“Solamente millones de predicadores de la doctrina de la Doctrina, a lo largo de toda la República, pueden cumplir cabalmente la función de transmitirla o inculcarla hasta en el más lejano rincón de la Patria. Una doctrina que solo se conoce y se aplica en el gobierno o en las altas esferas del Estado, es una doctrina intrascendente e inoperante. Para que sea doctrina debe ser sentida, aplicada, conocida e inculcada hasta por el último ciudadano”.
Juan Perón
En tiempos en que la formación política, observamos, ha sido mayormente puesta en un lugar secundario, directamente dejada de lado, e incluso denigrada en relación con la mera práctica sin contenido (claro que con pocas pero honrosas excepciones que escapan a este cuadro de situación, desde ya), queremos destacar aquí que la importancia de la formación tuvo en Perón un férreo defensor. Esta centralidad la expresa, al menos, en dos sentidos: tanto por su profundo interés por la formación personal tempranamente y a lo largo de toda su vida, como por los esfuerzos dedicados a la organización y formación de los diferentes sectores que componen el movimiento1. Decimos “organización” y “formación” porque estos dos polos en el pensamiento de Perón se implican mutuamente, no puede haber uno sin el otro.
Uno de los males más graves que observa Perón, que ha tenido una profunda influencia en las desgracias políticas, lo constituye justamente la falta de organización y de una capacitación uniforme. Aunque resulta un ejercicio abstracto, uno puede preguntarse a partir del conocimiento sobre el pensamiento y obra de Perón, qué pensaría el gran líder político argentino desde mediados del siglo XX, del momento actual que estamos viviendo en relación con la temática del artículo. La preocupación viene dada asimismo en tanto consideramos que resulta evidente que la superficialidad en materia política no ha llevado a “buen puerto” a nuestra Patria.
Lo primero entonces es la organización, ya que “nuestro país tiene la necesidad de organizarse en todos sus aspectos, porque solamente la organización vence a la desgracia, al número, a las vicisitudes; prevé y prepara todas las soluciones”. (Perón, 1998. T IX. Vol. 2: 359) La organización, conjuntamente con la formación, van a ir otorgando un criterio más uniforme en torno al abordaje de las problemáticas de nuestro país. La formación que pone de relevancia el peronismo se realiza a través de una transmisión que procura ser simple.
El peronismo realiza grandes esfuerzos en pos de la organización libre del pueblo. Esa organización es la que da mayor capacidad de defensa, a la vez que a través de las organizaciones el pueblo se puede constituir en aliado y colaborador del Gobierno (desde las mismas parten muchas de las identificaciones como de las soluciones a las problemáticas nacionales). El pueblo organizado no es un “actor de reparto”, sino que tiene un protagonismo central. La organización no consiste en juntar, sino que se trata de “preparar conciencias para actuar en forma unida y solidaria”. (Perón, 2002. T XXIV. Vol. 1: 131)
Perón considera que el peronismo necesita tanto de realizadores como de predicadores, poniendo de relevancia en la inauguración de los Cursos de la Escuela Superior Peronista que “solamente millones de predicadores de la doctrina de la Doctrina, a lo largo de toda la República, pueden cumplir cabalmente la función de transmitirla o inculcarla hasta en el más lejano rincón de la Patria. Una doctrina que solo se conoce y se aplica en el gobierno o en las altas esferas del Estado, es una doctrina intrascendente e inoperante. Para que sea doctrina debe ser sentida, aplicada, conocida e inculcada hasta por el último ciudadano”. (Perón, 2002. T XVIII. Vol. 2: 377)
El peronismo apunta a romper con todo elitismo, y en ese marco también con el iluminismo y las elites intelectuales. Afirma Perón que “ni la inteligencia ni el saber pueden estar reservados a una sola clase social: el saber, la inteligencia y el cultivo de la cultura del hombre deben estar al alcance de todos”. (Perón, 1999. T X. Vol. 1: 245)
Perón piensa la necesidad de construir partiendo desde lo bajo, a la vez que las ideas se “hagan carne” en las masas, y se vinculen a las realizaciones. De nada sirven las ideas de núcleos intelectuales despojados del calor popular, como asimismo de nada sirven las ideas si no hay posibilidad de realizarlas. Perón sostiene al respecto que “no le vale a una nación tanto contar con diez o veinte filósofos si su masa total carece de una verdadera cultura social. No le vale tanto a un país tener un grupo de privilegiados intelectuales, como tener una masa de trabajadores ordenada, fraternizando unida en el trabajo que es, en último análisis, lo que construye la riqueza y la grandeza de los pueblos”. (Perón, 1998. T VIII: 245)
El impulso de la formación se vincula y enmarca en el encauzamiento y desarrollo de la cultura nacional, ya que los pueblos que no tienen una cultura nacional profunda se encuentran ante un peligro mayor de ser colonizados. Es la cultura nacional la que da un mayor poder a los pueblos, fortalece la preparación moral, es arma de combate que sostiene a los hombres en la lucha cotidiana, y un instrumento para el desarrollo de una vida política nacional en forma honesta.
La cultura nacional constituye uno de los pilares donde se asienta nuestra identidad, y en esta se afirma el ser nacional. Así, “cuando una nación recupera su ser nacional, cuando un país se reencuentra después de haberse diluido en tanteos triviales e influencias extrañas a su tradicional modo de ser, la cultura se convierte en fuerza de inimaginables proyecciones”. (Perón, 1998. T IX. Vol. 2: 359)
En la elaboración de una doctrina, en la formación y en la difusión de la misma se juega el futuro del movimiento y de la revolución nacional. Así, Perón enfatiza en la intención de inculcar y difundir la doctrina. Afirma: “hemos cumplido hechos, ahora queremos preparar almas, para que sean, posiblemente, en el futuro capaces de superar todo cuanto nosotros hemos realizado. Solamente así triunfan los grandes movimientos revolucionarios”. (Perón, 1998. T VIII: 48)
La formación, conformación, difusión de una doctrina y su adopción por parte de las mayorías contribuirá a terminar con uno de los males del país: la falta de continuidad en la labor nacional. Esa falta de continuidad que se termina manifestando en idas y vueltas, en esfuerzos parciales en determinados momentos históricos, en un empezar una y otra vez, en avances y retrocesos.
Perón enfatiza muchas veces a lo largo de su vida que los movimientos, ya sea políticos, sociales o culturales, no valen tanto por el número de integrantes, sino más bien por la calidad de los dirigentes que los encuadran. En este sentido también es que pone la capacitación en un lugar central. En relación a la Escuela Superior Peronista dice específicamente que allí “preparamos a los dirigentes que han de ir formando los cuadros que han de conducir y dirigir a la masa peronista”. (Perón, 2000. T 17. Vol. 1: 26)
Resulta importante remarcar que en esta construcción, en palabras de Perón: “nosotros no realizamos por nosotros; nosotros inspiramos y el pueblo realiza. Por eso, entre los que conducen y los que realizan tiene que haber una absoluta unidad de concepción de los problemas, para que ello nos permita buscar soluciones con unidad de acción. Si nosotros, compartiendo una concepción, somos capaces de obrar con absoluta unidad de acción, no hay problema en el país que no se pueda resolver”. (Perón, 2002. T XXIV. Vol. 1: 135)
La capacitación en el pensamiento de Perón es continua, se desarrolla a lo largo de toda la vida, no en un momento específico. La formación debe ser incorporada como una práctica cotidiana, como una tarea insoslayable de los integrantes del movimiento nacional. Cualquiera que lea su biografía, testimonios de gente cercana o bien sus escritos da cuenta de que él mismo sigue ese ideal. No casualmente uno de sus biógrafos (Enrique Pavón Pereyra), al recorrer su vida lo llama “el hombre del destino”.
La formación nos pone y plantea la idea en torno a la magnitud de las problemáticas y las insuficiencias para solucionarlas. A partir de allí, resulta necesario para lograr vencer esta realidad, formarse continuamente en el estudio y la resolución de las problemáticas, tomando en cuenta al mismo tiempo que a las problemáticas nacionales se las enfrenta con un criterio también nacional (sin que eso implique el rechazo a ideas germinadas en otro contexto histórico o geográfico).
La prédica tiene dos sentidos en el desarrollo del pensamiento de Perón, una es la que se realiza a partir de quienes sienten y predican la doctrina en diferentes ámbitos si se quiere informales; y otra, la que se realiza en forma organizada, a través de un sistema escolástico como el caso de la Escuela Superior Peronista. Mientas el primero se centra en la extensión, el segundo lo hace en la profundidad de la formación.
Perón piensa que cuando una revolución es trascendente no abarca solo una generación, sino que trasciende de una a otra, y en esa permanencia se revela fundamental la cuestión doctrinaria, ya que “la tarea de adoctrinamiento es dar continuidad y permanencia a la idea revolucionaria, así como también a la ejecución de todas las medidas que dieron nacimiento a un movimiento revolucionario”. (Perón, 2002. T XXV: 127-128)
Perón mismo refiere que cuando debió abandonar el poder en el 55 lo hizo fundamentalmente para evitar una lucha cruenta y el derramamiento de sangre (recordemos que tenía el recuerdo de la guerra civil española), el famoso “es preferible el tiempo a la sangre”, sobre lo cual reflexiona que “cuando no se tiene organización y no se dispone de una masa organizada y adoctrinada, el expediente para ser empleado en la lucha no puede ser sino violento. Pero cuando se dispone de esas organizaciones y existe un adoctrinamiento de fondo, es mucho mejor emplear el tiempo, ahorrando la sangre, que en la lucha suele derramarse casi inútilmente”. Ya que, continúa: “cuando debí tomar una resolución que guiase a la conducción general de nuestra lucha, contemplé precisamente esta situación. Sabía que disponíamos de una masa organizada en gran parte, y en mayor medida adoctrinada aún sobre los principios que el justicialismo había puesto en marcha en 1945. Si no hubiésemos dispuesto de esa masa adoctrinada y de una organización, no habríamos tenido más remedio que recurrir a la lucha cruenta, que siempre desgasta enormemente las organizaciones”. (Perón, 2002. T XXIV. Vol. 1: 127-128)
1 Nos referimos a la formación de los sectores al interior del movimiento, y no así a las políticas diseñadas en torno a la educación, la cultura, la ciencia, etc. en general, dado que nuestro interés en este artículo radica en el sentido mencionado. Sin embargo, no queremos dejar de poner de relevancia la profundidad y desarrollo en ese “otro campo” de la formación de la población de nuestro país.
Bibliografía
Perón, Juan Domingo. (1998). Obras completas. Tomo VIII. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (1998). Obras completas. Tomo IX. Vol. 2. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (1999). Obras completas. Tomo X. Vol. 1. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (2000). Obras completas. Tomo XVII. Vol. 1. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (2002). Obras completas. Tomo XVIII. Vol. 2. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (2002). Obras completas. Tomo XXIV. Vol. 1. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
Perón, Juan Domingo. (2002). Obras completas. Tomo XXV. Buenos Aires: Docencia-Hernandarias.
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