En septiembre de 2015 monseñor Jorge Lugones se acercó a una parroquia de la ciudad de La Plata y expuso la Carta Encíclica Laudato Si’ a un grupo de referentes de la Fundación de Estudios Regionales. “Cuando conocimos la Carta nos conmovió, nos enamoró, nos pareció un documento político y social de la época que habla a las distintas dimensiones de la vida, política, cultural, económica, social –dice Martha Arriola, Directora Nacional de Cuidadores y Cuidadoras de la Casa Común y docente en la Universidad Nacional de Lanús-. Este clamor de la Hermana Madre Tierra que es el mismo clamor de los pobres, como dice la Carta, nos tocó en el eje específico de trabajo con jóvenes. Muchos de ellos son una parte de ese Universo que clama por participar, por protagonizar, por ser vistos, integrados, oídos, por tener su lugar. Cuidadores es amplio, así como es amplio el desafío de Francisco: Laudato Si’ es una Carta escrita para hombres y mujeres de buena voluntad, sin importar nada más”.
Actualmente hay alrededor de 2500 Cuidadores y Cuidadoras de la Casa Común, más equipos de educadoras y educadoras y referentes, en 16 provincias argentinas. El principal objetivo es generar oportunidades de trabajo digno en tareas del cuidado de la Tierra, destinadas fundamentalmente a jóvenes de sectores populares. Y no solo eso: Cuidadores y Cuidadoras se propone también generar oportunidades de integración y participación, invitando todo el tiempo a revisar las prácticas, a abrir la perspectiva, a profundizar la dimensión espiritual del proceso. “El desarrollo de Cuidadores no habría sido posible sin la experiencia histórica y los trayectorias de las organizaciones populares que trabajan con jóvenes que viven en situaciones de vulnerabilidad psicosocial –aclara Martha- y que hoy constituyen la Red Nacional de Cuidadores”.
-Trabajan sobre la imagen de la Chakana, la cruz andina, ¿no es cierto?
-Sí. La imagen de la Chakana es un símbolo de cuatro caminos y un centro. Un camino es el de las Ciencias. Cuando Francisco dice lo que le está pasando a nuestra Casa echa mano a la mirada de las Ciencias, con datos y profundización de aspectos vinculados al cambio climático, a la biodiversidad, al problema del agua, el de la contaminación, etc.; ‘el desafío es grande, habrá que pedir ayuda’, dice. La Ciencia es fundamental pero no suficiente: por eso otro camino es el de la Sabiduría, que engloba los saberes ancestrales, las religiosidades; tomamos textos bíblicos pero también el Popol Vuh, por ejemplo, con un criterio de espiritualidad abierto. Este camino incluye la cultura, las artes, la poesía, la música. El otro camino que Francisco plantea en la Encíclica desde la figura de Francisco de Asís es el de ‘los y las Valientes’. Ahí aparece alguien como Santiago Maldonado –un joven que por solidarizarse con la lucha mapuche pierde la vida-; Rafita Nahuel en Bariloche -otro joven con quien los chicos se identifican muchísimo-; Luis ‘Cosita’ Romero, un Baqueano del Río que vive en Paraná y es uno de los educadores clave de Cuidadores; Berta Cáceres, una hondureña defensora de los derechos de su pueblo indígena y opositora a la privatización de los ríos de su región y de la construcción de la represa hidroeléctrica del Agua Zarca, brutalmente asesinada en 2016. Son personas que nos ayudan a soñar pero también a entender que este es un desafío serio, en el que a veces se entrega la propia vida. Y el cuarto camino es el de Cuidadores. Francisco nos plantea un desafío en esta etapa histórica y nosotros nos comprometemos a trabajar en el paradigma del cuidado y a generar y a incidir fuertemente en él. Este camino abre varios ejes: el trabajo con la tierra, el cuidado del agua, la creación de productos culturales y de industrias culturales, el reciclado, las energías limpias, el ecoturismo alternativo, entre otros.
Al centro de la Chakana entramos por la figura del Martín Fierro cuando dice ‘Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda’. Al preguntarnos quiénes son esos santos milagrosos para los chicos y las chicas aparece el Gauchito Gil, aparecen sus devociones, aparecen sus modelos, sus familiares idos; también aparecen el Curita Brochero y San Francisco de Asís, con las similitudes que un San Francisco del 1200 puede tener con un pibe de hoy.
-En general, cuando se trata de trabajar con jóvenes aparece la imposición, pero en este caso hay una fuerte escucha.
-Le dedicamos mucho tiempo a eso, por eso los proyectos no salen como hongos después de una lluvia sino que los amasamos con ellos. Entramos en un diálogo, porque a veces están con la autoestima tan baja y sin poder proyectar sueños que apelan a lo conocido: la panadería, por ejemplo. Hay que dejar tiempo para que aparezcan el deseo, el sueño, las ganas, tiene que circular información para animarse a pensar lo nuevo. Nos gusta escuchar lo que traen los pibes y pibas y nosotros también, desde la fuerza de la Carta, caminar para cambiarnos, para cambiar las condiciones de existencia, para hacer reales los sueños de vida.
Básicamente volvemos a los criterios de siempre: una pedagogía de la presencia, de la escucha, del estar, del asistir, del acompañar, donde los y las jóvenes tienen que tomar protagonismo y tienen que hacerse cargo y nosotros ser capaces de acompañarlos. Si no, el único lugar que se reserva para pensar en ellos es el de la baja de la edad de imputabilidad, victimizándolos doblemente; por ese lado no vamos a encontrar novedades salvo el encierro, que tampoco lleva a ningún salto de calidad ni cambio de perspectiva.
-Es una modalidad de trabajo realmente transversal, que toma las religiosidades y culturas de cada grupo.
-Nunca la imposición de nada. Algunos de nosotros venimos de una formación en educación popular bastante fuerte. Y eso también nos abrió la perspectiva en lo metodológico de ir siempre desde el punto de partida en que los jóvenes, en este caso, están. Y siempre intentar desinstalarnos para escuchar, no para borrar nuestro posicionamiento, porque tenemos una responsabilidad también ahí. Uno de los ejes por ejemplo es “alimentación saludable”, y ahí tratamos de meterle por ejemplo una vuelta de tuerca al tema de las harinas blancas, si podemos meterle algo más de nutriente. En cada cosa que aparece está ese intento del cuidado.
-¿Cómo es el proceso hasta llegar a los proyectos?
-En los primeros encuentros con los jóvenes trabajamos qué son las cartas para ellos: la carta que recibieron de la mamá, de la novia, aun de la justicia. Y luego vamos al mensaje de Francisco para hacerlo propio. “Cómo nos cuidamos” es la primera clave que trabajamos con los pibes: la primera Casa Común es mi propio cuerpo, la propia persona y sus vínculos cercanos y después es el barrio, y después son los desafíos de su comunidad, todo leído en clave de Laudato Si’. Poco a poco se va creando un grupo de pertenencia y también una identidad: Cuidadores y Cuidadoras apela a un sujeto histórico que es un sujeto del pensar pero también del hacer, y a los pibes les encanta hacer. Entonces aparece la práctica: visitas al barrio, salidas donde fotografiamos con los celulares a ver qué nos dice esta Casa Común, y además de la búsqueda laboral, surgen trabajos comunitarios.
Una vez que la idea del proyecto está, empezamos con las capacitaciones específicas: el momento de la gestión de proyectos y las alianzas con universidades públicas en las que se da un encuentro de saberes. En cada idea proyecto que aparece, está el desafío del cuidado. Tratamos de llevar a cabo propuestas novedosas y que efectivamente impacten en la vida de los pibes y pibas y en el cuidado del ambiente. Por ejemplo calefones solares, como los que están haciendo hoy en un barrio de La Plata a partir de un prototipo construído en el Instituto de Investigación y Políticas del Ambiente Construido (IIPAC) de la facultad de Arquitectura de la UNLP, dirigido por el arquitecto Gustavo San Juan, quien vino al barrio a contar cómo armarlo. Cuando los gurises de Paraná se enteraron, pidieron que los pibes de La Plata fueran a enseñarles a hacer calefones solares. En eso estamos ahora. La circulación de aprendizajes, de experiencias de vida también es una apuesta para nosotros. Por supuesto estamos, pero que sean ellos mismos los maestros es fantástico, es llegar adonde nos proponemos.
“Laudato Si’ denuncia al sistema neoliberal, a sus modos de producción. Disputamos la ideología de este capitalismo salvaje que provoca competencia, que propone que hay que ganar dinero a costa de jorobar a otros. No nos interesa. Intentamos ser lo más coherentes posible: Laudato Si’ invita a generar nuevas formas de relación económica, lo que para nosotros es la economía social. Tenemos que trabajar intensamente desde todos los niveles y aspectos porque el salto que invitamos a dar a los pibes es muy largo, hay que hacerlo en tramos, muy acompañados todos, y en un contexto muy complejo donde se cierran oportunidades de trabajo, o las que se abren son aquellas que buscan mano de obra barata para funcionalizar algunas megaempresas”.
-¿Hay posibilidades de convertir los proyectos en un medio de vida?
-Ya hay procesos incipientes de comercialización. Por ejemplo hay un grupo que está trabajando en el cultivo de gírgolas, que además de ser comestibles sirven para la biorremediación de aguas. Están aprendiendo a cultivarlos, en este momento justamente están adquiriendo un autoclave, la máquina que esteriliza los hongos para producir en escala. Se da un redescubrimiento maravilloso, la Hermana Madre Tierra nos ofrece oportunidades únicas si la trabajamos desde los saberes que los pueblos originarios nos han legado, desde los nuevos conocimientos de la agroecología. En todo lo que es el eje de trabajo con la tierra nos aliamos con personas y organizaciones que saben hacer el trabajo, por ejemplo con la Unión de Trabajadores de la Tierra, cuyos maestros son en su mayoría bolivianos y vienen trabajando en sus emprendimientos agroecológicos: además de saber lo hacen con un amor inmenso, y eso se transmite.
-¿Qué pasa con los adultos, se suman a los proyectos?
-Sí, por supuesto, y ese es un signo transformador que buscamos. Los proyectos que tienen posibilidad de sostenerse tienen esa doble integración y articulación, de los adultos junto a los jóvenes.
-¿A los educadores los buscan dentro de cada barrio?
-A veces son del barrio y a veces no, los talleristas a veces son del barrio y a veces no, pero los tutores siempre son del barrio porque el tutor sí es una figura que el pibe conoce y la que, si un pibe deja de participar, va en su búsqueda para ver qué le pasa. Como figura también es fuerte porque muchas veces los pibes necesitan contarle a alguien que no es el educador por lo que están atravesando. Tratamos también de armar “conversatorios” con gente proveniente de distintos espacios, una iglesia, un referente político, un empresario, porque para lograr el objetivo tenemos que trabajar intensamente desde todos los niveles y costados.
-¿Mantienen una articulación con el Papa Francisco?
-Cuando arrancamos monseñor Lugones le escribió un mail y Francisco le dijo “me gusta, adelante”, y arrancamos. Después hubo una visita para llevarle algún material y una remera de Cuidadores. La tesitura del Obispo, que me parece bien, es “bueno, caminemos, que se haga cierto cada vez”. El año que viene hay un encuentro de jóvenes en la Amazonía muy ligado con Laudato Si’, y sería muy lindo que Cuidadores de Argentina participara desde esa entidad. Soñamos con que sea un movimiento juvenil, y llegar allí con un camino hecho.
-¿Cómo llegan a los barrios?
-Lo primero es encontrar organizaciones que estén insertas en los territorios, para las cuales los pibes no sean extraños y viceversa; los chicos sienten que ahí tienen un lugar que les es familiar. Por ahí estamos en un centro comunitario en un barrio como Arseno en Alte.Brown, o en una sociedad de fomento en el barrio San Martín de Paraná, es decir, en organizaciones que ya tienen un vínculo. Algunas son de Iglesia, otras no. Después, durante unos tres meses hacemos los encuentros en los que vamos trabajando los “talleres de la Carta”.
Hay unos modelos del programa “Empleo joven” que tienen que ver con reconocer los saberes, con hacer un árbol genealógico de la historia de trabajo familiar, para ver con qué llega cada joven a la actividad y qué le gustaría hacer, porque no necesariamente porque tenemos esos saberes tenemos que elegir esa tarea sino que podemos soñar con otra cosa. Una vez que la idea del proyecto está, empezamos otro camino que son las capacitaciones específicas en relación con el proyecto, porque si queremos hacer marroquinería o queremos hacer calefones solares hay que aprender a hacerlos, entonces ahí hay alianzas con universidades, gestión de proyectos para financiar educadores y profesores: con la UNLa, con la Universidad Nacional de La Plata, de Río Negro, la de San Martín. Ese encuentro de saberes, del saber popular con el saber de la universidad, el saber de la vida cotidiana con el saber de las universidades tecnológicas, el saber de los jóvenes, el saber de los oficios y de las personas que conocen el oficio porque lo han hecho toda la vida, todo eso se entrelaza para armar esos caminos de generación de oportunidades de trabajo. Son largos, trabajosos, es una gesta. No es todo color de rosa, los pibes a veces se cansan, los tiempos que a veces ellos demandan no son los tiempos que nosotros podemos gestionar, los recursos, el financiamiento, el profe, pero apostamos a que no se vayan. Hay muchos pibes que tienen problemas de consumos problemáticos, entonces atamos vínculos con organizaciones que nos auxilien.
-¿Cómo se ponen en contacto, buscan las organizaciones o las organizaciones los contactan a ustedes?
-Las dos cosas. Hace un tiempo participamos en un proyecto de microcréditos a partir del cual se formó una red de organizaciones sociales que se extendió a todo el país. Esa red vive desde aquellos años, recreada, se ha diversificado, y con esos miles de organizaciones seguimos teniendo contacto en forma permanente. Cuando nace la idea de Cuidadores muchos de ellos estaban trabajando con jóvenes, así que muchas de las organizaciones que participan vienen de aquella experiencia. Y otras se enteraron, o se enteran por la Iglesia. Se enteran y nos llaman, y nosotros felices.
-¿Cómo financian el proyecto?
-Si el financiamiento es desde los programas del ex Ministerio de Trabajo, el que más usamos es el CIT, Curso de Iniciación al Trabajo, que durante tres meses nos aporta algún estímulo para los educadores y para los jóvenes. Y logramos con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación un acuerdo por el Salario Social Complementario: nosotros gestionamos un cupo de ese Salario Social Complementario y cuando los jóvenes hacen el proceso de definir su proyecto, empezar a capacitarse y van caminando en función del proyecto solicitamos alta del salario para sostenerlo. Aportamos a esa alianza con el Estado porque son fondos del pueblo y hay que usarlos para esas cosas. A veces contamos con recursos, por ejemplo en Santiago del Estero nos hermanamos con una organización que se llama Laudato Si’, que cuando supieron de nosotros se contactaron. No siempre nos pasa que haya organizaciones con posibilidades. Cuando no aparecen solas, las buscamos. Ahora estamos gestionando un expediente para fortalecer la capacitación específica en oficios con el Ministerio de Desarrollo Social: por ejemplo mimbrería en San Pedro, que era un oficio casi perdido que se recupera con los jóvenes, o carpintería desde la recuperación de maderas y con buenos diseños. La provincia de Entre Ríos tomó Cuidadores de la Casa Común como política pública, lo cual nos permitió crecer durante 2016 en el barrio San Martín en el Volcadero en Paraná y en Quinto Cuartel, en Victoria. Ahora Cuidadores también está en nueve localidades entrerrianas. Es muy importante que el Estado se haga cargo de un proceso que viene desde el territorio y lo potencie.
Para la creación de grupos de Cuidadores en organizaciones sociales, barriales, religiosas o de cualquier tipo en todos los rincones del país, ingresá en @cuidadoresdelacasacomun
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