Didi Grau nació en 1955 y vive actualmente en Banfield. Es escritora e ilustradora de cuentos para chicos, propios y de otros autores. Fue distinguida en tres oportunidades con el Premio Destacado Alija, que reconoce a las obras más importantes de la literatura infantil y juvenil de nuestro país. Sus obras integran el Plan de Lectura de la Ciudad de Buenos Aires, la lista The White Ravens de la Biblioteca Juvenil Internacional de Múnich, y el Banco del Libro de Venezuela.

Estudiaste plástica, pero sos escritora. ¿Sos una especie de collage?

Un collage de montones de cosas, siempre me gustó escribir y también dibujar, y me decidí por Bellas Artes. Estudié Geología, duré tres meses porque había materias científicas, así que cuando dejé le dije a mi papá (que quería que la siguiera estudiando): “Te prometo que voy a dibujar piedras”. Y así fue. En las ilustraciones de mis cuentos, podrás verlas. Es parte de una escenografía como en Alicia en el País de las Maravillas. Leí Alicia, y otras cosas de Lewis Carroll, un tipo super inteligente, quien usa el juego de palabras, cosa que me encanta. La obra de Carroll tiene cosas que se relacionan con mi universo.

Tu libro “¿Y la luna dónde está?”[1] nos llamó la atención por lo onírico y la calidad de los dibujos. ¿Cómo es ese universo de Didi?

En esa historia hay una nena que se pregunta dónde está la luna y siempre está la prima —en este caso la prima Elisa— que le explica. Tiene que ver con mis miedos infantiles, porque cuando era chica tenía miedo a la oscuridad; estaba acostada y quería que no se me viera nada y sentía que si sacaba la cabeza iba a aparecer una cosa horrible, un monstruo. Traté de que, a través de las imágenes, ese libro tuviera una atmósfera de paz, para que los chicos no tuvieran miedo.

Te llama poderosamente la atención la luna…

Yo soy más diurna que nocturna. Disfuto mucho del día porque se pueden ver más cosas.

Necesito observar. Una escritora y una ilustradora, como es mi caso, tiene que ser más observadora y escuchadora que habladora. Los escritores están siempre apoyándose en algo que leyeron, copiando. Hay que observar y tomar notas.

En una entrevista definiste a la poesía como “un estado del alma”, ¿cómo es eso?

La poesía es una forma de ver las cosas, de estar en el mundo. Cuando uno observa con ojos de mirar y ver, uno ve, por ejemplo, a una nena que está mirando la sombra del tilo y ve muchas cosas en las hojas del árbol, ve que cambian de color y se queda observando ese árbol, y me parece que eso es también poesía, porque la gente pasa y le parece muy raro: ¿qué está mirando esa nena? Todos están apurados y nadie se fija en ese árbol, pero ella sigue observando y sigue viendo mundos. Y me parece que eso es poesía, ver lo que otros no ven en las cosas.

Es probable que uno piense que a los chicos nos les va a interesar la poesía. Sin embargo, se han hecho experiencias en distintas escuelas de decir poemas con susurradores y los chicos se entusiasmaron y no solo les gustaron, sino que las aprendían.

Yo  leo más otras cosas que poesía, tengo miedo de no entenderla sobre todo si es para adultos. A veces parece que algunas poesías son muy cerradas. Y en ese caso, si empiezo a leer un libro y no me gusta, no lo sigo.

Tengo muchos textos escrito en rima, tal vez demasiados, entre teatro y poemas, y la verdad es que a la hora de escribir un diálogo o un poema, la rima lo hace más llevadero, te ayuda a contar la historia. Pero me pasa que, acostumbrada a la rima, me cuesta escribir un poema de verso libre, aunque a veces lo logro y es un placer. Para mí, rimar un poema no se trata solo de escribir la palabra que rime, sino de poner el oído a la musicalidad, de buscar hasta encontrar la palabra que rimando le otorgue la cadencia que el poema necesita para “volar”.

¿Cuándo “vuela” el poema?

Cuando hablo de cadencia, hablo de musicalidad o sonoridad. Cualquier palabra que rime no es lo mismo. Cuando digo volar me refiero al vuelo poético, a la belleza que adquiere una palabra no por sí misma sino por estar ubicada en el lugar preciso.

¿Utilizás rima en tus libros de teatro?

Tengo dos libros de teatro publicados (uno es una adaptación de cuentos de Nicolás Gogol y el otro, una adaptación de cuentos clásicos), cuyos diálogos están escritos en rima. Si me preguntan ahora por qué acudí a la rima en estas piezas de teatro, puedo decir que la rima me facilitó la escritura de los diálogos y les dio un tono humorístico. Ya publicados se me ocurrió que si trataban de teatralizarlos era quizá engorroso memorizar la letra por esto de la rima. A lo que un editor (Alejandro Palermo, en ese momento en Kapelusz) muy gentilmente me tranquilizó: él opinaba que, al contrario, la rima lo hacía más sencillo de memorizar.

En estos días, gracias a unos comentarios que me hizo una persona que sabe mucho del tema, me di cuenta de que todo lo que digo más arriba tiene que ver con mi trabajo, con mi oficio. Esos textos rimados están hechos pensando en su publicación, pensando en la producción, de la que vivo. Son ocurrencias, juegos, como decía, que me divierte hacer, porque lo hago como “de taquito” y encima me pagan por eso. Redondeando: la Didi de la entrevista es más que nada la autora de “oficio”, porque claro, en la charla nos basamos en lo que tengo publicado. Pero la voz y la mirada que más me representa (o que siento más mía) está en algunos textos no publicados todavía y en mi obra plástica poco conocida.

¿Qué es lo que más te gusta del teatro?

Tengo publicados dos libros de teatro para chicos. Siempre pienso que mis libros los pueden leer los adultos. Me gusta escribir teatro y leerlo. Uno de los autores que me encanta y me hace reír (yo necesito mucho reír porque hace muy bien), es Moliére.

En tu blog[2], nos llamó la atención que propongas ideas para que otros trabajen con ellas si lo desean, lo cual me pareció muy generoso. ¿Cómo es esto?

Siempre me parece que si yo coordinara un taller, me gustaría proponer ideas mías para ver qué hace la gente con eso. Me gustaría jugar, si me dieran eso para jugar, y si yo lo hiciera me encantaría.

Una de las propuestas es mover las imágenes, como si fuera una coreografía…

Hace mucho ilustraba haciendo collages. Vas moviendo los papeles hasta componer una imagen. Es un juego muy divertido. Tiene que ver con la coreografía, me hubiera gustado ser bailarina de danza teatro. Cuando escribo obras de teatro me imagino como directora de la obra, explicando a los personajes los movimientos. ¡Me gusta tener la batuta!

¿Corregís mucho lo que hacés?

Sí, corrijo mucho. En algún momento hay que parar porque si no, seguís corrigiendo para siempre. A veces tengo un encargo de una editorial, ahí paro de corregir. Pasando el tiempo, uno tiene otra forma de ver las cosas, y te alejás del texto; cuando volvés, ves algo que no veías antes, porque cuando estás muy encima no lo ves, y al alejarte lo ves con los ojos de otra persona.


[1] ¿Y la luna dónde está?, Editorial del Eclipse, Buenos Aires.

[2] didgrau.blogspot.com

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