“El fútbol y la patria están siempre atados”, escribió hace algunos años Eduardo Galeano (1950-2015) y, tan sólo unos párrafos más adelante, el escritor oriental igualó a “La Patria” con “El Pueblo”. “Fútbol y pueblo”, entonces, es una síntesis brillante que bien le podría caber a Diego Maradona. Hoy no sólo se cumplen 35 años del partido que catapultó al “10” al estrellato futbolístico, al olimpo de los dioses deportivos. Es también el primero con él ausente en esta tierra y eso hace que muchos vean al almanaque con los ojos empañados por las lágrimas. En este caso, ese “muchos” no es arbitrario: durante todo el día, millones rememoran el 22 de junio de 1986 desde Fiorito a Nápoles, en París y seguramente en Daca, la capital de Bangladés. 

Aquel partido, bajo el sol inclemente de la Ciudad de México es memorable por lo que pasó dentro del rectángulo verde y por su íntima conexión con Malvinas. Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz (1780-1831), un militar y estratega bélico, pasó a la historia por la frase “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Aunque no vivió en tiempos de Maradona, de haber visto aquel Argentina-Inglaterra, podría haber concluido que “el fútbol es la continuación de la política y de la guerra por otro medios”.

Pese a que antes de que se jugaran los 90 minutos por los cuartos de final de aquel mundial Carlos Bilardo les prohibió a los jugadores nacionales hablar del tema con la prensa, la arenga del “10” en los pasillos del Estadio Azteca fue fulminante: «Vamos eh, vamos que estos hijos de puta capaz nos mataron a un vecino, capaz nos mataron a un familiar”.

El propio Víctor Hugo Morales, que había evitado cualquier alusión bélica durante todo el cotejo, luego del pitazo final sintetizó lo que muchos sentían en ese momento: Le ha ganado Argentina a Inglaterra. Y lo voy a decir una sola vez y Dios me perdone, porque no es un golpe bajo. Por todos los pibes que no pueden gritar esta victoria, Argentina 2 – Inglaterra 1”.

El partido tuvo entonces esa connotación innegable. Maradona quedó verdaderamente inmortalizado como un vengador, trascendiendo su carrera y su vida hasta el fin de los días, con dos goles tan distintos como distintivos. Claro es que el segundo es una obra de arte, magnífica, un prodigio deportivo de difícil repetición. Pero el primero, el de la mano, fue el más importante porque es un hecho político que convierte a Diego en una bandera insurreccional.

Si la política es una dimensión de lo humano, si la política está presente en todo, también está en el deporte. En el fútbol se encuentra su expresión más primigenia, en la que se enfrentan los poderosos y los subalternos, los dueños contra los desposeídos. Demás está decir en qué lugar se ubicaban los representativos nacionales de Argentina y de Inglaterra en 1986. Es verdad, en el deporte muchas veces ganan los “débiles” pero, en aquel  juego, en esa guerra de 90 minutos, el más pequeño -aquel de origen más humilde- logró lo improbable: enfurecer al rival hasta límites imperdonables y maravillar a todos.

El segundo de los goles, el que hoy se repetirá hasta el cansancio acompañado por la voz desgarrada de un relator uruguayo que termina hablando de un “barrilete cósmico” es el que todos, incluso los rivales, aplauden: Hay que entender que el campo de juego del Azteca era horrible, y hacer lo que hizo, gambetear jugadores como si no estuvieran, fue lo más cerca que estuve en mi vida de sentir que tenía que aplaudir a otra persona haciendo un gol”, confesó el delantero inglés Gary Lineker.

Pero el primero es política pura. El poderoso, en este caso el inglés, puede aplaudir y elogiar la destreza y el arte de un subalterno, como lo hizo Lineker, pero no puede permitir(se) que aquel que nació para servir(lo), que el destinado al rol de partenaire en la historia, recurra a la picardía para sacarle ventaja y, para colmo, que no pida perdón. “Lo que no me gusta es que nunca se disculpó. Nunca, en ningún momento dijo que había hecho trampa y que le gustaría pedir perdón. En cambio, usó su línea ‘Mano de Dios’. Eso no estuvo bien”, dijo el arquero inglés, Peter Shilton, quien también quedó inmortalizado el 22 de junio de 1986, en los dos goles, haciendo el ridículo.

Maradona nació en la humildad de una familia pobre en un país que, para la metrópolis, ocupa el lugar de la periferia. Inglaterra, con su diplomacia, supo tejer cómodas relaciones comerciales con la oligarquía argentina, llegando a suscribirse entre ambas partes lo que Arturo Jauretche (1901-1974) calificó como verdaderos “estatutos legales del coloniaje”. Tal vez solo el peronismo de posguerra, con su matriz industrializadora, había sido un verdadero impedimento en esos planes. Malvinas, la causa nacional con más arraigo popular, había desembocado en una guerra cuyo resultado había sido la victoria de la Task Force británica. Es en esa cadena de sucesos donde se inscribe el primer gol: alguien del fin del mundo burla al poderoso y no pide perdón.

Maradona salta y siendo enano le gana al gigante inglés, lo hace con la mano, a la vista de todos. Se lo celebró en Argentina por los chicos de Malvinas pero también en cada lugar en donde el imperio británico puso su pesado pie. Más arriba se nombraba a Bangladés -un país distante 17 mil kilómetros respecto de la pampa- que, por culpa de los militares de su Graciosa Majestad, vio morir en la Segunda Guerra Mundial a tres millones de personas de hambre. Allí, según relata la National Geographic[1], los partidos de nuestra selección son seguidos con fervor inusual desde que Diego humilló a la escuadra inglesa. En Francia, durante las revueltas del año pasado para rechazar una ley de seguridad[2], se pudo ver a manifestantes con banderas del 10 argentino como estandarte de rebeldía. Frente al Arco del Triunfo, pasó a compartir espacio con su admirado Che Guevara como símbolo de los que se enfrentan a los poderosos esperando poder burlarlos, aunque sea un rato, para tomar el cielo por asalto, tal como hizo el chico nacido en el margen del mundo, una tarde de junio bajo el tórrido sol mexicano.


[1] https://www.ngenespanol.com/traveler/por-que-en-banglades-aman-a-argentina/amp/

[2] https://www.ambito.com/deportes/maradona/protesta-francia-lleva-la-imagen-una-bandera-n5151666

Bibliografía consultada

Galeano, Eduardo (2015). El fútbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores

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