Introducción
El siglo XXI, lejos de haber iniciado un proceso de paz global capitaneada por organismos transnacionales (OTAN, ONU, Unión Europea, BRICS), ha comenzado con conflictos interétnicos-raciales, geopolíticos, ideológicos, en países Afganistán, Israel-Palestina, Irak, Siria, Ucrania, Chad y Somalía, por mencionar solo algunos. En este escenario, el tema de la identidad supranacional que proponía la ideología liberal posmoderna (globalización) promovida por los organismos transnacionales (OTAN) ha sido puesta en tensión con otras ideologías y formas de identificación preexistentes de izquierda (comunismo-socialismo), derecha (conservadurismo-neoliberalismo), pero también con aquellas corrientes de pensamiento que reflexionan en torno a las cuestiones geoexistenciales. Marcado por esta tendencia, el filósofo ruso, Aleksandr Dugin (Moscú, 1962), uno de los principales pensadores de la geopolítica rusa en su apuesta por la construcción de un mundo multipolar, ha realizado una revisión de la obra del filósofo argentino Carlos Astrada (Córdoba, 1894-1970). Realizar un acercamiento en torno a la lectura que Aleksandr Dugin hace de la obra de Carlos Astrada es el principal objetivo del presente texto.
Aleksandr Dugin para principiantes
El filósofo ruso, Aleksandr Guélievich Duguin “Dugin”, en su libro publicado en Argentina por la editorial Nomos llamado Logos Argentino. Metafísica de la Cruz del Sur (2019), le dedica un capítulo al filósofo argentino Carlos Astrada titulado: “Carlos Astrada: Dasein argentino, melancolía y revolución.” Escribe Dugin:
“Otro autor argentino, Carlos Astrada (1894-1970), fenomenólogo y hegeliano, también se interesó por el problema de la identidad latinoamericana, pero más precisamente se interesó por la identidad argentina, a la que abordó con metodología heideggeriana, intentando identificar y describir correctamente la estructura del Dasein argentino.” (Dugin, 2019: 76)
Varias cuestiones se desprenden en estas pocas líneas de Dugin: 1) ¿Por qué razón un filósofo ruso se detiene en estudiar la obra de Astrada?; 2) ¿Qué es lo que le interesa de Astrada, y por qué habla de “otro autor argentino”? ¿Quiénes son esos “otros autores argentinos?”; y, 3) ¿Cómo define a la obra de Astrada? ¿En qué lugar lo ubica en materia de pensamiento, filosofía, cosmovisión? Comencemos por presentar al filósofo ruso.
Dugin nace en una familia vinculada a la inteligencia militar soviética: de alguna manera, todas sus indagaciones y exploraciones sociales y filosóficas tendrán esta tendencia geopolítica; hay una preeminencia de lo militar observado también como lo político y, por ende, como lo filosófico y existencial, si comprendemos a la actividad política como la actividad que vincula a los hombres con la comunidad.
En las últimas décadas del siglo XX, Dugin militó en grupos que alentaban el nacionalismo ruso, círculos culturales, políticos y literarios en donde se valorizaban las tradiciones y las costumbres, aquellos elementos que constituyen la esencia “de lo ruso”. Tras la caída de la Unión Soviética, lejos de festejar la supuesta apertura a una época de libertad en la que de una vez por todas, como arengaban los intelectuales del globalismo[i], Rusia se incorporaría como un nuevo socio de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), Dugin promueve continuar el camino histórico de Rusia en tanto nación euroasiática-nación/continente, con una identidad propia, con un sistema de valores y virtudes particulares. En este punto, Dugin sostiene que inevitablemente por las características expansionistas y totalizantes de la cosmovisión liberal que profesa la OTAN, la elección de sostener un sentido de “lo propio”, de “lo ruso”, supone también una decisión geopolítica, o como él mismo dice conjugando ambas perspectivas, una concepción “geoexistencial”. En busca de difundir y alentar a sus compatriotas en esta perspectiva, primero fundó el Partido Nacional Bolchevique en 1992 y, luego, el Movimiento Euroasiático en 2001. Su difusión tuvo un efecto trascendental en los órganos militares, siendo sus trabajos material de lectura en las academias militares rusas, llegando a ser parte del círculo de asesores filosóficos y geopolíticos de, probablemente, una de las figuras políticas más relevantes a nivel mundial: hablamos del primer mandatario ruso, Vladimir Putin (Leningrado, 1952).
Durante el año 2014 en Ucrania se desata un conflicto entre el sector que quería a Ucrania en el grupo de países comandados por EEUU e Inglaterra, rompiendo el pacto de mantener una “zona roja” divisoria entre la OTAN y Rusia (geográficamente en ese espacio fronterizo se ubican Ucrania y Bielorrusia); y otro sector, ubicado en la región suroriental de Ucrania, que, en cambio, proponía volver a ser parte de Rusia desde la idea de una federación; en síntesis: con autonomía y soberanía pero ligados geopolíticamente a Rusia. Desde un primer momento Dugin consideró que se trataba de un conflicto entre el mundo occidental que lidera la OTAN y el territorio euroasiático, en definitiva: Rusia. Apoyó a los sectores que buscaban incorporarse a Rusia efusivamente, escribió textos y realizó distintas intervenciones públicas. Tras el inicio de la guerra entre Ucrania —apoyada estratégica, económica y militarmente por la OTAN— y la región suroriental (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia), con inestimable apoyo logístico y militar de Rusia, Dugin de alguna manera quedó en el ojo de la tormenta. El 20 de agosto de 2022, su hija Daria Duguina de 29 años, fue asesinada en un atentado terrorista en las afueras de Moscú cuando explotó el Toyota Land Cruiser que conducía: el auto en realidad era de su padre, por esa razón los investigadores consideran que el objetivo era Dugin y no su hija.
El pensamiento de Dugin puede encontrarse en sus notas publicadas en diferentes diarios y revistas digitales, cada vez de más difícil alcance más allá de las fronteras rusas, aunque es en sus libros donde desarrolla en profundidad sus reflexiones, claro está, con los problemas profundos en materia de traducción e interpretación. Lo cierto es que su obra parece estar lejos de agotarse. Entre algunos de los libros en los que expresa su concepción filosófica, política y geopolítica —subrayemos: todas estas dimensiones a la vez—, podemos mencionar: Fundamentos de la Geopolítica (1997). Cuarta teoría política (2009), La teoría de un mundo multipolar (2012), Geopolítica Existencial. Conferencias en Argentina (2018), Identidad y Soberanía: Contra el mundo posmoderno. Conferencias en Argentina (2018) y Logos Argentino. Metafísica de la Cruz del Sur (2019). En el último libro mencionado, Dugin profundiza su menciones, citas y alusiones a pensadores y filósofos argentinos, al punto de convertir este texto en una verdadera y sólida obra sobre la historia contemporánea de algunas de las ideas fundamentales expresadas por reconocidas figuras de nuestro pensamiento nacional. Tras una introducción en la que toma varios textos de Juan Domingo Perón para afirmar que “la filosofía argentina tiene en sí misma una misión de dimensión continental”, sigue con un recorrido por algunos aspectos y aportes de la etapa precolombina; especialmente se detiene en la cultura incaica, luego aborda el período colonial para terminar, en esta parte del libro, hablando sobre las transformaciones cruciales que sufrió el pueblo argentino con la llegada de millones de inmigrantes europeos, situación que lo lleva, parafraseando aquello que había sostenido el ensayista, político y sociólogo brasileño Darcy Ribeiro, a sostener la idea de que los pueblos americanos son en realidad “pueblos transplantados”. En la siguiente parte del libro Dugin se ocupa de la filosofía argentina, dedicándoles un capítulo a cada uno de los siguientes pensadores: Arturo Roig, Nimio de Anquín, Carlos Astrada, Rodolfo Kusch, Jorge Luis Borges, Alberto Buela y Juan Domingo Perón.
Aleksandr Dugin y su exploración de la obra de Carlos Astrada
El 14 de septiembre de 2014 Dugin pronunció una conferencia en la Confederación General del Trabajo (CGT), donde afirmó: “[…] quiero decir que, en la invención de Cuarta Teoría Política, del eurosismo geopolítico en general, una de nuestras fuentes de inspiración fue un personaje argentino de gran importancia: el general Perón, a quien considero uno de los inspiradores de mi pensamiento.” (Dugin, 2018: 109)
Para tener algunas pistas o, como diría el historiador Carlo Ginzburg (Turín, 1939), algunas huellas que nos posibiliten acceder a una comprensión de la relación entre Dugin-Argentina, Dugin-Perón, Dugin-Astrada, debemos primero detenernos en comentar las ideas que tiene el filósofo ruso en torno a la filosofía: más específicamente, aquella relacionada con la multipolaridad.
La primera instancia que conecta la filosofía que profesa Dugin con la cosmovisión nacional propuesta por el líder político Juan Domingo Perón (Lobos, 1895-1974) y la obra y pensamiento de Carlos Astrada, es la constatación sobre que el hombre, como especie, es un animal gregario, que vive en comunidad, que desarrolla sus creaciones e indagaciones, planteos y demás cuestiones de índole ideológica y/o filosóficas en comunidad; para ser más preciso, en y para su comunidad. En este sentido afirma Dugin:
“El liberalismo es el mal absoluto, necesitamos luchar contra él, es la peor forma de explotación de los hombres y el máximum de injusticia social porque propone una estructura política, social y filosófica que va contra la naturaleza misma del hombre.” (Dugin, 2018.A, p.109)
Desde su perspectiva, el movimiento peronista tomó como uno de sus principales axiomas “la lucha contra el liberalismo, contra el liberal-capitalismo y contra su sombra marxista también, que resulta completamente inadecuada para los problemas de Argentina” (Dugin, 2018.A, p 110).
Probablemente, tanto a partir de su exploración y estudio del movimiento peronista como de la vida y obra de Juan Perón, es que Dugin se convierte en lector de Carlos Astrada. Dice Dugin:
“Astrada había sido un referente teórico del peronismo, cuando defendía y desarrollaba, al igual que Nimio de Anquín [otro de los filósofos nacionales trabajados por Dugin], “la tercera posición”. Incluso fue organizador en el Congreso Nacional de Filosofía, donde Perón dio un famoso discurso donde definió los principales hitos filosóficos de su cosmovisión [Perón, 1949]. Según algunas versiones, el mismo Astrada había preparado el discurso, aunque más tarde, decepcionado por Perón, lo negara.” (Dugin, 2018, p 86)
La multipolaridad
A Dugin le interesa la idea de “la tercera posición” planteada por Perón, como la idea de “el mito gaucho” desarrollada por Carlos Astrada. Desde su lectura ambas combaten contra la idea de un liberalismo totalizador, de una falsa y tramposa idea de un “mundo felizmente globalizado”: en contraposición a esta idea, Dugin plantea la existencia, siguiendo a otro filósofo y pensador nacional argentino, Alberto Buela (Buenos Aires, 1946), de las ecúmenes (del griego οἰκουμένη, oikouménē, «[tierra] habitada»).
El término “ecúmene” comprende el conjunto del mundo conocido por una cultura. Generalmente se distingue como aquella porción de la Tierra permanentemente habitada, en contraposición al anecúmene o áreas deshabitadas o temporalmente ocupadas (Buela, 1990; 2020; 2021) o de las paideuma. El antropólogo cultural Leo Frobenius (Berlín, 1873-1938) asume que toda cultura humana es una especie de organismo, y que esto significa que una cultura no es una mera acumulación de fenómenos, sino la manifestación de uno de su entorno, y su educación, de sentimientos educados y acuñados de la vida. Por lo tanto, cada uno tiene un cierto estilo de cultura único. Esto se caracteriza por una cierta mentalidad, y su término «paideuma» se refiere a esto (Frobenius, 1969). Cada fenómeno cultural es siempre la expresión de esta paideuma.
En resumen, todos los pueblos del planeta tienen una cosmovisión, esto es, una imagen o figura general de la existencia, realidad o mundo que una persona, sociedad o cultura se forma en una época determinada; y suele estar compuesta por determinadas percepciones, conceptualizaciones y valoraciones sobre dicho entorno. En este sentido, hay una cosmovisión para cada pueblo, para cada cultura. Incluso, dentro de Occidente hay cosmovisiones distintas que chocan y luchan entre sí. Por ejemplo, una cosmovisión liberal —surgida en el seno del proyecto filosófico de la Modernidad y que postula a la razón como principal elemento civilizatorio—, una cosmovisión humanista —que recupera elementos del primer cristianismo—, y una cosmovisión precolombina, que se inscribe en los conocimientos y valores de los pueblos preexistentes en nuestro continente, y recupera con la cosmovisión humanista una fuerte tradición comunitaria en unidad con la naturaleza.
Una filosofía geoexistencial
Dugin considera, tomando los estudios y exploraciones —según dice, “heideggerianos” de Carlos Astrada—, que el filósofo cordobés por estar interesado en la identidad latinoamericana pero, más precisamente, en la búsqueda de la identidad argentina, se preocupó por identificar y describir cabalmente la estructura del Dasein argentino.
Recordemos que el término alemán “Dasein” [ˈd̥ɑːza͡ɪ̯n] combina las palabras «ser» (sein) y «ahí» (da), significando «existencia». Dugin sostiene que Astrada concibió este Dasein bajo la figura del gaucho que habita la pampa. Siguiendo la obra de Dugin puede rápidamente observarse que esta cuestión “del Dasein” le incumbe profundamente: particularmente, adhiere a las ideas en las que el hombre es trabajado en relación con el ambiente en el que vive, ya que sostiene Dugin una y otra vez en diferentes libros y nociones, que el hombre no puede separarse del lugar en donde vive, se desarrolla y muere —es decir, que su existencia es indisoluble del paisaje—; en el caso de Astrada, el hombre pampeano es presentado como parte de la geografía de la pampa. Dice Dugin: “Nos enfrentamos puntualmente a estructuras existenciales originarias, donde lo interno (el mismo gaucho) y lo externo (la pampa) son constituidos en un mismo gesto fundamental” (Dugin, 2019, p. 76). El gaucho no puede entenderse, desde esta lectura, separado de la pampa, y al mismo tiempo, esta concepción implica ubicar al espacio pampeano en otro lugar. Para Dugin, la realidad geográfica, el clima y paisaje de la pampa como partes que se suman y se estudian por separado nunca pueden llegar a completar aquello que puede comprenderse como “el mundo argentino”, sino que es lo que él llama “el horizonte ontológico”, algo así como todas las partes más otros elementos que surgen a partir de la relación de las partes en su devenir, en su existencia, aquello que posibilita la construcción de la realidad existencial del Dasein. Escribe Dugin:
“Astrada desarrolla el tema de la conexión del gaucho con el paisaje ontológico de la pampa a través del concepto de telurismo (del latín tellus – tierra, montículo). Para Astrada el telurismo del hombre argentino es su matriz existencial, su autodeterminación inicial en la estructura del ser. El argentino es hijo de la tierra, es continental”. (Dugin, 2019, p. 77)
Se puede observar que Dugin intenta demostrarnos que Astrada en su libro El mito gaucho (Astrada, 1948), como Nimio de Anquín en su trabajo El ser visto desde América (de Anquín, 1962) o el filósofo alemán Carl Schmitt (Plettenberg, 1888-1985) en su obra Tierra y mar. Una reflexión sobre la Historia universal, expone que existe una dualidad, dos polos geopolíticos: uno de ellos es el que se expresa a partir de los países que fundan su dominio, expansión y conquistas en el mar, eje que en la actualidad expresan el mundo anglosajón, el polo atlantista y la OTAN con su alianza, mientras que en el otro polo geopolítico se encuentran los continentales como Rusia, China o Argentina, a los que Dugin llama “civilizaciones de la tierra”, “poder de la tierra” o “telurocracia”, como decía [Halford John] Mackinder.
Civilizaciones de la tierra y civilizaciones del mar
Para Dugin, Astrada, tomando como referencia la obra El Gaucho Martín Fierro de José Hernández (1872), sostiene que el gaucho, en tanto arquetipo de la visión del mundo argentina en sus principales fundamentos, es, él mismo, el “Dasein argentino” (Dugin, 2019, p. 76). Ahora bien, al mismo tiempo, por la naturaleza del gaucho en tanto figura que trasciende las fronteras territoriales de la Argentina —hay gauchos en la República Oriental del Uruguay, en Brasil, Paraguay y Chile—, expresa para Dugin también al Dasein “continental” sudamericano; más aún, frente al intento siempre presente en el mundo occidental de sufrir la embestida de la colonización cultural y pedagógica de las potencias del Atlántico Norte que promueven otro tipo de cosmovisión y de civilización: la “civilización del mar”. Un tipo de colonización cultural que, por otra parte, según Dugin, encuentra en el territorio argentino a sus socios en los porteños, ya colonizados y/o asociados a los negocios de las potencias anglosajonas (Inglaterra – Estados Unidos); escribe Dugin:
“Para Astrada, el telurismo del hombre argentino es su matriz existencial, su autodeterminación inicial en la estructura del ser. El argentino es hijo de la tierra, es continental. Por ello es que Nimio de Anquín se rebela ante el hecho de que la capital de esta potencia terrestre esté situada en un puerto (de donde proviene la dualidad: gaucho/porteño, que contrapone a los habitantes de hinterland continental argentino con los residentes de la urbe porteña). Para Astrada este es el rasgo principal del argentino: ser continental, estar conectado con la tierra. Pero, la misma tierra, la pampa, es percibida por él bajo una forma bastante concreta: como una extensión absolutamente homogénea e infinita, carente de horizontes —sin centro ni periferia—. El centro es la periferia de la pampa, están en todos lados y en ninguna parte.” (Dugin, 2019, p. 77)
¿Qué significa para Dugin la idea del “estar conectado con la tierra? Idea de la que habla en varios libros, pero en este caso en particular, que él reconoce en Astrada con su descripción-explicación-exposición sobre el Dasein argentino: el gaucho.
En primer lugar, Dugin siguiendo a Astrada reconoce y asume que en el gaucho se matizó y disolvió casi por completo la herencia europea del período colonial pero también, la herencia indígena de las tribus indígenas “amigables” ubicadas en las tierras pampeanas y patagónicas. De allí que el gaucho no es un europeo, pero tampoco un indígena ni un descendiente de africanos; ahora bien, en el poema de José Hernández entran en diálogo, cruces, trifulcas y discusiones todos los grupos mencionados: hay indios, negros y gringos (europeos). En resumen, el gaucho no elimina si se ve envuelto en la eliminación de los otros grupos no gauchos, de hecho, Martín Fierro se niega a combatir a los indígenas y se fuga, pero claramente para Astrada es el grupo mayoritario en las tierras debajo de la Cruz del Sur.
En segundo lugar, para cerrar, revisemos brevemente el tema de las civilizaciones de la tierra y las civilizaciones del mar de las que habla Dugin.
Una de sus propuestas más interesantes trata de sus interpretaciones sobre lo que se suele entender por “posmodernidad”. Para Dugin la posmodernidad puede ser vista de dos maneras: como la continuación y el resultado nihilista[ii] de lo moderno, pero también como una crítica total de la modernidad. En este caso, Dugin propone como sujeto alternativo y positivo al sujeto premoderno, al gaucho, que desde su concepción no es un sujeto del pasado, sino que es un sujeto eterno. Porque, como también lo ha trabajado y señalado muchas veces uno de los referentes del pensamiento nacional en el que se apoya Dugin, el filósofo Alberto Buela, “la tradición no es solamente pasado”. La tradición, la cultura, la religión cristiana y también las otras religiones contemplan lo eterno, no el pasado (Buela, 1990; 2020; 2021). Dice Dugin: “Lo eterno es eternamente nuevo; lo eterno nunca es viejo. La eternidad está en el flujo del devenir. Lo eterno existe ahora y existirá mañana, y es, precisamente, la fuerza de la vida, la fuerza interior del ser.” (Dugin, 2018, p. 114)
En este punto es preciso definir la otra forma de pensar la posmodernidad, la forma hegemónica, con su idea de globalización, “libertad”, ahistoricidad, liquidez y virtualización. Una civilización que propone sujetos sin cerebros: zombies. Descarnados: avatares. Seres no materiales, creados por los humanos con vida ficticia, en otras palabras, se trata de una imagen asociada a una identidad en línea (Red, web, en el éter: la nada) que puede ir desde una fotografía, dibujos artísticos o incluso representaciones tridimensionales. Detrás de estas creaciones, según Dugin, se encuentra la otra opción de pensar la posmodernidad, la opción que propone la ideología dominante: el liberalismo y su civilización del mar. Siguiendo al filósofo alemán Carl Schmitt (Plettenberg, 1888-1985) en su obra Tierra y mar. Una reflexión sobre la Historia Universal (1942), Dugin considera que desde el reinado de Isabel de Inglaterra, fue que los anglosajones se decidieron por abandonar el continente europeo, iniciando una nueva forma de relacionarse entre los hombres, entre las naciones, como dice Schmitt “Inglaterra levó las anclas y se separó desde entonces de la tierra” (Schmitt, 2015, p. 151). Predadores, empresas privadas, corsarios, piratas, filibusteros —o como uno quiera llamar a los personajes siniestros que acompañaron esos tiempos—, fueron quienes hicieron posible que Inglaterra se convierta en potencia mundial, adquiriendo mediante el saqueo, pillaje y un sinfín de actos criminales, territorios a lo largo y ancho del planeta. Inglaterra logró presentar al mar y a la tierra como dos mundos separados, prácticamente privados de relación. El mar cuajó perfectamente en la ideología liberal anglosajona, ya que se consideraba “libre”, libre de las consideraciones de la soberanía nacional, un terreno sin delimitaciones claras, sin habitantes y, en apariencia, sin cuerpos debajo que marquen un pasado con historia, tradiciones y cultura. Al mismo tiempo, la ideología que sostienen las civilizaciones del mar no está desencarnada; dice Dugin: “está encarnada [en la actualidad] en la potencia norteamericana. El liberalismo, esta antropología y esta ontología individualista, está concretamente realizado en ese país, en el bloque militar, en la estrategia de la OTAN. El liberalismo es atlantismo político.” (Dugin, 2018, p. 118)
Algunas notas finales
El cantante inglés, pero de ascendencia e idiosincrasia (a saber: asgos, temperamento, carácter, etcétera, distintivos y propios de un individuo o de una colectividad) irlandesa, Morrisey (Lancashire, 1959), dice en una de sus fabulosas letras de canciones:
Sangre Irlandesa, Corazón Inglés
(Irish Blood, English Heart)
De esto estoy hecho
(This I’m made of)
No hay nadie en la tierra a quien le tenga miedo
(There is no-one on earth I’m afraid of)
Y ningún régimen puede comprarme o venderme
(And no regime can buy or sell me)
He estado soñando con una época en la que
(I’ve been dreaming of a time when)
Ser inglés no sea ser triste
(To be English is not to be baneful)
Poder estar de pie junto a la bandera
(To be standing by the flag)
Y no sentirme avergonzado, racista o prejuicioso
(Not feeling shameful, racist or partial)
[…] Los ingleses están enfermos hasta la muerte(The English are sick to death)
De los whigs y los tories
(Of Labour and Tories)
Y escupir el nombre de Oliver Cromwell
(And spit upon the name of Oliver Cromwell)
Y denunciar esta línea real
(And denounce this royal line)
Que todavía lo saluda
(That still salute him)
Y lo saludará para siempre
(And will salute him forever)
Aleksandr Dugin, desde la estepa rusa, lee a Carlos Astrada, que a su vez lee a José Hernández quien escribe desde la pampa infinita sobre ese ser real y mitológico a la vez que habita y habitó estas tierras: el gaucho. A su vez, un irlandés nacido en Inglaterra, Morrisey, reconoce el hecho maldito de una civilización (de mar) que llegó para desencarnar todo en alas de la libertad; una libertad que trajo cadenas, hambre, violencia y sometimiento.
En fin, dos formas de interpretar el mundo. Un error en la matrix. Las redes no tienen dos caras, no hay nada detrás del monitor o del celular, la globalización es totalizante, no deja que te vayas sin antes enjuiciarte. Los que piensan distinto no tienen corazón, no sienten: en los que piensan distinto la civilización dominante solo ve sangre.
[i]Distintos pensadores iberoamericanos como Ignacio Ramonet (Pontevedra, 1943) Wagner de Reyna (Lima, 1915-2006) o Alberto Buela (Buenos Aires, 1946), afirmaron que la globalización, y sus cultores, “los globalistas” o quienes profesan “el globalismo” sin decirlo expresamente, es decir, ocultan un concepto que lejos de ser neutral, representa la ideología de la OTAN, que tiene la pretensión de ser hegemónica. Dice Buela: “El concepto de globalización es un concepto ideológico lanzado por George Bush (padre) en 1991 cuando fundamentó la teoría del one world y el nuevo orden mundial. La globalización cuenta con dos medios fundamentales: a) la producción de sentido de los hechos [pensamiento único] y acontecimientos con el control total de los ‘mass media’ internacionales y b) la producción de dinero electrónico en un volumen casi setenta veces mayor que el dinero comercial” (Buela, 2018, pp. 9-10). Dice Wagner de Reyna: “[…] Esta globalización, cuyo sentido calificaremos de ideológico, no es tampoco anónima y en beneficio de todos sus componentes, sino que la inclusión se efectúa en relación con un elemento dominante, que a su vez es un compósito en que se anudan determinados aspectos, rasgos o tendencias de la realidad, que de este modo resultan solidarios, entretejidos y unificados” (Wagner de Reyna, 2000, p. 50). En palabras de Ramonet, el pensamiento único es «una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo» (Ramonet, 1995).
[ii]El nihilismo se considera una forma de existencialismo cuando afirma que la vida carece de significado, propósito o valor. Muchos de los que defienden a “la nada” como aportadora de algo también la defienden en el plano moral. Son nihilistas, término que viene del latín nihil (nada).
Foto de portada: Infobae
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