José Vasconcelos, primeras intervenciones, viajes y exilios (1882-1920)
- Introducción
“El nombre que se ha dado a la obra entera [Ulises Criollo, 1935], se explica por su contenido. Un destino cometa, que de pronto, refulge, luego se apaga en largos trechos de sombra, y el ambiente turbio del México actual, justifican la analogía con la clásica Odisea. Por su parte, el calificativo Criollo, lo elegí como símbolo del ideal vencido en nuestra patria desde los días de Poinsett1 [Joel Roberts Poinsett] cuando traicionamos a Alamán2 [Lucas Alamán]. El criollismo, o sea la cultura de tipo hispánico, en el fervor de su pelea desigual contra un indigenismo falsificado y un sajonismo que se disfraza con el colorete de la civilización más deficiente que conoce la historia; tales son los elementos que han librado combate en el alma de este Ulises Criollo, lo mismo que en la de cada uno de sus compatriotas.”3
José Vasconcelos
El párrafo citado corresponde al libro: Ulises Criollo: la vida del autor escrita por él mismo (1935)4 del filósofo, educador, político (fue candidato a Presidente de México en 1929), ensayista, funcionario público (Secretario de Educación Pública de México, Rector de la Universidad Autónoma de México y Director de la Biblioteca Nacional de México), José Vasconcelos (Oaxaca, 1882-1959).
En este trabajo me interesa revisar su época, vida y obra desde su infancia hasta ser nombrado como Rector de la Universidad Autónoma de México en 1920, en parte para demostrar que José Vasconcelos fue un pensador despierto e integral, que al tiempo que pensaba su tiempo transformaba su tiempo. Por sobre todas las cosas, señalar que fue un hombre que se abocó a revivificar la esencia, identidad, espiritualidad y mística de Iberoamérica y, probablemente por ello, quedó a merced de una verdadera odisea en donde debió luchar contra dictadores, intelectuales eurocéntricos y poderosos hacendados, apoyar a líderes populares y campesinos como Villa y Zapata, y sufrir ataques y exilios.
- Infancia y adolescencia durante el Porfiriato (1882-1909)
Observo que algunas de sus nociones e ideas fundamentales en su obra se pueden ligar con las vivencias que Vasconcelos tuvo desde sus primeros años como hijo de una madre abocada a la práctica de la fe católica y un padre que trabajaba de funcionario de aduana5. El joven Vasconcelos, mientras recibía una instrucción y crianza empapada en la espiritualidad y sensibilidad cristiana, se trasladaba a diferentes regiones de México por el tipo de trabajo de su padre. La familia se mudó a la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, donde asistió a la escuela en Eagle Pass, Texas. Se hizo bilingüe en inglés y español, abriendo las puertas para la lectura de texto de habla inglesa. La familia también vivió en Campeche durante un período cuando el área de la frontera norte era inestable. Como señalan varios estudiosos6, su tiempo viviendo en la frontera de Texas probablemente contribuyó a fomentar su idea de la «raza cósmica» mexicana y el rechazo de la cultura anglosajona.
Como señalan sus biógrafos7, José Vasconcelos tenía la intención de estudiar Filosofía: no obstante, no era una época propicia para la indagación de temas esenciales para los humanos. Vasconcelos creció en un México en donde los humanos eran aniquilados, desplazados, descartados en pos del capital privado e internacional. Eran tiempos del “Porfiriato”, llamado así por Porfirio Díaz (Oaxaca, 1830-1915), un político y militar que con los más diversos artilugios (fraudes/asesinato de opositores/golpes de Estado) gobernó México durante más de tres décadas (1876-1910). Durante el Porfiariato se desató una embestida del capitalismo internacional en sociedad con los grandes hacendados mexicanos como nunca antes había sucedido en México. Resultado: avance del capital privado de empresarios norteamericanos y británicos que pasaron a manejar las empresas de transporte terrestre y marítimo, los recursos energéticos, la explotación petrolera y las compañías más importantes de manufacturas del país. Subrayo: la hacienda en México no puede entenderse únicamente como una unidad productiva para el mercado exterior. Como en otros países de Latinoamérica, la hacienda es una unidad de poder político y social vinculada al sistema de dominación oligárquica, un eje articulador para el funcionamiento y reproducción. Los derrotados, que pierden sus tierras, son la Iglesia y los productores campesinos mexicanos. Son tiempos de expropiaciones, abusos de autoridades sobre las comunidades nativas, infinidad de actos de violencia y arrestos. Un clima de violencia envuelve México. En esos años se realizaban elecciones regulares, aunque fraudulentas. Los candidatos eran elegidos previamente por el partido oficial.
En el área cultural, académica, política y científica, la corriente positivista era hegemónica, probablemente por cumplir con el complejo e impugnable objetivo de dar explicaciones para todas las atrocidades cometidas sobre el pueblo de México (indígena, mestizo, católico, comunitario) en nombre del progreso. Uno de los principales estudiosos del tema, Abelardo Villegas (Ciudad de México, 1934-2001), señala: “El positivismo se introdujo en México como filosofía, como sistema educativo y como arma política.8” Villegas explica que los liberales positivistas veían como un estorbo para el desarrollo de la riqueza del capitalismo y para el afianzamiento de una Nación próspera a la existencia de tierras comunitarias, ya indígenas y/o católicas. Al mismo tiempo, cualquier creencia metafísica era considerada como signo del atraso de México. En consecuencia, durante el gobierno de Benito Juárez se sancionó la Ley Lerdo (1859), llamada así por el Ministro de Hacienda: Miguel Lerdo de Tejada, que consistió en la desamortización de los bienes de la Iglesia y de las comunidades indígenas y campesinas. En pocas palabras, fue la ley que permitió la expropiación de las tierras de las comunidades mediante la expulsión violenta (con el accionar de las fuerzas represivas del Estado) de los suelos en los que habían trabajado durante cientos de años. Afirma José Vasconcelos al respecto: “En apariencia, la ley de Benito Juárez es inocente y una simple réplica del régimen religioso que priva en los países modernos. Separación de la Iglesia y el Estado es un principio generalmente aceptado, pero hay que ver cuál es, en realidad, la forma mexicana de esa separación.9” […] “Se ha hablado mucho de las enormes riquezas del clero y de la necesidad de ponerlas en circulación para fomento de la economía pública angustiada. Parece mentira que esta patraña se repita sin descanso en un país que después de esta Reforma lo que tuvo fue tierras nacionales vacantes para enriquecer a los centenares de Compañías extranjeras que hoy usufructúan la mejor parte de la propiedad de la República10”
Los liberales positivistas en el gobierno de México con estas iniciativas buscaban resolver el déficit económico generado por las Guerras Civiles entre Liberales y Conservadores, y las guerras contra los invasores e imperialistas franceses y estadounidenses. Los hacendados, por otra parte, buscaban obtener más tierras para posicionarse como el sector más rico de México. Villegas afirma: “La nacionalización [expropiación de las tierras de las comunidades] demostró lo quimérico de tales propósitos para los Positivistas. […] el liberalismo triunfante no pudo financiarse con ellos, sin duda fue ese fracaso lo que abrió la puerta al Capital foráneo, operación que fue uno de los rasgos salientes del Porfirismo.11”
- Del “Ateneo de la juventud” a su participación en la Revolución Mexicana (1909-1917)
José Vasconcelos combate el proyecto liberal iniciado con Benito Juárez y continuado por “Los Científicos” de Porfirio Díaz, fundando en 1909, con otros jóvenes como Antonio Caso, Alfonso Reyes y el dominicano Pedro Henríquez Ureña, una agrupación Iberoamaricanista, humanista, espiritualista –cristianismo plebeyo/mestizo-, antipositivista y juvenil llamada “Ateneo de la Juventud”12. Tras una serie de publicaciones con críticas agudas al gobierno del Porfiriato, Vasconcelos debe exiliarse en Estados Unidos. A pesar de las persecuciones que sufren quienes combaten el régimen, la batalla académica, cultural, política e ideológica emprendida por Vasconcelos y otros jóvenes retroalimenta, impulsa, acciona y acompaña la Revolución Mexicana que estalla hacia 1910 durante el proceso de sucesión presidencial.
José Vasconcelos en ese desenlace, que será violento entre un sector que no se quiere ir del poder y otro que se divide entre quienes quieren recuperar lo perdido durante los años de hegemonía liberal desde los tiempos de Benito Juárez (campesinos y pequeños propietarios) y quienes conforman un grupo de descontentos (profesionales y letrados de las ciudades), este grupo que sueña con una República a imagen y semejanza de los países democráticos de Europa y Norteamérica. Vasconcelos se decide por estos últimos al principio, y por los líderes de las masas populares campesinas (Francisco “Pancho” Villa y Emiliano Zapata) después.
Entre 1909 y 1911 Vasconcelos se acerca a las filas del Partido Antirreleccionista fundado por Francisco Madero. La violencia de una Revolución que desborda todo lo previsto desencadena en el asesinato de Madero mientras Vasconcelos es presionado por los secuaces del dictador Porfirio Díaz. Decide unirse al Ejército Constitucionalista liderado por Venustiano Carranza. Comienza una tensa relación con Carranza, que comienza a consolidarse en el poder sin darles lugar a los nuevos reclamos y fuerzas sociales surgidas durante la Revolución. Escribe Vasconcelos: “La falta de programa preciso y el ejercicio del mando fuera de las normas constitucionales y de acuerdo con las conveniencias personales de quien, de hecho, se había constituido en nuevo dictador, dieron pretexto para la discordia13”. En un escenario que transita hacia una fragmentación entre los tres bandos revolucionarios (los Carrancistas, Villistas y Zapatistas), Vasconcelos, que busca ocupar un espacio como maestro y educador del México Revolucionario, decide apoyar a los líderes de las grandes masas campesinas de México (mestizos, indígenas, trabajadores rurales) formando parte de la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914. Dice Vasconcelos: “En estas condiciones y en último esfuerzo para evitar el derramamiento de sangre, un grupo de patriotas ideó la celebración de una Convención Nacional Revolucionaria. Pese a la resistencia opuesta por Carranza se celebró esta Convención en Aguascalientes. […] Estuvieron representados en esta Convención todos los Villistas, todos los Zapatistas y la mayor parte de los Generales de Carranza que públicamente desobedecieron a su Jefe, tomando parte de las deliberaciones de la Asamblea. Redactó la Convención el primer programa revolucionario, un poco más avanzado en materia agraria y en materia obrera que el viejo Plan de San Luis de Potosí.14”
En aquella convención, Vasconcelos intenta cumplir un rol como instructor, hombre de cultura, conectando a los revolucionarios con los sectores letrados. Según los narradores de aquel acontecimiento, al momento de tomar la palabra Vasconcelos en la Convención desplegó un discurso místico, habló sobre buscar “en el conocimiento nuestra revelación”, haciendo alusión a “un momento épico y espiritual que necesita de un esfuerzo épico y espiritual para el México del futuro.15” Aquel efímero gobierno de la Convención lo nombra como Ministro de Instrucción Pública. Unos meses después se desata el enfrentamiento entre Carranza de un lado, Villa y Zapata del otro: en medio de aquellos conflictos, Vasconcelos es enviado al extranjero en busca de lograr el reconocimiento diplomático del Gobierno Revolucionario. Tras la victoria definitiva de Carranza sobre Villa y Zapata y la sanción de la Constitución de 1917, Vasconcelos se aleja de la vida política mexicana y dedica su tiempo a viajar, estudiar y escribir una serie de libros.
- Exilios, estudios, intervenciones y publicaciones (1917-1920)
La tormentosa revolución se cruza con relaciones amorosas complicadas que Vasconcelos tiene con su primera mujer, Serafina Miranda, a raíz de una relación extramatrimonial que mantendrá durante varios años con Elena Arismendi. Frente a estas tensiones Vasconcelos decide refugiarse en el conocimiento, se radica en Estados Unidos y dedica largas horas en la Biblioteca de Nueva York al estudio de la historia, pensamiento y cultura de distintos pueblos del mundo. Se sumerge en la lectura de los llamados clásicos de la Grecia y Roma Antigua y revisa algunos aspectos de la Revolución Mexicana, probablemente en un intento por comprender aquellos turbulentos tiempos. Estas exploraciones y aprendizajes se despliegan en una serie de ensayos críticos16, filosóficos, sociales, educativos y políticos: Pitágoras, una teoría del ritmo (1916)17, Prometeo Vencedor (1916)18, El monismo estético (1918)19, La caída de Carranza; de la dictadura a la libertad, México, Imprenta Munguía (1920)20, Estudios Indostánicos, México, Editorial México Moderno (1920)21.
Si sumamos a los libros mencionados otros seis publicados durante los años siguientes: Divagaciones literarias (1922), Orientaciones al pensamiento en México (1922), Ideario de acción (1924), La revulsión de la energía: los ciclos de la fuerza, el cambio y la existencia (1924), La Raza Cósmica (1925) y Tratado de Metafísica (1929), podríamos marcar al menos cinco tendencias o constantes en su propuesta de pensamiento-acción para Iberoamérica:
1) Dar por finalizada la importación de ideas, conceptos y nociones de la vieja Europa, por ser ya obsoletos, antiguos para los seres que habitan y habitarán las Américas.
2) Dejar de trasplantar a nuestra región los modelos educativos-pedagógicos ya existentes en otras regiones del mundo: para Vasconcelos en las Américas se encuentra el germen de una civilización nueva que deberá buscar en su espíritu, en su acontecer, un nuevo modelo educativo pedagógico.
3) Estudiar la historia, pensamiento y cultura de la Grecia pitagórica y la India de Buda, cuna de Oriente y Occidente, y proponerlos como modelos históricos a ensamblar con el espíritu y energía que fluye en América en pos de alcanzar una personalidad independiente; afirma Vasconcelos: «Solo las razas mestizas son capaces de las grandes creaciones».
4) Con ideas tales como el mesianismo cultural o la propuesta de un maestro como misionero/sacerdote de la cultura, de la educación y del espíritu de la nueva Raza Cósmica, Vasconcelos propone realizar una filosofía iberoamericana que, por estar en ciernes, debía inevitablemente ser una filosofía en acción, un pensamiento fuerza: irracionalista, vital, enérgica, colectiva, metafísica, creativa y creadora.
5) Ligado al punto anterior, Vasconcelos considera que la resurrección de Jesús y el amor de Dios promueve y sostiene la idea una Raza trascendente, metafísica, inmortal, superadora de lo terrenal y que se funde, y al mismo tiempo, se verifica, en la estética mestiza del continente americano: no invasor sino receptor. Afirma: “El conjunto actúa según armonía y proporción orientadas a un fin. La realización del fin último requiere que cada cual ejercite su función propia, cumpliendo así su destino. El Cosmos no está presidido por el Uno abstracto de Parménides. Lo rige la persona Divina, que en la plenitud de su existencia se nos revela según la Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Creador, el Redentor, y el Verbo perenne, que es el sostén de los mundos.22”
Tras viajes por Europa, Estados Unidos y un fugaz paso por Perú; en 1920 retorna a México y logra ser reconocido con el cargo de Rector de la Universidad Nacional de México (UNAM) por el Presidente Provisional Adolfo de la Huerta. En su asunción al cargo pronuncia el reconocido “Discurso de la Universidad”, verdadera anticipación de lo que será su proyecto de transformación educativa y pedagógica. Dijo allí Vasconcelos: “He revisado, por ejemplo, los programas de esta nuestra Universidad y he visto que aquí se enseña literatura francesa, con tragedia raciniana inclusive, y me hubiese envanecido de ello, si no fuese porque en el corazón traigo impreso el espectáculo de los niños abandonados en los barrios de todas nuestras ciudades, de todas nuestras aldeas, niños que el Estado debiera alimentar y educar, reconociendo al hacerlo, el deber más elemental de una verdadera civilización. Por más que debo reconocer y reconozco la sabiduría de muchos de los señores profesores, no puedo dejar de creer que un Estado, cualquiera que él sea, que permite que subsista el contraste del absoluto desamparo con la sabiduría intensa o la riqueza extrema, es un Estado injusto, cruel y rematadamente bárbaro.23”
NOTAS
1Joel Roberts Poinsett (Carolina del Sur, 1779-1851) fue el primer diplomático estadounidense, Ministro Plenipotenciario de México (no se nombró un embajador para México hasta 1896), que Vasconcelos acusa de operador desde la “logia de los yorquinos”, y gestor de la llamada “Revolución de Texas” que terminará con el saqueo de inmensos territorios mexicanos por parte de los Estados Unidos (1835-1836).
2 Lucas Alamán (Guanajuato, 1792-1853), fue un político, escritor, diplomático que como señala Ana Jaramillo: “para Vasconcelos, Alamán es el que le da contenido al bolivarismo ya que creía en la raza, el idioma y la comunidad religiosa y de esa manera nace el hispanoamericanismo frente al “hibridismo panamericanista”. En: Jaramillo, Ana, “Prólogo” de José Vasconcelos, Bolivarismo y Monroísmo. Temas Iberoamericanos, Remedios de Escalada, Ediciones de la UNLa, 2014, p. 9.
3 Vasconcelos, José, Ulises Criollo: la vida del autor escrita por él mismo, México D.F., Ediciones Botas, p. 7.
4 El libro puede ubicarse dentro del listado de obras autobiográficas realizadas por el autor divididas en narraciones de distintas épocas de su vida: Primeras acciones contra la dictadura de Porfirio Diaz (Ateneo de la Juventud, militancia política en el Partido de Francisco Madero) en Ulises Criollo (1935); Periodo como participe de la Revolución Mexicana 1910-1920 en “La Tormenta” (1935); tiempos como Rector de la UNAM y Secretario de Instrucción Pública de México, experiencia y armado del Proyecto Educativo emprendido en el México Posrevolucionario en “El desastre” (1938); Exilio y derrota electoral en su candidatura a Presidente en 1930 en: “El Proconsulado” (1938”.
5 León Portilla, Miguel (dir), Diccionario Porrúa de Historia, biografía y geografía de México, México, Editorial Porrúa, 1995, pp. 3680-3681; Musacchio, Humberto, Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de México, Tomo 3. México, Hoja Casa Editorial, 1999, p. 3179; Ocampo, Aurora (dir.), Diccionario de Escritores Mexicanos, Tomo IX (U-Z), México D.F., UNAM, 2007, pp. 154-177; AAVV., Enciclopedia de México. Tomo 10. México, Editorial Planeta Grandes Publicaciones de México, 2008, pp. 4386-4387.
6 Ocampo López, Javier, “José Vasconcelos y la educación mexicana”, en: Revista Historia de la Educación Latinoamericana, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Boyacá, Colombia, Vol. 7., año 2005, pp. 137-157; Taracera, José, La verdadera Revolución Mexicana. La tragedia Vasconcelista, Editorial Jus, 1960.
7 Skirius, Jhon, José Vasconcelos y la cruzada de 1929, México, Siglo XXI Ediciones, 2002.
8 Villegas, Abelardo, Positivismo y Porfirismo, México D. F., Editorial Sep/Setentas, 1972, p. 12.
9 Vasconcelos, José, Breve Historia de México, op., cit., p. 484.
10 Ibídem, pp. 420-421
11 Ibídem, p. 18.
12 Portilla León, Miguel y otros, Estudios de Historia de la Filosofía en México, México D. F., Universidad Autónoma de México, 1963.
13 Vasconcelos, José, Breve Historia de México, Madrid, Edición Cultura Hispánica, 1952, p. 418
14 Ibídem, p. 484.
15 Documentos Históricos de la Revolución Mexicana, Tomo XXIII, La Convención, Tomo II, Fundadores Isidro Fabela y Josefina E. de Fabela, Jus, México, 1971.
16 Torres, Pilar, José Vasconcelos, México D.F., Editorial Planeta, 2006.
17 Vasconcelos, José, Pitágoras, una teoría del ritmo, La Habana, Imprenta El siglo XX, 1916.
18 Vasconcelos, José, Prometeo vencedor, Madrid, Editorial América, 1916.
19 Vasconcelos, José, El monismo estético, México, Editorial Cultura, 1918.
20 Vasconcelos, José, La caída de Carranza; de la dictadura a la liberta, México, Imprenta Munguía, 1920.
21 Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, México, Editorial México Moderno, 1920
22 Vasconcelos, José, Filosofía Estética, Buenos Aires, Editorial Espasa Calpe, 1952. P. 76.
23 Vasconcelos, José, “Discurso en la Universidad (1920)”, en: Vasconcelos, José, Obra Selecta, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 42.
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