Los “talleres de los jueves” se enmarcan en las actividades del Programa de Jóvenes y Justicia Restaurativa del IJDHUNLa, iniciativa que lleva adelante el Instituto de Justicia y Derechos Humanos junto con la Defensoría General de Lomas de Zamora. El objetivo de la propuesta es el abordaje integral y acompañamiento de jóvenes que atraviesan el año tutelar con el objetivo de favorecer procesos de reintegración e inclusión social. Reproducimos aquí un texto escrito por Héctor Eloy Quevedo, docente de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos. Quevedo es profesor en Filosofía, Psicología y Pedagogía, psicodramatista, y Técnico Nacional en Tiempo Libre y Recreación (INTLyR). Hace poco entregó su tesis de Especialista en Criminología en la Universidad Nacional de Quilmes.

Me gusta verles las caras de cómo van llegando. Algunos medio dormidos, otras bien maquilladas, aunque depende del día, otros adustos, resignados, a la defensiva. “¿Cómo están?” les pregunto; responden con un “bien” seco, sin posibilidad de repreguntar. Unos bien arreglados como si fuesen a salir, otros con la misma ropa de siempre, con las señales del desgaste por usar uno tras otro día la misma ropa. Eso me conmueve y al mismo tiempo me motiva.

Arrancamos con unas palabras de bienvenida porque hay nuevos participantes y por tal motivo propongo un juego de presentación, no cualquiera sino uno que les provoque risa, alegría, que los mueva de ese lugar que desde mi perspectiva se siente incómodo. Sigo, sin esperar a concluir el juego, por otra dinámica de presentación para no darles tiempo a que se relajen, ya lo tendrán en la reflexión final.

Están más dispuestos, la mayoría, aunque uno o dos todavía se resisten a reír… jajaja como si en su historia de vida lo hiciesen todos los días. La otra vez una mamá que vino a verlo nos comentó al final, y sin su presencia, que hacía mucho que no lo veía reír. La risa, qué maravillosa compañera.

Uno de los nuevos vino con su primo como acompañante, ambos bien dispuestos a jugar y participar. Víctor, el nuevo, es uno de a los que se les nota el desgaste de su ropa. Son sus zapatillas las que me llaman la atención. Rotas en la punta, comida la suela de tanto andar. Otros participantes tienen “altas llantas” como acostumbran llamar a su calzado. El contraste es notorio, sin embargo, Víctor está como uno más en su primer día. En la reflexión final diría que se siente perteneciente y agradece. ¡Qué bueno! Que sienta que pertenece…

En un momento, luego de jugar a la mancha pancho, y luego de caldearnos en el ejercicio de roles, y en la focalización de una situación diaria, les propongo juntarse en pequeños grupos con la consigna “construyan una situación conflictiva que suceda en el colectivo, otra en el boliche y otra en la familia”. Todos y todas se concentran en la tarea, no veo caras a la defensiva y sí motivadas por plantear sus historias. Pasan las representaciones y dos de ellas dan como para desarrollarlas más; “el teatro foro”, me digo hacia adentro. Otra herramienta más en mi caja, la recreación, el psicodrama, la filosofía, la justicia restaurativa… Una colega decía, hace un tiempo atrás, que la recreación es el huevo de la tarta. Para mí es UNO de los huevos de la tarta.

Me detengo en observar detalles y todo sigue al mismo ritmo, en mi interior la escena se sucede en cámara lenta, y detengo la situación, algo falta, le pregunto al resto de los participantes en cómo ven lo que aparece, y uno de ellos, Víctor, me dice: “falta el policía que lo detenga dentro del colectivo”. “Vení, pasá a ser ese policía”, le digo. Comienza nuevamente la escena y despliega todo el repertorio del policía en acción, y a una velocidad que muchos quedamos impactados. ¿Será que lo vivió tantas veces que se lo sabe de memoría? ¿Será que lo sufrió tantas veces? Será, será… ¿Qué será del después? ¿El después de esta situación cómo será? Esto da para continuarlo pero no ahora.

Ahora me preocupa ¿cómo están? ¿Qué les pasó al jugar estas historias? ¿Qué piensan?

Se abre la reflexión final con la clásica pregunta: ¿Cómo están? ¿Cómo la pasaron?¿Qué tienen para compartir con lo que les pasó hoy, aquí, con sus compañeros y compañeras?

Siempre el silencio inicial es abrumador, hasta que alguien no aguanta tanto silencio y rompe con otro clásico: “¡Todo bien! Estuvo bueno”. Entonces aparece la aclaración: recuerden que aquí nadie analiza ni juzga ni interpreta lo que dice el otro/a, solo compartimos lo que nos pasó por las tripas, el corazón, hablo de mí no de los otros.

Y ahí, poco a poco, se van atreviendo a decir qué les pasó. Aunque con dificultades para registrar emociones y decir de las afectividades que los y las atraviesan. Poco a poco, me digo. Ya van a encontrar su momento. Solo espero que quieran y puedan continuar con el taller de los jueves.

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