Hasta el 9 de agosto Martín Aurand expone sus fotografías de la obra de Francisco Salamone en la flamante fotogalería del Aula Magna Bicentenario.
El arquitecto e ingeniero ítalo-argentino levantó más de 60 obras en 25 municipios de la provincia de Buenos Aires entre 1936 y 1940 bajo la gobernación del médico conservador Manuel Fresco: cementerios, mercados, mataderos y palacios municipales, también ornamentación urbana y escuelas. En sus construcciones, de tinte modernista, confluyeron el Art-Decó, el Monumentalismo y el Racionalismo en un estilo propio: el matadero y el cementerio anunciaban la entrada y la salida del centro urbano; la altura de sus palacios municipales superaba al campanario de la iglesia, hasta entonces única construcción divisable a la distancia, y un enorme reloj en la torre daba la hora oficial para que no lo hicieran solo las campanas. Según un dicho popular de los años 30, “Lo que Fresco dispone lo construye Salamone”.
Viento Sur habló con Martín Aurand sobre la muestra y también sobre sus vivencias frente a una obra tan monumental como original. “El tema de la fotografía es algo que siempre hice pero hasta que no apareció Salamone en mi vida —nos cuenta Martín Aurand—, de alguna forma no lo había difundido, o no lo había empezado a tomar en serio”.
¿Cómo nació el interés por la obra de Salamone?
De una manera accidental: en 2007 voy a Azul con mi papá que se había ido a vivir a un pueblo en ese partido. En la oficina de turismo me dieron unos folletos “de un tal Salamone” con fotos de sus obras. Nunca había visto esos edificios, y eso que yo conocía Azul. Cuando vi el cementerio y el portal con el ángel monumental quedé fascinado, y tomé algunas fotos con mi camarita digital. Yo terminaba de estudiar una carrera de turismo y estaba sensibilizado con la cuestión del patrimonio arquitectónico. Después fui consiguiendo información confiable, como un libro de René Longoni y Juan Carlos Molteni con la lista de las obras y la explicación del contexto en el que apareció Salamone. En ese momento no existían las redes sociales, así que con los años armé un Facebook, un Tumblr, y empecé a subir las fotos. Mi principal interés siempre fue conocer la provincia de Buenos Aires, y lo que me pasó con la obra de Salamone es que me ordenó para hacerlo. Fui viajando por la provincia y conociéndola, sin la ansiedad de “llenar el álbum” enseguida. Iba a los pueblos, me quedaba unos días, hablaba con la gente e iba viendo y fotografiando.
¿Cómo vivencia la gente de las ciudades y los pueblos la obra de Salamone?
Creo que eso fue cambiando con los años. Al principio eran un poco indiferentes, pero hoy cambió un montón, sobre todo después de la pandemia: ya el 90% de los municipios se apropió de esa obra, se dieron cuenta de lo que genera y están invirtiendo un poco más en ese sentido, poniendo gente que abra los edificios y que pueda dar alguna información. Laprida, por ejemplo, es un pueblo sin atractivos muy llamativos pero con una obra increíble: ellos fueron pioneros en desarrollar toda una cuestión turística: tienen un centro de interpretación genial con el mobiliario original y láminas con información de la vida de Salamone, empezaron a invertir en formar gente, y en hacer actividades como subir a la terraza de la municipalidad. Hoy uno va a Laprida y, para quien le interesa la obra de Salamone, es como ir a Disney. Fue como un modelo a seguir que recién ahora se está replicando en los pueblos más chicos, que van reconociendo en qué te puede ayudar como pueblo tener esa obra.
Cuando tomaste las fotos, ¿cuál era tu idea? ¿Qué te interesaba mostrar al pararte frente a la obra de Salamone?
Al principio era todo asombro. Y una vez que empecé a poner el ojo más conscientemente empecé a pensar más allá de la obra —que es super original—, en el entorno: primero por mi interés por la provincia, los paisajes y los pueblos, y segundo porque creo que el diferencial que tiene la obra de Salamone es el entorno donde está emplazada. Si esos edificios estuviesen en una ciudad grande llamarían, sí, la atención, pero serían un edificio más en una ciudad con un montón de edificios llamativos. Por ejemplo el cementerio de Laprida está en un entorno completamente rural, también hay algunos entre sierras: lo que siempre intenté fue hacer hincapié en agregar el entorno a la foto, y no tanto la foto típica de arquitectura de mucho detalle pero en la que se pierde el paisaje. Y también es una manera de mostrar el hoy, la actualidad de esos lugares: pasaron 90 años, pero no crecieron.
¿También hiciste libros sobre la obra de Salamone?
Sí, uno autogestivo que publiqué en 2022 y está agotado (se refiere a Vistas de la pampa salamónica). En ese pude plasmar no solo la obra de Salamone sino también muchísimas fotos que tienen que ver con los pueblos, con el entorno, fotos de ruta: es un fotolibro sin mucho texto, encarado más bien como un diario de viaje fotográfico. Y el año pasado colaboré con las fotografías en el libro Ruta Salamone de Ediciones Bonaerenses: allí cuatro escritores escriben sobre regiones que tienen obra de Salamone, acompañadas con fotos mías y el trabajo de unas diseñadoras que la dan una identidad gráfica al libro. El prólogo es del arquitecto René Longoni.
Por lo que leí, Salamone era un personaje bastante curioso que viajaba de una obra a otra en un aeroplano propio…
Eso es parte del personaje. Hay un tema importante, y es que no se conservan su archivo personal ni profesional. Hay muchas cosas difíciles de explicar, y entonces aparecen leyendas como la del avión y otras tantas. No está documentado en ningún lado, pero hace a la leyenda intentar explicar cómo una persona pudo hacerse cargo de tantas obras tan importantes en tan poco tiempo, y con los recursos de esa época. Pero siempre digo que hay que pensarlo como un estudio de arquitectura en el cual tenía su equipo de trabajo, y habrá sido un buen director que tenía gente de confianza trabajando en varias obras a la vez en distintos lugares. Claro que todo es mas épico si uno lo piensa como un hombre solo a cargo de todo.
Es que su obra tiene un aura épica, pero además asombra la libertad con que trabajó pensando que se trata de obra pública bajo un Estado conservador. ¿A qué pensás que obedece?
Es indudable la creatividad para hacer obra tan original: los diseños no se repiten casi nunca, y también diseñaba buena parte del mobiliario de las municipalidades: las lámparas, los muebles, todos muy estrambóticos. Te cuento que una vez que me saturé un poco de Salamone empecé a registrar y relevar a otros arquitectos que hicieron obra pública al mismo tiempo que él: había muchos profesionales haciendo obra pública en la provincia, el tema de Salamone es que sobresale por su originalidad. Desde mi humilde punto de vista, en ese momento se genera en la obra pública una arquitectura muy original, no solo en la provincia de Buenos Aires sino también en Córdoba, en Mendoza, en Santa Fe. En esa arquitectura no hay un discurso claro de un Estado diciendo “toda la obra pública tiene que ser así o asá”. La mayoría de las municipalidades son más o menos de esta época, y hay ejemplos más neocoloniales, otros un poco más modernos, tenés a Salamone… Se nota ahí una libertad de acción muy grande y una confianza en el hacer de estos profesionales. Esos edificios hoy en día se siguen usando, las municipalidades y los cementerios siguen siendo los mismos, los mataderos se dejaron de usar o los compraron privados e hicieron frigoríficos, si no también serían los mismos. Hay países como Brasil o México donde uno tiene visualizada un tipo de arquitectura, moderna, o muralista: acá es como si no hubiera pasado nunca nada, como si no hubiera un lenguaje propio, o como si este solamente estuviera en las ciudades. Quizás uno piensa en grandes arquitectos modernos y pensás en Clorindo Testa o en gente así, y da la impresión de que en el resto del país nunca se construyó nada. También es interesante esto de un Estado conservador que tiene, en el hacer, acciones muy progresistas. Creo que es algo difícil de procesar y sobre todo siendo argentinos, que necesitamos polarizar todo. Sería interesante revisar esa década en profundidad y de una manera más amplia.
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