Este artículo es una síntesis del ensayo de Pedro C. Sonderéguer La inteligencia ciega, ciudad y revolución en América Latina en el siglo XX, el cual recibió una mención en la 15ª edición del Premio Internacional “Pensar a Contracorriente” que se realizó durante la pasada 27ª Feria Internacional del Libro de La Habana, Cuba.

 

  1. La idea de un retorno de la ciudad al primer plano del escenario global comenzó a circular a fines del siglo pasado y generó una serie de trabajos que alertaron sobre el renovado protagonismo de las ciudades. Ese mensaje no fue siempre atendido en América Latina, donde la función territorial urbana ha sido subestimada por la literatura política. En el siglo XX la ciudad latinoamericana asistió a una revolución que la ignoraba.
  2. Toda ciudad se desarrolla en un entrelazamiento de cuestiones geográficas, económicas, políticas: poder del sitio, impacto de la tecnología, consecuencias de decisiones adoptadas o impuestas; la construcción del territorio es el resultado de los proyectos de las generaciones precedentes. La ciudad contiene esos proyectos y su probable futuro. El azar no está excluido, bajo todas sus formas: evolución del desarrollo, peripecias del poder, capacidad de los gobernantes.
  3. A fines del siglo XVI la ocupación española estructuró en América un espacio volcado al Pacífico, con áreas, hacia el Este, en el Caribe y en el Plata, tan parecidas en lo esencial como diversas en su manifestación: diversas por el clima, la geografía y la relación con los poderes, parecidas por su carácter múltiple, espacios de todas las aventuras, puerto y abrigo de los expulsados del Viejo Mundo. El orden reside en la Costa Oeste. En el Norte el poder tiene una larga historia de permanencia. En el Sur todo será lábil y discutible.
  4. De las costas de Florida, en EE.UU., hasta las de Colombia, se extiende un espacio marítimo de unos 4,3 millones de km2, cerrados al Oeste por el continente y articulados en torno a unas pocas islas –Cuba, La Española (Haití y República Dominicana), Jamaica, Puerto Rico. Ese espacio marítimo, más grande que el Mediterráneo, contiene desde hace cinco siglos las señales de la aventura moderna de Occidente, zona de encuentro de todas las lenguas europeas, placa giratoria del desarrollo por venir.
  5. Con los siglos el palimpsesto urbano genera su propia sucesión, en pugna con los imaginarios. Por un lado, peso del agua y del terreno, impactos globales, condicionamiento de la demografía, las densidades y las costumbres. Por otro lado, las lentes deformantes de los modelos imaginados. A finales del siglo XX serán más las bibliotecas envejecidas y los planes urbanos fallidos que los aciertos. Menguante poder de dos lógicas paralelas que apenas se tocan: una línea de investigación cuantitativa que utiliza herramientas y modelos estadísticos, y una línea de estudios que prestan gran atención a las representaciones e imaginarios urbanos.
  6. ¿En qué momento la política latinoamericana comenzó a ser más un discurrir autorreferido que una formulación de problemas, prioridades y propuestas para la optimización del funcionamiento de la ciudad? ¿Hasta qué punto esta ignorancia del territorio –de sus lógicas funcionales, de su sentido simbólico, de su evolución morfológica– determinó la suerte de las políticas latinoamericanas?
  7. La mayor parte de la población latinoamericana vive hoy en ciudades. Dos de las más grandes ciudades del mundo están en la región. Las ciudades concentran las riquezas y el conocimiento. Esto está cambiando una relación entre ciudad y territorio que históricamente orientó el desarrollo y el modo de vida latinoamericanos. Esta verdad evidente no ha logrado todavía permear aspectos esenciales de la práctica política. El palimpsesto y la materia siguen muchas veces su pelea anacrónica con Macondo y Sierra Maestra.
  8. 1845: «La ciudad es el centro de la civilización (…) allí están los talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y colegios (…). Pero lo que necesito notar para mi objeto es que la revolución, excepto en su símbolo exterior, independencia del Rey, era solo interesante e inteligible para las ciudades argentinas, extraña y sin prestigio para las campañas. En las ciudades había libros, ideas, espíritu municipal, juzgados, derechos, leyes, educación (…). Para las campañas, la revolución era un problema[1].
  9. 1953: «Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo (…), si la grandeza y prosperidad de nuestra nación dependen de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas? Salvo unas cuantas industrias alimentarias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. (…) Había una vez una república. Tenía su constitución, sus leyes, sus libertades, presidente, congreso, tribunales; todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. (…) Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión».[2]
  10. Facundo y el alegato de Fidel Castro en el juicio por el asalto al Cuartel de Moncada, ilustran la interpretación del papel del campo y la ciudad frente a la construcción de una sociedad justa. Si en Sarmiento la clave era la exaltación de la ciudad como ámbito de la civilización, en La Historia me absolverá la frase clave es «si Cuba es un país eminentemente agrícola». En los sesentas, liderados por Henri Lefebvre, Manuel Castells y Regis Debray, justo cuando América Latina dejaba de ser «eminentemente agrícola», los intelectuales asumieron una descalificación de la ciudad que perdía de vista su proyección territorial. Más tarde Juan Gelman hablaría del «error de interpretación de la Revolución Cubana», y la «burocratización del pensamiento» de izquierda en América Latina.
  11. «La ciudad solo depara al militante -dirá Regis Debray- soledad necesaria, fugacidad de las relaciones humanas, mutismo, enclaustramiento» (citado por Oscar Terán en Nuestros años sesentas). «Por este camino -señala Terán en el mismo párrafo- era la entera visión del.pasado argentino lo que tenía que releerse». Sin embargo Terán participa de la incomprensión general de la cuestión urbana. Domina el escenario la experiencia del Che Guevara y la fascinación por Cuba. «En América Latina el terreno fundamental de la lucha armada debe ser el campo» había escrito el Che.
  12. Así, el siglo XX asistió a la caída de la tradición urbana en el pensamiento latinoamericano. En el Centenario, la Revolución Mexicana inaugura el siglo de manera premonitoria. La ciudad será tomada por asalto y ese clamor se extenderá durante décadas, desde los llanos mexicanos hasta Sierra Maestra. Esa es toda la diferencia: lo que va del Sitio Grande de Montevideo a mediados del siglo XIX, a los jinetes en la Casa de los Azulejos en el México revolucionario: cuando Pancho Villa y Emiliano Zapata toman la Ciudad de México y son fotografiados en la Casa de los Azulejos, adonde entran a caballo.
  13. En el ideario revolucionario latinoamericano del siglo XX, las ciudades serán parte del enemigo y con la toma del poder serán postergadas, eventualmente saqueadas. Se repitió el pecado atribuido a las antiguas clases dominantes: la fascinación por modelos ajenos. Acostumbrado a ser antiburgués en un territorio que no tenía proletariado industrial, el reclamo social cortó el hilo de la propia historia, se entretuvo en el estudio de los márgenes y perdió, finalmente, las herramientas conceptuales que la transformación tecnológica y económica a fines de siglo reclamaría.
  14. «La méthode simplement c’est le chemin tel qu’il nous apparaît quand, arrivé au bout, on se retourne sur ses pas. Voici un itinéraire personnel, méthodiquement retracé, un parmi tant d’autres possibles» (Régis Debray).

«Estos intereses están inscriptos por lo demás en mi propia trayectoria intelectual y personal, y para aventar los riesgos de esta segunda amenaza me propuse que este ensayo no conformara únicamente un arreglo de cuentas con mi propia conciencia ideológica» (Oscar Terán).

En la preocupación de Oscar Terán por la coherencia metodológica reside parte del problema. Recortes de la realidad y exigencias del método. Inercia de las ideas de partida y confinamiento en las academias, en los exilios de distinto tipo.

  1. Es asombroso pensar que esa experiencia de negación de la ciudad se hace desde espacios esencialmente urbanos: los bares, clubes, aulas, academias, cines, teatros y galerías, desde donde una intensa reflexión sobre el poder desdeña la ciudad y el centro, mientras exalta el campo y los márgenes. Más tarde, cuando en los ’90 finalmente la globalización irrumpe de manera innegable, las ciudades no tendrán sustento teórico para asimilarla. A fines de los setentas la discusión sobre la modernidad ingresó en los ámbitos intelectuales, pero así como fue tardía, esa discusión fue irrelevante. En muchos casos una anacrónica discusión de biblioteca, cuando la realidad jugaba una disputa territorial.
  2. Si las transformaciones de la economía global cambiaron las prácticas de las disciplinas urbanas, la planificación se encontró ante la necesidad de una rápida transformación: incorporación del planeamiento estratégico, articulación del fragmento en una visión territorial global, movilización ciudadana en la concepción del proyecto. Situación inconfortable, que en muchos casos favoreció un planteamiento dilemático: el problema quiso verse como externo y la solución adoptada consistió en negar sus efectos, contra toda evidencia. ¿Cómo se sale de esto sin caer en interminables discusiones ideológicas?.
  3. Mirar el objeto: ver la ciudad. El análisis morfológico como herramienta de una metodología inductiva contribuye a escapar de la trampa ideológica en la que quedó encerrado el urbanismo de biblioteca. La lectura morfológica elude las críticas más usuales a la inducción, puesto que la base empírica de la reflexión se presenta cargada de contenidos. Adoptar esta mirada supone aceptar la carga de reflexión y trabajo que acompaña al espacio construido. En cada edificio, en cada fragmento urbano, hay teoría y reflexión: “la obra responde siempre a las preguntas que se le hacen” (Le Corbusier).
  4. Herramienta de la Modernidad, el Estado fue también el organizador de la ciudad moderna: dispositivo de racionalización de la vida, espacio socializador, herramienta para la producción; si algo muestra la experiencia es que el equilibrio del orden urbano depende más de una voluntad política que de las necesidades de la economía. El carácter voluntario y electivo de ese equilibrio urbano-territorial es cada vez más evidente en este momento de mercados globalizados, economía de flujos, exclusión y fragmentación social. La ciudad se ha vuelto un dispositivo altamente vulnerable ante los impactos de la economía financiera.
  5. El crecimiento urbano orientado por los mercados no solo genera conflictos entre distintos proyectos de intervención territorial y entre el área intervenida y su contexto, sino que a largo plazo se encamina a la consolidación de lógicas destructoras de la capacidad de integración social del dispositivo urbano en sí mismo. Mayores márgenes de ganancia de la especulación inmobiliaria pueden alcanzarse tanto a partir de una mercantilización del proceso de fragmentación social, como buscando preservar la condición civilizadora del dispositivo urbano, su cualidad portadora de valores culturales democráticos.
  6. Entretanto, el menosprecio de la Modernidad ha pasado de moda. La debilidad del pensamiento crítico de la Modernidad: suponer la omnipotencia del poder central, el Estado, la clase dirigente, tuvo además la falencia de un anacronismo esencial. Ese desfasaje entre una querella de salón y la verdadera transformación en curso, vació de contenido la discusión local sobre Modernidad, postergando la tarea de repensar las funciones de los Estados locales y las transformaciones del dispositivo urbano en el escenario global. Una crítica libresca y obsesiva del proceso de racionalización ocupó el lugar de la reflexión.
  7. Globalización y espacios nacionales responden a paradigmas antitéticos, pero sería difícil elegir entre la segmentación de la producción fordista y la actual, con redes que intercomunican a escala planetaria y dejan afuera mundos enteros, a un lado de la autopista. Esta polémica oscurece el hecho del resurgimiento de los territorios regionales, poderosas interfases entre lo global y lo local, y de la alta competitividad mundial de las ciudades-región, entendidas como territorios privilegiados, dotados de historia, identidad, conocimiento, capitales e infraestructura.
  8. Llega un momento en la investigación, dice Manfredo Tafuri (La Esfera y el Laberinto) evocando a Carlo Ginzburg, en que las piezas empiezan a colocarse en su sitio. La circunstancia urbana de América Latina busca todavía esa posibilidad. Es necesario un hilo conductor. Una mezcla de incomprensión de las ventajas del momento e inercia conceptual en el abordaje de la cuestión urbana favoreció el desarrollo de una política escasamente innovadora. En una mirada histórica las condiciones son, sin embargo, alentadoras para nuestras ciudades, dueñas de su territorio, testigos y protagonistas de una historia de siglos.
  9. En el último tercio del siglo XX las ciudades incorporaron la participación vecinal como modo ineludible de modernización, profundizando en cada caso tradiciones propias. Las prácticas de asociación y debate democrático de los problemas locales, los valores de libertad, solidaridad y justicia que informan esas prácticas son hoy funcionales a la sociedad hipercomunicada. Esas mismas prácticas son herramientas de un (posible) urbanismo innovador, que necesita redefinir su rol regional, reasignar recursos y replantear funciones. Cuestión de saberes, polémica sobre los métodos, pertinencia de las especialidades.
  10. Hoy están dadas las condiciones para la elaboración de un proyecto urbano capaz de ser al mismo tiempo una herramienta de transformación política, relacionando la transformación de la economía con la política, la renovación de la política con la sociedad, las nuevas prioridades de la sociedad con sus espacios físicos, la transformación del espacio físico urbano con las actividades económicas. Hoy más que nunca, pensar la ciudad es pensar la política. ¿Cómo enfrentar la realidad urbana con razonable probabilidad de éxito si esta discusión no se desarrolla intensa y públicamente? ¿Cómo, si no, renovar viejos conceptos de la política local, propios de un escenario en gran medida desvanecido?
  11. Si la globalización supone la intensificación de una tendencia secular, implacablemente verificada -cada revolución tecnológica multiplica la riqueza y profundiza la diferenciación social-, el único recurso sigue siendo educación en la condición urbana. La constante construcción y preservación de la ciudad como dispositivo civilizador es una necesidad ineludible de la sociedad, frente al proceso dual (riqueza y exclusión) generado por la economía global.
  12. Asimilarse a la ciudad fue siempre y ante todo una elección. El campo es trabajo, refugio, un ejercicio individual o un exilio, en todo caso fuente de recursos para otras empresas. La sociabilidad latinoamericana, heredada del XIX, condición esencial de una sociedad abierta, no interrumpida por las guerras civiles, renovada con las migraciones, es todavía hoy “el humor sanguíneo que da vida a nuestras ciudades”. Esa secular condición se manifiesta como una ventaja en el escenario contemporáneo, como elemento potencialmente movilizador. Profundizar el proceso de interacción social es probablemente el único camino para resolver las dificultades del proyecto urbano.
  13. El modo fragmentario de este texto es un método discursivo, una opción estética, una coartada ética, una ventana de oportunidad cognitiva y una estrategia para burlar las trampas de la lógica. En América Latina un largo desfasaje teórico condujo a una fascinación por la cuestión rural justo cuando empezaba el proceso que la ha llevado a ser la región más urbanizada de Occidente. Este escrito traza los pilares de un edificio en desarrollo, un esqueleto que alcanzará así su propia carnadura. Es una exploración, un recorrido a la búsqueda de las memorias perdidas: el verdadero terreno de las decisiones.

 

Próximamente, La inteligencia ciega… será editado junto con los otros trabajos premiados por la editorial cubana Nuevo Milenio.

 

[1] D.F. Sarmiento, Facundo, 1845.

[2] Fidel Castro, La Historia me absolverá, 1953.

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