El pensamiento y el liderazgo de Francisco no son ajenos a la vida académica, de investigación y de cooperación de la UNLa. En 2019, cuando la UNLa en conjunto con otras universidades organizó el Congreso Nacional de Filosofía en conmemoración de los 70 años del Primer Congreso realizado en 1949, Francisco se hizo presente con un mensaje alentador que celebraba la realización del evento[1]. Previamente, en 2017, la UNLa había organizado el encuentro “El pensamiento de Francisco. Reflexiones desde y para América Latina” del cual como resultante Ediciones de la UNLa publicó un libro[2]. Los valores que despliega Francisco a través de su mensaje y su acción no pueden ser extraños a nuestra Universidad que se define a sí misma como “urbana comprometida” y que anhela formar no solo profesionales destacados sino, sobre todo, “gestores sociales”, hombres y mujeres capaces de transformar la realidad buscando la justicia y defendiendo la democracia.

Hoy, 13 de marzo, se cumplen 8 años del pontificado de Francisco. Un día como hoy en 2013 el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio era elegido obispo de Roma y pastor de pastores para la Iglesia Católica. En ese mismo día y al comienzo de su misión como Papa realizó un gesto transformador: le pidió al pueblo que lo bendiga y rece por él. La palabra “pueblo” es, quizás, el término más presente del pontificado de Francisco. En efecto, desde su elección como Papa hasta la actualidad ha cobrado fuerza la perspectiva impulsada por la denominada “teología del pueblo”, que es una corriente argentina de la Teología de la Liberación. En sus tres principales escritosFrancisco ha destacado la centralidad del pueblo como categoría política buscando instalar un nuevo paradigma de liderazgo comunitario.

En Evangelii Gaudium –donde la palabra “pueblo” aparece 164 veces– se destacan los cuatro principios en la construcción y conducción de un pueblo, a saber: que el tiempo es superior al espacio, que la unidad prevalece sobre el conflicto, que la realidad es más importante que la idea y que el todo es superior a la parte (EG, 222-237). Según señala Juan Carlos Scannone, dichos principios nacen de la lectura de una carta que Juan Manuel de Rosas (gobernador de Buenos Aires) le dirige a Facundo Quiroga (gobernador de La Rioja) sobre la temática de la organización nacional[3]. Este dato nos permite reconocer el arraigo profundo de Francisco en la cultura popular y en la historia argentina, desde la cual se abre al mundo con su actual mensaje.

En Laudato Si realiza un llamado a “concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos”. Sin perder la riqueza de la diversidad de los pueblos de la tierra hace una invitación a todos ellos en pos de un proyecto común. Su deseo es “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (LS, 13).

Finalmente en Fratelli Tutti sostiene que pueblo no es una categoría lógica (de la razón pura) ni mística (con un sentido angelical), sino una categoría mítica: “ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales. Y esto no es algo automático, sino todo lo contrario: es un proceso, lento, difícil… hacia un proyecto común” (FT, 158). Cabe destacar que Francisco toma esta acepción de la palabra “pueblo” como categoría mítica apoyado en la lectura de Rodolfo Kush, un filósofo argentino que dedicó su vida a comprender lo propio, lo genuino y lo más profundo de nuestro estar en la tierra desde los pueblos originarios de “nuestra América”[4].

La palabra “pueblo” se expresa en Francisco en los gestos simples como el recibir un mate mientras saluda a los peregrinos en las jornadas mundiales de la juventud pero también en las decisiones políticas, como es el caso del impulso a los así llamados, por él, movimientos populares.

Ahora bien, ¿qué implica asumir esta concepción de pueblo en lo político, lo económico, lo social y lo cultural en y desde América Latina y el Caribe? ¿Cuáles son los horizontes que se han abierto a partir del pontificado de Francisco en este sentido? Y, finalmente, ¿cuáles son los desafíos para los gobiernos latinoamericanos a partir de la irrupción de un Papa que ha transitado su tiempo como obispo de Roma y como líder (más allá de las fronteras del catolicismo) promoviendo con su pensamiento y su acción esta noción de pueblo?

En esta breve nota, reflexionamos en torno a estas preguntas aunque las dejamos abiertas para buscar junto a las y los lectores algunas respuestas colectivas.

Pueblo: del demos al laos

En la Biblia hay al menos tres vocablos que provienen del griego y refieren al pueblo: demos, laos y ochlos. En la Grecia antigua, más precisamente en Atenas, la palabra demos hacía referencia a la ciudadanía en la cual no estaban incluidos ni las mujeres, ni los esclavos, ni los extranjeros. Solo un grupo de varones adultos y mayormente propietarios de tierras eran considerados ciudadanos. Se calcula que solo el 20% de la población ateniense integraba este grupo selecto. Por otro lado, la palabra ochlos designaba más bien a la muchedumbre excluida, o sea una masa de gente heterogénea y manipulable por el poder de turno. Por el contrario, la palabra laos refiere al pueblo reunido, a la asamblea popular o podríamos decir: al pueblo excluido que empieza a organizarse[5]. En el Nuevo Testamento, es decir en el conjunto de los libros bíblicos posteriores al nacimiento de Jesús, la palabra demos solo aparece 4 veces, laos 141 veces y ochlos 174 veces[6].

Durante el ya mencionado Congreso Nacional de Filosofía del 2019 que organizó la UNLa, Néstor Miguez (presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas), quien fuera expositor en el panel “Nación, cultura, pueblo y religión en la civilización contemporánea”, sostuvo: “el pueblo de la religión de Jesús no es el pueblo organizado y jerarquizado de la democrática asamblea griega o de la república romana, sino la multitud hambrienta y enferma, a la que enseña, alimenta y cura, los descartados que lo siguen. Jesús era… un laocrático”[7].

Esta afirmación –desde nuestro punto de vista– encuentra un asidero en la concepción de pueblo que ha marcado el pontificado de Francisco. En efecto, aunque no desarrolla la distinción entre demos y laos, él mismo sostiene que los movimientos populares tienen que tener un rol protagónico que incida en las estructuras de gobierno. Los movimientos populares, que reúnen a las y los desocupados, a las y los precarizados, a las y los que están en los márgenes del sistema, generan experiencias de sor-fraternidad[8] que crecen desde abajo con el lema activo de las 3T: Tierra, Techo y Trabajo, y que es preciso relacionar y coordinar. Para Francisco, es con y a través de estos movimientos que es posible “un desarrollo humano integral, que implica superar esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos” (FT, 169).

Quizás en estos 8 años de pontificado Francisco haya encontrado en los movimientos populares esa forma de organización laocrática que Jesús cultivaba y que Néstor Miguez mencionaba. Esto se evidencia no solo por el impulso y la participación en los diversos encuentros que realizaron los movimientos haciendo cada vez más sólida su organización, sino también en la distancia respecto de las posibilidades de transformación al interior de las estructuras de gobierno.

Sin duda el Papa ha encabezado procesos geopolíticos de construcción de paz en y entre las naciones y las religiones, tales como los diálogos entre Cuba y Estados Unidos, entre las FARC y el Gobierno colombiano, entre el cristianismo y el Islam, sobre todo con su reciente y contundente visita a Irak, en especial al gran ayatolá chiita Alí Sistani que provocó al Gobierno de dicho país a tal punto que decretó al 6 de marzo como “Jornada de tolerancia y coexistencia”. Sin embargo, no parece depositar sus esperanzas más altas en las jerarquías y las superestructuras como motores del cambio. Por el contrario, aunque tenga que vivir en contradicción, y aunque para muchos sea el mayor estadista contemporáneo, parece sostener que las transformaciones son y serán movidas desde abajo, desde los últimos, desde los pobres, es decir desde la fuerza de la cultura popular. Esto queda demostrado no solamente a través del impulso de los movimientos populares sino en diversos acontecimientos que aspiran a marcar un rumbo más laocrático. Se destaca entre dichos acontecimientos el Sínodo de la Amazonía que plasmó aquella máxima de escuchar “el clamor de la tierra” y “el clamor de los pobres”, repensando con y desde las comunidades –sobre todo las indígenas, campesinas y afrodescendientes– los caminos hacia una conversión ecológica integral.

Hacia la unidad popular en Latinoamérica

La posible, aunque compleja, unidad continental latinoamericana y caribeña -un claro deseo de Francisco– sin duda representa una amenaza para los países centrales. La periferia, el continente más desigual, no debe encontrar el camino que lo devuelva a los ideales que defendieron San Martín y Bolívar, pues sus recursos, sus capacidades y su diversidad podrían acabar con la dominación económica nórdica y ello representa un problema para las corporaciones y para el capitalismo salvaje y especulativo. Por ello en los últimos años, se han financiado programas de gobiernos neoliberales, campañas antidemocráticas, partidos ultraconservadores y golpes institucionales que sustituyen a los antiguos golpes militares. Estos representan lo que la Teología de la Liberación llama “el antipueblo”, es decir todo aquello que denigra la dignidad y la soberanía de quienes integran el pueblo. Ante estos ataques y su clara intencionalidad la esperanza de unidad estuvo y seguirá estando para los líderes comunitarios en el laos.

En esta línea, el acento y la convicción de Francisco de depositar las esperanzas en los movimientos populares y en todas las formas de organización comunitaria surgidas del mestizaje cultural, representa un gran desafío para las democracias latinoamericanas que no se resuelve meramente entregando cargos a los referentes de dichos movimientos. En efecto, pensar y construir desde el pueblo implica que los Estados deben aprender de las pequeñas comunidades, de las organizaciones locales, de los espacios compartidos que nacieron para hacerle frente a la injusticia; y que los líderes deben gobernar obedeciendo el mandato popular. Conlleva repensar las estructuras y echar por tierra las barreras que una y otra vez vuelven a fragmentarnos. Implica ser claros en una opción por y desde el pueblo (laos) y decirle no a cualquier elitismo o exclusión, decirle no a un demos que tan solo alcance al 20% de la población.

Desde Francisco y la noción de pueblo que lo desborda en su mensaje y sus gestos, estamos llamados a construir un nosotros latinoamericano en el cual nadie quede descartado, aunque ello implique decirles no a las corporaciones económicas y políticas que atentan contra el bien común y el buen vivir.


[1] Ver: Jaramillo, A. (Coord.) (2019). Actas del Congreso Nacional de Filosofía 2019: En homenaje al primer Congreso Nacional de Filosofía, Mendoza 1949. Tomos I, II y III. Remedios de Escalada. EdUNLa. Consultar: http://edunla.unla.edu.ar/publicaciones/catalog/book/280

[2] Ver: Neirotti N. (Coord.). El Pensamiento de Francisco. Reflexiones desde y para América Latina. Remedios de Escalada. EdUNLa.   Consultar: http://edunla.unla.edu.ar/publicaciones/catalog/book/268

[3] Ver: Scannone J. C. (2015). La teología del pueblo. Raíces teológicas del Papa Francisco. Santander. Sal Terrae. 

[4] Francisco lo explicita en: Spadaro A. SJ (2017). “Las huellas de un pastor. Una conversación con el Papa Francisco”. En: Bergoglio J.M. – Papa Francisco. En tus ojos está mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013). Madrid. Publicaciones Claretianas. pp. 24-25 

[5] Una distinción entre ochlos y laos aplicado al pensamiento de Francisco y su concepción de la política lo encontramos en Cuda E.(2018). “Trabajo y política en el pontificado del Papa Francisco”. En: Neirotti N. (Coord.). El Pensamiento de Francisco. Reflexiones desde y para América Latina. Remedios de Escalada. EdUNLa.   

[6] Ver: Ferrando M. A. SM. (S/A). “El Pueblo de Dios según el Nuevo Testamento”. Recuperado de: https://repositorio.uc.cl/xmlui/bitstream/handle/11534/15301/000421977.pdf

[7] Miguez N. (2019).  “Pueblo y religión”. En: Jaramillo, A. (Coord). Actas del Congreso Nacional de Filosofía 2019: En homenaje al primer Congreso Nacional de Filosofía, Mendoza 1949. Tomos III. Remedios de Escalada. EdUNLa.

[8] Si hablamos de fraternidad a secas parece no haber lugar para las hermanas o bien ellas quedan subsumidas, pues Fratres son los hermanos. Además, detrás de la palabra no está solo la masculinidad que se impone sino el patriarcado que hoy se derrumba junto con la modernidad. Por lo tanto, usamos el término sor-fraternidad y nos referimos no solamente a su consideración como fin ético al que se aspira, sino a los caminos que transita una comunidad para realizarse plenamente. Ver: Mattalini M. (2020). “Nueva Normalidad o nueva configuración social?” Analéctica. Vol. 7 Nun. 43. Recuperado de: http://portal.amelica.org/ameli/jatsRepo/251/2511843003/2511843003.pdf

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