1. Imágenes y vientos

Pampero es una productora de cine, hacedora de películas fundamentales, de un cine irónico y festivo, de una búsqueda de los hilos sueltos de la cultura popular. Mariano Llinás, uno de sus responsables, dirige Popular tradición de esta tierra, y se trata del intento de comprender o recrear al compositor Ignacio Corsini, a partir de una canción que alguna vez tuvo ese nombre pero que fue grabada bajo otros. Buscan a Corsini en las calles de las ciudades del oeste de la provincia de Buenos Aires, en especial en Trenque Lauquen, pero también en Pehuajó y Carlos Tejedor. En otro filme, Historias extraordinarias, Llinás había seguido la huella del monumental arquitecto Francisco Salamone. Y en Balnearios, las playas, sus usos y costumbres. Va trazando la filmografía de una provincia, que es menos una serie de paisajes que una usina de profusas creaciones culturales.

Hay algo de esfuerzo inútil en el intento de encontrar a Corsini entre recreaciones contemporáneas de sus canciones, derivas por las ciudades de provincias, lecturas de diccionarios y libros sobre música popular. No mayor que en cualquier intento de acercarnos respetuosamente al pasado, porque ese respeto que no es liturgia, exige que se lo considere a una distancia de la cual proviene su final incomprensión. El filme es extraordinario porque es una suerte de fuga, una apertura hacia otra historia que deberá ser contada, el juego con libros y memorias, la promesa de otras películas, la amistad que no cesa. A la vez, apuesta política y habla crítica sobre el presente, no se priva de poner en escena —recordarnos— el significado del viento Pampero: es fuerte, frío y seco, es el que limpia la humedad y la tormenta.

Distinto y opuesto al Zonda, norteño y poderoso, el viento de la ofuscación y la locura para las personas sensibles al tremolar de su sonido. Cálido y polvoriento, envuelve como remolino. Sarmiento no esquivó ese nombre para titular un diario unitario y sanjuanino en 1839 pero en el cine se narrarían sus efectos en Viento norte, casi un siglo después, en 1937. Mario Soffici y Alberto Vacarezza adaptan una historia contada por Lucio V. Mansilla en Una excursión a los indios ranqueles. Un crimen por celos en el insoportable calorón de un viento que “tiene gran influencia en determinados centros nerviosos del hombre y los animales, y lo arrastra a cometer actos al margen de la templanza y las buenas costumbres”, dice el director de la película.

  1. Lo que podemos juntxs

Indisciplinadxs es un colectivo que produce cortos sobre movilizaciones y conflictos en la coyuntura argentina. Circulan en redes. Me detengo en uno, filmado en las cercanías del Congreso de la Nación en el día en que la Cámara de Diputados trata el veto presidencial a la emergencia en discapacidad. Se filman familias y personas que tienen esa minusvalía en el cuerpo. Son imágenes de pelea y alegría, de voluntad política y composición callejera. El corto dice: quizás la pregunta no sea lo que puede un cuerpo sino lo que podemos juntes. No un cuerpo individualizado, no una subjetividad separada, porque la política aparece —y no solo para los cuerpos discas— cuando unos cuerpos se componen con otros. Cuando los feminismos discutimos la legalización del aborto agitando la consigna “Mi cuerpo, mi decisión”, la eficacia nítida de esa apelación a la soberanía sobre la propia existencia no dejaba de ser injusta con una experiencia real, la de que las decisiones —maternar o no— surgen de una imbricación sensible con otres. Como nuestros cuerpos existen, vulnerables y frágiles, en esas relaciones. Quizás era necesaria una movilización en la que la inscripción corporal y sensible de la vulnerabilidad sea el motivo, para que se pudiera enunciar con tanta claridad una verdad profunda de la vida política.

Un presente es el tiempo de una confrontación entre imágenes y narrativas. Esas imágenes de Indisciplinadxs combaten con otros videos y discursos, también producidos y puestos en circulación para acompañar las mismas luchas y movilizaciones. Una se reitera: se muestra a madres de personas disca —son varias, en distintos videos— que dicen haber votado al presidente actual pero que su hijo o hija merece seguir con los tratamientos adecuados. Se pone en juego, así, una brutal individualización, que es el necesario sustrato de las propias políticas que llevan a producir, de modo sistemático, el descarte de un conjunto de vidas tratadas como causantes del déficit. La otra, considera a las personas afectadas como las más vulnerables, víctimas de un padecer, objeto de una conmiseración. El corto de Indisciplinadxs hace algo más interesante: situar la composición con otres —lo contrario a la individualización del merecer y del padecimiento— y encontrar allí no lo que provoca lástima sino lo que hace pensar una clave para confrontar con una política que establece la crueldad como parte de su legitimación y, por eso, la exhibe obscenamente.

  1. Libros y traducciones

Me detengo en un hecho que se narra en la exposición permanente del Museo Histórico Nacional sobre las luchas por la independencia. En 1813, el general José de San Martín inició una suscripción pública para reimprimir los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega. Un libro clave en la narración del mundo incaico y de la crueldad rupturista de la Conquista. Tanto como la Nueva corónica y Buen gobierno de Guamán Poma de Ayala, solo que esta fue escrita en 1615 como carta para enviar al rey y estuvo perdida durante varios siglos —apareció en un archivo dinamarqués en 1908—. Los Comentarios reales fueron publicados en 1609 y tuvieron una amplia circulación. Alfredo Gómez Müller analiza la circulación de ese texto que demostraba que la utopía soñada por Tomás Moro había existido, que era posible otro modo de vida, en las antípodas de la explotación insomne y la desesperación del hambre que asolaban a la Europa de los inicios del capitalismo. El orden social incaico era el de la ausencia de la propiedad privada y el de la distribución de acuerdo a la necesidad. Un orden sin hambre ni privaciones.

Ese escrito circuló en Europa, leído por tempranos comunitarismos y enjuiciado por las derechas conservadoras, pero también incendió prados en América, porque rebeliones como la de Tupac Amaru se alimentaban de esa narrativa de un mundo al cual volver. La revolución independentista, en sus hilos más radicales, intentó tejerse con ese pasado rebelde y mitológico, pero también contar, entre sus fuerzas guerreras, a las poblaciones dominadas en el orden colonial. Un par de años después, la declaración de la Independencia sería traducida al quechua y al aymara. Las culturas indígenas andinas eran invocadas para redimir la región.

Si San Martín quiso la reimpresión del libro del mestizo hijo de una princesa incaica; Mariano Moreno pudo llevar adelante la traducción y publicación del Contrato social de Jacques Rousseau, una obra leída como clave de una soberanía que surgiría de los pueblos alzados contra la subordinación colonial. ¿Cómo se conjugan esas dos lenguas, la francesa del contrato y la incaica del mundo puesto de cabeza? Solo se pueden enlazar en el plano de una revolución que no quiere iniciar todo de nuevo, sino encontrar fuerzas para construir un basamento no colonial. La revolución independentista triunfó mientras sus hacedores más igualitaristas eran alejados del poder: Moreno muerto, San Martín y Artigas exiliados.

Un Museo Histórico narra las líneas victoriosas pero también esos hilos irredentos, una breve frase que pone lo andino en el corazón de la historia regional. Finalmente, sería el cruce de los Andes, esa desmesura de cordillera, lo que permitiría la consecución de las luchas de la independencia. La última batalla fue en Perú, en Ayacucho, en 1824. Cien años después, Leopoldo Lugones viajaba a la conmemoración, y no temblaba en decir que la redención del país exigía la pureza de la espada, incitando al golpe militar que se realizaría seis años después. En una década convulsionada por otras armas, en 1973, Ángel Rama fundaba en Venezuela la Biblioteca Ayacucho, una editorial estatal que imagina la emancipación como un esfuerzo también cultural, una tarea del pensamiento.

Hace poco tiempo, el gobierno echó al director del Museo Histórico Nacional, el historiador Gabriel Di Meglio. Lo hizo un presidente que a veces chacotea en redes con los granaderos y que dirige un gobierno de personas que gustan disfrazarse. Él también tiene esas argucias. Alguien dijo, pero es incomprobable, que el despido se debía a la negativa de Di Meglio de aceptar que el sable de San Martín saliera del MHN para ser usado en actos gubernamentales. Una suerte de defensa de un objeto que carga una historia y un halo mítico. Basta asomarse a la vitrina vertical donde permanece siempre cuestionado para leer en su brillo un reclamo, una incitación, un dolor pendiente.

  1. Dislocar, esa tarea

Una canción. El último disco, recién editado, de Liliana Herrero se llama Fuera de lugar. Una disidencia que no es fuga. Una rebelión que no es deserción. Un decir que solo dislocándose puede señalar el desquicio del presente. La primera canción que circuló es “Aguafuerte”: un poema de Elvio Romero musicalizado por Teresa Parodi. La versión de Liliana es conmovedora, es el grito ante la incesante producción de vidas dañadas:

“Acaso atada a mi tierra
como un tamborón de cuero
sobre dos palos en cruz
y enfrente el viento

Toda la patria en el suelo
sobre dos palos en cruz

y encima el viento…”

No se puede dejar de escuchar el sonido de la guerra en esa patria estaqueada, ni dejar de imaginar el viento malvinense. La patria en la cruz, en el suelo, atada. Y encima el viento y abajo el viento. Ojalá que ese viento sea el pampero que despeja, para que otro lugar —en este no hay cabida— aparezca.

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