Un libro: Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares.

Una idea: ¿Y si se usa la estructura de esa antología, tanto teórica como cuentística, pero aplicada al conurbano?

Así nació Antología de la Literatura Conurbánica, un libro que reúne 28 cuentos cortos de los escritores Martín Ortiz Quintero, Rosalía Moreno Acevedo y Juan Granada ambientados totalmente en el conurbano bonaerense.

“Ricardo Piglia dijo que la misma historia con diferentes personajes no es la misma historia. Y eso hice. Apliqué la teoría borgeana de literatura fantástica a la literatura del conurbano bonaerense. Y, con esos parámetros, fuimos a buscar los relatos. Por eso el prólogo del libro es tan importante: es el criterio de selección de cuentos y la propuesta de un género literario auténtico y del conurbano. Para ser más específico, los relatos surgieron después de la idea y del prólogo, se buscaron y se escribieron acorde a esos parámetros. Podríamos decir, con mucho atrevimiento, que nuestro libro es una secuela de la Antología de la Literatura Fantástica para continuar con esa tradición literaria, esa que pone en duda nuestra realidad, que abre portales a los sueños, a los dobles, a otras vidas, todo eso continúa en el conurbano a través de la Antología de la Literatura Conurbánica”, explica Ortiz Quintero en diálogo con Viento Sur.

¿Cómo se fusionaron con Juan y Rosalía?

La verdad es que somos las personas correctas para cada uno. Juan es el auténtico artista, el tipo que se aísla del mundo y vuelve con dos o tres ideas o cuentos que te dan ganas de dejar todo y dedicarte a otra cosa. Lo hace parecer fácil, por eso, para nosotros, es lo más parecido a un genio que conocemos.

A Rosalía le decimos Terminator porque tiene una capacidad increíble para organizar, estructurar, decidir, resolver. Es la persona más eficaz y efectiva que conozco. Sin ella, esto serían dos tipos con muchos cuentos y muchas ideas. Digamos que sin Rosalía, seríamos el árbol que se cae en medio del bosque.

Y yo soy el académico del equipo, soy sociólogo y me gusta darle a nuestro arte y oficio el respaldo teórico y argumentativo que necesita para ser más que un libro de cuentos. Para ser, quizás, un piso desde el cual se puede empezar a construir o debatir la identidad literaria del conurbano bonaerense.

¿Por qué eligieron el género fantástico?

Primero porque es el género que más nos mueve, que más nos gusta leer, qué más nos hace sentir la magia de la literatura.

Segundo porque el fantástico borgeano es netamente argentino. Dice Piglia, el académico al cual siempre tomo de referencia para abordar estos temas, que hay dos literaturas creadas en nuestro país: la gauchesca y el fantástico de Borges. Es más, Piglia profundiza y sostiene que hasta Borges la literatura argentina era solo el tema. Es decir, si hablaba de gauchos y campo y boleadora, era argentina. Si no, era otra cosa. Por eso lo que hace Borges, quizás de manera involuntaria, es redefinir la literatura argentina. Sentimos, entonces, la necesidad de continuar con esa tradición literaria que, creemos, jamás debe olvidarse, porque como en Tlön, cuando uno se olvida de las cosas, desaparecen. Y no quiero dejarles a mis hijos un mundo sin literatura fantástica.

Tercero, y tal vez el punto más controversial, porque en esta época de redes sociales, hiperconectividad, etc., etc., notamos que el tener acceso a plataformas donde cualquiera puede expresarse y esparcir mensajes es un arma de doble filo. ¿Por qué hago este preámbulo? Porque con el boom de las sagas juveniles de vampiros, romances intergalácticos, mundos irreales con lenguajes propios, se dice que eso es el género fantástico. Y no es así. Eso es fantasía.

¿El conurbano es un espacio de inspiración? 

El conurbano y el barrio son tan parte de mí que es inevitable utilizarlos como recursos, ambientes, escenas, personajes. Yo no conozco científicos cuánticos como en Volver al Futuro, conozco docentes de primaria, de secundaria. Y no conozco supervillanos con afán de dominación mundial, conozco transas y motochorros. Retomo a Piglia cuando dice que los escritores no podemos escribir lo que queremos, si no todos escribiríamos el Martín Fierro o La Divina Comedia. Los escritores, dice Piglia, escriben lo que pueden. Y esto es lo que yo puedo escribir. Una vez más, para resumir, le dejo otra frase de un rapero: “Yo salí del barrio, ahora el barrio sale de mí”. Ese es el rol que el conurbano cumple en nuestro proceso de creación literaria.   

¿Qué elementos lo hacen distintivo?

Hay tres que son los que más me cautivan: la intergeneracionalidad, la fluidez de los paisajes, y la heterogeneidad de sus habitantes.

Por intergeneracionalidad me refiero a que la mayoría de los barrios están compuestos por cuartas o quintas generaciones de la misma familia. Yo soy la tercera generación que vive en la misma cuadra, mis hijos serían la cuarta. Esas raíces, profundas, son identidad.

La fluidez de los paisajes es algo impactante. Tal es así que lo incluimos en el prólogo del libro. Uno puede pasar de un barrio de clase media, a una villa, a un shopping masivo, a uno de lujo en cuestión de cuadras. Es realmente impresionante. Eso genera un contraste orgánicamente artístico. Y tan atractivo que hay gente que ha hecho carrera con tan solo sacarle fotos.

Y, por último, la heterogeneidad de la gente que vive acá es fenomenal. En la misma esquina, en el mismo barcito, en la misma plaza, en la misma canchita de fútbol va a encontrar académicos, laburantes, dealers, deportistas, fisuras, etc. Conocemos a los cartoneros, nos llamamos por nombre, y también conocemos a nuestros transas. A mí, por ejemplo, me conocen como el profe porque doy clases de inglés en el instituto de mi madre.

¿Cómo se evita caer en estereotipos y tipificaciones?

Creo que eso depende más del lector que del escritor, ¿no? Hemos recibido muchísimos elogios por cómo captamos la esencia del barrio, hay gente que compró el libro y que no conozco, que me mandaba fotos del fisura de su barrio, del auto quemado, de la casa abandonada, etc. Y lo mandaban con el mismo orgullo con el cual escribimos y compilamos el libro. Porque para nosotros y nosotras, que nacimos, nos criamos, vivimos (y moriremos) acá, es nuestra vida, nuestra vivencia y experiencia. Es parte de nuestra realidad, no es buena ni mala, es así.

Pensémoslo de esta forma, si uno escribe un policial ambientado en José C. Paz, ¿sería verosímil un criminal frío y calculador con herramientas y procedimientos técnicos tan sofisticados que no deja huellas de su crimen, como Dexter? No, lisa y llanamente, no. Ni siquiera 9 Reinas, quizás la mejor película policial argentina de la historia, podría suceder en el conurbano. Sería mucho más verosímil un tipo que vende droga o un policía corrupto.

Para resumir y cerrar, desde el barrio veo el mundo y lo interpreto. Puedo combinar eso que tanto me gusta leer, que tanto me mueve con mi lugar en el mundo, desde el lugar que estoy parado. Borges tenía su Palermo. Hemingway, París. Yo tengo Quilmes. Por eso, creo que el estereotipo como algo malo lo ve el de “afuera”. Y no lo digo como algo negativo, al contrario. La idea de todo el proyecto es que lo vea el de afuera, que pueda experimentarlo como nosotros/as, desde adentro. No es ni bueno ni malo, es. Y yo lo amo tal y como es.

El propósito del libro es «flashear», ¿por qué elegiste ese término?

El término “flashear” es la descripción perfecta de lo que sucede cuando uno lee: ve pantallazos de escenas, escucha palabras en su cabeza, siente emociones que antes no estaban, o como yo, sale a buscar libros que no existen. Porque no es solo imaginar. No. Es que la imaginación se manifieste en la realidad, tal y como sostiene Borges sobre el género fantástico.

Es una suerte de experiencia psicodélica pero sin el consumo de sustancias. De hecho, la primera vez que escuché el término dije “eso, eso es lo que me pasa cuando leo ‘La continuidad de los Parques’ de Cortázar”. Incluso, si me permite el análisis, eso le pasa al personaje de ese cuento, flashea que lee una novela. Y, de repente, se da cuenta que la realidad es otra, pero es tarde, porque ahí nomás está el puñal.

En tu canal de Spotify se pueden escuchar los relatos, ¿creés que la literatura va mutando en ese sentido?

Creo que la literatura será siempre literatura. No la veo ni cambiante ni cambiada, sí creo que, gracias a los avances tecnológicos de esta época, hay nuevos canales y plataformas para difundirla. El formato podcast literario no es nada nuevo ni revolucionario. Es una transformación de las conferencias que daba Borges, de los cuentos que contaba Cortázar, de lo que hacía Laiseca en I-Sat, Dolina en la radio, y tantos otros antes que yo.

Sin embargo, entre esos modos y los actuales, encuentro dos diferencias. Una es que ahora todos y todas podemos acceder a hacerlo, sin depender del favor de las grandes corporaciones ni del mercado. Y la otra es que se puede escuchar cuando uno quiera. Imagino un lector que decide dedicar su momento de tranquilidad, o de viaje al trabajo, o cualquier momento, imagino esa persona que elige escuchar un cuento conurbánico por Spotify, o mirarlo por YouTube y es lo mejor que puede pasarle a un cuentista.

En tus videos de youtube no hay una simple lectura del relato, sino que hay una interpretación, una puesta en escena, ¿cómo surgió esta idea?

Los cuentos son en primera persona, el narrador es parte, también, de la historia y los visuales generan ciertas tensiones y complementos que potencian la narración.

En otras palabras, nuestra filosofía y estética persiguen dos objetivos, uno interno y uno externo. Hacia adentro, siempre innovar, ir hacia adelante, evitar la repetición, romper más y más barreras. Usted nunca encontrará lo mismo en nuestras temporadas. Los cuentos permanecen, todo lo demás, fluye, cambia, muta. Tal es así que la nueva temporada será musicalizada por un guitarrista y los cuentos serán derivados de canciones clásicas de blues.

Y el objetivo hacia afuera es el mismo que el del libro: flashear. Por eso los visuales y la personificación del narrador, que genere esa sensación de que estamos ahí, en un mundo fantástico, y podés sumarte cuando quieras. 

¿Cómo es vivir en el conurbano?  

Vivir en el conurbano, para mí, es una experiencia fantástica. Uno está rodeado de portales, de accesos a lugares diferentes, luminosos y familiares, extraños y oscuros, artísticos y crudos. En unas pocas cuadras puede pasar de un barrio de clase media a un baldío, de una parroquia a un altar del Gauchito Gil, de una villa con murales hermosos a un barrio privado de clase alta. Por eso lo camino todos los días. A veces voy a lugares céntricos del conurbano y estaciono a veinte cuadras de donde tengo que ir para caminar, para recorrer, para respirar el aire de ese lugar, ver las pintadas en las paredes, las dinámicas de cada barrio.

Sin embargo, nuestro conurbano carga con un estigma completamente falaz. La inseguridad, por ejemplo, está en todos lados. En Palermo te roban las ruedas de los autos, en Belgrano también hay motochorros, y también hay pobreza y situaciones de marginalidad. Uno va al microcentro y a metros del Ministerio de Economía hay gente que duerme en la calle. ¿Entonces por qué el estigma acá si son problemáticas nacionales? Es una pregunta que le dejo para la próxima.

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