y al no haber un sistema de cuidados fuerte en el Estado y en el sector privado, tienen menos posibilidades de progresar en la vida. Eso es algo que hay que revertir. Argentina tiene un Ministerio, un presupuesto con perspectiva de género, hay ministerios en algunas provincias, así que esperemos que empiecen a revertirse estas situaciones y haya una verdadera reconversión de las cosas, porque si no eso trae desigualdad, violencia y el no cumplimiento de los derechos.
Recién mencionabas el presupuesto, la creación de ministerios, pero a pesar de las distintas políticas públicas la cifra de los femicidios no desciende, ¿por qué?
Lo mismo le pregunté a la ministra (de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación) Elizabeth Gómez Alcorta en una entrevista que le hice el año pasado y su respuesta fue que es un proceso cultural que está en marcha y que lleva tiempo. Creo que es cierto y también considero que son muy incipientes los programas que impulsa el Gobierno. El más revolucionario es el Acompañar, que apoya a las mujeres que están en situaciones de violencia grave sin necesidad de denuncia judicial. Pero no tengo una respuesta para esa pregunta, creo que como sociedad estamos acostumbrados a hablar de femicidios sin sorprendernos y esto lo digo con un dolor muy grande, me espanta que tengamos ese adormecimiento ante las cifras que no bajan. También hay que analizar cómo impacta la política en cada región del país: no es lo mismo la ciudad de Buenos Aires, que el Conurbano, el monte chaqueño o las poblaciones aborígenes. Es necesario el compromiso de los gobiernos provinciales y comunales para que derramen estas políticas y lleguen a todas las realidades del país. El contexto es muy complejo y no hay un ABC, todo el tiempo es prueba y error.
¿Pensás que la legalización del aborto fue uno de los grandes logros del movimiento feminista?
Sí, y creo que fue también una decisión política, con mucho trabajo de las mujeres funcionarias y legislativas. Tuvo un gran impacto en Latinoamérica, la famosa ola verde se expandió al resto de los países. Ahora hay que ver que esa ley se cumpla en todo el país y que el derecho se garantice: para eso hay que informar en cada lengua originaria, con cada modismo para que las mujeres sepan que nadie las va a criminalizar por esto. Falta que se informe bien, porque si no va a pasar como en Estados Unidos, donde se está por caer el derecho al aborto, es decir, que no es algo garantizado. Hay derechos de las mujeres que se convierten en complejos cuando se empiezan a debatir y en realidad cuando el derecho se adquiere, eso ya no se debate más.
Sos la primera editora de Género y Diversidades de la agencia de noticias Télam, ¿cómo fue asumir ese rol?
Es una experiencia innovadora y desafiante, que arrancó en 2017 por iniciativa del New York Times. Siempre doy el dato porque los medios se están reconvirtiendo y adaptando a las nuevas realidades, que tienen que ver con sostener derechos y conseguir más derechos para mujeres, para personas LGTBIQ+ o para aquellas poblaciones invisibilizadas, como por ejemplo las comunidades afro en Estados Unidos y Brasil. Es ese cruce que te permite ver las noticias con una perspectiva de género donde todas las variedades de personas tenemos que estar representadas. Mi trabajo yo lo venía haciendo ad hoc y llegó con un ofrecimiento de la nueva dirigencia de Télam y con el apoyo de la asamblea de trabajadores y trabajadoras y eso facilita la tarea. Mis dos primeros años al frente fueron en pandemia y eso fue todo un desafío, especialmente porque Télam es un medio multiplataforma, así que trabajamos en equipo y de manera colaborativa, con mucho diálogo. Esto se ve reflejado, creo, en los contenidos, con algunas equivocaciones muchas veces por falta de comunicación interna: pero en general se nota la transversalidad de la perspectiva en las coberturas que hacen las distintas secciones y eso me lo reconocen muchos colegas de otros medios.
¿Cómo influye esa transversalidad a la hora de publicar contenidos?
Télam es como un mayorista de noticias, con una radio, un área audiovisual y la web. En general, en el periodismo del linkeo se usan palabras, en general, antiderechos o discriminatorias para que la gente abra la nota. Hay una jerga que hay que ir cambiando y que hablamos mucho con la gente de policiales, trabajamos mucho juntos, con un ida y vuelta de fuerte aprendizaje. Hay que pensar cómo titular para ser competitivo, sin ser antiderecho o discriminador. Todavía falta poner la acción del femicidio en quien corresponde que es el varón; hablamos de mujeres asesinadas, pero no del femicida. Ni siquiera te digo divulgar el nombre antes de la condena, pero después por qué no lo nombramos. Y en periodismo todavía seguimos contestando las 5 preguntas de qué, cómo, cuándo, dónde y por qué, pero cuando hablamos de los femicidios hay un problema para contestar el por qué. Yo he leído “porque usaba minifalda”, “porque estaba con otros hombres”, “porque no quería quedar embarazada”, y en verdad el motivo es otro, es porque el tipo es violento, es un femicida, toma a la mujer como un objeto entonces cree que puede hacer lo que quiera, es decir, la mujer no es la culpable. Esto no es adrede, es algo que se le puede escapar a cualquiera porque trabajamos muchas veces en automático. Otra cosa es la imagen, qué imagen usamos para acompañar las noticias: el fotoperiodismo tiene que ser inclusivo, porque si la imagen o el video es violento todo lo que escriba no tiene sentido.
¿Qué ocurre con las colegas que denuncian situaciones de violencia en el ámbito laboral?
Hay una mayor conciencia acerca de que no se puede trabajar en un contexto de violencia, de hecho yo te puedo relatar todas las vivencias que se te ocurran. En Télam tuvimos un par de situaciones con varones con denuncia, armamos un Protocolo de Prevención y Asistencia ante casos de Violencia porque si no es una mentira, con una imagen hacia afuera y sin ver cómo están las cosas en casa. Sé que otros medios también lo están haciendo, pero hay que analizar si realmente sirven o están porque son políticamente correctos. Igualmente, hay que respetar si la víctima quiere denunciar o no, porque el medio —especialmente el televisivo— es muy perverso y muchas colegas no pueden volver a trabajar y eso es violento para quien denuncia, fíjate si no lo que pasa con Thelma Fardin. Otras colegas simplemente prefieren correrse e irse a trabajar a otro lado y no hay que juzgarlas porque también es válida esa decisión. Si un medio sostiene a un violento habla mucho del medio y acá en Argentina todavía no se ve mucho, pero a nivel internacional los medios analizan por qué pierden audiencia o ingresos y algunos descubrieron que la audiencia no consume medios con periodistas con los que no se siente identificada.
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