Un día como hoy, hace 48 años, el pueblo argentino acudía a las urnas. Por primera vez en 18 años podía participar de un acto eleccionario libre y sin proscripción. La fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) compuesta por Héctor Cámpora-Solano Lima se impondría por el 49,56% de los votos, concluyendo la etapa iniciada el 16 de septiembre de 1955.

Habían pasado casi dos décadas del momento en el cual el conductor del movimiento popular más importante de la historia argentina había tenido que partir al exilio. La resistencia y la lucha por el retorno de Juan Domingo Perón había comenzado el mismo día en el que se perpetró aquel golpe cívico-militar. Los y las trabajadore/as protagonizaron, nucleados en sus sindicatos, la primera etapa de esta gesta. Con el correr de los años, durante las décadas de los sesenta y setenta, parte de los sectores medios se acercaron al peronismo sumándose a la movilización social.

Así, se fue conformando un frente social heterogéneo que puso en jaque a la dictadura del Gral. Alejandro Lanusse, que había reemplazado al Gral. Juan Carlos Onganía luego del Cordobazo (1969) y la muerte del Gral. Aramburu (1970). El movimiento obrero organizado –que se encontraba dividido en la CGT de los Argentinos y la CGT Azopardo- se reunificó en 1970; la juventud se aglutinó alrededor de organizaciones tales como la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) –en la denominada Tendencia Revolucionaria, integrada también por organizaciones armadas como Montoneros-; el Movimiento Villero Peronista (MVP), el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), Las Ligas Agrarias, fueron otros de los actores claves en este proceso.

Para impedir que Perón fuera candidato, el Presidente de facto estableció que no podían presentarse quienes no residieran en el país desde el 25 de agosto de 1972. Frente a este impedimento se comenzó a diseñar la campaña que llevaría al gobierno a quien Perón designara. “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, sintetizó el lema de la campaña que comenzó el 15 de enero cuando se conoció el mensaje de Perón que llegaba desde Madrid.

En su texto, el líder convocaba al pueblo argentino a participar en el acto eleccionario, atentos y vigilantes ante el posible fraude electoral: “se inicia la etapa electoral más irregular y anacrónica de toda la historia política argentina. A las engañosas formas de la proscripción discrecionada, habrá que agregarle las alambicadas ´disposiciones´ de la ´organización´ de los partidos políticos”, sostenía. Pero, a pesar de esto, afirmaba: “si todos los que pensamos que es preciso terminar con la dictadura que azota al país, nos unimos y procedemos solidariamente, no habrá trampa posible”. Desde esta convicción, a lo largo de su mensaje insistía sobre la necesidad de que el movimiento peronista se mantuviese unido y sin divisiones pues el objetivo primordial era la liberación de la patria: “la disyuntiva es clara: liberación o dependencia (…) la opción no puede ser más clara; los que anhelan liberar al país en defensa de los verdaderos intereses nacionales y los que, sirviendo a intereses extraños, pretenden apoyar a la dictadura militar” insistía, en lenguaje claro y llano, fiel a su estilo.

Se dirigía a cada uno de los sectores que conformaban el frente popular: a la juventud, le pedía que continuara con el entusiasmo, compromiso y entrega militante; a las mujeres, que predicaran las consignas del justicialismo y que mantuviesen en alto la bandera de las reivindicaciones populares; a los trabajadores, les reconocía su lucha iniciada en 1955 y los animaba a poner fin a la dictadura mediante el voto, “el peor de castigo” para quienes realizaron las criminales acciones de aquellos años; al empresariado y a los profesionales, los convocaba a reconstruir la economía nacional; a sus compañeros de armas, a aquellos militares “que no han vendido su alma al diablo”, a realizar todos sus esfuerzos para lograr el retorno democrático; y a la Iglesia católica, a luchar por la efectivización del Evangelio en beneficio del pueblo.

En su discurso no solo convocaba a lo/as peronistas sino también al conjunto del pueblo argentino. Alertando sobre la descomposición social, política, económica del país, realizaba un llamamiento a la pacificación y la unificación para “asegurar el destino nacional gravemente comprometido”.

En un clima de euforia y con una sociedad fuertemente movilizada, los temores fundados al fraude no se concretaron: el pueblo en las calles se convirtió en el garante del triunfo electoral. Héctor Cámpora asumió la presidencia el 25 de mayo de 1973 en el marco de una gran concentración en la Plaza de Mayo. Esa misma noche una multitud se dirigió a la cárcel de Devoto, donde se decretó la libertad de los presos políticos. Bastaba esperar el nuevo llamado a elecciones para que, finalmente, Perón pudiese nuevamente ser elegido por las mayorías populares.

Se había logrado el primer objetivo: restablecer la democracia; pero se abriría, entonces, una nueva etapa, la de avanzar hacia la liberación de la patria evitando divisiones y enfrentamientos en el seno del movimiento nacional, enorme desafío que signaría los tiempos –difíciles- que se avecinaban. Pero el 11 de marzo solo la alegría inundó las calles del país. Con los nombres como bandera de lo/as compañero/as que habían perdido su vida durante la Resistencia, el triunfo electoral se tradujo en esperanza y anhelo de justicia social para el pueblo argentino. 

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