“¿Dónde está Santiago Maldonado?” les pregunta a los gendarmes Milagro Sala a las nueve de la mañana desde el balcón de la casa de El Carmen, a 26 km de San Salvador de Jujuy, donde está recluida cumpliendo prisión domiciliaria. Tres veces por día tiene que asomarse a ese balcón para demostrar que no se ha fugado, como si no fueran suficientes la pulsera electrónica, los 20 gendarmes que custodian las esquinas y el portón, los retenes en la ruta, el alambre de púa y la calle vallada. “¡Esto parece Guantánamo! -dice, y señala las cámaras que la vigilan-. Acá hay dos, allá otras dos, más allá otras dos… Esto le sale al Gobierno dos millones y medio de pesos al mes. Si los piqueteros cortan la calle los llevan presos, si lo hace el Gobierno, no”.
Confinar ilegalmente a esta mujer que asumió sin reparos la defensa de los más vulnerables de Jujuy es confinar el símbolo de que es posible tener una vida mejor, con derechos, con posibilidades. De que hay una alternativa al bipartidismo que desde hace décadas ha manejado la provincia y también al orden económico imperante. De que el poder encarnado en las cinco familias que poseen el 40% de las tierras jujeñas no es impune, como demostró en su accionar para que fueran procesados Carlos Pedro Blaquier y Alberto Lemos por el Apagón de Ledesma[1].
“En las condiciones en que yo estoy, ningún preso está. Lo único que puedo hacer es hablar por teléfono, que venga mi hijo y estar con Raúl. Hay que pedir todos los días autorización para algo. Que venga el juez a ver acá. Si pretende que agache la cabeza con cada cosa que necesito, yo no lo voy a hacer”, dice Milagro en el comedor de la casa, donde cada silla está cubierta por una remera que le llevan las visitas que puede recibir solo martes, jueves y sábados. No más de veinte. Listadas y aprobadas previamente. Cuenta que el sábado anterior se calentó porque no le querían dejar pasar al gasista, a pesar de que en varios lugares de la casa había pérdidas de gas. Enseguida le pide a Raúl -Raúl Noro, su marido, quien cumplió prisión domiciliaria durante cuatro meses- que le compre elementos para hacer una bandera que diga “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. “Para que cada vez que filmen se vea de acá hasta la China”, dice Milagro.
La Tupac
Dice que no le gusta hablar de ella. Sí de la Tupac Amaru, la organización social que ideó junto a Fernando “Nando” Acosta hace unos 18 años; la época en que era secretaria gremial de ATE Jujuy y junto a “Nando” fundaba la CTA de la provincia.
De larga militancia peronista -que rememora cantando la “Marcha del retorno” de la Resistencia-, cuenta que “juré en tiempos de Menem trabajar sin partido político, sin iglesia, sin instituciones. Habíamos renegado mucho con Menem porque era provinciano y creímos que iba a pelear por nosotros. Pero nos robó los ferrocarriles. Tuve mucha angustia por el ferrocarril que iba de La Quiaca a Jujuy. Ahí bajaban los hermanos con el atacho con verduras, fruta, tejidos, y se ponían a vender en la plaza Belgrano. En verano y en invierno se armaba una feria muy importante. En el camino, el del pueblo vendía empanadas, bollos, duraznos, y se ganaba unos manguitos. Cuando nos sacaron el ferrocarril quedé muy desilusionada del peronismo”.
La primera acción de la naciente Tupac fue “la copa de leche”, merienda que, a pesar de todo, hoy la organización les sigue ofreciendo a miles de chicos. “Me acusaban de basista. Yo digo que si la gente tiene frío, tengo que sentir frío. Si la gente tiene hambre, tengo que sentir hambre”.
Organizar al pueblo y enseñarle que “no hay que agachar la cabeza cuando viene alguien de afuera” es otra de las razones por las que el poder establecido le teme a Milagro. “La discriminación era lo que pasaba acá en Jujuy. Organizamos la Tupac con el borracho que estaba en la esquina, con los changos de la cancha, con estatales que quedaron desocupados, con los capacitadores. Yo soy fana de Lobo Jujeño, me iba a la cancha y ahí todos empiezan a contar, que me quedé sin laburo, que tengo tal problema. Ahí y en cualquier lado tomábamos una cerveza, la gente charlaba, y yo los invitaba a la organización social que estábamos armando con Nando. Las primeras asambleas se hacían en una pieza de 4 x 4. Después se fue viniendo más gente. Lo primero que hicimos fue ‘la copa de leche’, y ahí volvimos a integrar la familia sin querer. Siempre puteé con eso de que los hombres están con los hombres, las mujeres con las mujeres, los jóvenes con los jóvenes. Habíamos creado que la copa de leche tenía que estar integrada por la familia, por los vecinos. La crisis venía separando a las familias, los chicos abandonaban la escuela o la universidad para ir a trabajar, el hombre estaba desocupado, tenía que salir la mujer”.
Las cooperativas
Pocos años después llegó al gobierno Néstor Kirchner y recibió a la gente de la Tupac en Olivos. “Con Néstor no teníamos mucha confianza porque Menem ya nos había defraudado, qué esperar de otro provinciano más -dice Milagro-. Pero Néstor nos invitó a reconstruir el país entre todos. Nosotros nacemos acá, vivimos acá, y morimos acá. No nos vamos a otro lado. Acá tenemos sueldo, comemos, trabajamos, acá nacen nuestros hijos, nuestros nietos. Para nosotros lo máximo a lograr eran planes y mercadería para la copa de leche. Cuando entramos vi que había un cuadro con muchos héroes y en el medio estaba Tupac Amaru. ¿Y eso?, le digo yo. Ah, eso es Tupac Amaru, dice él. Yo le pido planes y bolsones y herramientas para las huertas comunitarias. Néstor dice ‘no te voy a dar eso’ y me calenté. Él me pone la mano en el brazo enseguida y me dice ‘pero pará, no te enojés, qué difícil hablar con las organizaciones sociales. Te voy a ofrecer cooperativas de construcción. De vos va a depender cómo vas a construir el futuro de tus compañeros’”.
En dos o tres días la organización armó las primeras cooperativas. El gerente de Credicoop de Jujuy dijo que el trámite iba a durar 5 o 6 meses. “Nosotros las armamos igual y nos fuimos de vuelta a Buenos Aires -dice Milagro-. Néstor nos había ofrecido un sueldo más la construcción de la casa”. De vuelta en la capital, el funcionario que la atendió le dijo “te voy a dar primero 200 viviendas, si no las hacés no me vengas a pedir nada”, y Milagro respondió “¿Y si yo las hago en menos de 6 meses? Si sí, vos me tenés que dar el doble”.
La Tupac hizo un acampe, consiguió que la Legislatura le otorgara las tierras y puso manos a la obra.
El Cantri
“Para entonces Alto Comedero era un porotal. Mal, no teníamos qué comer, todo el día guiso de porotos, comidas con porotos. Habíamos destituido cuatro gobernadores. Queríamos un mundo mejor para nosotros. Yo sueño con una cosa mejor, les decía, y quiero que todos soñemos con una cosa mejor”, cuenta Milagro.
Cuando asumió el desafío de construir viviendas con Néstor, “choqué con una pared. Hicimos una reunión y ahí tengo un problema grande. En la construcción normalmente trabajan los hombres. Pero las mujeres también querían. Como en los pueblos originarios, que el hombre trabaja junto a la mujer. Las mujeres me entraron a apurar mal y dije que sí. Desyuyaron 5 hectáreas en menos de dos días. Hicimos 200 viviendas en cuatro meses y medio, sobre unas 5 hectáreas de terreno. Y ahí a todos les gustó la propuesta y se empezaron a sumar. Vino Néstor a inaugurar las primeras 200 viviendas. Con la primera plata que sobró dijimos ¿qué vamos a construir?: una pileta”.
Hoy, esa pileta está vacía y el parque acuático está abandonado. La gran pileta de El Cantri, al igual que todas las que la Tupac construyó en los barrios, evitaba que los chicos se bañaran en el río y corrieran el riesgo de ser arrastrados por la corriente, lo cual ocurrió en varios casos. El Centro Cultural Tupac Amaru de Alto Comedero se mantiene por el esfuerzo de los docentes, que siguen dando clases de apoyo, cursos de capacitación, y funciones gratis de cine en el auditorio para 300 personas.
No hace mucho el Gobernador bajó a El Cantri a inaugurar 18 postes de alumbrado alrededor de la pileta vacía.
“Todos estudian”
La Tupac creó escuelas, terciarios, lugares donde educar a jujeños y jujeñas que no accedían a la educación; llegó a crear escuelas bajó un árbol, como en Cuba. “La universidad tiene que ir a las villas, a los barrios, hemos logrado que los terciarios vayan a los pueblos más chicos. Todos estudian. Siempre he sido de romper reglas. Primero pusimos a los chicos en la escuela primaria y secundaria y después hicimos los papeles. La primera promoción es de 2004 –dice, y muestra con orgullo un cuadro que enmarca el banderín de los primeros egresados-. Como decía el Che, ‘de nada ha servido la revolución si ellos no estudian’. Pero en el interior no enganchaba mucho a la juventud, empezaba con los más viejos. Por ejemplo en Parapetí a una mujer le decía: ‘yo mañana quiero pelear la gobernación y si no estudiás quién querés que lleve de ministro’. Esa mujer no sabía leer ni escribir, le pagaban su trabajo parte con plata y parte con bonos. Hablaba de ‘el patroncito’”. En Parapetí, uno de los barrios del ingenio La Esperanza -que Milagro nombra como “lugar emblemático”-, abrió escuelas “porque los obligué, y después querían un terciario”.
Ahí y en todas las localidades jujeñas donde está la Tupac “cambió la integración de la familia con trabajo redondo”, dice Milagro. En zonas de cultivo del tabaco o de la caña de azúcar, regidas por un sistema prácticamente feudal en pleno siglo XXI, los hombres pudieron quedarse en casa en lugar de transitar detrás de la cosecha, y las familias dejaron de trasladarse sacando a los chicos de la escuela o corriendo detrás de la zafra. Había familias hacinadas en casas precarias donde vivían de 10 a 15 personas, con letrinas fuera de la vivienda. “Cuando tenían su casa la gente tenía emoción por el baño, la ducha, el inodoro, que por ahí conocían a los 18 años. Algunos primero iban en bici, después en moto, después en auto. No te imaginás la sensación bonita que uno sentía cuando progresaban. Nosotros hicimos la revolución en algo pacífico. Siempre decía ‘no quiero violencia’, sin embargo Gerardo Morales me llevó a ese camino y nos hizo un cartel de todo lo que no queríamos. Me odian porque dimos dignidad, casa, trabajo, posibilidades”.
Lo que ha hecho Milagro es, en suma, una ardua tarea de enseñar derechos. “No lo hicimos por la fama. Peso que tengo, peso que voy a destinar a los compañeros. Los compañeros ya han probado, ahora quieren tener de vuelta lo que ya tenían. Morales y Macri lo toman como que ‘los negros no tienen derecho a tener zapatillas de marca’. Yo desde los 16 años que trabajo. ¿No puedo tener una casa, un auto?”
Las buenas compañíías
“El peor momento lo vivo con mis compañeros. Para mí mi familia es la militancia, justo lo que me sacaron, acá. El juez no me puede cambiar la familia. Cerca de 16 chicos he criado, y no pueden vernir porque no tienen el apellido. No pueden venir los hijos del corazón”.
Los compañeros y compañeras de la organización están pendientes de que Milagro vuelva a asumir libremente su lugar al frente de la Tupac. Algunos tienen miedo, fueron amedrentados por la prisión de su lideresa, por los ataques y amenazas directos, o por los drones, las fotos y los videos que les toman en cada ronda que hacen los jueves en la plaza Belgrano, frente a la Catedral y la Gobernación. Ahí piden por la libertad de Milagro y de los cinco presos políticos de la organización, y por el cumplimiento de la resolución de la ONU que exige la inmediata liberación de Milagro Sala. Varios resistieron los aprietes cuando estuvieron presos, y se negaron a declarar contra ella.
“Los changos de la villa no me han traicionado -dice Milagro-. María estuvo en cana y cuando se puede viene a cuidarme. No me equivoqué con los chicos de la villa. Con los políticos sí. A mí no me traicionan los barrios, me traicionan los dirigentes más otros que ya habían traicionado a otras organizaciones”. Cuando iban a marchar a Buenos Aires, los más grandes de la Tupac también se embarcaban aunque Milagro prefiriera protegerlos de las casi 24 horas de ómnibus desde Jujuy. Ellos y ellas se subían al micro igual y le decían “este viejerío te va a cuidar a vos cuando también estos jóvenes te abandonen”. “También los que iban a dar la vida por vos te abandonaron por dos mangos”, dice Milagro.
Los centros médicos y odontológicos en los barrios de una infinidad de localidades jujeñas ya no funcionan. Tampoco la escuela para chicos especiales de El Cantri, ni el micro que pasaba a buscarlos por sus casas. En una provincia que sufre el 65% de pobreza y el 15% de indigencia[2], los acampes de la Organización Barrial Tupac Amaru son parte del pasado y las marchas fueron diezmadas por el miedo y la desorganización.
Mientras tanto, lejos del mundo, Milagro Sala resiste y se mantiene fuerte, entera, casi invulnerable. Muchas veces es ella quien les da ánimo a las visitas que llegan desde todo el país. “Cuando salga de aquí no voy a andar dando charlas por el mundo -dice-. Cuando salga de aquí voy a seguir militando y voy a ser la Gobernadora de Jujuy”.
[1] En un fallo inédito, en 2015 la Sala IV de la Cámara de Casación dictó la “falta de mérito” para Blaquier y Lemos.
[2] Datos de la Cátedra de Economía de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). En Jujuy hay más de 500.000 personas que están bajo la línea de pobreza, de las cuales aproximadamente 75.000 son indigentes. Fuente: Cátedra de Economía de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNJu
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Por Patricia Odriozola
Enviada especial a Jujuy
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