“Desde fines de 2015 a noviembre de 2016, más de 230.000 trabajadores perdieron su empleo o fueron suspendidos en Argentina”. Con esta frase se inicia la investigación “Despidos masivos en Argentina: caracterización de la situación y análisis del impacto sobre la salud física y mental (2015-2016)” realizada por especialistas pertenecientes a diversas universidades y organismos públicos[1], que tuvo como objetivo dar un primer panorama del impacto de los despidos masivos sobre la salud física y mental de la población. En la misma participaron las investigadoras Miriam Wlosko y Cecilia Ros que coordinan el Programa de Salud y Trabajo perteneciente al Centro de Salud Mental “Mauricio Goldenberg” del Departamento de Salud Comunitaria de la UNLa, junto a otros notables especialistas como Julio César Neffa del Ceil-Conicet, Demian Panigo del Citra-Conicet, Hernán Letcher de la Universidad de Avellaneda, Julia Strada de Flacso y Patricia Rivero del Conicet.
En entrevista con Viento Sur, Miriam Wlosko y Cecilia Ros alertan que el país se encuentra ante un “severo problema epidemiológico” que podría dar lugar a daños “potencialmente irreversibles”.
-¿Cuál fue la hipótesis que disparó la investigación?
Ros: Es importante aclarar que hace tiempo que venimos trabajando con estos lineamientos en el campo de la salud mental, en el marco del Programa Salud y Trabajo del Departamento de Salud Comunitaria de la UNLa y que la investigación surge en este contexto.
Wlosko: Puntualmente esta investigación está relacionada con los despidos masivos acaecidos en los últimos 15 meses en la Argentina y su impacto sobre la salud física y mental en individuos y colectivos. Para ello, hemos considerado importante juntarnos con investigadores de otros espacios a fin de realizar un trabajo conjunto que contribuya al análisis de esta grave problemática. De este modo se llevó a cabo junto con investigadores pertenecientes a otras organizaciones un estudio que pretende realizar un primer acercamiento cuantitativo a la pregunta por el impacto de los despidos en la salud/salud mental. A fin de complementar este primer estudio ahora hemos iniciado en la UNLa un nuevo estudio cualitativo sobre el mismo fenómeno.
Para realizar el estudio hemos partido de los datos aportados por gran cantidad de investigaciones realizadas en otros países, acerca de que las políticas de ajuste neoliberal poseen un gran impacto no solo sobre la persona despedida, sino también sobre la familia y la comunidad. Los despidos no solo impactan en los afectados directos sino también en quienes permanecen en la empresa en la que otros han sido despedidos: los “sobrevivientes” -tal como se los denomina en la literatura específica- también padecen un gran impacto en la medida en que deben soportar seguir trabajando en condiciones frecuentemente más precarias y flexibilizadas, a veces incluso con disminución del salario. Los despidos y la precarización tienen como propósito el disciplinamiento de los trabajadores, y esto se logra a través de despidos y de modalidades de gestión en las organizaciones de trabajo que apelan a la amenaza de despido y/o a la utilización del miedo como estrategia managerial. Es lo que estamos actualmente comenzando a investigar.
-Volviendo a los datos del estudio realizado, ¿quiénes formaron parte del estudio? ¿Cómo se compuso la muestra?
Ros: La información de esta primera investigación fue obtenida mediante un cuestionario que fue difundido y completado online a través de su circulación en diversas redes de organizaciones y espacios sindicales. Dicho cuestionario –que fue respondido de manera espontánea por más de 450 personas-, incluye un instrumento elaborado por la Organización Mundial de la Salud (SRQ) que permite un sondeo de sintomatología autorreferida sobre salud y salud mental. Estas escalas ya habían sido utilizadas por Demian Panigo en un estudio similar en la década del ‘90. Muchos de los que respondieron fueron compulsivamente despedidos, tenían mucha antigüedad en su puesto de trabajo, sin tratarse en estos casos de cargos políticos como se ha dicho públicamente, por lo que el impacto del despido fue inesperado y traumático para ellos.
-¿Cuáles son los resultados más significativos que se obtuvieron en el estudio?
Wlosko: Los datos obtenidos muestran que prácticamente se triplica la percepción de problemas de salud mental entre los que forman parte de esta muestra. Al interior de esta población, los trabajadores del sector público fueron los más afectados en términos de salud mental (218% de deterioro entre diciembre y septiembre de 2016), mientras que los trabajadores de la economía social (cooperativas) aparecen más damnificados en términos de salud física, con un deterioro de dicho indicador que supera en un 40% al del promedio de la población. A su vez, llama la atención que las personas que podríamos ubicar en la “clase media” (entre el tercer y cuarto quintil de ingresos) perciben un empeoramiento mayor de su salud mental (de 209% y 274%, respectivamente), en contraposición con los despedidos de menores ingresos (quintiles 1 y 2) cuyos indicadores se incrementan por debajo de la media.
-Estos resultados sugieren que la desocupación en grupos con mayor nivel educativo afecta la percepción de su salud mental, mientras que en los sectores con menor nivel educativo, la repercusión influye sobre su salud física. ¿Por qué?
Ros: En efecto, entre los resultados obtenidos vemos que en materia de salud mental los más afectados por los despidos es la población con estudios superiores completos, mientras que quienes experimentan el mayor deterioro en materia de salud física son los trabajadores despedidos con menores niveles educativos.
Wlosko: Respecto de este punto es necesario señalar que el estudio sobre las percepciones es un asunto complejo, dado que está en juego cómo y quién percibe su salud, y cómo acomoda dicha percepción a su realidad. En este aspecto, diversos estudios coinciden en que los sectores más vulnerables suelen percibir su propia salud como buena y que esto se debe –entre otros factores- a la necesidad de “tener que” estar sano para poder seguir trabajando. La percepción de la propia salud no se da del mismo modo en un trabajador de clase media con cierto nivel educativo que en un trabajador de la construcción en condición de informalidad. Para estos últimos, dado que un impedimento físico es vivido como un problema que inhabilita para trabajar, es más usual que niegue su percepción.
Ros: En términos de expectativas y oportunidades, quienes perciben que hay condiciones a las que no pueden acceder, naturalizan el estado en el que se encuentran viviendo. Con el campo de las expectativas restringido, la autopercepción se halla limitada, por eso es que el nivel educativo es una variable significativa en este tipo de investigaciones.
Wlosko: Los despidos se han ejecutado violando aspectos elementales del contrato de trabajo, lo que es grave. Se ha despedido a mujeres embarazadas, enfermos, personas con mucha antigüedad. Se ha despedido sin preaviso, sin causa justa y en muchos casos apelando a la violencia. Este modus operandi no es anecdótico: no se trata solamente de despedir gente y de hacerlo masivamente, sino de exhibir públicamente este desconocimiento impúdico de la ley. Se trata al mismo tiempo de legitimar discursivamente la humillación y el escarnio de quienes son despedidos por medio de argumentos del tipo “son haraganes”, “no trabajan”, “viven del Estado”, “son ñoquis”. Hablamos de disciplinamiento porque al despido en sí hay que sumarle la humillación pública. Es una suerte de guerra psicológica que se libra no solo con quienes fueron despedidos sino con los que aún permanecen en sus puestos de trabajo; y en rigor, con la sociedad toda.
Ros: Este “shock” se dio sobre todo en los primeros seis meses, de la mano de argumentos disciplinantes que vienen repitiéndose en toda América Latina. La idea de que el Estado es algo que hay que achicar, reestructurar, está en la base misma de la aplicación de políticas neoliberales.
-En el marco teórico de la investigación se habla de despido y de desempleo. ¿Qué diferencias hay entre ambos términos?
Wlosko: El despido alude a una decisión unilateral: es el empleador el que pone un fin a la relación con el trabajador, mientras que el desempleo se refiere a un estado respecto del mercado de trabajo. El despido es un acontecimiento puntual y traumático, no solo por la inseguridad económica que suscita, sino también por la vulnerabilidad psicológica que genera. Todos tenemos en claro lo que significa socialmente ser alguien que no tiene trabajo. Muchos estudios han investigado el fenómeno del desempleo, sobre todo abordándolo en personas desocupadas por largos períodos de tiempo. Estos estudios coinciden en que el empleo de larga duración genera un impacto muy fuerte en la salud mental de la población. Pero se trata de un fenómeno que hay que diferenciar del de los despidos, los que, por supuesto cuando son masivos, violentos y estigmatizantes, también traen graves consecuencias para la salud y la subjetividad.
-¿Qué magnitud tiene el desempleo en nuestro país?
Ros: Desde diciembre de 2015 a diciembre de 2016, contabilizamos más de 190.000 despidos y cerca de 40.000 suspensiones. Aunque hoy en día la mayor parte de los despidos se llevan a cabo en el sector privado, la ola inicial de despidos masivos se ejecutó en el sector público, incumpliendo las leyes constitucionales que amparan al trabajador y justificando dicha acción sobre la base de argumentos estigmatizadores respecto de los empleados públicos. A la luz de este primer sondeo, podemos afirmar que la primera ola de despidos -que aconteció entre diciembre 2015 y julio 2016- puso en evidencia un impacto importante en la autopercepción de la salud y la salud mental. A quienes respondían el cuestionario se les solicitó que compararan algunos aspectos de dichas percepciones (al momento de responder el cuestionario y 6 meses atrás). Esto permitió identificar una diferencia crecientemente negativa en los indicadores vinculados a la salud mental entre ambos períodos de tiempo.
Wlosko: A su vez, la autopercepción de empeoramiento de la salud mental por parte de los trabajadores despedidos encuestados, se da con mayor frecuencia en mujeres mayores de 45 años con nivel educativo elevado, jefas de familias numerosas, monoparentales, despedidas de organismos públicos, con los conocimientos adecuados para el puesto en el que se encontraban. Otra cuestión impactante que hemos visto, es que 1 de cada 6 encuestados menciona que ha pensado en suicidarse. La “ideación suicida” es un indicador que suele estar presente en muchos instrumentos epidemiológicos y clínicos, pero que no implica que las personas se vayan a suicidar; más bien indica tendencias depresivas que en este caso podrían estar en relación con el despido.
-Desde el punto de vista de las personas que han sido despedidas, ¿cómo se remonta esta problemática?
Wlosko: Es preciso intentar romper el aislamiento que impone la situación. En la Argentina hubo experiencias importantes de organización popular que podrían rescatarse y ponerse en práctica. Es preciso hacer propuestas con cierta rapidez ya que el que se queda sin trabajo se queda también sin cobertura social, lo que probablemente tenga gran impacto a nivel de la salud de la población. A su vez, diversas investigaciones muestran que la intervención oportuna con los despedidos y/o sobrevivientes puede prevenir situaciones de depresión y suicidio. Es preciso ofrecer espacios de contención y al mismo tiempo es necesario trabajar con las organizaciones sindicales y colectivos de trabajadores/as, ya que todas estas estrategias de disciplinamiento tienen por objetivo desarticular los vínculos entre las personas e instalar la desconfianza, el miedo y el retraimiento.
[1] La investigación fue realizada por Demian Tupac Panigo (CITRA-CONICET/UMET, UNLP y UNM); Miriam Wlosko (Programa de Salud y Trabajo, UNLa); Cecilia Ros (Programa de Salud y Trabajo, UNLa); Julia Strada (CEPA y FLACSO ); Hernan Letcher (CEPA y UNDAV); Julio César Neffa (CEIL-CONICET, UNLP y UBA), y Patricia Rivero (CEA-FCS-UNC, CONICET).
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