Si le damos un enfoque de género a las violencias, vamos a encontrar otras estrategias”

“Hablemos” es la primera línea de escucha y derivación de varones por violencia de género. Se creó en el año 2020 en la provincia de Buenos Aires: fue planificada con el fin de generar herramientas no punitivas para el tratamiento de la violencia machista, con un abordaje novedoso que implica mirar no solo una parte del problema sino su integralidad, que incluye al varón.

Viento Sur conversó con Ariel Sánchez, director de Promoción de Masculinidades para la Igualdad, y nos acercó datos recientes con indicadores de gestión y mucha información sobre los alcances y resultados de esta herramienta, como así también de su cartera dentro del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual provincial.

¿Por qué fue necesario cambiar el paradigma para abordar la violencia de género?

Desde el inicio de la gestión, percibimos que con la denuncia, en estos casos de violencia, no alcanzaba. Eso lo vimos ratificado en los datos. La persona denunciada volvía a serlo una y otra vez por la misma persona o por otra tal como una próxima pareja. Inclusive cuando esos varones eran denunciados, se aplicaban medidas y estas eran incumplidas. Ahí empezamos a investigar y advertimos la necesidad de armar esta línea, que implica la construcción de un espacio específico para generar políticas preventivas y de disminución de riesgos frente a situaciones de violencia ya denunciadas.

Los objetivos de la línea, desde su creación, ¿se mantienen?

Hubo ajustes. La línea se creó en pandemia junto con otros dispositivos remotos de seguimiento del Estado. Buscábamos acompañar y estar presentes en los hogares y no solo en espacios a los que las personas tenían que asistir de forma presencial. Así, se sumó esta línea específica para varones denunciados, como un dispositivo más de escucha a los territorios. En ese contexto las denuncias seguían funcionando, los oficios seguían, pero no había una intervención sobre esa persona. El varón recibía la demanda, pero los espacios grupales que existían —que en la Provincia eran pocos en ese momento— no estaban funcionando. Entonces decidimos armar esta línea para hacer seguimiento de los oficios, pero también para que aquellos varones que sentían cierta incomodidad pudieran llamar por su cuenta aunque no tuvieran denuncias. Esta segunda pata no funcionó, pero seguimos trabajando en ese sentido a partir de campañas, estrategias pedagógicas y difundiendo más la línea. La mayoría que llama o que son llamados por “Hablemos”, son personas que tienen algún tipo de denuncia o son derivadas por algún organismo.

¿Nos compartirías datos actuales de la gestión?

En el año 2022, “Hablemos” registró 268 llamados. En el 91% de los casos, el llamado se vinculó con derivaciones institucionales. En general los varones que llegan a grupos para abordar la violencia no lo hacen por decisión propia, sino porque fueron denunciados y les exigen que vayan a un grupo. Sin embargo, un 9% de los llamados fue motivado por el interés personal. De quienes llamaron, fueron derivados a centros de atención un 57%; un 13% fueron abordajes concluidos sin derivación.

¿La línea problematiza la masculinidad?

“Hablemos”, desde su título, fue pensada con el fin de desarmar eso que es tan fuerte en un tipo de masculinidad: no hablar. Inclusive, proponemos resolver hablando un conflicto que existe. En los espacios grupales se arma una ficción un poco tramposa. Invitamos a los varones a espacios grupales a encontrarse con otros varones. Hasta aquí no hay nada que interrumpa su homosociabilidad. Sin embargo, los convocás a hablar, a vincularse con cuestiones de afectividad y de reconocimiento que por lo general no forman parte de sus mandatos de masculinidad. Además, desde el principio “Hablemos” apunta a transformar el modo en que llegan, porque los varones llegan a muchas instituciones desde la punición. Esto no significa que aquí les quitemos responsabilidad, sino que entendemos que tiene que haber otro tipo de estrategia. La masculinidad hegemónica, no se enfrenta con masculinidad hegemónica. 

¿Por qué es importante el primer contacto?

La primera escucha disminuye el riesgo. Cuando una persona tiene un oficio y no conoce o entiende su contenido, pero sabe que lo están persiguiendo, desde su propia narrativa la culpa es de esa mujer que lo denunció. Esa es una persona con bronca, que quiere venganza, y que sitúa el problema en la denunciante: para él, ella es la responsable, por ejemplo, de que no pueda ver a sus hijos. Es central, cuando se logra que esa persona comprenda la denuncia, que entienda dónde se sitúa el problema y advierta al ejercicio de la violencia como el inicio de eso que le pasa. La bronca no se desarticula automáticamente, pero si las preguntas se sitúan en otro lado, se abren otras posibilidades. Buscamos que el varón construya otra línea de tiempo y pueda resituar el problema. Ahí son muy importantes las estrategias de quienes están del otro lado de la línea y de quienes coordinan estos espacios.

¿Dónde y cómo funcionan los centros de atención?

Los centros crecieron mucho. Hasta mediados de 2020 había 19 centros bonaerenses bajo la órbita de los municipios. En la actualidad hay 89 espacios. Desde el Ministerio nos dimos dos estrategias: una formativa y la otra de fortalecimiento de los equipos interdisciplinarios para un abordaje integral, que implicó la transferencia de fondos. Muchos municipios que advirtieron la legitimidad que iba adquiriendo el tema, decidieron sumarse y lograron recursos para formar equipos. Entonces el Ministerio acompañó con formaciones, ateneos, supervisiones. Fuimos armando una pequeña red con participaciones en mesas locales para que se conozca el dispositivo. Esto no significa que los 89 centros estén todos totalmente establecidos, cada centro está en un estado diferente. Estamos trabajando en las formas de apoyo para que los centros adquieran legitimidad en el territorio.

¿Es correcto encuadrar el asesinato de Fernando Báez Sosa en un caso de violencia machista, atravesado también por la interseccionalidad entre clase y género?

Sí, totalmente. A veces no lo llamamos “violencia de género” porque pierde esa ligazón que esta designación tiene hacia las mujeres y las personas trans. Pero es una forma de violencia y claramente está vinculado a cuestiones de género y de clase. 

¿Cuál es el trabajo que desarrollan a la hora de promover nuevas masculinidades?

Gran parte de nuestro trabajo tiene que ver con la prevención y la sensibilización, justamente para erradicar la violencia y promover masculinidades más igualitarias. En diciembre de 2019 se crea esta dirección y matan a Fernando en enero de 2020. El caso de Fernando atraviesa totalmente a esta cartera. Gran parte de la violencia que abordamos y para la cual construimos herramientas pedagógicas, tiene que ver con estas formas de violencia de varones hacia otros varones, e incluso de varones hacia sí mismos. Estamos convencidos de que si les damos un enfoque de género a esas violencias también vamos a encontrar otras estrategias. Tenemos un programa que se llama “Promotores de la Masculinidad para la Igualdad”, destinado a personas que ya forman parte de ciertos espacios en el territorio. Estamos convencidos de que si los varones empiezan a poner en tensión y a mirar sus propias masculinidades desde el género, muchas de las problemáticas y conflictos cotidianos, inclusive las violencias, pueden resolverse de otro modo. Si no leemos gran parte de los asesinatos de los pibes en la noche desde el género, lo único que vamos a poder afirmar es que los pibes andan más violentos, o acusar de todos los males a las drogas y al alcohol, pero no mucho más.

¿De qué maneras el modelo de masculinidad hegemónico vulnera al varón?

En las infancias y las adolescencias, es muy duro crecer sin poder conversar en profundidad con nadie. Frente a una situación conflictiva, con otro varón o con quien sea, pelear se vuelve la única opción. Pelear, ganar y dominar. Los miedos, que existen, hay que silenciarlos, no se puede hablar. Un dato duro es que los varones, en la juventud y en la adolescencia, se suicidan tres veces más que las pibas. Ese dato hay que verlo, y si bien no todo ese número tiene que ver con el mandato de masculinidad, seguro que este gravita allí. La mayoría de los varones nos morimos antes. Nos exponemos al riesgo. Terminamos con los consumos problemáticos por no poder resolver los problemas de otro modo. No llegamos al hospital con tiempo, porque nos la bancamos. Así, nos exponemos al riesgo. Estas masculinidades implican un factor de riesgo, no solo para terceros y todas las situaciones de violencia de género y los crímenes de odio, sino también para los propios varones y las relaciones entre ellos. Por eso la perspectiva de género es necesaria, para que nos ayude a encontrar nuevos paradigmas. Pero no todos formamos parte de ese modelo de masculinidad y estamos atravesados por un montón de vulnerabilidades. De clase, por relaciones de poder… Empezar a reconocer eso y también que el modelo de masculinidad hegemónica solo sirve para taparlas, es un buen comienzo porque lo necesario es poder narrarlas.

-Ariel Sánchez es co-fundador del Instituto de Masculinidades y Cambio Social. Está a cargo de la Dirección de Promoción de las Masculinidades para la Igualdad, área de la que depende la línea Hablemos. Es comunicador social (UBA), y docente de la Facultad de Periodismo de la UNLP.

-Audiovisual de Cine en Movimiento que trabaja con la noción de juego y que puede complementar al abordaje de las masculinidades: El cine es un acto de amor https://www.youtube.com/watch?v=KushW7BDZZ0

-Campaña: #Salgamosdistintos https://www.gba.gob.ar/mujeres/campanas/salgamosdistintos

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