“Admirador confeso de Carlos Gardel, Anthony Quinn visitó Buenos Aires dos veces, en 1992 y en 1997. En su primera visita, la más larga, presentó un espectáculo unipersonal en el Teatro Coliseo y expuso en el Centro Cultural Recoleta sus esculturas, dibujos y grabados”, reza un informe del diario Clarín. El caso es que esa primera vez, Anthony Quinn estuvo en la Argentina en épocas de Menem y presentó una obra plástica suya en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, entonces dirigido por el escritor y respetadisimo crítico de arte Miguel Briante, una pluma valiosa del diario Página/12.
También posó y actuó de manera gratuita y desinteresada para un spot publicitario para la campaña del PAMI que por entonces normalizaba y presidía la siquiatra y sanitarista Matilde Svatetz de Menéndez, más conocida por “Matilde Menéndez”[1].
La “Comisión de Dilettantes”
Para que se comprenda ciento por ciento esta historia tengo que remontarme a unos años antes, a 1986, cuando Antonio Cafiero se presenta como candidato a Gobernador por la provincia de Buenos Aires y es elegido en un triunfo memorable.
Al mismo tiempo triunfaban José Octavio Bordón en Mendoza, Jorge Busti en Entre Ríos, José Manuel De la Sota en Córdoba, Danilo Baroni en Chaco, Vicente Saadi en Catamarca, Néstor Perl en Chubut, Vicente Joga en Formosa, Ricardo de Aparici en Jujuy, Néstor Ahuad en la Pampa, Carlos Menem en La Rioja, Julio César Humada en Misiones, Hernán Hipólito Cornejo en Salta, Adolfo Rodríguez Saá en San Luis, Ricardo Jaime del Val en Santa Cruz, Víctor Reviglio en Santa Fe, César Iturre en Santiago del Estero y José Domato en Tucumán. Era el fin del alfonsinismo y del “tercer movimiento histórico” declarado en la Argentina. Alejandro Dolina, en la madrugada del triunfo peronista, saliendo del centro de cómputos y señalando el kiosco de diarios de la esquina de Corrientes y Talcahuano comentaba “Yo soñé que una noche compraba un diario en ese kiosco y la primera plana decía EL PERONISMO TRIUNFA EN TODO EL PAÍS”. Su sueño y el de tantos compañeros y compañeras se había hecho realidad después de la derrota del 83, que algunos compañeros todavía ponen en duda si fue legitima o no.
Durante el Alfonsinato solíamos juntarnos con el “Negro” Dolina, con Gerardo Vallejo, Any Ventura, Helena Goñi, Leandro Gil Ibarra, Cecilia Rossetto, en el Club “El Cóndor” de Boedo invitados por Raúl Blanco y Carlos Benitez “para que la llama no se apague” ante la avalancha cultural y mediática del alfonsinismo. Luego, con la Secretaría de Cultura del Partido Justicialista bonaerense en manos de Julio Alak, nos incorporamos decididamente a la campaña por “Cafiero gobernador” con la fórmula “Cafiero-Macaya”: un buen día en una reunión de la incipiente Comisión de Cultura, un recienvenido expresó una idea peregrina sobre lo que podríamos hacer y, como corolario de la propuesta, Dolina propuso con aire distraído “Podríamos hacer una Comisión de Dilettantes”[2].
Tomé la posta y constituimos la “Comisión de Dilettantes del PJ Bonaerense” integrada por el Chango Farías Gómez, Cecilia Absatz, Emilio del Guercio, Alejandro Dolina, Alfredo Moffat, Pancho Muñoz, Cecilia Rossetto, Any Ventura, Miguel Briante, (que venía del Partido Intransigente de Oscar Alende), y una parva de compañeros más a los que se sumaban Carlos Carella y Jaime Torres. De allí quedaron memorables discusiones entre Dolina y José Pablo Feinmann, y también la incorporación de Alberto Cormillot, quien abría todas las ventanas en pleno invierno para que se disipara el humo de los cigarrillos anticipando la posterior campaña que ni avizorábamos por entonces.
La transmisión de Canal 4 de La Plata
Durante el gobierno de Cafiero asumí la Dirección de Comunicación Social del Ministerio de Acción Social de Cormillot después de negociar con él su permiso para atender a las incipientes radios comunitarias y canales de televisión barriales, ambos no autorizados. Así fue que me convertí, sin saberlo, en el primer funcionario en recibir oficialmente a las entonces llamadas “radios truchas”.
Cuando Cormillot se alejó del Ministerio y asumió en su lugar Rafael “Balito” Romá, puse al aire -por un solo día- el Canal 4 de televisión de La Plata para dar apoyo a un evento de videastas de La Plata y Santa Fe cuyo objeto era dar a publicidad una iniciativa de reponer la carrera de cine en la facultad de Bellas Artes de la UNLP. Esa puesta del Canal 4 duró solo 8 horas de ese sábado de agosto, durante las cuales se difundieron realizaciones de ficción hechas por universidades: “Una chaqueta para morir” (sobre el fusilamiento de Manuel Dorrego) de Juan Palmeggiani y Cristina Bottinelli de la Universidad de Mar del Plata; “Nuestra América” (sobre la Guerra de la Triple Alianza) de Guillermo López, titular de la carrera de cine de la Universidad de Córdoba, y “El Cabo Savino”, un western de la Universidad de Tucumán realizado por el “turco” Caram sobre la historieta de Carlos Casalla con guiones de Julio Álvarez Cao, Chacho Varela y Jorge Claudio Morhain.
Esa puesta fue estigmatizada por 130 diarios de todo el país: fue tapa de Ámbito Financiero, editorial de La Prensa y La Nación y página 3 del Clarín, todo un honor. Me obligó además a protagonizar el reportaje de Mauro Viale en el Rapidísimo de Héctor Larrea en radio Rivadavia, un hit de entonces, y a ser escrachado en el noticiero de la noche de Canal 13 conducido por el ganador del Martín Fierro por su cobertura del Cordobazo Sergio Villarroel, bajo el título “HABRÍA RENUNCIADO MARTÍN GARCÍA POR EL AFFAIRE DE CANAL 4”.
El episodio nos costó el puesto en el gobierno bonaerense y que los compañeros se dividieran entre: A): los que cruzaban de vereda cuando me veían venir para que no los vieran conmigo, y B): los que nos recibían con vítores y aplausos estruendosos en los actos del peronismo donde el ministro “Balito” era agasajado por su participación en la puesta al aire del Canal 4 desde la Torre 2 de su Ministerio, tomado por la militancia peronista como una manera de enfrentar al poder omnímodo de los medios de comunicación concentrados de la época.
En esos primeros momentos, la única funcionaria que cuando me veía venir se acercaba y me daba un beso públicamente delante de quien estuviera era la compañera, siquiatra y sanitarista Matilde Menéndez, entonces Secretaria de Salud de la Provincia. Fue mi único puerto afectivo entre la maraña de funcionarios de ese desierto que puede resultar un gobierno de esa magnitud en una situación controvertida para uno, un punto a tener muy en cuenta por su protagonismo en este relato.
La campaña del PAMI de Matilde
Cuando Menem le gana a Cafiero la tenida de la Presidencia de la Nación luego de su brillante gobernación de Buenos Aires, gran parte de los “dilettantes” nos sumergimos en la campaña presidencial en lo que se llamó el “Espacio Audiovisual Nacional”: allí estaban Marcelo Schapces, Coco Blaustein, Gustavo Rovito, Ramón Navarro, Octavio Getino, Horacio Labraña, Susana Velleggia, el Chango Farías Gómez, Emilio del Guercio, Carlos Galettini, Nemesio Juárez, y tantos otros queridos compañeros y compañeras. Luchábamos para que Facundo Quiroga sucediera a Juan Domingo Perón en el enfrentamiento contra los godos y los ingleses de las invasiones.
Carlos Saúl ganó la Presidencia de la Nación y Matilde Menéndez fue como Interventora a Tierra del Fuego con la consigna de hacerla provincia (lo cual logró). Yo estaba terminando de realizar la campaña de Bernabé Arnaudo como Gobernador de la provincia de La Rioja cuando Matilde me llamó para que me ocupara de la comunicación de su gobierno fueguino temporal. Allí convivimos con parte de mi equipo traído desde La Rioja y conocimos a queridos militantes: Saverio Tedesco -luego Gerente General de PAMI- y Dante Dovena, el santacruceño que ejerció como Ministro de Gobierno de la última intervención federal a la provincia más grande de la Argentina, más tarde Diputado Nacional y Embajador argentino en el Uruguay en el gobierno de Cristina. Esa aventura fueguina nos permitió estrechar vínculos con los compañeros y funcionarios de Matilde como Gobernadora. Cuando después de Tierra del Fuego Menem le pidió que se hiciera cargo del PAMI, Matilde me invitó a bosquejar una campaña de difusión.
Consulté a uno de los creativos que me había acompañado en la campaña de La Rioja, a quien se le ocurrió la brillante idea de que el espejo y la cultura de esa generación eran la radio y el cine de las comedias brillantes de su juventud de los ’40 y los ’50 y la TV de los ’60: Blanquita Amaro y Amelita Vargas, “Los Cinco Grandes del Buen Humor”, Luis Sandrini, Pepe Iglesias “el Zorro”, Juan Carlos Thorry en su personaje de “Dr. Cándido Pérez, Señoras”, Osvaldo Miranda, Niní Marshall, Augusto Codecá, Tita Merello, Iris Marga: un sinfín de figuras queridas por el pueblo.
Compré la idea enseguida, la pagué y funcionó. Filmamos a Juan Carlos Thorry[3] en San Antonio de Padua, donde vivía y tenía una escuela de actores junto con su mujer Alma Bressan, una muy talentosa autora de teleteatros. Después filmamos con Iris Marga[4], una actriz y vedette argentina de origen italiano. En el momento en que la invitamos a participar en la campaña Iris, presidenta de la Casa del Teatro, con sus 90 y pico de años había viajado recientemente a Francia para actuar en “Familia de artistas” junto a Marilú Marini y Lía Jelin, obra en la que cantaba un tango que compuso para ella Astor Piazzolla. Una tarde tomando el té en la Casa del Teatro con ella y su amiga Rosa Rosen, otra gran actriz, Rosa criticaba la importancia que le habían dado a un orgasmo fingido por Meg Ryan en la película “Cuando Harry conoció a Sally”, con Billy Cristal. Rosa Rosen, una actriz seria, de personajes dramáticos, nos sorprendió haciendo su versión del orgasmo de Meg Ryan y su expresión fue subiendo y subiendo hasta lo más alto, cuando remató con un “Bah, cualquiera lo puede hacer”. Ese día nos reímos con ganas ante esas grandes actrices tan de vuelta de todo.
También lo fuimos a buscar al gran Osvaldo Miranda[5], de ideología radical, un actor argentino de cine, teatro, radio y televisión con notable trayectoria como comediante. “Recordar las comedias brillantes era ‘recordar las buenas épocas’”, pensábamos nosotros, y el peronismo era la buena época de este cine.
El spot con Anthony Queen
Ya habíamos hecho y presentado el spot televisivo de Iris Marga, Osvaldo Miranda y Juan Carlos Thorry con éxito, cuando Matilde Menéndez nos pidió un corto que incentivara las relaciones sexuales entre las personas grandes. Claro, nos sorprendió el pedido pero después nos explicó que las relaciones eróticas entre “personas de la tercera edad” iban a ser muy positivas para la salud de los beneficiarios de PAMI, ya que los alejaría de la soledad, la depresión y la tristeza y resultaría un llamado al buen humor y a la salud plena. O algo así.
Fue entonces cuando pensamos inmediatamente en Amelita Vargas[6], una actriz chispeante, cantante, vedette y bailarina. Esta cubana nacionalizada argentina de 65 años era en 1991 un éxito sexy en la TV: actuaba en “Mesa de Noticias”, una comedia de Marín-Di Lorenzo con Juan Carlos Mesa y el gran actor Gianni Lunadei. Tenía que ser ella, tan sexy y exuberante, ofreciéndose cada día en la pantalla con su encantadora picardía.
Pero nos faltaba un galán para incentivar a las damas y apareció en Buenos Aires el gran actor de Hollywood de origen mexicano, Anthony Quinn[7], quien venía a mostrar sus esculturas al público de nuestro país. En ese 1991 lo teníamos en la Argentina, en vivo y en directo.
Al principio dudamos de nuestra propia iniciativa. Los demás eran actores argentinos de películas argentinas. ¿Por qué íbamos en la búsqueda de un actor de Hollywood? Pero después pensamos que Anthony Quinn era un actor que actuaba en nuestros propios cines de barrio, que su origen era mexicano y que no había renegado nunca de su pertenencia. Además su participación en “Zorba” y en “La strada” lo volvía a la cultura latina que compartíamos. De alguna manera nos pertenecía.
Quinn iba a exponer sus esculturas en el Centro Cultural Recoleta, dirigido por nuestro amigo de la “Comisión de Dilettantes”, el escritor Miguel Briante. Lo llamé y le preguntó si iba a ver ese día al actor de “Zorba”.
-Sí -dijo Miguel- viene más cerca de la noche para ver como está la puesta de sus esculturas.
-¿Por qué no le preguntás si lo podríamos filmar 10 minutos para una propaganda del Instituto de los Jubilados de Argentina? ¡Gratis, se entiende? -le dije. Nunca lo podríamos pagar.
-Si, esta noche lo veo y le pregunto.
Esa noche, tarde, me llamó Miguel Briante a casa para decirme que Quinn había aceptado. “Me contó que él era presidente de la Asociación de Actores Jubilados de Hollywood -me dijo Miguel- y que con gusto colaboraría con el PAMI”. GRATIS. Casi me infarto. Desde allí en más, mientras se concretaba la cita para filmarlo en el mismo Centro Cultural Recoleta, debo de haber tenido 22 de presión. Menos mal que me bancaban el gran director de cine Carlos Galettini[8], Norberto el “Pato Vieyra” -escritor de “Extraña dama” con Luisa Kuliok, de mil teleteatros exitosísimos en México y Puerto Rico y de los guiones para la campaña del PAMI- y el gran fotógrafo Oscar Balducci, esposo de Cecilia Rossetto y su autor teatral, que enseguida montó un lugar para fotografiar a Anthony Quinn.
Al otro día filmamos a Anthony Quinn, quien llegó “bien regado” de un almuerzo con el Presidente de la Nación. Enseguida lo abarajaron Galettini y el “Pato” Vieyra que le habían escrito el texto con trazo negro grueso en un papelito. El gran actor mexicano lo encaró como en una película de cowboys: fue una sola toma, quizás dos por pedido suyo, como forma de asegurar -para nosotros- el resultado de su gesto. Balducci le sacó una parva de fotos con ayuda de un colaborador suyo habitué del BaroBar del pasaje Tres Sargentos, Anthony Quinn se marchó al hotel y a mí me volvió el corazón al cuerpo.
Las fotos de Balducci fueron a las carteleras del “Topo” Devoto y del “Canca” Gullo en la vía pública; la filmación ya editada por “Galeta” a la televisión, con la campaña audiovisual del “Instituto de los Grandes”; y su voz, la voz del gran actor de Hollywood, a la FM Rock&Pop, ya que la idea no era solo llegar a los más grandes sino también a sus hijos e hijas, para que supieran que sus mayores estaban bien cuidados y en buenas manos.
En su texto Anthony Quinn resaltaba una de las ventajas que ofrecía el PAMI de Matilde Menéndez: la libertad de elegir al médico de cabecera, eliminando así que a los jubilados y pensionados los obligaran a tener y aceptar el profesional que les tocara en suerte, alguien que quizás no fuera de su agrado, no los atendiera bien, o no les resultara.
Compañeros y compañeras
Así como conté lo del Canal 4 de La Plata que nos costó el puesto, quiero contar que lo del PAMI fue un gran éxito. Pero quiero resaltar también algo que describí “entre líneas”: los lazos de afecto, respeto, solidaridad y militancia que entrelazan a los compañeros y compañeras en su misión y gestión por el pueblo y por la Patria.
Miguel Briante nos abrió la caja del tesoro al presentarle a Anthony Quinn la oportunidad de quedar bien con los argentinos más grandes colaborando con la campaña del PAMI. Matilde Menéndez confió en mí cuando todo el mundo “me echaba flit” sabiendo que, a veces, para gobernar bien hay que saltar ciertos convencionalismos y hasta enfrentar a los factores de poder, y que eso genera rispideces y desgastes. El compañerismo entre los militantes populares es una gran arma de construcción del edificio de la Patria que soñamos. Rescato el afecto, el respeto, la solidaridad, la creatividad, la amistad, el abrazo en la gestión de los peronistas y de nuestros naturales aliados en el frente nacional y popular.
Matilde Menéndez hizo una gran gestión al frente del PAMI, la más importante de todas las que se llevaron a cabo de su fundación al día de hoy. Eso lo saben todos los especialistas en tercera y cuarta edad. Gastaría muchas hojas describiendo las bondades de esa gestión. Hay un libro que ella escribió sobre su modelo de gestión que no ha lanzado nunca a las librerías por el acoso que recibió. Era tan importante su tarea al frente de PAMI que cuando empezó a sonar como posible Vicepresidenta del segundo mandato del Presidente en lugar del entonces Ministro del Interior Carlos Ruckauf, que aspiraba a ese cargo y lo logró, le “tendieron una cama” y armaron un escándalo público para escarnio de Matilde acusándola de corrupción.
A ella que había ordenado que se atendiera a los grandes en su dentadura como a cualquier paciente en una consulta privada y no como antes de ella, que les sacaban los dientes sanos porque lo único que ponían era dentaduras postizas. A ella que inventó que PAMI extendiera un cheque, cada mes, a nombre de la comisión directiva de cada centro de jubilados de cada uno de los pueblos y ciudades del país, para que ellos mismos compraran lo necesario para dar de comer a cualquier jubilado que estuviera solo, sin familia y sin recursos, orientando así a la comunidad a autoadministrar el amor y el cuidado. A ella que atendía una vez por semana personalmente los llamados del “PAMI Escucha” donde jubilados y pensionados llamaban para hacer pedidos, protestar por algo o simplemente informarse, dándose cuenta, personalmente, qué cosas funcionaban bien y cuáles no. A ella que había implementado un “PAMI Controla” con un equipo multidisciplinario que caía a cualquier hora de la madrugada en cualquier clínica o sanatorio para ver cómo estaban atendiendo en la terapia intensiva a los beneficiarios. A ella que contrató los mejores ataúdes y no con cajones de manzanas como mentían las casas de servicios funerarios; que puso en cero las cuentas con farmacias, laboratorios y clínicas para que no se aprovecharan del PAMI con la excusa de que PAMI no pagaba; que prohibió que las ambulancias juntaran cuatro o cinco jubilados para sintetizar sus trámites en un solo viaje cobrando por cinco viajes su servicio; que caía sin avisar en un asilo en cualquier momento para ver cómo trataban a los personas grandes que vivían allí y constataba si los “dormían” para que no molestaran o verdaderamente hacían del entretenimiento y el socializar su buena vida y buen cuidado.
Le entraron comandos encapuchados a su casa cuando su hija era casi bebita buscando “la valija”, creyendo en el relato que le habían armado. Los medios de comunicación, “tan amables” con las mujeres peronistas exitosas, la persiguieron día y noche. Le armaron causas judiciales. En las últimas tres, como en las anteriores, fue sobreseída. Su origen había sido por adelantarles dinero al Hospital Italiano, al Hospital Israelita y a la Fundación Favaloro, en todos los casos para asegurar camas para los internados de PAMI en el marco de una fuerte crisis económica. Por adelantarle dinero a una Fundación Favaloro que “otros” -que hoy son gobierno en la ciudad de Buenos Aires- mandaron literalmente al muere, provocando su deterioro y suicidio.
Cuando Matilde Menéndez renunció al PAMI, sus colaboradores le hicieron una comida en desagravio y agradecimiento. Una dentista que era amiga de alguien que había organizado el festejo le dijo “La verdad es que yo me alegré cuando me enteré que te ibas del PAMI…”
-¿Cómo que te alegraste? -dijo Matilde.
-Sí, porque estaba cansada de las pretensiones de los jubilados, los viejos exigían y exigían y ante cualquier cosa que no les gustaba decían “le vamos a decir a Matilde”, como una amenaza.
Cuando se fue Matilde, “los viejos” volvieron a ser lo que siempre fueron: “el último orejón del tarro”.
Uno aprende en la comunicación que a mayor ilusión, mayor desilusión (conozco a otra mujer, una gran compañera, a la que le hicieron algo parecido). Matilde y su PAMI fueron algo demasiado bueno para ser cierto. Era más fácil creer, ante la campaña desatada contra su persona, que había sido tan pero tan buena y eficiente porque en realidad era corrupta. Lo que nunca existió ni se pudo demostrar.
Lo que quedó fue su excelente gestión. Ojalá que la actual conducción del “Instituto de los Grandes” alcance y aún supere aquel enorme trabajo de amor que se entregó tan profesionalmente en esa oportunidad. La mejor que hubo, lejos, hasta ahora: aquel PAMI de Anthony Quinn.
[1] En sus años de facultad Matilde estuvo en pareja con “Pajarito” Grabois. Los medios la citan como “la madre” o “madrastra” del abogado y militante católico Juan Grabois, aunque nunca tuvo nada que ver con él. Matilde es madre de Federico Saravia y de María, ya madre.
[2] Dilettante: persona apasionada por un arte, especialmente el de la música. Que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, no como profesional sino como aficionado (Diccionario General de Español).
[3] En sus comienzos Thorry había sido llamado para reemplazar a Gardel en una película. Era partenaire de Nini Marshall en radio, cantaba tangos y canciones y definitivamente triunfó como actor de comedia. En 1951 se casó con Analía Gadé, con quien protagonizó “Especialista en señoras” y “Suegra último modelo”. Participó en 50 películas, entre ellas “Radio bar” y “Dos amigos y un amor”, y formó un excelente dúo con Mirtha Legrand en varias películas tales como “Los martes, orquídeas”, “La pequeña señora de Pérez”, “La señora de Pérez se divorcia” y “El retrato”. Sin duda, un conocido de nuestros jubilados y pensionados.
[4] Iris Marga actuó en cine, televisión, teatro y en revistas: fue llamada «La gran dama del teatro”. Trabajó en drama y en comedia, dirigida por directores tales como Orestes Caviglia, Armando Discépolo y Luigi Pirandello. Había trabajado en el Teatro Empire junto a Carlos Gardel, y terminó convirtiéndose en una de las estrellas de la revista porteña compartiendo cartel con Gloria Guzmán, Carmen Lamas y Paquita Garzón. Filmó “Los Tres Mosqueteros”, “El candidato”, “Horas marcadas”. En 1950 Iris Marga había integrado la primera comisión directiva del Ateneo Cultural Eva Perón y entendía perfectamente lo que estábamos haciendo con la campaña a favor de los “grandes” de nuestra sociedad, ya que los Derechos de la Ancianidad habían sido establecidos en la Constitución de 1949 por Eva Perón y Arturo Sampay.
[5] Miranda era todo un personaje de su época, amigo de Homero Manzi, Aníbal Troilo, Ángel Magaña, Elías Alippi y Enrique Discépolo, de quien fue su amigo entrañable y hermano del alma, ya que Discepolín murió en sus brazos en 1951. Pionero de la televisión argentina junto a Blackie, Raúl Rossi, Nelly Prince y Guillermo Brizuela Méndez, Miranda participó en programas tales como “Tropicana club”, “Mi marido y mi padrino”, etc. En los ’60 y ’70 fue el padre de “La nena” con Marilina Ross y Joe Rígoli e hizo «Mi cuñado” con Ernesto Bianco, serie que fue prohibida por la Dictadura del Proceso. En cine actuó en “Un señor mucamo” dirigido por Enrique Discépolo con Tito Lusiardo, en “Cándida millonaria” con Niní Marshall, “El viejo hucha” con Enrique Muiño y “El más infeliz del pueblo” con Luis Sandrini, donde también participaba Eva Duarte (Evita). También actuó en “Esposa último modelo” y “La pícara soñadora” con Mirtha Legrand, y tuvo una breve incursión en Hollywood con Fernando Lamas. En 1956 formó pareja con Lolita Torres en “Novia para dos” y “Amor a primera vista”, con Nelly Láinez. Miranda era todo un señor galán del cine de esos años y súper representativo de la generación de los beneficiarios del PAMI de los ‘90.
[6] Amelita había trabajado en los EE.UU. y luego en México con el gran cantante Pedro Vargas y en “El Patio” junto al actor Mario Moreno “Cantinflas”, el nunca bien ponderado. Debutó en el teatro de revistas en Buenos Aires en “¡Se acabó el jabón!” en el Teatro El Nacional, un éxito, y luego en cine en 1947 en “Con el diablo en el cuerpo” de Carlos Hugo Christensen, con Susana Freyre. En 1950 participó en dos comedias de gran éxito dirigidas por Carlos Schlieper: “Arroz con leche” y “Cuando besa mi marido”. Con Enrique Carreras protagonizó junto a Alfredo Barbieri varios filmes con cuadros musicales donde bailaba y cantaba mambo, rumba y chachachá: “El fantasma de la opereta”, “Ritmo, amor y picardía”, “los Tres Mosquiteros”, “Escuela de sirenas… y tiburones” y en 1964 “Cleopatra era Cándida”, con Niní Marshall.
[7] En 1952 había actuado en “¡Viva Zapata!” de Elia Kazan, recibiendo su primer Oscar al actor de reparto. En 1954, con Kirk Douglas colaboró en “Ulises”, y en 1959 lo acompañó en “El último tren de Gun Hill”, todas películas memorables. En 1954 filmó también en Italia “La strada” de Fellini con Giulietta Masina como pareja: nosotros la vimos en el cine porteño Lorraine, con un público intelectual que lo aprobó por su gran actuación. En 1956 hizo una notable interpretación de Cuasimodo en “Notre Dame de Paris”, junto a Gina Lollobrigida. Dentro de la moda “histórica” de Hollywood interpretó “Los cañones de Navarone” (1961), “Barrabás” (1961) y “Lawrence de Arabia” (1962), “La hora 25” (1967), “Las sandalias del pescador” (1968) y “El secreto de Santa Vittoria” (1969). En los ’60 redobló su fama con el papel legendario de Alexis Zorba en “Zorba el Griego” de Michael Cacoyannis, donde hacía gala de optimismo, pasión por la vida y sensualidad.
En 1979 filmó su última gran película: “El león del desierto”, en la que interpreta magistralmente al líder libio Omar Mukhtar.
[8] Galettini es el fundador, gestor y presidente actual de la DAC (Directores Argentinos de Cine). Es el realizador de tantas películas memorables como “Juan que reía” , “Convivencia” (Cóndor de Plata), “Sueños Acribillados” y la serie de los “Extermineitors”, “los Bañeros”, y “Tiburón, Delfín y Mojarrita”, que le generaron más “clubs de fans” que a ningún otro colega.
Hacer Comentario
Haz login para poder hacer un comentario