“El documental es un espejo de lo que están haciendo los protagonistas y las protagonistas de los movimientos sociales, nada es ficción, es experiencia plena que está sucediendo y que logra mostrar lo que es invisibilizado y muchas veces estigmatizado por los medios de comunicación: esto ocurre tanto en el Movimiento Sin Tierra en Brasil, como en los Frentes Populares de Argentina. El aparato mediático no muestra la creación de sus escuelas, unidades productivas o los comedores. Lo interesante del documental es que hace visible lo invisible y ha servido como herramienta para debatir qué tipo de educación queremos” expresó Martín Ferrari tras la presentación del largometraje en la UNLa, en el marco del Tercer Ciclo de Cine Debate: Cultura, Ciencia y Ética, dirigido por la profesora Silvia Rivera.
¿Cómo surge la idea de emprender este recorrido y mostrar formas particulares de educación de Nuestramérica?
Primero enmarcar que soy educador, no solo devine en realizador audiovisual, sino que soy profesor de Filosofía, me desempeño en escuelas en sectores populares y hace once años fundamos un bachillerato popular en el conurbano. Toda esta experiencia nos condujo, a Malena y a mí, a preguntarnos qué sucedía con la educación popular y los movimientos sociales en Latinoamérica. En un contexto de avance de gobiernos de derecha, nos preguntamos cómo se reconfiguraban esos procesos de lucha y resistencia y empezamos a investigar estas experiencias de educación en movimientos sociales, a contactarnos con referentes académicos, pedagógicos y políticos y comenzamos a armar un gran mapa, con una gran ruta que se abría desde Argentina hasta México.
¿Cómo impactó el retorno de las derechas en América Latina y sus políticas más conservadoras en estos movimientos?
A lo largo de esos 45 mil kilómetros fuimos viviendo ciertos cambios. Recuerdo la elección en Perú, donde podía ganar la hija de Fujimori, presidente durante el proceso más nefasto de ese país; el acuerdo de paz que aún no sale en Colombia; estuvimos en Brasil cuando fue el impeachment a Dilma Rousseff y, a medida que íbamos conviviendo y encontrándonos con movimientos sociales con décadas de lucha, vimos un reflujo de disputa. Estaban en las calles manifestándose y, al mismo tiempo, trabajando en la construcción de sus escuelas, en las cooperativas, en los espacios de mujeres, de niñez y de juventud. Es decir, al mismo tiempo que defendían los derechos conquistados, seguían construyendo y fortaleciendo sus espacios, tanto campesinos como urbanos. Por otro lado, cada país tiene su particularidad y por más que uno intente tener una mirada global, es complejo. Cada proceso democrático en Latinoamérica es diferente, en Colombia nos decían que si llegábamos a fundar un bachillerato popular como el que hicimos acá, íbamos presos. Eso tiene que ver con la realidad de los Estados, con los procesos en que se han ido configurando las democracias y, también, con lo que implican las organizaciones sociales en cada país. Acá tenemos un pueblo trabajador organizado y con una historia del movimiento obrero muy interesante y pensemos que en Colombia, en los últimos años, hubo más de 630 líderes sociales asesinados.
Nosotros decimos que fue una indagación etnográfica, una expedición pedagógica y que el recorrido deja una mirada valorativa sobre el acumulado que tienen estos movimientos sociales como actores políticos. En Argentina lo hemos estado viviendo con la Ley de Emergencia Alimentaria, donde frente al hambre y a los 14 millones de pobres en todo el país, con uno de cada dos niños que no comen, los movimientos sociales estuvimos acompañando en las calles y en toda Latinoamérica; esto es pujante, han logrado poner en agenda problemas como los femicidios, el hambre y la soberanía alimentaria. El Movimiento Sin Tierra (MST) en Brasil no solo recupera tierra para vivir, sino también para producir, tan es así que es el mayor productor de arroz orgánico de Latinoamérica y tienen tambos donde generan 20 mil litros de leche diarios para sus escuelas, para que los niños y niñas puedan alimentarse sanamente. También fabrican sus quesos. En México vimos productos que solo contenían un porcentaje de leche, esto es algo alarmante y ya ha llegado a la Argentina: son productos que no contienen ni proteínas ni vitaminas. Entonces, el gran cambio es que están construyendo otro mundo posible: otra educación, otra economía y otra alimentación, aun con sus contradicciones internas.
El rol de las mujeres en estos movimientos es notoria. ¿Cómo trabajan la perspectiva de género?
Lo que intentamos reflejar en el documental es que las que están luchando y resistiendo son en su mayoría mujeres. Es importante recuperar esa foto donde mostrar que son miles de mujeres trabajando, levantando comedores, sosteniendo jardines comunitarios, el trabajo campesino y también sosteniendo la familia, muchas de ellas, incluso, con varones violentos o machistas. Vimos que en estos movimientos se está cuestionando la base androcéntrica, de hombres referentes, voceros y, también, la presencia del movimiento LGTBI en el MTS. Creo que es un momento de profundo cambio y de asumir el rol protagónico de la mujer en nuestra historia, que siempre estuvo y los varones lo han invisibilizado.
De las experiencias abordadas, ¿cuál fue la que más llamó su atención?
En el documental hay seis experiencias y nosotros filmamos con quince movimientos sociales en diez países. El documental intenta ser una mirada general que refleje las luchas en Latinoamérica y la producción de ese otro sentido posible, no sé si hay uno en particular. Hay que mirar con mucha atención al movimiento feminista, a los campesinos y darlos a conocer, por ejemplo, no sé cuánto se sabe en Argentina acerca del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), que ya lleva 46 años de organización en Colombia.
¿En nuestro país es posible pensar en la reformulación del sistema educativo como proyecto inclusivo y colectivo a largo plazo? ¿Qué cambios políticos y culturales deben generarse para ello?
La educación pública en nuestro país es muy valiosa, es uno de los pocos países en Latinoamérica que tiene una cobertura y una obligatoriedad por ley que otros países no tienen. Una posibilidad es repensar esa educación en términos de una calidad no meritocrática, sino una calidad que dialogue con las identidades de nuestros pueblos. El objetivo del documental es buscar un punto de encuentro entre las escuelas estatales y las escuelas de los movimientos sociales y pensar, junto a los sindicatos también, qué tipo de educación queremos. Es urgente que se encuentren, porque el proyecto educativo del capitalismo es mucho más fuerte y poderoso que lo que hoy son nuestros Estados y es necesario disputar un proyecto educativo menos colonialista, menos machista y menos europeísta, a través de un modelo que potencie la construcción de ciudadanía y que se vincule con las problemáticas de cada territorio.
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