La economía social es mucho más que una solución coyuntural al problema del desempleo: en ese marco, la economía feminista es “un paso superador, que pone la vida en el centro”, nos dice Miriam Juaiek, docente y directora de la Especialización en Economía Social y Gestión de Entidades sin Fines de Lucro de la UNLa. Juaiek es contadora pública especializada en Gestión de Organizaciones de la Economía Social y Popular, con una vasta trayectoria en este campo.
¿Qué es la economía feminista?
Tradicionalmente, cuando hablamos de economía social hablamos de poner en el centro no el capital sino el trabajo: lo que nos aportan la economía feminista y también sus pensadoras, es poner la vida en el centro. Si bien solemos pensar todas las relaciones económicas mediadas por el dinero y el capital, de lo que se trata en realidad es de estrategias para vivir. Pero, ¿podemos pensar en un sistema donde la mujer es excluida solo por ser mujer? ¿Dónde hay niños en situación de pobreza? ¿Dónde existe esta violencia desde el mercado, como la trata de mujeres o de niños? Todo esto tiene que ver con una mercantilización de la vida, y lo que nos permite la economía feminista es avanzar en ese sentido. En el movimiento feminista creemos en la necesidad de generar estrategias políticas desde otra perspectiva, otro lenguaje que hable de esas cosas que no se dicen, y entender que se trata de una construcción social generada por un sistema uno de cuyos ejes tiene que ver con la exclusión de la mujer, el maltrato, el no reconocer el aporte que hacemos las mujeres a la economía, el trabajo doméstico, el trabajo de cuidado. Desde la Especialización nos importa abordar la Economía Feminista porque nos aporta otra perspectiva que incluye la diversidad de lo cultural: hay muchos feminismos porque las distintas cuestiones culturales plantean diferentes problemáticas; en cambio el sistema capitalista se presenta como algo totalmente homogéneo, globalizado.
No es una “economía para mujeres” sino una economía desde una visión feminista, ¿no?
Claro. Tiene que ver con el movimiento feminista, que tampoco es solo para mujeres. Importa analizar cómo es la división sexual del trabajo, qué pasa con la toma de decisiones: tanto en una organización de la economía social como en una de la economía capitalista siguen siendo los varones quienes toman las decisiones. Ver qué pasa cuando las mujeres están en una situación de poder, qué pasa cuando ponemos en el centro la vida, cuando ponemos en el centro el cuidado de nuestros hijos. Si yo respeto la vida empiezo a respetar todo lo que tiene que ver con ella: cómo pensamos las ciudades, cómo pensamos el transporte; no nos damos cuenta de cómo se nos van restringiendo las condiciones de vida, algo que no incumbe solo a las mujeres: nos incumbe como sociedad. ¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Que los hijos no puedan tener el cuidado suficiente porque esa mujer al día siguiente de parir tiene que salir a trabajar porque si no la dejan cesante? Creo que lo importante de la perspectiva de la economía feminista es entender que esto no es una decisión personal sino que es una decisión colectiva, social y política. No me alcanza un sistema que sea solidario y cooperativo si además sigue siendo bajo un sistema de patriarcado.
¿La Especialización da cursos de Economía Feminista?
Sí, y tuvimos la oportunidad de dictarlo a universidades de habla hispana. Había personas de Argentina, Colombia, México y otros países de Latinoamérica. Fue muy interesante porque la docente propuso hacer un trabajo en común sobre la valorización del trabajo de la mujer en el ámbito doméstico y, más allá de los diferentes valores, fue muy claro que es una problemática de todos los países. También estamos dando otros cursos, ahora empezamos uno de Finanzas Solidarias y otro de Gestión para la Economía Social. Para el año que viene estamos pensando en dar alguno sobre Soberanía Alimentaria.
¿Cómo es la Especialización?
Buscamos abordar la economía social desde diferentes aspectos teóricos y prácticos, y brindar herramientas a profesionales y a miembros de organizaciones de la economía social sobre cómo gestionarlas. La mirada es, precisamente, pensar en una economía alternativa a la economía capitalista: que de hecho existe, porque hay un montón de personas excluidas del sistema que buscan la manera de seguir subsistiendo. Pero la perspectiva que tenemos de la economía social pretende ser superadora de esa instancia de supervivencia, y pensarla realmente como un sistema alternativo al capitalista que básicamente se rige por otros principios; es decir, apuntamos a generar trabajo y producción desde principios de reciprocidad, solidaridad, planificación del trabajo colectivo. Creemos en la economía social, solidaria, popular y feminista, que no es solo la administración de la pobreza sino que también la pensamos como un sistema alternativo. Es una especialización joven, recién vamos a empezar la cuarta cohorte.
¿Están haciendo investigaciones en este campo?
Empezamos el año pasado una investigación de contabilidad para la economía social, relacionada con la necesidad de registros que den cuenta de todo lo que no está en la contabilidad tradicional pero tiene que ver con la vida de las personas. En definitiva las diferentes acciones que hacemos en la sociedad —económicas, sociales, culturales— tienen que ver con mejorar nuestra calidad de vida, algo que creo que olvidamos porque las condiciones de vida actuales no son buenas, tampoco las del medio ambiente. Tenemos otra investigación sobre la cuestión de la seguridad social, un tema importante sobre todo para las cooperativas de trabajo.
¿Quiénes pueden cursar la Especialización?
Graduados que vengan del área social y personas con trayectoria en trabajo de economía social. El 30% de estudiantes pueden ser personas sin título universitario pero con una amplia trayectoria en el trabajo de economía social: esto nos permite sumar personas sumamente valiosas que quizás no terminaron la primaria pero tienen un montón de saberes y muchas ganas de estudiar y atravesar esta experiencia universitaria. Es una cuestión central dentro de la Especialización empezar a pensar la Academia junto con los actores y las actrices de la economía social. La producción de conocimiento es colectiva y tiene que estar dirigida a resolver los problemas de la comunidad, algo que está en la génesis de esta universidad. Tratamos de acompañar a los estudiantes brindándoles también diferentes actividades: clases abiertas a la comunidad para que cuenten con otras voces, participamos en congresos, formamos parte de la RUESS —Red Universitaria de Economía Social Solidaria—, buscamos cómo pensar en registros o reportes que den cuenta de lo que pasa en el territorio. Ahora estamos preparando la Semana de la Economía Social: este año la UNLA va a ser sede de una de las reuniones.
El sistema laboral cambió, pero más allá de volcarse a la economía social al ser expulsado del sistema laboral, ¿lo proponés como un sistema alternativo que sería posible elegir, y no como fatalidad?
Totalmente. Elegirlo y construirlo. La economía social existe y tiene sus resultados, y seguramente mucho para mejorar. La tenemos que pensar en un mundo globalizado y con un mercado, porque el mercado existe y funciona; tenemos que salir de pensar en un sistema perfecto, y sí en algo que de cuenta de nosotros como humanos. Creo que lo que más hemos perdido en este recorrido es la vida, por eso volviendo a la economía feminista, el gran aporte es este: centrémonos en la vida.
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