Nico Lassalle dibuja, crea, imagina. Una pasión que nació de la mano de su abuelo y que lo llevó a convertirse en un artista reconocido internacionalmente. Su versatilidad puede verse no solo en sus ilustraciones para libros, revistas y diarios, sino también en sus murales y proyectos de animación.
Nacido en Lomas de Zamora, Nico vivió en distintos barrios de la región como Turdera y Adrogué. También se radicó en España por un par de años y, finalmente, volvió para quedarse en el sur del conurbano.
En una charla cargada de emociones repasamos su trayectoria, su compromiso con el barrio y la distinción que le entregó nuestra universidad el año pasado.
¿Cómo fue empezar a dibujar con tu abuelo?
Mi abuelo vivía a la vuelta de mi casa, yo lo iba a visitar y terminábamos dibujando, como un juego. Después hubo varios años en que vivió en nuestra casa, entonces ahí logré una cotidianidad con él y hacíamos desde completar algún álbum de figuritas, que en esa época no eran nada autoadhesivas, sino que había que mandarle Plasticola y pegarla, hasta cortar las naranjas con formas de barquitos. Y todo eso tenía algo asociado al hacer. Después sí hubo momentos en que le decía, “¿cómo hago para dibujar un árbol?” Y él me explicaba cómo era el árbol y el tronco, que después las ramas se iban afinando, y cómo eran las hojas. Siempre, igual, desde un lugar lúdico y totalmente desprejuiciado.
¿Era artista?
No, él era bancario, nada que ver, pero heredé todos sus libros de arte, él se encargó de prepararlos y me dedicó varios. Entonces, me encuentro con publicaciones propias, bastante autogestivas, con ilustradores y artistas de renombre. Desde que yo tengo recuerdo, siempre dibujó como un placer, algo que disfrutaba mucho hacer.

¿Cómo fueron tus inicios? ¿El trabajo era más artesanal?
Cuando empecé ya había bastantes herramientas digitales, pero también me costó un poco a mí ir adaptándome a eso. Yo vengo de una formación más plástica, como de artes visuales, del taller de dibujo y pintura, y cosas por el estilo.
Después hice algunos talleres de ilustración y empecé a interiorizarme un poco más. Me formé con Cristian Turdera, que es un ilustrador argentino bastante conocido, y ahí me cambió la cabeza, porque compartí con compañeros y compañeras que eran más del diseño y no tanto de las artes visuales, e hicieron que vaya encontrando otras formas de contar también.
Mis primeros trabajos sí eran como más analógicos, era como que dibujaba sobre papel y buscaba eso. Después fui apropiándome un poco de las herramientas digitales, que te dan cierta versatilidad y maleabilidad. A mí lo que me interesa igualmente es conseguir un resultado que se vea analógico, más allá de que esté resuelto digitalmente.
¿Hay un estilo propio?
Creo que eso se va construyendo. Es como que vivimos en una sociedad bastante resultadista y, en realidad, lo importante está en el proceso, porque uno va haciendo y logrando y llegando a esa estética o a ese lenguaje que es el que uno quiere contar, pero antes atravesó un montón de cosas. Y eso es lo auténtico, ahí está lo auténtico, me parece, si no es como que te está faltando algo.
Tus trabajos incluyen desde ilustraciones para un libro infantil hasta la etiqueta de un vino, ¿podríamos decir que tenés una gran versatilidad?
En el oficio del ilustrador hay que remarla, básicamente. Hay gente que se puede dedicar exclusivamente a los libros infantiles, por ejemplo, pero yo no estoy en este lugar. Tampoco sé si me interesa porque soy de aburrirme bastante rápido de las cosas, entonces me gusta diversificar. También trabajo mucho haciendo animación, dirección de arte para series y a mí me gusta ir jugando con eso.

¿Hay un límite a la hora de elegir qué o no ilustrar?
Me parece que es algo bastante personal y que cada uno sabe dónde está la vara con la que mide lo que le interesa. Hay ilustradores que eligen proyectos y pueden hacerlo, eso es una realidad. En mi caso, hay cosas que elijo hacer y otras no, y que tiene que ver con las condiciones, la necesidad, es decir, un montón de factores. Sí uno tiene que ser fiel y sincero consigo mismo y eso es lo más importante, porque después se nota en el trabajo. Si uno está entusiasmado eso se refleja.
¿Tenés alguna técnica de inspiración?
Creo que no hay fórmulas. Esto me gusta aclararlo porque uno hace lo que a uno le funciona y de hecho a mí me funcionan cosas distintas de acuerdo también a lo que tengo que hacer. Hay momentos en que no me siento inspirado y hay que buscar, intentar cosas distintas como encontrarse con amigos, amigas. Soy muy militante de lo colectivo, porque considero que uno hace también gracias a los otros y al compartir con otros. Obviamente hay momentos en que necesito estar un poco solo, en tranquilidad, para pensar y hacer como una introspectiva. Todo sirve.
Hablando de lo colectivo, me gustaría que charlemos del proyecto La Nave de los Ilustradores…
Es un colectivo que nació en la Feria del Libro de Almirante Brown, donde nos dieron un espacio para ilustrar y desde ahí hicimos una especie de convocatoria, invitábamos a colegas y lectores de la zona.
A partir de ahí surgió el proyecto de poner en valor las calesitas del barrio, que se dio de casualidad, porque había intentado llegar a la gente del municipio y nada. Y un día me junté directamente con el intendente de Brown por una situación muy particular y le dije que iba si me dejaba mostrarle el proyecto. Y le encantó.
Me parece que es una manera de devolverle al barrio y a la comunidad algo. Muchas de las calesitas estaban muy venidas abajo, les cuesta mucho a los calesiteros mantenerlas, sostenerlas, entonces no solo las embellecimos, sino que también convocamos a escritores de literatura infantil para que escriban una frase que luego pusimos en la calesita. Armamos playlists por si querían pasar la música que habíamos elegido. Hubo toda una construcción alrededor de eso, porque la calesita es una invitación a salir, a generar comunidad, a ver a los vecinos. Es sumamente importante que existan.

HOMENAJE EN LA UNLA
El año pasado, Nico Lassalle fue distinguido en nuestra universidad con el premio Arte y Comunidad del programa La UNLa de los Jóvenes, que tiene por objetivo reconocer a artistas nacionales que estén vinculados a proyectos sociocomunitarios y actúen como agentes de cambio en la comunidad.
¿Cómo viviste ese momento?
Fue muy lindo, lo pude compartir con mi familia. Y después me quedé charlando, se generó un intercambio, que fue lo más valioso e interesante. Poder intercambiar con gente que tiene ganas de dibujar y contarles un poco mi experiencia me da mucha satisfacción.
¿Qué te pasa cuando te dan estas distinciones?
No es algo que busco con mi trabajo, pero me parece que sí facilita el poder tener un espacio para contarles a otros sobre lo que uno hace y compartirlo. Todo es muy cambiante en el oficio, que está atravesado por el contexto social, la tecnología, y un montón de otras cosas, y las nuevas generaciones traen nuevas problemáticas, inquietudes, temores. Entonces, compartir todo eso me parece que es lo más importante en esos eventos. Obviamente, uno se siente halagado cuando se le reconoce su trabajo, pero no hay que darle más importancia de la que tiene porque si no te podés perder de ciertas cosas y eso es un poco peligroso.

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