El madrileño Juan Carlos Monedero Fernández es politólogo, profesor universitario, ensayista y político. Fue secretario de Proceso Constituyente y Programa del partido español Podemos, y desde 1992 es profesor en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. “El apretado triunfo del ‘no’ a la paz en Colombia abochorna a la indiferente comunidad internacional. Los que ganan con la guerra celebran”, twitteó el pasado 2 de octubre, luego del plebiscito por el Acuerdo de Paz realizado en ese país.
Ese mismo día, quien fue asesor del presidente Hugo Chávez entre 2005 y 2010, recibió la distinción de Profesor Honorario de la UNLa y dio una clase magistral en el cine universitario del campus de Remedios de Escalada. Estas son algunas de sus definiciones sobre el difícil momento que atraviesan los países de Nuestra América.
-En algún momento usted dijo que América Latina, para ser democrática, tiene que ser antiimperialista. Hoy nos enfrentamos a una situación crítica: ayer, por ejemplo, ganó el “no” en el plebiscito de Colombia. ¿Qué piensa de este presente latinoamericano?
-Estaba muy preocupado porque mi impresión es que Obama quería dejar su mandato devolviendo América Latina a su condición de “patio trasero”. Ya había penetrado dolarizando la economía cubana, con presiones golpistas en Venezuela, el apoyo al golpe de Estado en Brasil, el apoyo a Macri y sus políticas, y el gran conflicto que les faltaba solventar era el de Colombia, de la guerra con las FARC y con el ELN. Me parecía que eso también lo iban a dejar solventado. Y me preocupaba porque esto coincidía también con un reflujo de los gobiernos de cambio donde se repetía un problema que hubo en Europa: en un momento la izquierda había sacado a las mayorías de su condición proletarizada y las había convertido en clases medias y esas clases medias terminaron, dos generaciones después, votando a sus verdugos. Y parecía que aquí existía el riesgo de esa repetición.
Esa debilidad de los gobiernos de cambio se expresa de una manera preocupante en la debilidad de la integración latinoamericana. Se nota la ausencia de Chávez, de Néstor Kirchner, de Lula, que son personas que entendieron la necesidad de dejar la OEA de lado, de reforzar la integración de los países del sur, de donde viene la creación de la Unasur y de referencias incluso mediáticas como la creación de Telesur o de cosas que no terminaron de cuajar pero que eran esenciales, como un Banco del Sur.
Es evidente que en este momento el capitalismo, que es global, sigue teniendo un comportamiento netamente colonial. Es verdad que a diferencia de lo que ha ocurrido en otros momentos de la historia, ha regresado por ejemplo a Europa. Ahora mismo hay un sur en España, hay un sur en Francia, hay un sur en Italia. Y toda Grecia es un sur, y Portugal también. E Irlanda. Ese comportamiento neocolonial imperialista, que está en la esencia del modelo capitalista -porque tiene que seguir pedaleando para no caerse de la bicicleta-, se va a ajustar por el eslabón más débil. Europa ha sido débil porque no ha habido acción colectiva, y por eso ha habido y hay esas políticas de ajuste. Si en España fuerzas políticas emergentes son capaces de frenar, porque tienen fuerza, esas políticas, el sistema capitalista buscará encontrar esos ajustes y por tanto recuperar su tasa de ganancia en otros lados. La debilidad que muestra América Latina por la sustitución de unos gobernantes con una condición nacional muy fuerte, con una defensa de la soberanía, creo que deja a América Latina en una situación de disponibilidad para volver a sufrir esos elementos neoimperiales.
Hay una esperanza y es que estos quince años no solamente han sacado a 72 millones de personas de la pobreza sino que también se ha generado conciencia. Se ha alfabetizado, se ha ilustrado, y hay elementos de conciencia donde la ciudadanía, en muchos países, si bien es crítica con algunos comportamientos de sus gobiernos, eso no le echa en brazos de los políticos que quieren desmantelar lo conseguido durante esos años. Y ahora estamos en una suerte de paradoja, donde la gente que ha votado a sus verdugos, se está dando cuenta muy pronto de lo que ha hecho. Es lo que explica la acción colectiva en Argentina, en Brasil, en otros lugares del continente.
-Usted también dijo, hace un tiempo, que en América Latina hay una nueva izquierda y una vieja derecha. ¿Qué relación ve entre la actualidad de la vieja derecha y los medios de comunicación?
-Yo creo que si uno lee “El Príncipe” de Maquiavelo, o ve las reflexiones de Marx después del fracaso de la Comuna de París, está claro que el poder siempre tiene herramientas para mantener o recuperar el poder. Y si bien hay fuerzas políticas que a veces más por azar que por méritos propios son capaces de ocupar los palacios de gobierno, la capacidad que tienen los desalojados de regresar es muy alta porque tienen los bancos, tienen los medios de comunicación, tienen las universidades, tienen los funcionarios, tienen las relaciones internacionales, tienen prácticamente todo. Y por tanto si tú no haces una política democrática que refuerce tus posibilidades de cambio, no duras nada. Un gran elemento en este siglo XXI tiene que ver con que nuestras sociedades están saturadas audiovisualmente. Hay una sobrecarga informativa que curiosamente genera el efecto contrario, que es que en vez de informar, logra que nada deje huella reflexiva. De manera que la derecha tiene la posibilidad de colocar determinadas matrices de opinión que quedan como un hecho incontrovertible: “todos son iguales”, “todos roban”, “Dilma fue corrupta”, “Cristina permitió la corrupción” (cuando lo que es evidente es que la familia Macri le debe 900 millones a la seguridad social, y eso sí es incontrovertible). Ese control de los medios de comunicación se corresponde con este siglo XXI fragmentado, este siglo XXI donde la caída de la Unión Soviética ha debilitado la conciencia ideológica, que ha sido sustituida por un supuesto pensamiento técnico, especializado, que te evita construir el conjunto. No en vano, el modelo neoliberal ha insistido en que no aprendamos historia, en que desaparezcan de los curricula asignaturas como filosofía, como sociología: porque es una forma de tenernos aislados y a merced de la interpretación que nos brinden ellos.
-Cuando hablamos de los problemas actuales de desintegración latinoamericana, entre nosotros estamos todos de acuerdo. Pero hay pueblos que evidentemente continúan sujetos a lo que les dictan los medios de la vieja derecha. ¿Cómo hacer para revertir esa situación?
-Yo creo que hay actuaciones en el corto plazo, en el medio y en el largo. Los gobiernos de cambio en el corto plazo tienen que garantizar la vida de la gente con urgencias. Y entonces hay que satisfacerlas con el riesgo de que esa persona a la que se le están solventando sus necesidades materiales igual no se de cuenta de que su voto es necesario para poder seguir manteniendo esas políticas públicas redistributivas. Por eso a mí me gusta mucho Gramsci. Tenemos que entender que el Estado es sociedad civil y sociedad política, es decir que el funcionamiento de las instituciones públicas también se reproduce en la sociedad. En la victoria del “no” en Colombia han estado muy activas las jerarquías de la iglesia católica y de la iglesia evangelista. Igual que los medios de comunicación. Mientras que el Estado, en teoría, estaba a favor del “sí” y ha perdido. También es un ejemplo de cómo hay en la sociedad civil fuerzas capaces de doblarle el brazo incluso al Estado. Por eso cuando tú crees que has ganado el gobierno y con eso has ganado el poder, te estás engañando. Tú puedes entrar a los palacios de gobierno y no tener el poder. El poder está en otro lado. En los bancos, por ejemplo. Incluso, unos funcionarios del Estado pueden estar boicoteando tu trabajo. Por eso yo creo que un gobierno que quiera transformar, no tiene que gestionar mejor lo que existe. Lo que también tiene que hacer es empezar a abrir posibilidades de cosas alternativas que no existen y que son creativas. Creo que una de las cosas importantes, por ejemplo, del proceso de paz (que estoy convencido de que al final tendrá lugar) era inventarse algo que no estaba en el ángulo desde el cual se estaba mirando. Inventar una nueva dimensión. Es una dimensión de la justicia retributiva. Bueno, pues ahí tienes algo que no estaba siendo observado y que de repente, cuando lo observas y lo inventas, se te abren vías que eran inéditas. Si tú quieres gestionar los partidos de la manera tradicional, y los parlamentos siguen funcionando con su lógica parlamentaria y su ley de parlamento tradicional, y la lógica legal y legislativa es la misma, y los medios de comunicación son los mismos y con la misma manera de atrapar al público entreteniéndolo, distrayéndolo y no dándole herramientas para que le parezcan intolerables algunas cosas, si tú haces lo mismo pues vas a sacar el mismo resultado. Por eso yo creo que los gobiernos de cambio tienen que hacer el esfuerzo de inventar. Lo dijo Simón Bolívar: “o inventamos, o erramos”.
-Acaba de dar una clase magistral frente a un auditorio lleno de jóvenes, con muy buena recepción, en una universidad “nueva” como la de Lanús. ¿Cómo siente esta experiencia?
-Que te de una mención una universidad siempre para un profesor es muy hermoso. Pero antes de venir aquí he pasado por una agrupación popular vinculada a la Universidad de Lanús donde -están haciendo emprendimientos alternativos, donde están intentando construir empresas sin patrón, donde están intentando construir comunidad, y se sienten vinculados a esta universidad. En general las universidades están vinculadas a las farmaceúticas, al Banco Mundial, a las grandes empresas; entonces que la universidad realmente sirva al pueblo que es quien la financia es muy hermoso. Yo, en esta América del Sur, me siento en casa. Creo que sois parte de mí y me hacéis sentir que yo soy parte de vosotros y creo que eso me ensancha en todos los ámbitos. Lo que pienso sería imposible que lo pensara sin mi relación con América Latina. Incluso lo que pienso sobre mi propio país. Entendí España en mi estancia en Alemania y mi estancia en América Latina. Hoy por ejemplo, que España también está siendo rehén de ese neocolonialismo neoliberal, lo puedo entender mucho mejor al conocer el dolor histórico acumulado de América Latina y para mí es muy importante actualizar algo que sé: que la lucha de nuestros pueblos es la misma. Estoy absolutamente convencido de que la suerte de Europa va a acompañar en este siglo XXI a la suerte de América Latina. Y viceversa. No me represento un gobierno progresista en España que se desentienda de la suerte de este continente igual que estoy absolutamene convencido -porque lo he visto-, de la solidaridad que se construyó en América Latina entre diferentes gobiernos que antes tenían problemas y que de repente se convirtieron en hermanos. Me ha dado siempre mucha envidia esta realidad reciente de América Latina gracias al presidente Chávez, a Lula, a Néstor, a Cristina, y que los ciudadanos de América Latina supieran el nombre de los presidentes de otros países, cosa que si preguntas en Europa nadie sabe. Y aquí era una señal de que sus presidentes se sentían cercanos aunque fueran brasileños, venezolanos, ecuatorianos, bolivianos. Y eso es hermoso porque es verdad que tenemos tantas cosas en común.
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