Desde Nine Mile hasta Trenchtown, y desde Kingston hasta convertirse en leyenda, Robert Nesta Marley derribó con su voz y su prosa junglas de concreto y conquistó Babilonia con mensajes de libertad y rebelión.
Levántate y mantente en alto; y hasta que la filosofía no deje de sostener que hay una raza superior y otra inferior habrá guerra fueron algunas de las consignas esbozadas a través de sus canciones.
Nació el 6 de febrero de 1945 en Nine Mile, una localidad rural perteneciente a Saint Ann Parish (una de las 14 parroquias que forman la organización territorial jamaiquina) al norte de la isla. Fue músico, compositor, guitarrista, y una pequeña hacha que cortó las cadenas de los que más sufren en Jamaica y abrió los ojos de quienes estaban dispuestos a satisfacer sus almas.
Hijo de Cedella Booker, joven afrojamaicana, y Norval Marley, miembro de la marina británica, Bob no tuvo relación con su padre y muchas veces fue discriminado por ser mestizo.
Su vida en una Jamaica colonial- devastada por años de sometimiento de la corona británica, con un alto nivel de pobreza y de violencia- hizo que se rodeara de amigos que lo acompañaron en su aventura musical, tales como Neville O’Riley Livingston (Bunny Wailer) y Winston Hubert McIntosh (Peter Tosh), con quienes formó The Wailing Wailers.En ese tiempo, su madre migró a Estados Unidos y le pidió que viva con ella en aquel país. Sin embargo, a los pocos meses él regresó a Jamaica y volvió a reunir su grupo, que pasó a llamarse tan solo The Wailers.
Buscando guiar a su pueblo a la tierra prometida en un enorme éxodo, con Selaisse I y Marcus Garvey como emblemas que lo llevaron a cobijarse en el rastafarismo, logró convertirse en la figura más importante de la Isla.
Él fue capaz de unir y hacer sonreír a Jamaica, aunque fuera por una noche, en aquellos inolvidables conciertos, en los que unió a los líderes políticos jamaiquinos para terminar con la violencia. Esto quedó evidenciado, por ejemplo, en las elecciones de 1976 entre Michael Manley (PNP) y Edward Seaga (JLP), en las que ambos candidatos realizaron sus campañas con música reggae. La apropiación por parte de las clases dirigentes de la cultura rasta y del reggae mostró cómo una filosofía emergente y de resistencia fue utilizada por las clases dominantes para mantener la hegemonía sobre el pueblo.
Robert Nesta Marley luchó por la unión en su país, era su sueño. Cuando la violencia hacía correr riesgo a la Isla, se recurría a su figura para intentar la pacificación. Por ese motivo llevó adelante varios shows, recibió gente en su casa-estudio en Kingston y participaba en diferentes eventos. Él era el representante en el mundo de la isla caribeña, y los políticos lo sabían.
Su mensaje cruzó el océano y llegó a Inglaterra, donde muchos antillanos se refugiaron para luchar y no padecer la represión, la falta de trabajo, la pobreza y la estigmatización en una tierra extranjera. Y también hasta África, en donde fue el himno de las peleas por la independencia de los países luego de siglos de sometimiento colonial. Tal fue el caso de Zimbabwe, donde brindó un concierto ante 100 mil personas para celebrar el fin de la dominación blanca.
Bob Marley murió en una clínica alemana, donde intentó combatir un cáncer ya avanzado por un melanoma en el dedo gordo de su pie, consecuencia de una lesión durante un partido de fútbol (otra de sus pasiones). Pasaron 40 años de la partida del soldado búfalo, aquel 11 de mayo de 1981, cuando se estremeció la Isla. De norte a sur, de este a oeste, todos se acercaron a Kingston para despedir a quien soportó las balas que le disparó el Sheriff, vio a los que bajaron quemando y saqueando una noche, y supo que hay muchos problemas en este mundo, pero también a quien tres pajaritos le dijeron que todo iba a estar bien.
Bob Marley es, fue y será Leyenda: su importancia trasciende lo musical, lo espiritual, lo religioso y lo político. Es una bandera que derriba mitos y prejuicios, y que se eleva cada vez más alto cuando suenan sus canciones.
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