El problema de la humanidad no es la escasez, el problema de la humanidad es la distribución”

Entrevisto a Amado Boudou, ex vicepresidente de la Nación argentina de 2011 a 2015 acompañando el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, y antes ministro de Economía de 2009 a 2011. Tengo sumo respeto por su actuación a favor de los sectores jubilados del país, y de los intereses del pueblo argentino, en general. Siempre me sorprendió la facilidad con que Amado veía la solución de algunas situaciones de la economía.

Me dice Amado: “La economía no existe como una ciencia aislada, como si pudiera ser una ciencia de la física o la química. La economía, en el mejor de los casos, es un pedazo de la ciencia social. El sistema dominante, con todos sus aparatos, incluida la enseñanza universitaria, forma parte de la dictadura del capital. La economía, en este sentido, no es ni más ni menos que lo que se enseña en economía y lo que se discute en público como economía. Un programa político disfrazado de ciencia. En algún momento va a ser necesario interpretar que hay una sola ciencia social y que, por lo tanto, habrá una sola enseñanza de la ciencia social, toda junta.

El segundo tema sería que esa rama de la ciencia social que llamamos economía —también la Academia y la discusión pública—, pone el énfasis en la escasez. Los datos, ¿qué medir? y ¿cómo medir?, también son una definición política. La humanidad, en este momento de la historia, tiene distintos problemas, en distintas etapas y en distintos países. Y está claro que el problema de la humanidad no es la escasez. El problema de la humanidad es la distribución. Cuando vos ves que hay una persona que tiene la posibilidad de alquilar una ciudad milenaria para hacer su casamiento, o comprar un pasaje para salir de la estratósfera que vale decenas de millones de dólares, y eso convive con personas que desarrollan su vida material con menos de dos dólares diarios —que según el Banco Mundial son más de 700 millones de personas—, allí hay un problema que no tiene nada que ver con la escasez, sino que tiene que ver con la distribución.

Estos dos pilares se declaman mucho y se incorporan muy poco al pensamiento y la acción política. La visión ortodoxa de la economía como ciencia, por fuera de la política, ha permeado fuertemente hasta en el campo nacional y popular en Argentina, y a escala global. Ahora, ¿estamos convencidos de que el peor problema de la humanidad es la distribución del ingreso? Entonces veamos cómo mejorar la distribución del ingreso. Esto requiere decisiones políticas.

Existen regularidades económicas, cuestiones que se pueden estudiar en la economía, pero no como una ciencia por fuera de la historia, de la sociología, del momento que vive un país. La primera pregunta es: ‘¿Se piensa que otro mundo es posible?’ O el campo nacional y popular se va a someter a decir ‘Voy a administrar lo mejor que pueda, las reglas de la dictadura del capital’. A partir de ahí, pensar un programa que no es ir al detalle de cada medida política. ‘Un programa’ no es repetir ‘como loros’ que hacen falta políticas de largo plazo, que son las que proponen el Banco Mundial, el Fondo Monetario o los dueños del capital. Son políticas aquellas en las que se toma la decisión y se implementan. Primero hay que estar convencido, estudiarlo desde el convencimiento político y después implementarlo desde la convicción política.

En esta etapa, en particular, en la Argentina —aunque uno lo ve en Brasil, en Ecuador, en la mayoría de los países del mundo—, uno podría decir que hoy quizá la excepción más alentadora es México. El aparato de Estado, que es el sistema de administración de leyes, y que algunos llaman ‘Justicia’ ha operado muy fuertemente sobre el inconsciente colectivo del campo nacional y popular, en varios sentidos. Se ha hablado mucho —y es cierto— que opera sobre el temor o la precaución de quienes tienen que firmar expedientes o tomar decisiones políticas, pudiendo no verse sometidos a una persecución mediático-judicial, y eso es cierto. Pero yo creo que opera en un grado mucho más profundo. Releyendo 1984 de George Orwell, en los tres últimos capítulos, cuando al héroe del texto, Wilbur Smith, lo tienen detenido y lo empiezan a torturar, en un momento el torturador le muestra tres dedos de una mano y le dice ‘¿Cuántos dedos ves?’. El personaje dice ‘tres’, entonces le empiezan a subir los grados de electricidad con los que someten a su cuerpo y eso sucede varias veces, y él siempre dice ‘tres’, hasta que en un momento no soporta más el dolor y dice ‘cuatro’. El torturador le dice entonces ‘No, vos estás diciendo lo que yo quiero, y yo lo que quiero es que lo pienses…’. Y lo sigue torturando hasta que no solo quiebra su voluntad, sino que quiebra su sistema de razonamiento, por lo cual termina diciendo ‘hay cuatro, porque yo sé que hay cuatro’. Eso opera fuertemente sobre la política, y entonces uno ve montones de aciertos que realmente parece que son ‘creídos’.

En tiempos de Milei hay muchas personas del campo nacional y popular que dicen públicamente ‘Bueno, algo había que hacer’. En ese ‘algo había que hacer’ ya está la derrota. La derrota de la posibilidad de implementar políticas públicas a favor de las grandes mayorías y de la soberanía de un país. En ese ‘algo había que hacer’ estaba el someter la decisión política a un supuesto ordenamiento que supone que es más importante que resolver los problemas de la vida de las personas. ¿Cuál es el correlato de ‘algo había que hacer’? ¿Sería el reconocimiento de que algo estábamos haciendo mal? Para mí lo importante es que en la Argentina entre el 44 y el 55, entre el 70 y el 73, y entre el 2003 y el 2015, todas las políticas estaban organizadas alrededor de mejorar la distribución del ingreso. La derrota conceptual que supone ese ‘algo había que hacer’ es no comprender que no existe un equilibrio en las cuestiones económicas y sociales. Existen caminos y la resolución de problemas en esos caminos generan nuevos problemas que va a haber que resolver. Pero no es que hay un paraíso adonde llegar y entonces ahí se acaba la política, no. Lo que subyace filosóficamente a esta cuestión del orden macroeconómico, es como si la humanidad ‘pudiera llegar a un lugar donde se acabaron los problemas’. Pero la vida en sociedad está plagada de conflictos.

Estoy convencido de que hay tantas racionalidades como intereses. Uno se sienta con un empresario, cuando tiene responsabilidad de gestión y hay que escuchar a todo el mundo, y sus argumentos son perfectos y son lógicos, coherentes alrededor de los intereses que ese argumento representa. Así como hay una racionalidad empresarial, hay una racionalidad popular, que muchas veces entra en conflicto y, entonces, la razón de ser de un gobierno nacional y popular, es componer esas racionalidades dándoles preeminencia a la razón popular y a la razón nacional.

El 9 de diciembre del 2015, cuando Cristina, en la Plaza de Mayo llena, saluda al pueblo, no había ningún sector de la sociedad argentina, ni el más recalcitrante que no hubiera estado sensiblemente mejor que el 25 de mayo de 2003 cuando asumió Néstor Kirchner. Obviamente jubiladas, jubilados, trabajadoras, trabajadores, mejoraron en términos relativos más, pero no fue dejado de lado ningún sector en esa composición de intereses que es la obligación de un gobierno. Argentina pudo crecer por única vez en su historia durante 12 años y medio a tasas importantes, mejorando la distribución del ingreso. Es ahí donde suena pueril el ‘algo había que hacer’. Sí, había que seguir haciendo lo que se hacía. No hacer lo que pretende la dictadura del capital a través de una supuesta racionalidad que es común a todas y todos, ya que eso no existe”.

MG: Hay una conversación que cuenta Perón, en una reunión con los empresarios, en la que estos le dicen Es que los obreros todos los días quieren ganar más”. Y Perón les dice “Y ustedes, ¿no? 

AB: Bueno, ahí se enfrentaban dos racionalidades, en términos de sus propios intereses, y Perón lo dejó en claro en esa anécdota. Creo que algún autor definió la ciencia económica como la ciencia que estudia la acumulación de capital dentro de una sociedad. Por lo menos eso es lo que Milei enuncia que es la definición de Keynes de “economía”. Claro, la sociedad necesita acumular capital y las empresas necesitan incrementar su capital para aumentar su producción y su productividad. Eso es casi una novedad, porque, además, una sociedad necesita como mínimo repetir el stock de capital que usa en un período, para poder mantener el mismo nivel de producción. Entonces, es necesario acumular capital. Pero también las sociedades invierten capital en sostener las “relaciones de clase”. El capitalismo no es solo una máquina de producir bienes y servicios, sino que también es un aparato de reproducir las relaciones existentes. Y ahí hay un conflicto entre unas clases y otras. Esto muchas veces fue dejado de lado. Todos los aparatos de Estado están orientados a que se sostengan las relaciones de “clase”, tal cual están, y esto abarca desde el sistema educativo hasta las leyes que rigen el sistema económico. Entonces es importantísima la acumulación.

Lo que es importante, creo yo, es, en ese proceso de acumulación de capital, que el eje esté puesto en una mejora distributiva, en que sean más los que viven mejor y que no sean muy poquitos los que viven tanto mejor, mientras la mayoría vive cada vez peor. Nosotros vivimos en un mundo que está configurado después de la Segunda Guerra Mundial, cuya organización institucional global es el Banco Mundial, el Fondo Monetario y las Naciones Unidas. Esas organizaciones han sido exitosas en cuanto a imponer las necesidades y los deseos de los Estados Unidos de Norteamérica al resto del mundo. Y han fracasado en mejorar la vida de las personas en el resto del mundo. Es mentira que esto es un desastre, y que hoy en la Argentina le va mal a todo el mundo. No, hay algunos poquitos a los que les va muy bien.

Me parece que hay un reconocimiento del fracaso de las políticas neoliberales, aunque pretenden resolverlo con más neoliberalismo. Uno de los funcionarios del gobierno de Millei decía que tenían que intervenir, después de hablar desde la campaña de que “no hay que intervenir en la economía”. Esta semana dijeron que había que intervenir en el tipo de cambio, porque los mercados no funcionaban correctamente. ¡Chocolate por la noticia! Los mercados nunca funcionan correctamente, y siempre la pregunta de la economía es “¿para quién?” Ahora está claro que es un “infantilismo”, en el mejor de los casos, y un aprovechamiento, este cuento de que los mercados asignan los bienes y servicios mejor que ningún otro mecanismo. En algún sentido, el tema del Carry trade se parece mucho a las AFJP, es darles a capitales sin ningún riesgo para que puedan tener una renta. Entonces, en vez de estar generando valor, en realidad están extrayendo valor. Acá hay una cuestión que también se pierde de vista: la doctrina económica que se presenta como ciencia, que, repito, es “un programa político”, dice que el mecanismo de precios es el mejor mecanismo para generar valor. La verdad histórica es que es un mecanismo de “extracción de valor” de las sociedades y es patético verlo en el caso del Carry trade, un nombre tan pomposo para una simple bicicleta financiera. Es extraer renta sin riesgo, algo que hubiera horrorizado a Adam Smith. Una tergiversación del liberalismo. Todas las decisiones que tienen que ver con la distribución del ingreso y la acumulación de capital son decisiones que tienen un marco político que (también lo decía Perón), decide el pueblo a través del Estado, o deciden los monopolios a través del mercado. Siempre son decisiones políticas.

MG: ¿Esto implica que el capital privado no tiene lugar?

No, todo lo contrario. El capital privado tiene muchísima importancia pero tiene que funcionar en un marco donde los intereses del conjunto estén tenidos en cuenta, como pasa en las grandes potencias. En ninguna gran potencia, ni en China, ni en los Estados Unidos, el capital puede tomar decisiones por fuera de los patrones que determina el Estado y eso, en la Constitución del 49, estaba perfectamente plasmado para las necesidades de Argentina. La Constitución del 49 es un programa político que fue enterrado por la reforma constitucional de los 90, un hecho grave en la Argentina, porque le lavó la cara al bando militar por fuera de cualquier consenso democrático. En ese sentido la Constitución de los 90, tiene un papel similar. Guzmán mandando al Congreso la deuda que tomó Macri en el FMI le da status de ley democrática a una cuestión que es “muy grave” para la Argentina.

Yo creo que hay sectores que tienen que estar en manos del Estado, por ejemplo los servicios públicos que ni siquiera tienen que tener participación mayoritaria, sino que tienen que ser estatales. Las tarifas que son el precio de los servicios públicos, no pueden ser determinadas por la necesidad de rentabilidad de una empresa privada o mixta. Ahí entra en conflicto el objetivo de “rentabilidad” con el objetivo de “desarrollo de la sociedad”, y acá también me parece que hay una gran confusión conceptual. Cuando se hablaba de la necesidad de reestatizar algunas empresas decían “¿Cómo vamos a privatizar el Banco Nación, si le va bien?” Esto, ¿qué quiere decir? ¿Que si le fuera mal habría que privatizarlo? No, no hay que privatizarlo nunca, porque tiene que ver con el desarrollo de la sociedad. Hay sectores que, yo creo, forman parte de los determinantes del sistema de distribución del ingreso.

MG: Hay otra anécdota de Perón, cuando establece el salario básico del peón de campo: la madre lo llama y le dice “¿Estás loco vos? ¡Eso no lo puedo pagar yo!” Y Perón le dice “Bueno, si no lo podés pagar, vendé el campo”. Era un sistema que era como debía ser, o no servía para nada.

AB: Ahí aparece otra vez la idea esta de que hay varias racionalidades. La mamá de Perón tenía una racionalidad, que era su rentabilidad. Ahora, había otra racionalidad popular que también existía, y había un gobierno dispuesto a discutirlo incluso con la madre. Ahora esa base es la que resuelve el problema de la distribución desde el inicio. Redistribuir es una mecánica, por supuesto necesaria, pero en las actividades que se puede, yo creo que hay que tratar de ir a una mejor distribución en la generación misma de los bienes y servicios. Y esto también estaba hasta en los padres del liberalismo económico. Uno lee o relee La riqueza de las naciones de Adam Smith, o los textos de David Ricardo: y ellos suponían que la renta era un daño para el conjunto de la sociedad, que había que eliminar la renta, y que los terratenientes eran un problema. No lo decían en términos científicos sino analizando los movimientos sociales que se daban en ese momento. El crecimiento de la burguesía como factor político en detrimento de los terratenientes. Pero son cuestiones históricas en un momento de la sociedad, aunque el concepto estaba claro en la discusión de la generación del valor. Ellos veían que el terrateniente no generaba valor, y estamos hablando de Adam Smith o de Ricardo, no solo de Marx. Entonces me parece que los liberales de hoy deberían revisar algunas cosas para hablar en serio.

MG: Hubo un momento en que la crisis era tan profunda que la economía la resolvió la gente, haciendo el famoso canje popular.

AB: Son momentos dramáticos en la vida de las sociedades. A partir del momento en el que se pueden poner en marcha las fuerzas productivas, inclusive la potencia del capital privado dentro de un modelo de crecimiento con redistribución, por ejemplo entre 2003 y 2015, uno mira cualquier valor y es impresionante. Solamente está tapado por el discurso antiperonista, antikirchnerista. Realmente ha sido un momento muy importante en la historia argentina que cuando se vea en una perspectiva diferente yo creo que va a ser muy valorado. Veremos en qué deviene la Argentina a partir de este difícil momento político, donde está todo en cuestión.

MG: Como comunicador, me doy cuenta de que hay una dictadura de la opinión pública fabricada, donde todo lo que apunta a la distribución se considera como algo que está mal y se influye a la sociedad para que se ponga del lado contrario a sus propios intereses.

AB: Claro, esto que vos llamás “la dictadura de los medios”, para mí es un brazo ejecutor más de la dictadura del capital, aunque está bien focalizarlo, porque hoy es central. Si uno recuerda la elección del 2011, el ataque mediático era feroz, ya estaba desplegado el lawfare de hacía rato y había campañas de difamación respecto a las retenciones, los subsidios, las políticas distributivas, el Estado: en los dos marcos, el de las políticas en sí y el de la supuesta ”corrupción” de quienes la llevaban adelante. Eso estaba desplegado en el 2011, sin embargo Cristina sacó el 54% en esa elección. Yo creo que gran parte de la responsabilidad de la llegada de un gobierno como el de Milei, tiene que ver con el no cumplimiento del pacto electoral del gobierno anterior. Por supuesto que los gobiernos enfrentan dificultades y existió la pandemia, pero siempre una crisis es “el espacio para una oportunidad”. Pienso en 2008-2009, porque fueron los años en que se desplegó la crisis financiera global, y en ese marco el gobierno de Cristina, en lugar de usarlo como excusa, lo usó como piedra basal para un montón de políticas a favor de las personas. La correlación de fuerzas no puede ser pensada como una foto, sino como una dialéctica entre el pueblo y el gobernante.

Me parece que ahí también hay algo que revisar, creo que hay un foco que es para gente más joven, que tiene que ver con las nuevas formas de la comunicación, que se repiten como slogan. Me parece que hay poco trabajo en interpretar cómo pensarlo y cómo ejecutarlo, de aquellas personas que conocen y tienen responsabilidad de esto. Muchas veces caemos en ser la caricatura de lo que el capital pretende que seamos.

El primer punto, yo creo, es que pensar la política previsional, es pensar en la vida de los adultos mayores, porque un poco hastía este sonsonete del neoliberalismo, de que el sistema jubilatorio tiene que ser sustentable financieramente. Es a la única política pública que le piden que se autofinancie. Es la cuenta que provoca que, aunque esté en manos del Estado, lo obliguen a tener un comportamiento de mercado. Yo me pregunto: Una mujer que llega a los 60 años, un varón a los 65, ¿nunca trabajó? ¿Es cierto que nunca trabajó…? No, la verdad es que ha trabajado en el sector informal o, en el caso de las mujeres, el capitalismo decidió que la tarea más importante de la humanidad —que es la reproducción de la especie— sea la única cuestión que no tiene precio. El agua, el aire, todo tiene precio, menos los trabajos de cuidado en el capitalismo. Es un abuso de las cuestiones de la vida familiar, entonces por lo menos que tengan una jubilación.

A mí me parece que una de las claves del peronismo siempre fue que lograba convertir el estigma en un atributo. Por ejemplo, a Evita cuando le decían “los grasitas”, ella recogía el guante y les decía “mis grasitas”: de “los grasitas” a “mis grasitas”. O los descamisados, “mis queridos descamisados”. Me parece que esto, que llaman “peronismo racional”, ha penetrado también de una manera que el espacio se come el estigma. Es como si hoy la clase dominante nos dijera “descamisados” y gran parte de la dirigencia saliera corriendo a ponerse una camisa, en vez de convertirlo en un atributo de clase, como es la tradición del peronismo.

Me vino esto a la cabeza porque en tu pregunta pensaba lo de la jubilación de las amas de casa. El sistema, cuando se hizo la inclusión jubilatoria 2006-2007 y de ahí en adelante, se decía, burlando, que era “la jubilación del ama de casa”. No era un derecho social o constitucional, era “la jubilación de las amas de casa”. Y nosotros recogimos el guante y dijimos sí. Dijimos “esta es la jubilación de las amas de casa y tiene que ver con una deuda que tiene la sociedad con las amas de casa”. Me parece que ahí hay una clave. Lo mismo pasa hoy, cuando veo a comunicadores del oficialismo diciendo burlonamente que “revolearon jubilaciones a gente que no había aportado”. ¿Y ellos qué pretenden? ¿Revolear a los jubilados? Entonces, ¿por qué no salimos a decirlo así, y en cambio nos “compramos” la racionalidad del capital en la que empezamos a discutir si el sistema es sustentable o no? Lo que tenemos que buscar es cómo hacerlo sustentable. Pensemos en la vida de las personas, y desde ahí diseñemos las políticas tributarias, fiscales, etcétera. Si no invertimos esta situación, el sistema termina revoleando adultos mayores, revoleando trabajadores del sector público, revoleando a personas que tienen alguna discapacidad. La dictadura del capital, lo que pretende, es “revolear personas”.  

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