En colaboración con Filosurfer Ediciones y la Universidad Nacional de La Plata, acabamos de publicar el libro Sapos de otro pozo. Cartografía colectiva de las infancias en el exilio, el cual se presenta el próximo 8 de septiembre a las 18 horas en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
El libro es fruto de cinco años de trabajo que comenzaron como una simple idea, con la construcción de un PDF en plena pandemia. No es casual que se publique hoy, en tiempos de crueldad no solamente en lo discursivo sino en políticas concretas de desmantelamiento de áreas vinculadas a los derechos humanos: despidos en la Secretaría de Derechos Humanos, cierre de centros clandestinos de detención como espacios de memoria, el intento de eliminación del Banco Nacional de Datos Genético creado hace 38 años y fundamental para encontrar a las hijas e hijos de militantes políticos que fueron apropiados por la última dictadura militar, mensajes alusivos al Terrorismo de Estado.
El nombre del libro recupera la condición anfibia en las infancias de no ser de aquí ni tampoco de allá, a partir del desplazamiento forzado por el Terrorismo de Estado que implicó, para los adultos, tomar la decisión de protegerse en el exterior pero que a los niños nos llevó como si fuera un huracán. El término “cartografía” remite a la idea de trazar un territorio que muchas veces se nos torna imposible encontrar: sin embargo, al hacerlo colectivamente, podemos armar el rompecabezas. El tema central es el de las infancias. Una etapa de la vida en la que todas y todos los niños del mundo deberíamos jugar, tener espacios recreativos, cantar, ser protegidos, y si bien logramos realizar estas acciones —jugar con juguetes o saltar la rayuela, como lo ilustra la tapa del libro—, estábamos al mismo tiempo atravesados por una etapa opresiva, represiva y genocida.
Sapos de otro pozo compila más de cien colaboraciones provenientes de 27 países y, además de la poética de los escritos, reúne poemas, pinturas, voces, videos y fotografías que arman un pentagrama polifónico. La Carta Abierta de nuestra agrupación que abre el libro es un grito de dolor que aún nos atraviesa y clama: “Siempre añorando volver”. Hay una continuidad entre las letras a mano alzada de una niña o de un niño desde el exilio, con la carta de nuestra agrupación en un sobre que traza una línea entre aquellas y estas palabras, y el dolor aquel que es el mismo de hoy. Un acto político, poético y performático que necesitamos seguir profundizando en tiempos de crueldad, deshumanización y desinterés por las y los otros.

En los prólogos, Luis Pescetti afirma “Nadie, nunca, debería poner a un niño en situación de exilio. Así y todo (…) inventaron una isla, y este libro es su puente al continente…”. Por su parte, Natalia Montealegre Alegría sostiene que en el Plan Sistemático de Exterminio del ’76 tanto en Argentina como en el resto de los países del Cono Sur estaba también la práctica de “reventar niños (…). La paradoja cuando la vida de una infancia está en peligro es que cualquier resguardo aporta felicidad…”.
El equipo compilador del libro escribe: “Analizamos, armamos rayuelas, crucigramas y, finalmente, una pizarra digital donde volcamos lo fundamental de cada obra recibida. Después unimos aquellas que estaban en sintonía. De esta forma, fuimos dando forma al entramado del cual surgieron los capítulos y sus títulos”.
Exilio
En relación al exilio recopilamos palabras, oraciones, significados, sentidos, sentimientos que nos representan a todas y a todos.
Pilari, de Pilar Antonia Rojas Miranda, cuenta que al irse al exilio “Dejé casi todo lo que me era conocido hasta ese momento, los sonidos, colores, sabores, texturas de mi entorno; las caricias y las miradas de mis abuelos Irma y Luis; me fui solo con los brazos de mis padres”.
Mis abuelos del exilio de Violeta Burkart Noe relata la adopción de abuelos en el exilio y las enseñanzas que ellos nos dejaron como los cantitos de fútbol o la marcha peronista. Al retornar podíamos gritar “Sí, sí, señores, yo soy de Boca. Sí, sí, señores, de corazón…”. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para poder cantar la marchita.
En Huellas, Ani Eva Plaza escribe que su abuela tejió unos escarpines y que su mamá, en su estadía en Perú producto del exilio, se los había dejado a una compañera para su bebé. Luego, su mamá fue a México y, estando embarazada, le llegaron nuevamente esos escarpines que representan la solidaridad entre las exiliadas. Cuenta que su mamá “se emociona siempre con ese reencuentro de escarpines. Se emociona pensando en los posibles piecitos exiliados que los usaron”. A pesar de ese contexto de horror, se tejieron lazos de solidaridad que abrigaron nuestras infancias.
Mi mejor amiga, de Cecilia, habla del destierro de las infancias: “Adaptarse una vez más, no ser de acá ni de allá pero ser de los dos lados a la vez”. Y en muchos casos ser de tres, de cuatro, o de varios lugares más.
Desexilio
En relación al desexilio, recopilamos símbolos, sonidos, imágenes, olores que vivenciamos muchos de nosotros.
Farfalla de Diego Torres relata: “En junio vuelvo a mi querido pueblo, el de las cerezas, el de los olores, el de los primeros pasos, el de los recuerdos y anécdotas. En junio vuelvo a Italia, vuelvo a San Biase. Vuelvo por un rato nomás. A terminar de traerme ese cachito de vida que anda por ahí dando vueltas”. Vamos recolectando lugares y todo lo que ello significa para seguir andando.
No me gustan los títulos de Victoria Pont dice: “Me crié entre gente que no había simplemente sobrevivido sino que, una vez más y posiblemente para siempre, había vuelto a nacer… Gente que había renacido entre unas cenizas que eran fosa común y anonimizada y había aprendido, así, todos los nombres de las muertes, que nunca, pero nunca, nunca eran ajenas…”. El peso de cargar con tantas pérdidas, familias fracturadas, imposibilidad muchas veces de volver a restablecer lazos, mutismos, silencios y enmudecimientos.
Nacer en el exilio de Vic describe sintéticamente el destierro: “Un exiliado siempre serás, una vida de mudanza”.
Con la patria partida en dos, de Marcela Fernanda Gutiérrez, también lo hace: “Yo no tengo dos patrias, tengo una sola partida en dos”.
O también la sensación de estar Entre dos polos de Luz del Valle.
Los argentinos y yo de Rodrigo Marcó del Pont y Sergio Osses: “Extranjero. Extranjero aquí, extranjero allá. Extranjero del mundo. Extranjero de sí mismo. Extranjero de todo…”.
Argenmex de Paula Villanueva Rabotnikof: “Hace poco alguien me sugirió que tal vez yo era un ser nepant-lesco, voz nahuatl que se traduce como ‘estar en medio’, ‘donde se avistan las dos orillas, sin llegar a ninguna’, no pertenecer ni aquí ni allá, pero a la vez ser parte de los dos lugares; la indefinición pero también la unión, un amasijo. No sé, mientras lo averiguo, me hice de un pedacito de tierra bien al sur, para no alejarme demasiado”.
El hogar en la mochila de Sebastián Kohan Esquenazi: “Un día, la directora en cuestión, les estaba dando clase de literatura a niños y niñas de diez años, mitad mexicanos, mitad sudamericanos. El ejercicio consistía en escribir un texto libre bajo una sola consigna: ‘Si pudieran elegir entre ser río o árbol, ¿qué eligirían y por qué?’. Al leer las respuestas se dio cuenta de que todos los mexicanos querían ser río y todos los sudamericanos querían ser árbol. Los locales querían viajar, los extranjeros querían raíces”. Frente al desarraigo, necesitamos aferrarnos al suelo, a la tierra, al pasto.
Un puente entre dos puertos de Tatiana Sandoval Gutiérrez: “No estoy sola. A un lado y otro de mis manos hay primos, y me cuidan. En esa foto, soy feliz”.
Nos dolió el Golpe de Estado del 76 en Argentina como todos los Golpes de Estado en el Cono Sur orquestados por el Imperialismo norteamericano. El blanco fue el corazón mismo de nuestra niñez.

¡Llevábamos nuestro hogar en la mochila!
Hoy nos reunimos en la diversidad: los que nacimos en la Argentina, los que tuvimos que irnos, los que nacimos en otros países que nos acogieron; los que vivimos en dos países, los que vivimos en más de dos; los que sentimos que Argentina es nuestra patria, los que sentimos que el país de exilio es la patria, los que nacimos en medio del Atlántico, los que formamos Hijas e Hijos del Exilio en Argentina y los que formaron Hijas e Hijos del Exilio en otros países como Uruguay, Chile y Brasil.
Juntos y juntas logramos esta necesaria obra para seguir militando la construcción de la memoria, la verdad y la justicia en nuestra América Latina. Nuestra lucha es poética política artística, y no claudica.
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