El edificio “Escuela Judicial Manuel Dorrego” de nuestra universidad fue elegido entre más de 650 proyectos para participar de la 19° Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, en la categoría “Equipamientos de diverso tipo y programa de carácter público”.
La edificación data de principios de siglo (1901) y formaba parte de los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Luego de las privatizaciones y cierre de ramales ocurridos durante la década del ‘90, el predio quedó abandonado y, tras varios años, fue transferido a la UNLa para la concreción de su Campus Universitario. En ese contexto, se llevaron adelante las tareas de recuperación.
“Me gusta que el trabajo que hacemos todos los días tenga trascendencia, porque esto que nosotros tomamos como normal, en realidad, no lo es”, asegura Fernando Spataro, uno de los arquitectos involucrados en el proyecto.
Y si bien la UNLa ya recibió distinciones por sus tareas de recuperación de edificios[1], “el haber quedado seleccionados ya es un mérito y queremos compartir esta alegría con toda la comunidad universitaria”, agrega Spataro.
Manos a la obra
La Escuela Judicial alojó en su momento al edificio Bastidores de Acero, una construcción de 1500 m2 compuesta por una planta libre, una estructura metálica, un acceso central y pasante de vías. Un real exponente de la arquitectura ferroviaria de fines del siglo XIX.
“Aquí funcionaba parte del armado de los vagones, entraban y salían locomotoras, por lo que el uso era bastante intensivo y eso hizo que el edificio estuviera muy deteriorado, especialmente en los muros, las aberturas. También había sido intervenido de una manera no muy conveniente, con muchas adicciones y construcciones que no tenían que ver con el estilo de arquitectura ferroviaria inglesa”, explica Daniel Giovanini, director de Planificación Física.
En esa línea, el arquitecto Rogelio Caruso detalla algunas de las tareas que llevaron adelante: “Los muros de ladrillos tenían muchas fisuras y pedazos desprendidos así que realizamos un trabajo de recuperación de mampuestos para reutilizarlos, incluso cuando la cantidad de ladrillos se nos estaban acabando hicimos como unas lentejuelas para poder revertir las partes donde no nos quedaba material. Es más, uno de los vértices del edificio estaba totalmente demolido, se había desprendido y caído al piso, así que con mucha paciencia reconstruimos los ladrillos y lo volvimos a armar”.
“Por otra parte —agrega— la estructura portante no es de hormigón armado sino que se sostiene con masas murarias muy anchas de 60 cm, que tienen la característica de poder elevarse en sus ocho metros sin estructura independiente. Y el techo está hecho a base de cableras metálicas, que estaban a la vista y en muy mal estado pero, por suerte, cuando accedimos a esa altura le pasamos un cepillo al acero y brotó como nuevo, o sea, después de 125 años solo hubo que limpiarlo y pintarlo. Este dato es importante porque parece que uno se encuentra con una ruina y en realidad todo empieza a rejuvenecer con mucho trabajo”.
Además de la intervención al edificio, las tareas incluyeron la inclusión de una estructura aislada de hormigón armado con técnicas más nuevas. De esta manera, la Escuela Judicial cuenta con una planta baja y un primer piso, al que se accede por escaleras o ascensor. Asimismo, la construcción cumple con todas las normas de accesibilidad y por su ubicación y el tamaño de las aberturas cuenta con una muy buena iluminación y ventilación.
“El respeto que le tuvimos fue apropiado y gratificante, y se pudo concretar gracias a los trabajadores de la UNLa y de las empresas. Es un gran orgullo desde lo arquitectónico, pero también desde una postura ideológica de poder recuperar nuestra historia y nuestro futuro al mismo tiempo”, concluye Caruso.
Proyectos para el futuro
Las tareas de puesta en valor del edificio Manuel Dorrego demandaron casi una década, debido a que debieron ser realizadas en dos etapas.
“La primera se interrumpió con el gobierno de Mauricio Macri, y se continuó y terminó en 2022 durante la gestión de Alberto Fernández. Hubo dos empresas, hubo que rehacer contratos y todas esas complejidades son un tema de gestión, pero impactan en la infraestructura. Así que para nosotros fue un logro muy importante haber terminado el edificio, porque es también establecer pertenencia y que empiece a tener actividad este predio, que estaba abandonado, vandalizado e intrusado. Entonces, el edificio es mucho más que el edificio en sí”, relata Giovanini.
En la actualidad existe otro edificio licitado y adjudicado: el Juan José Valle, que es lindero al Manuel Dorrego y donde debería funcionar la Licenciatura en Tecnologías Ferroviarias.
“El proyecto está frenado por el Gobierno actual. Ese edificio ya había sido licitado y adjudicado en la gestión de Macri y también fue desestimado. Así que venimos con dos derrotas ajenas a nuestra decisión. La tercera es la vencida, en eso estamos”, concluye Giovanini.
[1] El Cine Tita Merello fue galardonado con un premio del Colegio Profesional de Arquitectura de la provincia de Buenos Aires; y el edificio José Hernández recibió el segundo Premio Iberoamericano a las obras de Patrimonio Histórico del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (CICOP).
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