El Servicio de Orientación Vocacional de nuestra universidad se especializa en acompañar y asesorar a los y las estudiantes, que se enfrentan ante la decisión de tener que elegir una determinada carrera u ocupación laboral. En este contexto se organizó un taller destinado a las familias, con el objetivo de generar nuevas herramientas que acompañen a los y las jóvenes en el camino hacia la autonomía en los estudios después de la escuela secundaria.

“Hace tiempo que venimos observando que cuando nosotros hacemos la inscripción presencial a nuestros talleres de orientación vocacional, los chicos vienen acompañados de un familiar, madre, padre, tío, hermana mayor, que responde por ellos. Por ejemplo, les preguntamos su teléfono y ellos miran a la persona adulta y te dicen: ‘Mejor te doy el de mi mamá’. El chico ni sabe su celular. O todo lo contesta el familiar. Entonces, hay una cuestión del adulto hacia ese chico que deja la secundaria y que se enfrenta al nivel superior o a lo que va a ser su proyecto de vida por fuera de la escuela, que tiene que ver con no saber cómo poder soltarlos, acompañarlos y sostenerlos de una manera totalmente distinta a como lo hacían en el secundario”, relata Patricia Vales, integrante del equipo de Orientación Vocacional junto con Lisa Trejo y Christian Mobilio.

Si bien Mobilio asegura que la presencia de los padres siempre estuvo, en los últimos años esta tendencia se vio acrecentada.

 “Hay como un miedo. Muchos chicos no viajan solos en colectivo, entonces vienen acompañados o los traen en auto. Y muchos adultos se quedan esperándolos mientras el chico está, por ejemplo, en un taller de orientación vocacional. Antes eran casos contados, pero cuando vimos que eran varios, decidimos armar este taller. Tuvimos un montón de inscriptos y eso nos dio la pauta de que esta transición hacia los estudios superiores o el trabajo es una preocupación”, agrega Trejo.

¿Cómo se trabaja en el taller?

PV: Analizamos qué les pasa a los padres, cómo fue esta transición para ellos, porque en algún momento ellos tuvieron que hacer alguna transición, aunque no hayan terminado el secundario. Otra cosa que se nos plantea es que si bien no todos los padres terminaron el secundario, sí quieren que sus hijos sigan estudiando o sigan capacitándose. Entonces, tratamos de trabajar con esa población de adultos que son tan dispares.

LT: La idea es también abordar las expectativas en relación a qué desean y si ese deseo no se convierte en una presión para los pibes y pibas. Entonces, es también acompañarlos a ellos a que no presionen, a darse cuenta de que los deseos de los hijos a veces no coinciden con los de ellos.

Es decir, que el foco está puesto en la elección… 

PV: Sí, porque el chico ya se siente con determinada presión y, a veces, elige con angustia. Por eso, queremos que esa angustia no lo limite a la hora de hacer un proceso más libre, digamos.

¿El contexto influye?

LT: Sí, creemos que hay una cuestión de la época en la que estamos, de crisis económica, social, cultural que atraviesa la decisión.

PV: Elegir siempre causó dificultad, porque están las expectativas de la familia y lo que el chico elige. Pero ahora notamos un incremento y creemos que tiene que ver con esta época que vivimos de muchos cambios y de mucha incertidumbre con respecto al futuro.

¿Y eso cómo repercute en los jóvenes?

LT: Por ejemplo, cuando nosotros les preguntamos sobre su futuro lo que más les importa a los chicos es el dinero. Y también está la pérdida del valor del estudio universitario, es decir, que se pueda ganar dinero sin invertir tanto tiempo en la universidad, porque ya no es garantía.

PV: O si no, te plantean que van a aprender por TikTok o YouTube. Y no es un caso, son muchos.

LT: Sabemos que lo del dinero es importante, pero hay todo un discurso y una visibilización de que los profesionales ganan muy poco, por ejemplo los médicos del Garrahan, los trabajadores universitarios. Entonces, el estudio no está siendo una garantía de ascenso social. “Te vas a cagar de hambre”, esa famosa frase ahora la dicen ellos, no los padres.

CM: Creo que eso también responde a sus propias realidades, porque muchas veces dicen “yo no quiero que falte el dinero como falta en mi casa”.

¿Cómo se trabaja la orientación?

PV: Nosotros no orientamos solo para la universidad, sino para que estudien lo que les gusta. Siempre van a encontrar algo, así sea gastronomía, manualidades, cerámica, reparación de motos, etc.

¿Es igual en chicos con discapacidad?

PV: Nosotros trabajamos para toda la población, no hacemos diferencias. De hecho, no pedimos certificado de discapacidad. No, no nos interesa. El problema, tal vez, es que no todas las discapacidades son iguales. Lo que sí notamos es que lo colectivo los aloja y que los demás pibes y pibas, que quizás no tienen alguna discapacidad, los pueden incluir. Conviven tranquilamente, participan y escuchan. Creo que eso también tiene que ver con una escuela secundaria más inclusiva. Y eso me parece que es algo bueno.

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