Recibo hoy, en esta casa del Pueblo, la orden de Doctorado Honoris Causa de siete de las universidades más prestigiosas de la Argentina y de FLACSO. Mi alegría es inmensa; mi emoción, difícil de transmitir. Tuve la oportunidad de recibir doctorados en varios países. La generosidad con la que me reconocen en el mundo académico siempre crea en mí la misma emoción y el mismo sentimiento de orgullo.
Una profunda emoción que quiero compartir con ustedes, porque además de ser un sentimiento personal, está cargado de historia, mi historia y la de muchos brasileños que, como yo, nunca han tenido la oportunidad de tener acceso a la universidad.
Estoy profundamente conmovido por estas distinciones, que además de un generoso reconocimiento, son una forma de alentar a miles de niños y niñas pobres a que nunca dejen de estudiar. Además, son también una forma de incentivarlos a participar en los sindicatos, los movimientos sociales y partidos, militando para construir un mundo más justo, más democrático e igualitario.
Yo era uno de esos jóvenes. Mi sueño era tener un diploma técnico. Cuando lo recibí, sentí una inmensa alegría. Además, era un gran desafío. Sería alguien con ese diploma. Mi vida cambiaría. Y lo que me ponía aún más orgulloso, era ver a mi madre orgullosa de su hijo, mirándome con la serenidad del deber cumplido. El día que recibí mi diploma de Tornero Mecánico sentí una emoción muy parecida a la que siento ahora. Fue la misma emoción que sentí cuando recibí mi segundo diploma: el de presidente de la República Federativa del Brasil. El día 14 de diciembre de 2002 recibí el diploma que formalizaba mi nominación presidencial. Tenía que hablar, tenía muchas cosas que decir, pero las lágrimas me lo impedían.
Había recibido muchas críticas durante la campaña por no haber estudiado en la universidad. Yo asumí el gobierno sin otro título que el de tornero mecánico. Un simple trabajador, uno entre tantos brasileños, formado en la vida, en la lucha y en el compromiso con la construcción de un país más justo, más igualitario.
Así fue que, cuando recibí el diploma de Presidente, no pude contener la emoción.
Déjenme decirles que esto es como los besos de amor. Cuando estás enamorado, cada beso es como el primer beso, cada beso reproduce esa sensación de felicidad inmensa, de conquista.
Estos diplomas me hacen revivir la experiencia de esos momentos inolvidables, de aquellos días en los que me convertí en tornero de profesión y en presidente de la República por voluntad del pueblo brasileño.
Dos títulos en dos momentos diferentes de la historia de Brasil. Dos diplomas y la misma emoción. No creo que los doctorados que hoy recibo sean solo un reconocimiento a mi persona, a Lula como ser humano individual, como personalidad política. Si bien los recibo con gran honor y mucha honra, sé que son, de hecho, un homenaje al pueblo brasileño y un reconocimiento al éxito de una década de transformaciones democráticas que vivimos en Brasil y en toda América Latina.
Sé que aún hay muchas carencias en las necesidades vitales de mi pueblo. Pero los avances de la última década han sido extraordinarios y fueron asegurados gracias a la participación y a la movilización de la sociedad brasileña. Hemos quebrado tabúes y conceptos preestablecidos. Hemos demostrado, por ejemplo, que era posible crecer distribuyendo ingresos, que no era necesario esperar a crecer para distribuir. Hemos probado que se pueden aumentar los salarios sin aumentar la inflación.
Hemos demostrado que podíamos aumentar el comercio exterior y el mercado nacional sin que esto resultase en una contradicción insuperable. También probamos que poco dinero en manos de muchos significa distribución del ingreso y justicia social. Demostramos que mucho dinero en pocas manos solo conduce a un modelo de desarrollo basado en la desigualdad y el privilegio. Probamos que la democracia se fortalece, consolida y profundiza cuando la riqueza se distribuye de manera más equitativa. Y se debilita cuando los poderosos concentran más poder, limitando las oportunidades de felicidad y dignidad del pueblo.
Pero los logros de Brasil en la última década no se han dado de manera aislada. Estos fueron posibles en un contexto regional sudamericano marcado por importantes avances democráticos. En mi país, a algunos sectores les gusta decir que el programa Bolsa Familia, el aumento del crédito a la agricultura familiar, el programa Luz para Todos y otras políticas sociales implementadas en la última década con gran éxito, fueron solo limosnas o mero asistencialismo. No se dan cuenta de que millones de personas, cada una con un poco de dinero en la mano, son las que empezaron a dar mayor estabilidad a la economía brasileña, haciendo que crezca, generando más puestos de trabajo e ingresos.
Recibo estos diplomas con orgullo porque sé que ellos también reconocen el lugar que Brasil ganó en el mundo durante la última década. Hemos ganado un lugar que nos merecemos y hemos recuperado nuestra autoestima. Estamos orgullosos de nuestro país, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
Nuestro objetivo es un Brasil sin pobreza. Estamos orgullosos de ser un país que lucha cada día para mejorar la distribución de la riqueza, las condiciones de vivienda, el saneamiento, la seguridad, la salud y la educación para todos. Los diplomas que recibo hoy significan un reconocimiento a este esfuerzo colectivo que protagonizó el pueblo brasileño a lo largo de la última década.
En el discurso inaugural de mi primer gobierno, hice tres promesas: “primero voy a hacer lo necesario; luego, voy a hacer lo posible y, cuando menos lo imaginen, estaré haciendo lo imposible”. Con la fuerza y la determinación del pueblo brasileño, hemos logrado cumplir lo que parecía imposible. La sociedad brasileña no aceptará nunca más la arrogancia de las élites y el atropello de sus derechos fundamentales.
Debo mencionar que una de las principales conquistas que ha tenido mi gobierno fue la de poner en marcha un nuevo proceso de integración regional. Fue con Néstor Kirchner y con Hugo Chávez con quienes soñamos y pusimos en marcha este proceso de integración. Kirchner fue uno de los grandes creadores de esta nueva arquitectura continental que construimos en la última década. Si hoy tenemos una América del Sur más unida fue, en gran parte, gracias a él.
Permítanme, por favor, que comparta con él las distinciones que hoy recibo. Sé que esté donde esté, Kirchner participa de esta ceremonia y nos abraza con esa energía inagotable que transmitía a la hora de construir los pilares de la Patria Grande. Para ti, Néstor, son también estos diplomas.
Les decía que estas ceremonias son siempre muy emotivas. No quiero dejar de expresar mi agradecimiento a todas las universidades que hoy me están otorgando estos doctorados. Las universidades desempeñan un papel clave en las sociedades en desarrollo. Son instituciones que garantizan, promueven y fomentan el espíritu creativo, innovador y transformador que tienen la ciencia y la tecnología. El mal uso de la ciencia y la tecnología puede producir desastres en las sociedades humanas, pero también sabemos que sin la innovación y la creación científica, las sociedades estarán siempre condenadas al atraso.
Vivimos en Brasil una verdadera explosión de crecimiento de la matrícula universitaria, una enorme expansión de las oportunidades de acceso y permanencia en la educación superior, acompañada por la creación de nuevas universidades, la multiplicación de cargos docentes y un aumento significativo de la inversión pública. Hemos creado universidades con perfil innovador en términos pedagógicos y organizativos, como la Universidad de la Integración Latinoamericana (UNILA) y la Universidad Internacional de la Integración de la Lusofonía Afro-Brasileña (UNILAB).
Las transformaciones en el campo universitario estuvieron asociadas al gran impulso que mi gobierno dio a las políticas de innovación científica y tecnológica. Las políiticas de ciencia y tecnología habían sido prácticamente abandonadas en Brasil durante los años noventa. Brasil parecía haber aceptado que la innovación tecnológica era un patrimonio de las naciones ricas y que solo debíamos reproducir lo que otros inventan o investigan.
En la última década, Brasil ha invertido esta tendencia mediante la creación de una sólida y amplia Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Hemos creado el Plan de Acción de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Desarrollo Nacional, con una inversión de más de veinte mil millones de dólares entre 2007 y 2010.
Las becas de investigación que se ofrecen anualmente por CAPES y CNPq crecieron de menos de ochenta mil al inicio de mi gobierno, a más de ciento sesenta mil en 2010.
Al mismo tiempo, avanzamos en una transformación radical de la relación entre la producción científica y el desarrollo económico mediante la adopción de una Ley de Innovación, destinada a promover y fomentar la capacidad creativa e innovadora de las empresas.
La producción académica libre, rigurosa, innovadora, creativa y de calidad es de gran importancia para la promoción de un modelo de desarrollo autónomo y basado en la justicia social. Ampliar las fronteras de la investigación científica y la innovación es una buena manera de ampliar las fronteras de la autonomía y la libertad humanas.
Los doctorados que hoy se me otorgan me producen una inmensa alegría porque también son un reconocimento a los avances que han experimentado la universidad y el sistema científico-tecnológico de Brasil durante la última década.
Recibo el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba, una de las más antiguas de América, donde, en 1918, se inició una de las revueltas que tuvo el mayor impacto en la lucha contra los privilegios de las oligarquías y la construcción de la democracia en todo el continente. La Reforma Universitaria de Jcórdoba fue un momento de extraordinaria riqueza en la historia democrática de América Latina. Ella demostró que una universidad que no está al servicio del pueblo, está destinada a reproducir las desigualdades y multiplicar las injusticias. Todos somos herederos de la Reforma de Córdoba y no puedo dejar de sentirme halagado de recibir su máxima distinción académica.
La Universidad Nacional de Cuyo es también una institución de gran reconocimiento internacional y desempeña un papel clave en el dinamismo económico y productivo que tiene la Provincia de Mendoza. Además, desempeña un papel central en la construcción de una nueva forma de cooperación regional que nuestro continente debe consolidar y ampliar. La Universidad de Cuyo cuenta con un gran intercambio con universidades chilenas, fortaleciendo los lazos de hermandad entre la Argentina y Chile.
De la misma región, me otorga su distinción la Universidad Nacional de San Juan, la cual celebra su cuadragésimo aniversario y es un verdadero ejemplo de la expansión territorial, ampliando las oportunidades de acceso a la educación superior para los jóvenes de los sectores más pobres y de las regiones más remotas de la provincia. La Universidad de San Juan es un modelo de la vocación democrática que marcó los mejores momentos de la historia argentina.
La Universidad Nacional de La Plata es también una de las más antiguas y más reconocidas en el país. Sé que el compromiso y la participación política siempre han caracterizado a esta gran institución, mostrando que la militancia y la lucha por un mundo mejor se fortalecen con los nuevos conocimientos y saberes que se producen y difunden en nuestras universidades. Un compromiso político que tiene una larga historia y que hoy conserva enorme energía en su movimiento estudiantil militante. Durante las últimas semanas, cuando la ciudad de La Plata vivía una de sus mayores tragedias, los estudiantes, profesores y funcionarios de la universidad pusieron todos sus esfuerzos en servir a la población afectada por la catástrofe. Mientras leía los periódicos de aquellos días, me sentía muy orgulloso de saber que era esta misma universidad la que me concedía tan alto reconocimiento.
Lo mismo debo decir de las universidades de Tres de Febrero, de Lanús y de San Martín, instituciones jóvenes que inspiran un modelo de organización académica que debemos multiplicar: servir a la población de las ciudades de la periferia de Buenos Aires, ampliando las oportunidades educativas de los sectores más pobres. Ellas muestran que la calidad académica y el compromiso social son dos caras de un mismo desafío que no podemos abandonar. Todas ellas juegan un extraordinario rol en el dinamismo económico, el desarrollo social y cultural de la Provincia de Buenos Aires. Todas ellas me honran con su distinción y afecto.
Gracias a toda la comunidad de la Universidad Nacional de Lanús, por la distinción que me otorga. Sé que su universidad tiene un gran interés en los estudios de América Latina y es una referencia en el trabajo comunitario.
La Universidad Nacional de Tres de Febrero, institución que posee una gran vocación de expansión y democratización, evidenciada en el gran emprendimiento que significa su Campus Virtual. También es una universidad con una gran vocación artística, de difusión del arte y la cultura.
La Universidad Nacional de General San Martín es un referente internacional en el campo de las ciencias sociales. Además, es una institución que ha desarrollado excelentes unidades de formación e investigación en biotecnología e ingeniería ambiental, en una Escuela de Ciencia y Tecnología, que la convierte en un polo de innovación de gran importancia nacional y regional.
Por último, también quiero dar las gracias a FLACSO por el doctorado que expresa el reconocimiento de todas las unidades académicas de América Latina y el Caribe. En la Argentina, Brasil, México, Ecuador, Guatemala, Chile y en cada una de sus unidades, FLACSO siempre ha contribuido a formar cuadros de excelencia que trabajan en la administración pública y en la promoción de procesos de integración regional independientes.
Me siento realmente honrado de pertenecer, a partir de ahora, a la comunidad académica de cada una de estas ocho grandes instituciones.
También quiero agradecer el importante Premio Domingo Faustino Sarmiento que me otorga el Senado de la Nación. Sarmiento fue el padre de la escuela pública argentina. Una escuela que forjó los cimientos de una sociedad que siempre se ha destacado por su labor educativa, científica y cultural. En la última década, Brasil ha obtenido logros que los argentinos han conseguido décadas atrás, gracias al legado de una educación pública, laica y gratuita, que se remonta al siglo XIX y que ha sido pionera en el continente americano.
Agradezco también a CLACSO por el Premio Josué de Castro. Josué de Castro fue un brasileño, un intelectual que luchó por un Brasil más justo, investigando y trabajando activamente contra el hambre. Nació en Recife, como otro gran brasileño, Paulo Freire, a quien debemos la inspiración y el ejemplo de la lucha por una educación libertaria y transformadora.
Brasileños y argentinos debemos estar cada vez más unidos, más juntos. Tenemos que crecer juntos, romper las barreras que nos dividen y construir los puentes que nos unen.
Juntos podemos estar mejor preparados para afrontar los grandes desafíos que nos depara el futuro. Juntos vamos a ser todavía más fuertes y podremos ampliar y consolidar los logros democráticos de la década pasada. Juntos vamos a ser capaces de recorrer el camino que nos convierte en sociedades más justas, solidarias y generosas.
Todas vuestras instituciones académicas mantienen lazos estrechos de cooperación e intercambio con universidades de mi país. Durante los últimos años, la cooperación académica entre Brasil y la Argentina creció exponencialmente. Nuestras universidades están cada vez más próximas y los proyectos de cooperación académica continúan multiplicándose. En la última visita de la presidenta Dilma a la Argentina se fortalecieron aún más los acuerdos de cooperación científica entre ambos países. Esto es muy bueno y necesario.
Brasil tiene mucho que aprender de la Argentina en el campo educativo. Brasil también puede contribuir con la Argentina en algunas áreas de innovación científica y tecnológica.
Avanzar todavía más en el desarrollo de alianzas estratégicas en el campo educativo y científico, es y será fundamental para nuestros países. La integración no puede ser medida o valorizada solo en función de las oscilaciones de la balanza comercial. La integración es uno de los pilares de la democracia y la justicia social y, en este sentido, necesita de la educación y se sustenta gracias a ella.
Por este motivo, el rol de las universidades es fundamental para la nueva arquitectura regional que vive nuestra América del Sur. Y son las universidades los espacios donde el conocimiento puede convertirse en una herramienta esencial para la construcción de un mundo mejor para todos. Universidades comprometidas con la lucha contra el sufrimiento humano, la injusticia y la opresión. Universidades comprometidas con la integración regional son siempre universidades comprometidas con el futuro.
Nuestras naciones atraviesan el más largo período democrático de toda su historia. Una democracia que se logró con mucha lucha, mucha movilización y muchos sacrificios por parte de nuestros pueblos.
Hoy, estoy siendo homenajeado en el Senado de la Nación. Quisiera también rendir homenaje a todos los trabajadores y trabajadoras que ofrecieron sus vidas en la lucha por una Argentina más justa. Siento aquí su presencia. Siento hoy su abrazo cariñoso y fraterno. Permítanme, por favor, que también rinda homenaje a los maestros y maestras, alumnos y alumnas, de todas las universidades argentinas que lucharon contra la dictadura militar y hoy nos iluminan con su ejemplo, su energía y sus utopías.
Nada me hace más feliz que volver a vivir la emoción que sentí aquella tarde en que mi madre me vio cargar, lleno de orgullo, el diploma de tornero mecánico. Esa misma tarde en la que siquiera soñaba que, algún día, me tornaría el presidente de Brasil.
Discurso proclamado en el Senado de la Nación Argentina el 17 de mayo de 2013, con motivo de la entrega de Diplomas Honoris Causa por parte de las Universidades Nacionales de Córdoba, Cuyo, San Juan, La Plata, Tres de Febrero, Lanús, San Martín y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales; del Premio Domingo Faustino Sarmiento por el Senado de la Nación Argnetina; y del Premio Josué de Castro por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Publicado en Archivos del Presente, año 16, Nº 60, 2013.
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