En agosto pasado Maluca Cirianni presentó en la UNLa su nuevo libro, Enfermería y Salud mental. Una invitación al desacato. Cirianni tiene una amplísima trayectoria en ambos campos de la salud, que no se limita a la Argentina y que tampoco se limita a una concepción de estas dos disciplinas como espacios estancos ni como partes de una relación basada en las jerarquías.

Yo soy enfermera y psicóloga —nos cuenta—. Me encanta la docencia, y empalmé las dos cosas dando enfermería en salud mental en muchas carreras: estuve 25 años dando enfermería en salud mental en la escuela de enfermería Cecilia Grierson. En el 2000 armamos en la provincia de Buenos Aires el PREA, Programa de Externación Asistida de Pacientes, y trabajé en los hospitales Cabred, Esteves y Melchor Romero tratando de cambiar el perfil de los enfermeros hacia un perfil de externación”.

¿Cómo es tu libro, cómo nació?

Nació de mi experiencia y de la insistencia de Marcelo Percia para que lo escribiera; con él compartí muchos años en el Cabred. Le puse “Enfermería y Salud Mental” porque quise y quiero resaltar la tarea de enfermería. El libro está generando muchísima repercusión, porque no hay ningún texto de enfermería y salud mental… escrito por enfermeras. Y tengo el resultado que esperaba: las enfermeras también podemos escribir, y solo se consiguen las cosas haciéndolas, ese fue uno de los sentidos. De todos modos, como cualquier texto este es obra de un colectivo, la voz de mucha gente con la que trabajé.

¿Está específicamente dirigido a enfermeras y enfermeros?

Se llama enfermería y salud mental, no en salud mental, porque no es un texto de una especialidad de la enfermería sino que trato de que le sirva a cualquier trabajador de la salud; sobre todo porque los médicos y las enfermeras tienen una formación sumamente organicista, sumamente biologicista, como si el sujeto no tuviera subjetividad. Salvo excepciones, por su formación no tienen el concepto de lo que es un ser humano como un ser de lenguaje. No está el concepto de que somos seres hablantes, de que somos sujetos simbólicos, de cultura; no está incorporado el saber de la complejidad. Los médicos tienen una formación epistemológica, sumamente funcionalista: suma de cosas, clasificaciones, no existe la singularidad. La medicina es probable que no lo necesite: funciona, curan.

¿Y los y las enfermeras?

El cuidado específico de enfermería hace a la escucha. Hace a la singularidad. Hay diferencias muy importantes entre la tarea del médico que es diagnosticar, curar, tratar, y la tarea de la enfermera que es cuidar. Sí, el cuidado exige una escucha inteligente. Entonces yo trato en este libro de suplir esas falencias en la formación que yo creo que tiene enfermería, pero también medicina. Y no solo en salud mental porque digo ahí en el libro que cualquier paciente que padece de lo que sea, se angustia. La palabra “cáncer” ya cambia la vida de ese sujeto; ni hablar de otra infinidad de cosas. Entonces esa palabra hay que saber escucharla. Los enfermeros saben hasta la mitocondria de las células, pero no saben lo que es un significante, no saben la diferencia entre el significante y el significado, no saben lo que es una metáfora, no ven lingüística, no ven semiología. Tanto en medicina como en enfermería en lo que más se avanzó es con las determinantes sociales: el clima, la alimentación, las condiciones de vida, pero no más. Cuál es el proceso de un sujeto, por qué sufre un sujeto, por qué se enferma de una enfermedad psicosomática, qué tiene que ver cierta enfermedad con ciertos padecimientos, con cierta historia de ese sujeto… hay un montón de cosas que no se preguntan.

¿En qué consiste la escucha de la enfermera, del enfermero?

La escucha de la que yo hablo es poder detectar inclusive en el silencio. A veces si uno puede escuchar esto que le está pasando al paciente sin que hable, le toma la mano. Una de las anécdotas que cuento es de una señora grande que estaba en terapia, conectada a todos los aparatos y dice “¿nadie me va a tomar el pulso?”. “No se preocupe, ahí están todos los aparatos” le dicen, y la señora responde “¿Y entonces no me van a tocar nunca?” Esto es la necesidad de la caricia, de la mirada. Ahora se está hablando del cuidado humanizado, pero no se profundiza; se habla de la empatía, y no se sabe qué es la empatía. El libro trata de profundizar un poquito y dar alguna estrategia, también en el abordaje de esa persona que está sufriendo.

Maluca Cirianni durante la presentación de su libro

Comentaste que el libro no está únicamente dirigido a personas que trabajan en salud, ¿es así?

El libro tiene un capítulo de clínica de enfermería y otro de clínica comunitaria que es para cualquiera: trata cómo se trabaja en la comunidad porque lo que planteo es estar adentro de la comunidad con las organizaciones sociales, no “dar charlas” desde un lugar de saber. Hay un capítulo de epistemología sobre qué tipos de conocimientos hay, hay otro sobre la subjetividad —¿qué es un ser humano, cómo se constituye?—, otro sobre la historia de la locura, y hay un capítulo sobre diagnosticar y medicalizar. Es decir que lo puede leer cualquiera.

¿Por qué el libro se llama también “Una invitación al desacato”?

A partir de la diferencia entre la tarea del médico y la tarea de la enfermera, el libro es una invitación al desacato, a dejar de ser obediente. El médico le dice a la enfermera “ay mirá, hice la curación, limpiá el carrito”. ¿Por qué tengo que limpiar el carrito? Puedo limpiar el carrito si me dice “estoy apurado, ¿me das una mano?”. Se da por sentado que la enfermera limpia el carrito: entonces la enfermera no puede cuidar, no se puede sentar al lado del paciente a escucharlo porque si está sentada, se supone que no está haciendo nada. Hay una división social del trabajo: están “los que hacen” y están “los que piensan”. Ya se cambió la ley del ejercicio profesional: en una época la enfermera era colaboradora del médico, ahora la ley dice que es autónoma y que tiene sus competencias como cualquier profesión; y en ningún lado dice que tiene que colaborar. La invitación al desacato es a eso: a que podamos decidir, a sentirnos más fuertes, con posibilidades de transformar las prácticas.

¿Qué fue el Movimiento por un Sistema Integral de Salud?

En el 70 y pico, cuando volví del exilio, armamos con Floreal Ferrara el Movimiento por un Sistema Integral de Salud. Se generó un movimiento de trabajadores de la salud interesados y eso fue como un curso de posgrado que se daba en ATE; cuando Cafiero lo nombró ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Floreal me llamó para que me ocupara de Enfermería. Ahí encontré que la provincia era muy parecida al resto del país, con un altísimo porcentaje de enfermeras empíricas, muchos auxiliares, casi ningún profesional y ni un licenciado. Desde el 88 hasta ahora ha habido un cambio enorme. En ese momento en la Escuela Superior de Sanidad de la provincia, que era donde se hacía la formación, los títulos no eran reconocidos por Nación.

¿Cómo fue la experiencia de Casa Tasso?

Cuando nos fuimos del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires algunos decidimos hacer una asociación sin fines de lucro, CICOPS —Centro de Investigación y Comunicación Popular en Salud—. Nos reuníamos para sacar una revista, para hacer conferencias, pero en el 2001 nos ofrecieron una casa en Olavarría 740, una mutual Italiana de Socorros Mutuos que finalmente nos legaron. En el libro cuento bien cómo estuvimos 20 años trabajando los estrategias y los abordajes comunitarios, sobre todo con niños y adolescentes en talleres de juego, talleres de arte y lugares de encuentro, y también con mujeres. Para mí fue una propuesta novedosa de salud mental, que no es ir al consultorio. Es un espacio comunitario que es lo que creo que hay que hacer en la comunidad, porque en la mayoría —excepto algunas psicosis grave que hay una en un millón—, sobre lo que hay que trabajar es sobre las condiciones de vida y las condiciones en los vínculos familiares y sociales. Hemos tenido 220 jóvenes y 70 u 80 chicos una vez por semana. Fue una experiencia muy hermosa.

¿Cómo ves el actual sistema de salud del país?

Yo conocí un sistema de salud maravilloso en la Argentina. Un sistema público. Empecé a trabajar en el año 69 en el Hospital Rivadavia y venía toda la gente pituca de Recoleta porque los jefes de servicio eran los titulares de cátedra. El hospital público era lo mejor en aquel momento, y fue en picada. Creo que sigue siendo lo mejor, pero está colapsado porque se ha mercantilizado la salud, entonces la misma sociedad cree que es mejor pagar por la salud. Para mí hay buena capacidad científica, pero no hay capacidad de atención porque la población se ha pauperizado.

CV
Enfermera y Psicóloga (UBA). Docente de trabajadores de la Salud en el campo de la Salud Pública y la Salud Mental en Argentina, México y Nicaragua. Participó en la Formación del Sistema Único de Salud en Nicaragua en 1980. Docente de Enfermería en Salud Mental en la Escuela Superior de Enfermería Cecilia Grierson. Responsable del Programa de Formación de Enfermería en la Provincia de Buenos Aires en 1988 (creación del CEBAS y de 26 carreras en hospitales públicos provinciales) y Directora Provincial de capacitación para la Salud en 1997. Dirigió la carrera de Enfermería en la UNLa y fue autora del diseño curricular de Enfermería para el MERCOSUR. En 1999 diseñó con el Dr. Lineros el PREA y fue responsable de la capacitación del equipo del PREA-CABRED por 15 años. Ideó y coordinó por 20 años “Casa Tasso” (CABA).

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