Proyecto Arbórea: una experiencia poético ambiental
Andrea Suárez Córica es la creadora de Proyecto Arbórea (@proyectoarborea), una investigación poético ambiental y militante nacida en La Plata hace 15 años, la cual recorre el arbolado público dentro del territorio bonaerense. A simple vista cualquiera podría pensar que lo que busca este proyecto es transformar la mirada, pero en realidad lo que intenta interpelar es la manera misma de atravesar la ciudad y de pensarnos en comunidad. Y lo hace a través de expediciones urbanas y actividades de divulgación y sensibilización en las redes sociales, entre otras intervenciones: porque para este proyecto, la revolución comienza en la puerta de casa.
Además, Andrea Suárez Córica es artista visual y naturalista autodidacta. Ha estudiado psicología y teatro y escribe poesía. Integra también el Foro en Defensa del Árbol, una agrupación de vecinos y vecinas de todas las disciplinas que nació en junio de 2019. Al consultarla ella se reconoció como ambientalista performática, ya que el cuerpo y la voz son fundamentales para tener la experiencia del árbol.
Proyecto Arbórea nació a partir de una conversación casual entre la artista y su hijo Juan Manuel, cuando él tenía 7 años. “Salimos de casa, y en el pasillo hacia la calle, él me iba explicando la ubicación de los planetas, de los satélites. Una descripción con una precisión asombrosa. Cuánta información entra en un pasillo. Cuando llegamos a la puerta, todavía sorprendida con ese saber, me quedé mirando el árbol que tenemos enfrente y pregunté en voz alta: ¿cómo se llamará este árbol? Esa pregunta, ese no saber, despertó interrogantes gigantes y al Proyecto Arbórea. Nos convocó al movimiento, a querer saber e involucrarnos. De ahí nos fuimos a comprar libros sobre árboles. Lo primero que nos dieron fueron libros sobre los bosques patagónicos, pero lo que nosotros queríamos era sobre los árboles de La Plata, los árboles urbanos. Y leímos sobre sus hojas, sus frutos y cortezas”, detalló Andrea. De este proceso de iniciación, Andrea recordó también a “la señorita Silvia” de la Escuela Pública Nº 10 de La Plata: meses después de la investigación de reconocimiento, y al encontrarse frente al conocimiento que Juan Manuel tenía sobre los árboles, la docente convocó a Andrea para dar una charla. Esta fue la primera de otras charlas que con el tiempo se extendieron a otros cursos y a otros niveles educativos.
Fuegos cruzados
El proyecto busca concientizar a la comunidad sobre los peligros latentes que le hacen difícil la vida al árbol que está en la ciudad. A estas amenazas, la naturalista las denomina “los tres fuegos”: “Por un lado, están las personas que no comprenden que el árbol es un ser vivo. O quizás lo entienden y no les interesa. Les hacen daño e incluso los matan con métodos tremendos. Luego, las gestiones municipales que no atienden al mantenimiento del arbolado público, ya sea por no disponer de personal capacitado o por cuestiones presupuestarias. Así, no desarrollan una política pública comprometida y empática con el árbol. Y el tercero, las empresas de servicios públicos que mutilan sus ramas y raíces sin ningún informe previo del impacto en la salud de ese árbol. Por eso la pregunta de cómo nos hacemos cargo de haberlos traído hasta aquí es urgente, para hacerles la vida un poco más fácil y acompañarlos en su crecimiento”.
Las expediciones urbanas
Mirá el mapa que tengo,
¿damos la vuelta a la manzana?
¿Conocías estos árboles?
“Este proyecto nació en la vereda, unidad mínima de interacción, encuentro y cercanía, y de ahí a la manzana, como ese primer lugar que se recorre cuando un niño o una niña aprende a andar en bicicleta. Una zona de influencia e incidencia real, que no requiere de ningún artificio porque atraviesa la vida misma”, sostiene la artista.
Como Aristóteles con Teofrasto, uno de los primeros botánicos de Grecia, puede sumarse quien disfrute de caminar y conversar. Pueden hacerlo también quienes solo prefieran escuchar. Las niñas y los niños también están invitados, porque el proyecto potencia la cualidad de exploradores e investigadores que ellas y ellos tienen. En una expedición de dos horas, se le entregan al público unas bolsitas para la recolección de semillas o de lo que se encuentre por el camino.
Los recorridos se difunden por las redes y es inevitable que en cada vuelta se sumen vecinas/os. “La curiosidad les pica cuando ven a un grupo de más de treinta personas alrededor de ‘su’ árbol”, afirma Andrea entre risas. Y de tanta expedición urbana fueron emergiendo las ideas que hoy guían la expedición en su forma actual:
- Entrenar la mirada. Proyecto Arbórea invita a detenerse y entrar en el detalle. A entender la diferencia, lo singular para descubrir las distintas especies. Así, propone una mirada contemplativa, pero luego esa mirada se va transformando.
- Nombrar. Invita a superar la primera dificultad de no poder nombrar al árbol de la vereda; ese primer impulso del proyecto, que luego se transformó en su motor.
- Pasar de lo universal a lo singular. Es común que nos digan “nos vemos allá, donde están ‘los árboles’”; pero poder nombrar cada especie permite otro tipo de vínculo. “Esta no es una cuestión arbitraria, sino de amorosidad, como cuando una nombra una persona por su nombre y establece un vínculo especial. “El Tilo”, “el Plátano”, “el Arce Negundo”. Ese vínculo que se construye, aporta a nuestra identidad, y nos devuelve pertenencia” afirma la expedicionaria.
- Mapear. De cada expedición, los caminantes se llevan un mapeo de los árboles del recorrido. “Un día alguien me dijo ‘qué interesante esto de los árboles, porque con el tiempo podés ver el comportamiento que tienen y lo que ocurrió con ese registro’. De hecho hice esa prueba. Hace poquito volví con mi mapa a un registro que hice en la calle 45, entre 13 y 14, y faltaban cerca de seis árboles. Hay que multiplicar las experiencias, es urgente. Los mapeos sirven como pruebas, como testimonio y a su vez permiten volver por el mismo recorrido de manera autónoma” invita Andrea, quien también tiene una historia y recorrido personal en materia de militancia y derechos humanos.
Modos del ver
¿Qué nos enseñan a mirar?
¿Se enseña la mirada?
Y lo que se mira, ¿es lo importante?
¿Qué es lo importante?
En el proyecto, la mirada es un tema sensible y que dispara muchos sentidos. Su creadora afirma: “En las caminatas, hasta que el árbol no es atravesado por la mirada, no se sabe qué es, si está vivo o muerto. Pero una vez que la mirada lo atraviesa, el árbol empieza a ser hablado, a convertirse en tema de conversación y ahí cobra otra relevancia, otra existencia social”.
En esta línea nos menciona una reflexión sobre la mirada que está dentro del prólogo a Modos de ver de John Berger, escrito por Eulàlia Bosch: Andrea afirma que este libro nutre al proyecto, el cual también se fortalece con la experiencia directa en la praxis de cada expedición.
Lo artístico, lo poético y el lenguaje
Proyecto Arbórea ha reunido colecciones de semillas, de frutos, y un herbario del que se desprenden unos mini museos. En distintas ocasiones, este material acompaña las expediciones. “Cuando alguien ve la muestra, toda una producción reunida a partir de algo que está en la vereda, se sorprende. No hay que hacer miles de kilómetros, no hay que programar nada. Es ahora, cerca. Salgo a la puerta y lo encuentro. Eso causa un impacto porque devela que hay algo que descubrir y que lo tengo ahí”, afirma la artista.
Además, el proyecto hace cruce con artistas invitados/as que intervienen en las distintas paradas de las expediciones. Música, poesía, danza y pintura han acompañado las caminatas y varían de acuerdo con cada territorio.
El proyecto también está atravesado por un interés en lo poético del lenguaje, además de su inquietud por nombrar. “Hay nombres como el del crespón, que también es conocido como ‘el árbol de Júpiter’ o ‘astromelia’. Entonces en las expediciones advierto que estamos frente a un árbol que ya porta toda una poética en su nombre. Y nos detenemos en las sonoridades de las palabras, en su musicalidad” nos cuenta Andrea, quien también ha publicado libros de relatos y poesía.
Invita también a poner bajo lupa el lenguaje: el específico, el botánico, no escapan a la observación. “‘Ruderal’ es una palabra que me resulta antipoética. En los libros figura como aquella vegetación que crece en ruinas y de manera espontánea. Para mí, esa vegetación tiene una fuerza de la vida, una potencia a la que ‘ruderal’ no le hace justicia. Con esa palabra me peleo”, sonríe. El proyecto juega así con el lenguaje e invita a los expedicionarios a confabular. “Despertemos sospechas sobre el lenguaje, eso incluye mis palabras, el lenguaje botánico, y mucho más. Solo allí es posible que surja la crítica, la mirada oblicua”, invita la artista.
Los territorios
El árbol se ramifica, se expande
y trae cuestiones históricas, sociales y culturales.
Nunca es una unidad independiente,
ni una mera descripción botánica
“Por cada expedición, voy al territorio tres o cuatro veces. Primero para ver qué hay, qué me pasa a mí con eso que está ahí. Cuántas cazuelas vacías hay y qué pasa con esa ausencia. ¿Alguien registra ese árbol que ya no está? ¿Qué árbol estuvo ahí alguna vez? Además, toco timbres. Me presento, comparto lo que estoy haciendo y ahí aparecen las y los vecinos y sus historias. Todo este involucramiento lleva tiempo e implica dejar que el territorio mismo te guíe. Por eso, nunca una caminata es igual a otra y ya no me sorprende cuando dentro del público me encuentro con reincidentes”, afirma la poeta entre risas.
En ese trazado con el árbol, con las lecturas, con las y los vecinos, con las y los expedicionarios, se van sumando capas, sentidos. Y en cada árbol aparece de a poco un cordón umbilical que une a cada persona con lo histórico, con la cuestión barrial, patrimonial, botánica y estética. Por eso prima, aquí, una pedagogía del diálogo y la colaboración.
Militancia ambiental y la corresponsabilidad ciudadana
«Cuando los bosques se destruyen, (…) los manantiales se secan (…).
La hierba y el musgo desaparecen (…) y entonces el agua de lluvia
ya no encuentra ningún obstáculo en su camino:
y en vez de aumentar poco a poco el nivel de los ríos
mediante filtraciones graduales durante las lluvias abundantes
forma surcos en las laderas, arrastra la tierra suelta
y forma esas inundaciones repentinas que destruyen el país»
Alexander von Humboldt cerca de 1800,
durante su estadía en lo que hoy es Venezuela.
“Proyecto Arbórea convoca a una mirada contemplativa, pero también a una lucha ambiental que llevo adelante desde el Foro en Defensa del Árbol (@foroendefensadelarbol)”, afirma Andrea cuando le consultamos por la dimensión de la militancia. Ella sabe que la educación ambiental, como así también el arte, implican una larga paciencia y considera que es fundamental no abandonar la calle.
En relación con el Foro, afirma: “En la ciudad de La Plata, una de nuestras luchas tiene que ver con algo que está legislado y es que el Municipio cree el Consejo del Arbolado Público. Queremos que esto se apruebe pronto, para tener cierta injerencia en lo que es el cuidado del arbolado. Es decir, aportar todos los saberes que tenemos dentro del Foro. Lo otro que reclamamos es el censo que debe realizarse, porque si se habla de planificación, esta requiere información. El último censo se realizó en el 2008”, sostiene la artista.
En noviembre del año pasado, Proyecto Arbórea publicó en sus redes una placa de advertencia: DEJEMOS DE DECIR QUE EL CLIMA ESTÁ LOCO. Al preguntarle, Andrea puso esta frase en diálogo con lo que ya decía Humboldt cerca de 1800. “Se sigue incendiando y deforestando, se sigue con el extractivismo. La batalla que tenemos por delante es también en el plano del discurso. Tenemos que sacar el desastre ambiental que estamos generando del ámbito de la locura o de las fuerzas extraterrestres y ponerlo donde tiene que ir, en eso que la humanidad ha hecho y está haciendo”, se lamenta.
Hacer Comentario
Haz login para poder hacer un comentario