El 25 de julio de 1992 mujeres negras de 32 países de América Latina y el Caribe se reunieron en República Dominicana para hacer visibles las luchas y resistencia de las mujeres afro, y definir estrategias para enfrentar el racismo desde una perspectiva de género: ese día se instituyó como Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente.

Pero, más allá de las conmemoraciones, ¿cuál es la situación real de las mujeres afrodescendientes, cómo es la historia de sus luchas, cómo es su presencia en la Argentina 2021? Viento Sur habló con Sandra Chagas, activista afrolesbiana-feminista, defensora de derechos humanos, estudiante de la licenciatura en Justicia y DDHH de la UNLa y con plena actuación en congresos, conversatorios y encuentros en el país y en el exterior. “En esta parte del Cono Sur hablamos de Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora porque somos parte de las diásporas de aquellos y aquellas que vinieron en calidad de esclavizados a estas latitudes -dice Sandra-. A partir de la conferencia de Durban, Sudáfrica, en 2001, se dijo ‘entramos siendo negros y negras, salimos siendo afrodescendientes’, y así es como nos definimos. No como ‘afroamericanos’ porque los afroamericanos pertenecen a EE.UU., tienen otra forma y otra concepción del ser parte de la construcción de ese Estado-Nación.”.

¿Cómo es la concepción de los y las afrodescendientes en Latinoamérica?

A nosotras, nosotros, nosotres, afrodescendientes, en cualquiera de los países latinoamericanos se nos ha negado el ser parte de la construcción de estos Estados-Nación en los cuales nuestros ancestros han dejado la vida, primero como esclavizados y después aportando, justamente, a esta construcción. Todos los derechos, todas nuestras reinvindicaciones políticas, han tenido que ser a base de las luchas de las personas: la primera revolución americana que nos puso a un paso de tener derechos y libertad fue la Revolución Haitiana, que no suele considerarse un hecho político de la negritud en pos de sus derechos humanos. Siendo parte de una población esclavizada, cualquier persona podía venir y cortarte una mano o quitarte la vida por el solo hecho de ser de su propiedad. Entonces las negras y los negros y les negres primero tuvimos que luchar por nuestra libertad y por ser considerados personas. Hoy mucha gente está entendiendo qué significa que el otro 50% o 75% de la población -si sumamos a la comunidad negra y a la comunidad indígena-, no se sienta ni representado ni parte de la construcción de un Estado-Nación que le niega derechos, participación política, construcción.

¿Cuáles son las luchas de las mujeres afrodescendientes?

Nuestras luchas son variadas pero tenemos dos o tres puntos en común las mujeres e identidades que vivimos en Latinoamérica, en el Caribe, en la Diáspora y en cualquier continente: en principio el racismo sistémico, estructural e institucional -también solapado, naturalizado y explícito- que nos atraviesa. Vivimos en una sociedad racista, vivimos en un sistema blanco, heteropatriarcal, capitalista, y hasta te diría que en muchos momentos fascista. No hablamos de personas sino del sistema de la blanquedad, conformado de tal manera que estas identidades no fueron tomadas en cuenta. Si nos ponemos a pensar en cómo se construyeron estos Estados-Nación fue por asimilación, por sometimiento; en base a las violaciones y a la desterritorialización de las comunidades. Hemos sido víctimas, y hablo de nuestras ancestras, de violaciones por siglos: poblaciones dolidas, fragmentadas y en reconstrucción, no solo por la guerra o la colonización sino por cómo fueron traídas esas personas y trasplantadas a un lugar que no era su lugar. Hablamos de la negritud, pero si habláramos del indigenismo, hablaríamos de quienes estaban aquí y fueron trasplantados a otras localidades dentro de su mismo territorio. Estos movimientos humanos han generado la deshumanización de nuestras cuerpas, por eso la idea de que lo negro es feo, bajo, sucio, malo. Se ha construido una idea de cómo somos y quiénes somos, y quienes hablan de cómo somos y quiénes somos siempre son aquellos que escribieron la historia y que, a la vez de escribirla, nos negaban. No había una programación para que esta población negra sobreviviera: reivindicamos la palabra “negritud” como una palabra que nos empodera, porque hemos sobrevivido a todo el racismo estructural que se quiso fomentar. Nuestra lucha viene desde siempre.

“Como negra candombera que soy -dice Sandra- estamos pensando salir el 25 de julio las compañe-ras y compañeros que quieran venir. Ese día también vamos a tratar de tener un documento político. Todo julio es el Mes de la Mujer Afro, y tenemos diferentes actividades y conversatorios durante todo el mes. Hace un par de años tuvimos un conservatorio en la UNLa con otras dos organizacio-nes, y sé también que la Universidad proyecta hacer un área para María Remedios del Valle: me pa-rece altamente necesario hacer visible a una mujer negra que fue nombrada Capitana y ‘Madre de la Patria’”.

¿Se puede hablar de avances en el reconocimiento de derechos?

Tenemos la ley 26.852 del 2013 de cuya construcción fui parte junto con el Movimiento Afrocultural, la Agrupación Xangó, Jóvenes Caboverdianos, Amigos de las Islas de Cabo Verde: cinco organizaciones llevamos adelante esta ley. La ley 26.852 insta a que la curricula de estudios sea cambiada, insta al Estado y todos los estamentos a hablar de afrodescendencia, y a hablar de la participación política y el aporte de la negritud a la construcción de este Estado-Nación. Hay algunas acciones que se están llevando adelante que son parte de esta visibilización, primero de la afroargentinidad, porque si no difícilmente sean visibilizadas las demás identidades afro que también son parte del país. Somos casi dos millones de afrodescendientes que no tenemos políticas públicas, que no tenemos visibilidad. Muchas personas están comprometidas con las acciones y tratando de generar leyes que nos lleven hacia adelante, no solo unas pocas medidas reparatorias que se pierden cuando cambian los gobiernos. Creo que lo más importante será el Censo 2021/2022 para el que tenemos que llegar con la campaña de sensibilización necesaria para que todos y todas y todes sepan de su identidad afrodescendiente o afroindígena, y para saber exactamente cuántos y cuántas afrodescendientes somos dentro de la República Argentina. Seguramente muchos y muchas son descendientes de aquellos que vinieron de los barcos de Europa, pero no olvidemos que acá ya había población indígena y no olvidemos que con esos barcos de Europa, quizás ya con los primeros, vino población negra. Cuando dicen que “el problema” lo tiene Brasil por tener una población mayoritariamente preta, no estamos mirando hacia el interior de nuestro país y viendo los rostros, las formas, las cosmovisiones de los pueblos que están dentro de este Estado.

Sos estudiante de la licenciatura en Justicia y DDHH de la UNLa. ¿Cómo proyectás sumar tus estudios y tu profesión a tus luchas?

Me sumé a los 53 años a estudiar una carrera que creo que es absolutamente necesaria y ojalá hubiese estado mucho antes, pero bueno, las cosas llegan cuando tienen que llegar y en la madurez necesaria. Soy una activista de derechos humanos afrodescendiente y tendré un título que acredite la profesión. Seguiré luchando por los afrodescendientes, por las comunidades negras de todos lados; y no quiero dejar de lado que soy una mujer afrolesbiana, o sea que me atraviesa no solamente mi etnicidad sino también mi identidad de género, y en este sentido a las lesbianas, las trans, las bisexuales y las travestis también se nos invisibiliza. El aporte de las afrolesbianas ha sido increíble tanto desde lo académico como desde la participación política en las calles. El nombre de la Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora tendría que aggiornarse y ser también de lesbianas, de trans, de travestis, abrir el camino a las más jóvenes, y que todas y todos  y todes nos sintamos representados.

“El racismo se cobra vidas”
En Agosto de 2020 la Corte Interamericana de Derechos Humanos dio una condena al Estado argentino por la muerte de José Delfín Acosta Martínez, quien murió asesinado por la Policía Federal en abril de 1996. Como parte de su activismo, Sandra Chagas fue una de las partes testigo en el juicio. “No específicamente del asesinato -nos cuenta- pero sí de la visibilidad que hemos generado para que se sepa cómo fue, y cómo el racismo estructural e institucional quiso dejar sin efecto lo que nosotros consideramos un asesinato desde la institucionalidad. Para nosotros la condena de la CIDH no es un dato menor, es algo que todos deberíamos saber porque el racismo se cobra vidas, y vidas que valen la pena ser vividas. Mi compañero de baile, mi compañero de activismo, mi compañero de niñez fue asesinado: se trata de un caso emblemático, válido para estudiar otros casos en que el racismo impera en las instituciones del Estado”.

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