“Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué iniquidad!
De todos modos los interventores habrán visto por este échantillon (por esta muestra)
que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.
José de San Martín
Con el objetivo de colonizar nuestras tierras, en 1845 Francia e Inglaterra enviaron una flota de 95 navíos de carga repletos de productos para ser colocados en la provincia de Corrientes y en el Paraguay. Gobernaba entonces estos territorios don Juan Manuel de Rosas, quien preparó una ofensiva que contó con el apoyo del general José de San Martín, entonces en el exilio.
Al mando de Lucio N. Mansilla, las tropas de la Confederación Argentina se adelantaron a la entrada de los invasores por el Paraná y el 20 de noviembre de 1845 se apostaron en la Vuelta de Obligado: allí combatieron a las fuerzas anglofrancesas –que las superaban ampliamente en cantidad y en poder de fuego- durante nueve largas horas. La heroica resistencia y el espíritu de lucha de nuestras tropas hicieron del Combate de la Vuelta de Obligado un hito de la defensa de la soberanía nacional.
Este 20 de noviembre, Viento Sur conmemora la gesta con un dossier especial que recorre las visiones de docentes e investigadores de la UNLa sobre las distintas formas de soberanía nacional que, a más de un siglo y medio de la Vuelta de Obligado, nos urge defender.
SOBERANÍA TERRITORIAL
Fabián Brown, Gral. (R) del Ejército Argentino y director del Ciclo de Licenciatura en Planificación Logística de la UNLa
-¿Cómo podríamos definir a la soberanía territorial?
-Es la capacidad de estar y hacer en el espacio que uno reivindica como propio. La soberanía es la presencia, el trabajo argentino, la explotación de los recursos, el bienestar de la gente dentro del espacio que reivindicamos como propio. Uno de los problemas que siempre tuvimos es que nuestro país es muy vasto, con poca población en ciertos lugares, por ejemplo, algunas zonas de la región chaqueña y la Patagonia, donde además hay una extranjerización de la tierra. Otro problema es que prácticamente la mitad de nuestro territorio es marítimo insular y no tenemos presencia en nuestros mares. No hay un desarrollo de la actividad pesquera o de transporte naviero, y los puertos carecen de la infraestructura indispensable.
-¿El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional afecta a la soberanía?
-Todo lo que firmamos con el Fondo es una aceleración de pérdida de soberanía, en particular en el Atlántico. Pero hay otros compromisos. Cuando asumió el presidente Mauricio Macri hizo una comunicación conjunta con Gran Bretaña sobre Malvinas; luego se anuncia la cooperación entre científicos argentinos e ingleses en un espacio donde nosotros denunciamos ante Naciones Unidas que está usurpado. Todo eso afecta a la soberanía. La Guerra de Malvinas termina con la firma de unos tratados durante el gobierno de Menem que se conocen como los Tratados de Madrid. Allí se fijan sectores de pesca, limitaciones militares y se declara una zona marítima para Gran Bretaña. En el año ’94, Gran Bretaña extiende unilateralmente esta zona que afecta intereses económicos concretos para el país. Entonces, la soberanía se fue segmentando paulatinamente en cuanto a los recursos de pesca, de petróleo y así seguimos con minerales, agua dulce, etc. La integridad territorial son los recursos naturales.
-¿Qué pasa con las bases en la Antártida?
-El sector antártico de Argentina está en el territorio que reivindican los ingleses en la Antártida. Ante esto, nuestro país comienza la ocupación permanente, con la creación de las bases. En el ‘58 se firma el Tratado Antártico que es un “paraguas” sobre la soberanía, donde se acuerda dar aportes científicos para la humanidad en una zona desmilitarizada. Todavía faltan años para volver a discutir sobre este acuerdo, pero la Argentina debería tener una estrategia, que pase por mejorar el estándar ambiental de nuestras bases porque es en lo que se van a fijar los países centrales a la hora de discutir. Tenemos que ser pioneros en el desarrollo de tecnología ambiental, porque tenemos todo para hacerlo bien.
-¿Esa misma estrategia debería regir para Malvinas?
-Sí, con medidas cautelares sobre el uso del mar y para zonas que no están en disputa como el Río de la Plata y la zona norte de las Malvinas.
-¿Cree que en los últimos años la soberanía territorial se vio afectada?
-Este gobierno tiene una lógica del capital financiero, que no cree en la defensa de la identidad territorial y la capacidad de autodeterminación. Su ideología es la del mercado y entonces el problema de la soberanía se vio profundizado, en lo que respecta a defensa y conciencia del territorio. Esa ideología no reconoce fronteras ni considera que haya nada que defender. La soberanía es un elemento fundacional del Estado y se han tomado decisiones que pueden condicionar el futuro de varias generaciones.
SOBERANÍA SANITARIA
Hugo Spinelli, director del Instituto de Salud Colectiva de la UNLa
-¿En qué consiste la soberanía sanitaria?
-Sería la posibilidad de no depender de tecnologías que vengan de otro país, como los aparatos, la producción de medicamentos. Hoy existe una gran concentración de las fábricas de remedios y cuestiones tecnológicas. Pero también está el conocimiento. Por ejemplo, las revistas científicas de los países centrales que están en manos de empresas privadas son las que dicen qué es lo que tienen que hacer los médicos. Entonces ahí comienza la colonización del pensamiento de nuestros profesionales, que terminan recetando ciertos medicamentos y comprando determinada tecnología, cuando hay contadas denuncias de que esas publicaciones están adulteradas en función de intereses económicos. Tenemos poco relevamiento de los conocimientos de los pueblos originarios y de lo que ocurre en nuestra realidad.
-¿Esos serían los principales problemas del sistema sanitario?
-Creo que el 80 por ciento de los problemas tienen que ver con las desigualdades. Si fuéramos capaces de tener una sociedad más justa desaparecerían muchas de las dificultades que hay. En el día a día, la mayor parte de las problemáticas son de baja complejidad, es decir, que se pueden solucionar con una escucha del paciente, con el conocimiento de la familia. Y eso no necesita de hospitales, que es otra de las cuestiones de la colonización intelectual. Hay una falsa creencia de que se requieren hospitales y en verdad se precisan centros de salud. Seguimos pensando en una cultura hospitalocéntrica, entonces se atiende a una persona descontextualizada en un consultorio a 20 kilómetros de donde vive. No se sabe dónde vive, qué hace, cómo es la casa. Es más difícil cambiar la cabeza de las personas que comprar un tomógrafo, porque se soluciona con dinero. De todas formas, no es casual que los sistemas de salud tengan problemas parecidos a nivel mundial. En la Argentina seguimos viejos paradigmas. Si un vecino pudiese caminar cinco cuadras e ir al centro de salud, en vez de estar dos horas para llegar al hospital, sería distinto.
-¿Los recortes en las áreas de ciencia, salud y educación influyen en la producción de conocimiento?
-Es algo que lleva tiempo y estas interrupciones afectan, y mucho. Hay problemas con los recursos, con el nivel de los salarios y eso se ve, por ejemplo, en el pluriempleo de los docentes universitarios. Si la persona trabaja en un solo lugar va a producir mejor porque tiene una única línea de pensamiento. El pluriempleo que se instaló en la Argentina en los ‘90 afecta lo público y en consecuencia a la soberanía material y simbólica. Se debilita la función pública del Estado, algo muy complejo que no se soluciona de un día para el otro. Por otra parte, hay que ver lo que se enseña en las universidades, porque una vez que el profesional entró en el consultorio tiene plena autonomía. Muchos son “seducidos” por la industria farmacéutica para que recete ciertas drogas y eso no tiene ningún tipo de regulación.
SOBERANÍA ECONÓMICA
Oscar Tangelson, director del Instituto de Producción, Economía y Trabajo UNLa
-¿Qué es la soberanía económica?
-Es la capacidad de responder tres preguntas: qué producir, cómo y para quién. Si pueden ser respondidas por el ejercicio soberano de las decisiones de un gobierno y de una sociedad es, entonces, cuando técnicamente hablamos de soberanía.
-¿Cómo logra Argentina responder a esas preguntas?
El gran debate en torno a esto encontró una respuesta en la generación del ‘80 y fue la de convertirse en un país agrícola-ganadero y agroexportador. Esa fue una definición fundamental, que determinó la inclusión del ferrocarril inglés, las compañías de electricidad, de gas, etc. La otra discusión fue determinar si íbamos o no a desarrollar industria y tecnología. La decisión del peronismo fue acceder a la industrialización, que fue el ejercicio más importante de soberanía, porque dejás de ser importador de productos manufacturados. Si tenés un país agroexportador concentrado vas a tener un ingreso concentrado y por lo tanto la subsistencia de la pobreza. El presente es la demostración más clara de esto: la minería, el agro y lo financiero como respuesta al qué producir que deja afuera a una parte importante de la población. Por otra parte está la determinación de los instrumentos de políticas económicas que hacen posible esa distribución del ingreso.
-¿Es decir que la soberanía económica no se logra sin un acompañamiento político?
Los problemas económicos no tienen solamente solución económica, sino social, política, cultural, tecnológica. Es algo mucho más articulado porque no hay ninguna disciplina individual que explique el comportamiento de un país. Pero si desfinanciás la educación superior o al sector de ciencia y tecnología, estás renunciando a la soberanía. Cuando firmamos acuerdos con el FMI y el organismo establece las condicionalidades respecto de tu comportamiento en distintos factores –tales como si vas a restringir las jubilaciones, qué sectores apoyar, si vas a implementar impuestos, si congelás salarios en medio de la inflación-, la soberanía se ve afectada en la dimensión social del desarrollo. No hay soberanía económica sin soberanía política y no hay posibilidad de soberanía política sin justicia social.
-¿Se puede lograr la soberanía económica sin recurrir a los organismos internacionales?
-Sí, en el 2003 el planteo fue que los muertos no pueden pagar deudas. Esto quiere decir, que si no crecemos no vamos a poder salir de la crisis. Eso no se logra por vía del ajuste, sino a través del crecimiento.
SOBERANÍA ALIMENTARIA
Mariana Ugarte, directora de la Licenciatura en Ciencia y Tecnología de Alimentos UNLa
-¿Qué significa la soberanía alimentaria?
-El concepto surge en el ámbito académico por el año ‘96 y refiere al derecho que tienen todos los pueblos al alimento nutritivo y adecuado, que sea producido de forma ecológica. Tratar de garantizar el derecho a la alimentación de todas las personas y que los alimentos sean los que nutritivamente y culturalmente se consumen en esa región con la forma de producción original. Esto quiere decir que los pueblos sean quienes definen sus propias políticas agrarias, el cultivo, la distribución, las formas de consumo, el cuidado del ambiente, o sea que incluya los intereses de las personas que allí habitan por encima de las exigencias y los intereses del mercado. Argentina tiene un territorio muy extenso y a veces el consumidor tiene una mirada infantil o ingenua de querer algo en cualquier momento, sin tener en cuenta las estaciones. Por eso muchas veces atentamos nosotros mismos contra los modelos de producción regionales. Terminás comprando un producto que está producido para satisfacer al mercado y no se respeta la estacionalidad de una fruta o verdura.
-¿Qué rol tiene el Estado?
-Existen dos problemas. Uno a corto plazo, que es que todo aquel producto que vos solamente mires como una mercancía va a generar que los productores se rijan por las leyes de mercado, sin atender a las necesidades. A largo plazo está la sensibilidad y sustentabilidad ecológica. Si vos explotás los suelos con un cultivo que económicamente rinde, pero no estás respetando los ciclos naturales, lo que vas a tener como mínimo es el agotamiento del suelo. Por ejemplo, la soja es un recurso importante para el ingreso de divisas, pero no va de la mano de la soberanía alimentaria. Una política pública es necesaria, porque el consumidor con su propia demanda no puede generar cambios en el sistema productivo. Habrá modificaciones siempre y cuando haya una política que defienda la soberanía y el derecho a la alimentación. Una política alimentaria no son solo medidas que produzcan alimentos inocuos, sino también una política integral de educación, de que haya agua potable, un sistema de salud.
-¿Cómo se vincula el concepto de seguridad alimentaria?
-A través de la unión de dos miradas. La primera se vincula con la condición humana, en tanto las personas puedan adquirir alimentos inocuos. Por otra parte, que los alimentos sean producidos de manera segura. La fusión implicaría que los alimentos deben ser nutritivos, no traer problemas para la salud y estar disponibles para toda la población. A veces la seguridad alimentaria no puede sostenerse en la soberanía, independientemente de cuán rica sea la región.
-¿Hay conciencia en la población sobre esto?
-La opinión pública está muy pendiente principalmente de la seguridad alimentaria, es decir, que el alimento sea nutritivo, esté cuidado, que no tenga exceso de grasa o sal, y que esté libre de contaminantes. Pero en cuanto a la soberanía, no toda la población está atenta de una producción agroecológica. Creo que es una demanda, pero a la hora de comprar prima más el aspecto económico, el hedonista de buscar un placer, especialmente cuando organizás un evento o una reunión social.
-En un país productor de alimentos, ¿por qué hay hambre?
-La realidad es que los números indican que hay una disponibilidad de más de 3000 kilocalorías por habitante por día para consumir, lo que supera las recomendaciones. Lo mismo con proteínas animales, pero no con frutas y verduras. Esto se relaciona también con los modos de producción, porque si se generaran medidas para aumentar la soberanía alimentaria, los productores que dejaron de lado ciertos cultivos para optar por la soja volverían a las producciones regionales. Las frutas y verduras no llegan a todos, entonces hay que tomar medidas que estimulen esta actividad de productos frescos que se dejaron de lado por falta de rentabilidad.
SOBERANÍA ENERGÉTICA
Laura Giumelli, directora de la Maestría en Gestión de la Energía UNLa
-¿A qué llamamos soberanía energética?
Es la forma en la que atendemos las demandas de los productos y servicios energéticos dentro de la sociedad. Para abastecer tenés que ver cómo crece la demanda y armar un proyecto de país.
-¿Por qué la Argentina tiene una crisis energética?
La energía es un insumo esencial, social y económicamente hablando. Cuando vos hablás de abastecimiento energético te interesa que sea abundante con el menor costo posible y a la vez que sea un motor para la producción, o sea para la industria porque redunda en las economías regionales, en el empleo. Los productos y servicios energéticos tienen una gran capacidad de derrame y de distribución de renta con lo cual las políticas de Estado en torno a eso son esenciales. Argentina ha pasado por varios períodos pero hasta hace dos o tres años se ha manejado con una premisa de que los productos y servicios energéticos eran relativamente baratos, es decir, que los insumos en los bolsillos de la gente y de la industria eran competitivos. Hoy ese paradigma cambió y a futuro se perfila una gran revolución, porque en el país y en el mundo, los productos y servicios públicos vinculados al abastecimiento energético son monopolios naturales o hay una gran concentración, por lo que se necesita de la intervención estatal de manera permanente. El Estado tiene que tener la capacidad de analizar y dar las señales para que no haya transferencia de renta con respecto a esto. Y por otro lado, la explosión de las renovables hace que ese sistema centralizado se desplace. Con el tiempo, los propios demandantes pueden generar su propia energía y dejan de ser meros receptores de los productos y servicios energéticos para tomar sus propias decisiones. Nos coloca como usuarios mucho más activos y al Estado en una posición de articular entre la industria, el empleo y los modos de abastecimiento.
-¿Es importante el proyecto de Vaca Muerta?
Las matrices globales y de cambio climático no apuestan a las energías fósiles, sino a las renovables. El gas natural es una energía más sucia y tradicional, pero lo que se está viendo en el mundo es que los costos para producir renovables van bajando y se vuelven cada vez más competitivos. En la transición, está la necesidad de contar con gas natural, que es la base para generar electricidad. También influye el costo de producción y el que se saca al mercado, que está totalmente volatilizado. No es solo el abastecimiento lo que le debe interesar al Estado, sino a qué costo lo hace y quién lo afronta.
-¿Cómo estamos con respecto al impulso de energías renovables?
Argentina es uno de los pocos países que desarrolló su matriz energética integradamente. Tiene electricidad, petróleo, gas, energía nuclear, núcleo electricidad. Ahora se está apostando a la energía eólica y a la fotovoltaica. Hay capacidad humana para absorber y empujar hacia las renovables.
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