(José de Jesús Alfaro Siqueiros; Chihuahua, 1898 – Cuernavaca, 1974) Pintor mexicano, figura máxima, junto a Diego Rivera y José Clemente Orozco, del muralismo mexicano. Tributario de la estética expresionista y la retórica declamatoria que le exigía su radicalismo político, su pintura aunó la tradición popular mexicana con las preocupaciones del surrealismo y el expresionismo europeos.[1]
El muralismo mexicano fue un movimiento artístico políticamente comprometido principalmente por dos factores: la Revolución Mexicana de 1910 y la influencia de las ideas políticas revolucionarias marxistas. El aporte de la primera ola de las vanguardias europeas propició también un ambiente cada vez más libre que será caldo de cultivo para que los artistas mexicanos inicien una revolución artística en el seno de su sociedad: encontrar un arte auténticamente mexicano que llegue a las masas y que transmita un nuevo horizonte de ideas y valores. Un arte público, para el pueblo y por el pueblo, con el muro como soporte ideal.
Si el muralismo en México tiene arraigos importantes en la Revolución, antecedentes que repercutieron en la gestación del movimiento, también tiene una tradición muralista que se enraíza en tiempos prehispánicos como Bonampak[2] Atetelco[3] y el Arte Tequitqui [4], y se prolonga en el periodo colonial con murales mayormente pintados para evangelizar y reforzar la doctrina cristiana.
Lo particular del muralismo es que al ser el muro soporte de la obra de arte presenta un problema para su mercantilización porque no es portable ni coleccionable. El muro es permanente, devuelve a la pintura su carácter público. El muralismo permite la permanencia de la función social de la obra de arte. El muralismo mexicano puso en alto el arte durante el siglo XX a nivel internacional ya que promovió a los murales como una forma de expresión social y política
En 1920, finalizada la Revolución, México se encontraba en una etapa pacífica y reconstructiva donde regía la reforma agraria con una Constitución (1917) que garantizaba, entre otras cosas, la defensa de los intereses económicos de los trabajadores. Álvaro Obregón inicia así una transformación educativa y cultural desde la Secretaría de Educación Pública con José Vasconcelos, uno de los impulsores de la pintura mural a partir de su programa cultural revolucionario y quien convoca a plasmar la identidad nacional en las paredes de los edificios públicos.
Así los artistas dejan los talleres de pintura y un arte supeditado a la encomienda de los poderosos y a la exposición museística burguesa; cambian los temas sobre naturalezas muertas, paisajes, panteones de dioses importados, cohortes sagradas y profanas ajenas al ser nacional; y colocan a obreros y campesinos en el centro de un lienzo que se extenderá en la arquitectura y será soporte del diálogo entre la historia y el pueblo de México.
Los muros servirán, no solamente para trasmitir las imágenes y la filosofía de la Revolución, no solamente para exaltar las luchas y hablar un lenguaje propio que clarifique la esencia del ser mexicano, no solamente para trascender las conciencias y multiplicar las voces, sino para desenmascarar a los enemigos del pueblo, a los representantes del gobierno y al sistema social vigente, y así, lo que en un principio es una pintura narrativa y descriptiva, evoluciona rápidamente hacia una pintura más crítica que vehiculiza ideas políticas y subversivas del orden, con imágenes de Marx y Lenin, con los símbolos de la hoz y el martillo y el socialismo como estandarte. Alumnos de la Academia de Bellas Artes de San Carlos se unen en la lucha de la renovación de los sistemas educativos positivistas de Porfirio Díaz para la transformación de medios estéticos y artísticos y forman parte de esta revolución intelectual.
Uno de los artistas con mayor sentido subversivo, más crítico y rupturista, desde sus inicios es Siqueiros quien, heredero de la Revolución Mexicana y militante del Partido Comunista Mexicano, refleja en sus pinturas, desde muy temprano, su radicalismo político.
En el año 1914 se alista en el ejército constitucionalista para luchar en la revolución mexicana y es ahí donde descubre la masa de campesinos, trabajadores y la gran riqueza cultural del país, sobre todo las civilizaciones precolombinas. Este encuentro es determinante para su formación. Suma luego un viaje a Europa que dura tres años donde toma contacto con las vanguardias artísticas expresionistas, futuristas y cubistas. En París absorbe la influencia del cubismo, subyugado por Cézanne y el uso de los volúmenes y el color; allí conoce a Diego Rivera, uno de los tres grandes del muralismo y viaja con él por Italia para estudiar a los del Renacimiento, la técnica del fresco y la perspectiva.
Siqueiros, Rivera y José Clemente Orozco son convocados por Vasconcelos, quien les encarga obras para edificios destacados de la Ciudad de México. Los artistas trabajan en la Escuela Nacional Preparatoria. Sus primeras obras carecen de la naturaleza pública visionada en su ideología. En 1923, Siqueiros ayuda a fundar el Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Mexicanos Revolucionarios, que afronta el problema de llegada al público a través del periódico sindical, El Machete. Ese año, el periódico publica, para los trabajadores del mundo, un manifiesto, que Siqueiros ayuda a redactar, sobre la necesidad de un arte colectivo, que sirva como propaganda ideológica para educar a las masas y derrotar a los burgueses.
“Repudiamos la llamada pintura de caballete y todo el arte de los círculos ultra intelectuales porque es aristocrático y glorifiquemos la expresión del Arte Monumental porque es una propiedad pública. Proclamamos que, dado que el momento social es de transición, de orden decrépito a uno nuevo, los creadores de belleza deben realizar sus mayores esfuerzos para hacer que su producción sea de valor ideológico para el pueblo y la meta ideal del arte, que actualmente es una expresión de masturbación individualista, sea de arte para todos , de educación y de batalla” Manifiesto de Siqueiros en Sindicato de Pintores Escultores y Grabadores revolucionarios de México. 1922
Los murales adquieren estatus monumental, plasmados, la mayoría de las veces, en paredes de edificios coloniales. Los muralistas comparten libremente ideas y técnicas y el trabajo de cada uno resulta distintivo y particular con una impronta estilística propia. Resurgen viejas técnicas como el fresco (pintar sobre paredes recién enyesadas), la pintura de cera caliente, los mosaicos y las cerámicas de alto fuego así como piezas metálicas y capas de cemento.
Pero la relación de Siqueiros con el gobierno se deteriora debido a su filiación y participación militante con el partido comunista; la creciente oposición a la política oficial, manifestada a través de su labor periodística; y las opiniones vertidas en sus artículos; por lo que decide dedicarse con exclusividad a las actividades de militancia política. Retomará las actividades artísticas nuevamente en los años 30 pero su vida y obra estarán siempre atravesadas por su militancia ideológica y no puede pensarse una sin la otra. Sus entradas y salidas a la cárcel o al exilio serán frecuentes durante toda su vida.
Crea en 1936 un Taller Experimental en New York con el objetivo de explorar y unir las técnicas pictóricas con las nuevas tecnologías y llevar adelante una de las propuestas de la Bauhaus: Integrar la arquitectura, la pintura, la escultura con los procesos industriales. Allí surge lo que Siqueiros denomina “el accidente pictórico” que define como la improvisación de técnicas, como el goteo de pintura y texturas con arena, antecedente de lo que será el expresionismo abstracto americano, que nace en los talleres de Siqueiros y al que asiste Jackson Pollock uno de los artistas que desarrollará un estilo propio.
Su compromiso político lo lleva desde 1936 a 1939 a luchar como voluntario en la Guerra Civil Española, al lado del ejército republicano.
“Ya estoy en España y no he llegado tarde. Apenas se inicia la lucha verdadera. Todo el invierno será de guerra dura, y cuando llegue la primavera la pelea deberá tomar proporciones muy superiores a todo lo que ha habido hasta ahora. Yo vine a trabajar en el arte de propaganda, pero el aspecto físico de la lucha es tan terminante que me fue imposible eludir el ingreso a las filas del nuevo régimen […]Tengo una alegría inmensa de saber que puedo ser útil en esta inmensa lucha por la libertad de todos los pueblos del mundo […]Esto es maravilloso como hecho histórico, como espectáculo y como problema. [… Quiero darle a este triunfo de nuestra causa lo mejor que me queda de vida.”
Ya en México en mayo de 1940, su filiación a la vertiente política más estalinista, lo lleva a liderar en uno de los tres atentados organizados contra la vida de León Trotsky, asilado en México durante la campaña de persecución y muerte que Stalin desarrolló en su contra. Son involucrados en este tiempo, militantes mexicanos del PCM y de la Confederación de Trabajadores de México. Mientras Trosky prepara la constitución de una nueva organización internacional revolucionaria, con la complicidad de Shelton Harte, su guardaespaldas , Siqueiros penetra en la casa de Coyoacán acompañado de veinte hombres, los que realizan más de cien disparos y ametrallan los dormitorios de Trotsky y Natalia y su nieto, Sieva Volkov. Siqueiros pasa un año en la cárcel a raíz de este atentado y parte luego a Chile exiliado.
En 1960 es encarcelado nuevamente acusado de promover la “disolución social”. Durante el período que está recluido aporta sus conocimientos y cualidades artísticas entre los presos de la cárcel preventiva del Distrito Federal, a través de la creación de pinturas para la escenografía de la obra de teatro “El licenciado, no te apures” , realizada en dos biombos, y transformando su estancia en campo abierto para la defensa de los derechos civiles y la profundización y creación de conciencia política de los reos.
… la cárcel, lejos de ser un lugar que denigre al ser humano, es un lugar de reflexión y de preparación para continuar con la lucha política.
Siqueiros permanece en la cárcel de Lecumberri hasta el 13 de julio de 1964. Cuando sale, cuatro años después, lleva consigo la idea y los bocetos realizados en la prisión, de la que será su última obra: Marcha de la Humanidad en América Latina hacia el cosmos, finalizada en 1971 y que hoy engrandece las paredes del Polyforum Cultural Siqueiros.
Siqueiros es, sin duda, el artista más innovador desde el punto de vista conceptual y experimental. Es uno de los primeros en utilizar el aerógrafo con fines artísticos y trabajar con pyroxileno (un esmalte comercial).
Crea en 1965 La Tallera, espacio de gran valor simbólico adaptado a las necesidades de gran formato para:
“llevar a la realidad una idea que desde 1920 teníamos con Diego Rivera la creación de un verdadero taller de muralismo donde se ensayaran nuevas técnicas de pinturas, materiales, aspectos geométricos, perspectivas, etc.” El primer taller para el muralismo en el mundo. Un taller grande, inmenso, lleno de máquinas, con andamios supermóviles, con laboratorios para probar la química y la durabilidad de los colores, con materiales plásticos en abundancia, sin el sufrimiento de la limitación, con un departamento de fotografía, con cámaras fílmicas, con todo, todo lo que necesita un pintor muralista, hasta con los elementos y accesorios para penetrar en el escabroso campo de la dinámica de los colores y la relatividad de las formas geométricas en el espacio activo”.
La Tallera sobresale arquitectónicamente por el uso de la luz a través de celosías y porque sintetiza sus conceptos más importantes respecto a la obra: reunir los valores estéticos de la tradición constructiva mexicana y los de la modernidad ambientalista. La obra y su entorno, la obra y su Maríaluisa espacial. Un patio del museo se abre a una plaza adyacente girando una serie de murales desde su posición original, logrando un ámbito público integrado. La obra escenográfica.
Para Siqueiros, socialismo revolucionario y modernidad tecnológica, son conceptos íntimamente relacionados. Continente y contenido. Forma y fondo. Está convencido de que la naturaleza y la potencialidad revolucionaria del arte no dependen tan sólo del contenido de sus imágenes, del relato épico de los acontecimientos, sino de la creación de un equivalente estético y tecnológico en consonancia con los contenidos. Estar a la vanguardia de los recursos de la técnica y la tecnología, de los recursos estilísticos y del lenguaje pictórico, para intensificar la narrativa y la expresión del soporte pictórico. Su vida artística, sus creaciones, están presididas por la voluntad de una pintura mural experimental e innovadora. Es uno de los grandes antecedentes de lo que hoy es la arquitectura dinámica.
Para Siqueiros, la obra de arte, como lo postula el cubismo, debe permitir ser observada desde múltiples puntos de vista, desde diferentes ángulos. La incorporación de la variable tiempo en la obra le inaugura el término “poliangular” desde su preocupación por la mirada de los espectadores. El mural debe poder observarse desde varias perspectivas y para lograrlo se posiciona en distintos puntos de observación. La importancia de la mirada, de la perspectiva, de los puntos focales, del desdoblamiento cinematográfico de la obra. Usa una cámara de cine para reproducir la visión de un espectador en movimiento y llevar, a la composición de la obra, esa mirada. Su pintura representa una síntesis de los estilos futurista, expresionista, surrealista y abstracto donde se priorizan los colores fuertes e intensos.
Gran parte de sus trabajos están expuestos en el Sindicato de Electricistas y en el Palacio de Bellas Artes de México, en la ciudad de Chillán (en Chile) y en la Chouinard School of Art de Los Angeles, California, en Estados Unidos.
Siqueiros, el muralista de la Revolución; el pintor que comprometió el cuerpo y el alma; el pintor de las causas sociales; el pintor de las barricadas en las calles; el pintor que, con sus aciertos y errores, se jugó por sus ideas y por su pueblo; el pintor que luchó sin cansancio desde todas las tribunas; el pintor de caballetes y muros; el pintor que la cárcel y el confinamiento no pudieron doblegar. David Alfaro Siqueiros fallece el 6 de enero de 1974 a los 77 años de edad, en Cuernavaca, fiel siempre a sus ideas socialistas.
Así lo define Pérez Correa:
“… personaje complejo, cosmopolita y partidista; experimentador, comunicador, artista público, pintor y grabador, diseñador de espacios de comunicación, escritor, esteta y crítico; profeta combatiente, militante, activista y doctrinario; en fin, hombre privado, jefe de familia, maestro, colega y amigo; todo a la vez”
Bibliografía
Alfaro Siqueiros, David,1896- 1974 artista, Siqueiros en Lecumberri: una lección de dignidad, 1960-1964, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: Instituto Nacional de Bellas Artes, 1999
Blanco, José Joaquín, Se llamaba Vasconcelos: una evocación crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 2da ed, 1983.
Del Conde Teresa, Historia mínima del arte mexicano en el siglo XX, México, Attame: Museo de Arte Moderno, 1994
[1] Extraído de Vidas y Biografías https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/siqueiros.htm
[2] Bonampak (Muros pintados) es un sitio arqueológico de la cultura maya en el estado de Chiapas que debe su fama a los murales de tres cuartos completamente pintados en el Templo de los Murales, que ilustran el oficio de la guerra y el sacrificio humano. (580 a 800 d. C.).
[3] Atetelco es un conjunto de edificios en Teotihuacán con pórticos cubiertos por magníficos murales donde se aprecian imágenes de coyotes y jaguares engalanados con penachos de plumas. Figuras de sacerdotes, y aves.
[4] El Arte Tequitqui (tributario), son manifestaciones artísticas realizadas por indígenas del área mesoamericana luego de la Conquista de México, la influencia iconográfica y técnica europea fusionada con la técnica e iconografía indígena en las portadas de los templos cristianos.
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