Envejecer la carne es inevitable, pero la actitud frente a la vida me multiplica en cada madrugada, en cada desafío

José Alberto “Pepe” Mujica Cordano

“Yo no me lo merezco, no me trago la pastilla —dijo José Mujica ante un Aula Magna repleta de gente, el día que nuestra universidad le entregó el doctorado honoris causa—: esto se lo merecen muchos compatriotas anónimos, soldados sin jubilación ni reconocimiento, que a lo largo de muchas décadas hicieron todo lo posible para que lo mío y lo tuyo no nos separen tanto; para que en definitiva en nuestro paisito no haya gente con necesidades mínimas sin cubrir: los luchadores sociales, los utopistas, los soñadores. Yo no tuve otro mérito que haber sobrevivido”.

Aquella tarde de primavera del año 2011, el presidente de la República Oriental del Uruguay se refería así a los 14 años que pasó detenido en diversas unidades militares por su actividad clandestina en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, formando parte del grupo de líderes del MLN conocidos como “los rehenes”.

Mujica vino a la UNLa acompañado por su esposa, la senadora Lucía Topolansky. El acto, presidido por la rectora Ana Jaramillo y las máximas autoridades de la provincia y del distrito, tuvo uno de sus momentos más emotivos cuando Hebe de Bonafini, invitada a subir al estrado, se fundió en un hermoso abrazo con Lucía Topolansky.

Lejos del academicismo de una clásica lectio doctoralis, el discurso de Mujica, dirigido especialmente a los y las estudiantes, fue fiel a su estilo: cálido, distendido, poblado de ironías y de giros coloquiales para expresar su visión casi romántica del hombre, de la política y del mundo.

En homenaje “al Pepe”, a sus luchas, a su sencillez y a su inmenso legado, compartimos algunos tramos de aquella clase inolvidable:

“El asunto es si le ponemos causa a la vida, o no: he aquí el gran dilema. Si vivís porque naciste y te transformás en una hoja al viento, pagador de tarjetas, consumidor, cuando te querés acordar estás con reumatismo, panzón y viejo, y se te escapó la vida. Con la otra posibilidad vas a estar con reumatismo, panzón y viejo, pero no se te escapó la vida porque tenías una causa”.

“… hay que ser amable, hay que ser abierto, porque necesitamos la colaboración de todos, porque además tenemos desafíos: nuestros pueblos no viven de discursos, necesitan laburar, necesitan guiso, precisan techo, y si no les resolvés el problema, te dan la espalda porque tienen que vivir, y tienen razón (…) No se le puede pasar a prepo a la gente por arriba, aunque la gente se equivoca. A la gente hay que respetarla aun en sus errores. Y hay que quererla porque es el único valor que tenemos”.

“Les quiero decir, hay una lucha de valores acá, y yo hoy, envejecido, sigo soñando. Pero hay que sembrar mucha universidad y mucho talento. Es imposible construir una sociedad mejor en el marco de la pobreza extrema, no porque el enriquecimiento material de una sociedad te lleve necesariamente a una sociedad mejor, no, pero hay que salir del fantasma de la miseria, de la inseguridad de no tener techo, de no atender las enfermedades. Recién tendremos las condiciones para un mundo más justo y mejor cuando hayamos corrido por un lado la pobreza y por otro la ignorancia”.

“Aún hoy, para los pueblos quechuas, ‘pobre’ no es lo que consideramos nosotros que es un pobre; pobre es el que no tiene comunidad, el que no tiene gente en la que recostarse para convivir aunque más no sea en el dolor, porque vivir es convivir con los demás. Por eso queridos compañeros mi agradecimiento, mi reconocimiento, pertenezco a una fauna que se extingue, de viejos luchadores; no por crueldad, por cuestiones del almanaque vienen tocando ‘las de villadiego’; es así, inexorable. Pero las causas están allí. A la muerte se la derrota con el amor, y el amor es procrear. A la muerte de los viejos militantes se la enfrenta con las banderas que levantan los nuevos militantes”.

“… hay mucho que luchar y que sembrar. Y no hay que tenerles miedo a los sueños. El gran miedo es traicionar los sueños, abandonar los sueños”.


Nota publicada en noviembre de 2011

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