El 22 de abril de 1985 —y a poco menos de dos años del retorno a la democracia— comenzó en la Argentina el Juicio a las Juntas, que sentó en el banquillo de los acusados a los integrantes de las tres primeras juntas militares que gobernaron el país desde 1976 hasta 1982. El Juicio marcó un hito histórico en la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia debido a que logró que los responsables del terrorismo de Estado fueran enjuiciados y condenados.
Para profundizar acerca de la importancia e impacto que tuvo este hecho, charlamos con Rosario Álvarez Garriga, docente investigadora del Instituto de Justicia y Derechos Humanos de la UNLa.
¿Qué significó el Juicio para la época?
El Juicio sirvió para corroborar el carácter sistemático de la represión, algo que se probó durante todo el proceso y la sentencia. También, permitió recolectar información que dio lugar a que se hicieran nuevos juicios con respecto a los cuadros medios y ejecutores directos del plan represivo. De hecho, no se juzgaron todos los hechos documentados, sino que se seleccionaron 281 casos paradigmáticos y se tuvo como base lo que había quedado documentado en el informe de la Conadep. Esto fue el inicio de lo que debería haber sido un largo proceso de Justicia, que se vio interrumpido por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los decretos de los indultos.
Ahora, si lo miramos en retrospectiva, el Juicio fue un hecho sin precedentes porque fue la primera vez que se juzgó “en casa” a los responsables máximos de violaciones masivas y sistemáticas a los Derechos Humanos, que pueden ser caracterizadas como “crímenes de lesa humanidad”. Si uno analiza los antecedentes, como el juzgamiento a los jerarcas nazis o nipones, puede advertir que fueron condenados por tribunales internacionales creados por los Estados aliados y vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Este juicio fue nacional, con reglas de juego locales y por eso fue único para la época.
¿Cuál fue el rol de los familiares y sobrevivientes?
Yo diría que fue clave en ese Juicio y en todos los procesos penales abiertos a lo largo y a lo ancho del país. El activismo y los testimonios de los sobrevivientes fueron fundamentales para reconstruir todo el accionar represivo, que fue totalmente clandestino porque antes de que los militares abandonaran el poder mandaron a destruir toda la documentación vinculada con esos hechos, que finalmente no se hizo en su totalidad. Y los familiares también fueron importantes por sus testimonios sobre los desaparecidos/as, porque contaron cómo se los llevaron, qué vestimenta tenían los secuestradores y todas las acciones que posteriormente realizaron para encontrar con vida a sus familiares.
¿Creés que los testimonios fueron una luz sobre lo que muchos argentinos no veían o no quisieron ver?
Puede ser, pero conviene hacer algunas aclaraciones. El Juicio a las Juntas se transmitió por televisión, pero no tenía audio. Mucho tiempo después se pudo acceder a ese material, es decir, conocíamos lo que pasaba en la sala de audiencias a través de lo que se conoció como El Diario del Juicio, que reunía testimonios y pruebas de quienes declaraban. Era una publicación semanal y contenía como un resumen de lo que pasaba. Sí me parece que lo novedoso fue la incorporación del Poder Judicial como un actor más que se sumó a la interacción de los actores en juego y que legitimó aquello que venían denunciando y sosteniendo los organismos de Derechos Humanos. Recordemos que los militares lanzaban campañas de descrédito hacia las denuncias de estos organismos.
¿Considerás que este Juicio fue un hito en la lucha de los organismos de Derechos Humanos?
Sí, en Argentina no puede ser pensado de otra manera.
¿Cuál es la relevancia de este Juicio a más de 35 años?
Considero que es histórico porque enjuició y condenó a los máximos responsables del terrorismo de Estado y ese juzgamiento se hizo a poco de finalizar la dictadura cívico-militar, lo que tiene un valor inestimable. Por otro lado, creo que fue un punto de inicio en el camino de justicia, que luego se vio obturado por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los indultos. Todo eso trajo consigo pendientes que pudieron ser subsanados a través de distintas acciones y estrategias llevadas adelante por los organismos de Derechos Humanos, tanto de manera nacional como internacional. La lucha, el reclamo y la reivindicación hicieron que no se lograra aquello que los militares y responsables civiles querían que era dar vuelta la página de lo ocurrido. Eso se lo debemos a la lucha incansable de los organismos.
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