1- Primer encuentro con otro Universo. La guerra ítalo-turca.
El Pensador Nacional, escritor y político Arturo Jauretche (Lincoln, 1901-1974) cuenta en su libro de memorias Pantalones cortos (1972): “Desde mi infancia, recuerdo cómo se nos embanderaba en las cosas ajenas. Era un niño, tal vez un poco precoz y por eso alcanzo a rememorar las pasiones que se agitaron con la guerra ruso-japonesa [1904-1905] y después, con las Balcánicas. Más tarde, con la guerra ítalo-turca [1911-1912]. Aún recuerdo a un compañerito muerto de una pedrada en el ejército italiano que combatía con el ejército turco en las calles de mi pueblo y me duele el absurdo final que quizás me impactó para siempre. En cambio, nunca nos apedreamos por federales o unitarios, ni defendimos una esquina suponiendo que defendíamos el Paso de Obligado frente al invasor extranjero”[1].
Ya en su infancia Jauretche descubre que algo estaba mal con la forma de ver y de vernos en el universo, de nuestro “ser en el mundo”. ¿Qué lugar tenemos en este universo? ¿Qué importancia tienen los sucesos de otras partes en nuestra vida? Por ejemplo: ¿qué hace que un niño de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, muera de una pedrada defendiendo a Italia y que otro, también un pequeño de Lincoln, lo ataque por responder al grupo que simpatiza con Turquía en una guerra que se produce a cientos de kilómetros de la llanura pampeana? El recuerdo termina con una reflexión en la que Jauretche afirma que nunca se habían apedreado por temas propios, por cuestiones nacionales. Ahora bien, si nuestros problemas no merecen la atención que sí merecen los temas ajenos, será como canta el jamaiquino Peter Tosh (1944-1987) “que el mundo no fue hecho para nosotros”, aunque como dice la misma canción en otra parte: “así y todo, nosotros existimos”[2]. Verdadera paradoja: ¿cómo es posible que estando no estamos en el universo?
Repasemos. ¿Qué lugar tenemos nosotros en la historia universal? En otras palabras, ¿cuál es la periodicidad que aparece aún hoy en los manuales de escuela primaria, secundaria, universidades y en Wikipedia?
En primer lugar, comienzan a hablar de los procesos históricos de la humanidad tras la llamada Revolución del Neolítico. El proceso que se inicia hace unos 10.000 a 9000 años, cuando grupos humanos ubicados en el continente africano pasan de ser recolectores y cazadores a ser productores de alimentos (siembran y cosechan el alimento además de aprender a criar animales). Luego, la cronología continúa con la Edad Antigua, que comienza con la aparición de la escritura hace unos 3500 años a.C. En otras palabras: la Prehistoria de aquí en más será el terreno para aquellos pueblos que no desarrollen la forma de comunicación escrita. Serán “pueblos sin historia”, como señala el antropólogo alemán Eric Wolf[3]. La Edad Antigua se origina en la Mesopotamia y Egipto, con las primeras formaciones urbanas: “la revolución urbana” que menciona el historiador Mario Liverani[4]. La Antigüedad finaliza con la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 a.C. tras la invasión de los “bárbaros” del Este. La caída de Roma, según esta lectura, da comienzo a la edad más oscura de todas para la humanidad, la llamada Edad Media o Feudal, que debería terminar en 1492, el momento en el cual los europeos “descubren” América. Sin embargo, no hay una posición definida sobre el tema: algunos historiadores sostienen que la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453 debería marcar el corte, o también la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en 1450. En resumen, la aparición de América no ha sido considerada como un acontecimiento trascendental para la humanidad, no ha logrado la unanimidad de los historiadores, por lo cual la Edad Moderna o Modernidad tiene tres comienzos diferentes según a quién se lea. Puede ser 1492, 1450 o 1453. La Modernidad finaliza con la Revolución Francesa de 1789 dando inicio a la Edad Contemporánea, que estaríamos transitando hasta nuestros días.
Como puede observarse, las edades históricas de la humanidad son en realidad edades históricas que no atraviesan a toda la humanidad, ni siquiera a la mitad de la humanidad, sino que sus principios y finales se encuentran determinados por Europa y sus vecinos. Como escribió el historiador francés Fernand Braudel[5], es la historia del Mediterráneo y sus contornos.
Comencemos nosotros ahora. En América la Revolución del Neolítico no se produjo hace 10.000 o 9000 años. Tampoco nos vimos afectados por la Revolución del Neolítico de las comunidades africanas, sino que los recolectores y cazadores que cruzaron el estrecho de Bering entre Rusia y Alaska hace unos 15.000 años, desarrollaron tiempo después su propia Revolución del Neolítico. En consecuencia, los habitantes de nuestro continente lograron por sí solos el paso de una economía recolectora a otra productora de alimentos hace unos 7000 a 5000 años. Específicamente, los arqueólogos hallaron vestigios de comunidades humanas sedentarias en el valle mesoamericano de Tehuacán, pero también en la cordillera de los Andes las comunidades andinas desarrollaron la domesticación de plantas y animales bajo relaciones sociales de producción y técnicas inéditas para la humanidad, como los casos de la comunidad ejidal en Mesoamérica[6] o el ayllu en los Andes[7].
Continuemos. En nuestro continente, los primeros grandes centros urbanos surgen hace 1700 a 1100 años, mientras que las organizaciones estatales centralizadas políticamente en grandes extensiones territoriales aparecen hace 1100 a 500 años. No tuvimos la misma cronología que “la humanidad”. No tuvimos feudalismo y nuestra entrada a la Modernidad, no fue moderna para nosotros.
Entonces, deberíamos completar el incompleto razonamiento del escritor Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-1986) quien en El escritor argentino y la tradición (1951), afirma: “que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara”[8]. Completemos. Ser argentino no es una afectación ni una máscara, la fatalidad es pensar que los valores, sentidos, categorías, conceptos y la historia de la humanidad que han escrito unos cuantos seres del Atlántico Norte son valores, sentidos, categorías y conceptos válidos para todo el universo, y peor aún, la verdadera tragedia de Borges se encuentra en creer que nos han reconocido o ubicado en algún lugar de aquel “supuesto universo”, de allí quizás sus esfuerzos por narrar historias ajenas, como en el caso de su Historia de la eternidad (1936)[9], Historia Universal de la infamia (1954)[10] o en El libro de arena (1975)[11], probablemente aspirando a ser aceptado en ese exclusivo club, anhelo que ha logrado por su genialidad, sin dudas, como también por haber dejado su cuerpo en la fría Ginebra.
Volviendo a Jauretche, en otro libro, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica (1957), cuestiona la idea de cultura. El planteo es lógico: si ser culto implica rechazar nuestra realidad entonces no tiene sentido ser culto. Incluso para el Pensador Nacional existe, dice, “la necesidad de un pensamiento agresivo” hacia “los cultos” y esa idea de cultura que ellos promueven. Escribe Jauretche: “De aquí que la crítica a una ‘cultura’ establecida sobre dichas bases, consiste en el primer paso para restituir los valores sumergidos de la cultura canonizada, preexistente o con posibilidades de nacer. La palabra ‘cultura’ pierde su acepción aséptica para transformarse en una política cultural opuesta a la política cultural que se nos presenta como ‘cultura’. Es una beligerancia imprescindible para obtener la síntesis como pretensión de seguirnos imponiendo una cultura marginada de toda elaboración propia. Así, en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva necesariamente a combatir la ‘cultura’ ordenada por la dependencia colonial”.[12]
2- De reformista y aliadófilo a nacionalista e yrigoyenista
El principal biógrafo de Jauretche, el historiador Norberto Galasso, en su sustancioso estudio sobre su vida y obra en dos tomos Jauretche y su época (1985)[13], marca una serie de episodios que van definiendo las ideas del Linqueño. La escuela, las inclinaciones políticas hacia el conservadurismo de sus maestros y familiares más “los aires de intelectual” lo llevarán a navegar (y naufragar) en aguas ajenas. Afirma Jauretche, “entré mal pisado, como todos mis contemporáneos medio leídos”[14]. Entre 1914 y 1918 escucha las arengas de Alfredo Palacios, Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas que lo llevan a forma parte de los ataques a la sede del Club Alemán durante la fiebre aliadófila de la Gran Guerra. También se suma a las críticas por la neutralidad sostenida contra el presidente Hipólito Yrigoyen. Durante los años 1918 y 1919 se suma a las propuestas de los reformistas universitarios; dice Jauretche: “de centro izquierda y antipopulares”; con este grupo conoce por primera vez al caudillo popular radical. Escribe: “El 12 de septiembre de 1919 una comisión de nueve jóvenes ingresa en la Casa Rosada a discutir, mano a mano, con el Presidente de la Nación, los problemas del Colegio [Nacional de Chivilcoy donde estudiaba Jauretche, que también se vio influenciado por el movimiento reformista de Córdoba y sus estudiantes piden entre otras cosas, remover algunos docentes y modificar los contenidos de las materias]. […] Ahí va Julio V. González, Presidente de la Federación Universitaria Argentina, más tarde dirigente del Partido Socialista, Julio A. Noble por la FUBA, y varios muchachos de Chivilcoy: Carlos P. Lamon, Pedro Elgoyhen, Francisco Muñoz Rizzi, Juan. B. Peña, Francisco A. Marino, Aldo R. Piega… y Arturo Martín Jauretche”[15].
Según Norberto Galasso, las traiciones a las ideas de la Reforma Universitaria perpetradas por los mismos reformistas, se empalman con el impacto que causa en el joven Jauretche la Revolución Mexicana con sus ejércitos de campesinos e indígenas liderados por Emiliano Zapata. Además, en el ámbito personal, sufre una crisis económica familiar que hace derrumbar las abstracciones teóricas de aquel mundo intelectual. En síntesis, hacia la segunda década del ‘20 Jauretche comienza primero a desconfiar, y luego a elaborar un pensamiento descolonizador. Habla de un desdoblamiento entre la realidad y la teoría que él observa en el tipo de conocimiento que se imparte en la escuela desde niños. Escribe: “La escuela no continuaba la vida sino que abría en ella un paréntesis diario. La empiria del niño, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su contorno, todo eso era aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo científico; todo lo empírico no lo era y no podía ser aceptado por ella; aprender no era conocer más y mejor, sino seleccionar conocimientos, distinguiendo entre los que pertenecían a la ‘cultura’ que ella suministraba y los que venían de un mundo primario que quedaba más allá de la puerta… era la preferencia de Sarmiento por la montura inglesa, olvidando que el recado era una creación empírica nacida del medio y las circunstancias. Este desencuentro entre la escuela y la vida producía un desdoblamiento en la personalidad del niño: ante los mayores y los maestros, se esmeraba en parecer un escolar cien por cien; frente a los compañeros y fuera de los límites de la escuela, defendía su yo en una posición hostil a lo escolar, como un pequeño Frégoli[16] que estuviera cambiándose constantemente el paquete traje de los domingos y las ropitas de entrecasa”[17].
Otro elemento potenciador para la elaboración de su pensamiento nacional y descolonizador es el encuentro con el poeta, político, guionista y director de cine, periodista y autor de varios tangos y milongas Homero Manzi (Añatuya, Santiago del Estero, 1907-1951). Galasso recupera una entrevista que Jauretche le dio a Aníbal Ford en la que explica que es gracias a Homero Manzi que logra comprender la dimensión nacional y popular del yrigoyenismo. Dice Jauretche: “Mucho de mi yrigoyenismo se lo debo a Manzi… Yo era nuevo en el yrigoyenismo. Él era, antes que yo, yrigoyenista. Él me dio una de las explicaciones más orgánicas, tal vez, más poéticas del caudillo… Sí, posiblemente es el aporte que más contribuyó a consolidar mi yrigoyenismo, que había sido producto de una evolución puramente intelectual en el primer tiempo. Yo no llegué a Yrigoyen por Yrigoyen sino por la comprensión de lo popular. Yrigoyen, para mí, era válido como expresión de populismo. Le debo a Homero la comprobación, la constatación del valor de Yrigoyen por Yrigoyen mismo… En realidad yo soy un populista. Frente al fracaso de ideologías, constante en América, cosa que empecé a percibir con el fenómeno mejicano, empecé a comprender el fenómeno de los caudillos… Era subsidiariamente yrigoyenista. Primero populista, luego yrigoyenista. Le debo a otros, pero, en especial, a Homero Manzi, la comprensión del caudillo, del individuo Hipólito Yrigoyen y lo que significó… Manzi estaba muy madurado, maduró temprano”[18].
En 1930 se produce el golpe cívico-militar a Yrigoyen liderado por Félix Uriburu, y Jauretche es suspendido y encarcelado. En 1933 forma parte de un intento de insurrección contra las fuerzas del régimen fraudulento y corrupto de “la Concordancia” manejado por Agustín P. Justo. El acontecimiento lo comentará en forma de poema gauchesco el mismo Jauretche, dejando memorables versos como: “Así anda el pueblo de pobre / como milico en derrota / le dicen que sea patriota / que no se baje del pingo / pero ellos con oro gringo / se están poniendo las botas (…) Esos negocios los hacen / con capital extranjero / ellos son los aparceros / y aunque administran la estancia / casi toda la ganancia / la llevan los forasteros (…) A la Patria se la llevan /con yanquis y con ingleses / al pueblo mal le parece / pero se hacen los que no oyen / desde que falta Yrigoyen / la han sacado de sus trece…”[19].
El levantamiento fracasa y vuelve a ser encarcelado. Un par de años después forma, junto a otros nacionalistas e yrigoyenistas, la Fuerza de Orientación de la Joven Argentina (FORJA), generando, como señala el sociólogo e historiador Juan Godoy[20], la primera fuerza concreta de orientación nacional y popular en Argentina, verdadero puente teórico, ideológico y cultural entre los dos grandes movimientos de masas nacionales: el yrigoyenismo y el peronismo.
3- Las categorías de Intelligentzia y colonización pedagógica en Jauretche.
Si bien entre 1935 y 1955 desde el seminario “Señales” con el pensador, historiador, filósofo, periodista, escritor, ensayista y poeta argentino Raúl Scalabrini Ortiz (Corrientes, 1898-1959) y con FORJA, Jauretche realiza distintas intervenciones en donde habla sobre las diferencias entre una cultura colonial y una cultura nacional, será en un libro publicado tras otro golpe cívico-militar, esta vez contra Juan Domingo Perón en 1955, donde decide abordar con profundidad el tema de la colonización pedagógica.
En Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica (1957), Jauretche desarrolla un análisis sobre la función de la cultura colonial en países periféricos como Argentina comenzando por definir a los sectores que motorizan la llamada cultura “oficial”. A este grupo lo llama “intelligentzia” y no “intelectuales”. La politóloga rusa Irina Kolotouchkina ha estudiado la historia del término intelligentsia (con “s” y no con “z” como lo usa Jauretche), y afirma que aparece por primera vez hacia 1860 de la mano del novelista ruso Boborykin, seguido inmediatamente de Tourguénev. Las opiniones acerca del origen del término difieren: aparentemente sería de origen francés, de la época de la Ilustración, y en Rusia fue utilizado para designar a los “iluminados”, “a los individuos con un conocimiento superior”. Kolotouchkina explica que en Rusia la “intelligentsia” comenzará a formarse en torno a una nobleza instruida y occidentalizada en oposición a los otros sectores sociales, que de aquí en más serán considerados de “baja cultura” o de “cultura popular”[21]. En un mismo sentido lo aplica Jauretche, que dice: “Señalaré por qué es ‘intelligentzia’, y no inteligencia la constituida por gran parte de los nativos que a sí mismos se califican como intelectuales, y cómo han conformado su mentalidad, cómo se comportan, y sobre todo cómo está constituido el aparato ‘cultural’ que la dirige y difunde para evitar la creación de un pensamiento propio de los argentinos”[22].
En resumen, mientras la nobleza rusa de fines del siglo XIX e inicios del XX se apropia del término para distinguirse de los demás sectores rusos a los que denigran por tener una cultura popular (en realidad estos sectores poseen una cultura propia y no ajena u occidental como la que pretende los nobles rusos), en el caso argentino Jauretche observa que ocurre una operación similar; señala que para este intelectual deslumbrado por la civilización europea, “lo preexistente, la cultura que tenía en la raíz, fue incultura en cuanto no coincidía con lo nuevo”[23].
Para Jauretche la intelligentzia es el fruto de la colonización pedagógica por cumplir la función de transpolar los valores falsamente universales (valores de la OTAN) en valores nacionales, invisibilizando la dominación colonial. Toma una extensa cita del libro Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954) del ensayista, historiador, pensador y político Jorge Abelardo Ramos (Buenos Aires, 1921-1994), que dice: “En las naciones coloniales, despojadas del poder político directo y sometidas a las fuerzas de ocupación extranjeras, los problemas de la penetración cultural pueden revestir menos importancia para el imperialismo, puesto que sus privilegios económicos están asegurados por la persuasión de su artillería. La formación de una conciencia nacional en ese tipo de países no encuentra obstáculos, sino que, por el contrario, es estimulada por la simple presencia de la potencia extranjera en el suelo natal… En la medida que la colonización pedagógica —según la feliz expresión de Spranger, un imperialista alemán— no se ha realizado, solo predomina en la colonia el interés económico fundado en la garantía de las armas. Pero en las semi-colonias, que gozan de un status político independiente decorado de ficción jurídica, aquella ‘colonización pedagógica’ se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de evolución, se truecan de fuerza material. De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado de la cultura argentina o pseudo-argentina, forjada por un siglo de dictadura espiritual oligárquica… La cuestión está planteada en los hechos mismos, en la europeización y alienación escandalosa de nuestra literatura, de nuestro pensamiento filosófico, de la crítica histórica, del cuento y del ensayo. Trasciende a todos los dominios del pensamiento y de la creación estética y su expansión es tan general que rechaza la idea de una tendencia efímera. En este sentido es que legítimamente puede hablarse de una verdadera devastación espiritual de las nuevas generaciones intelectuales”[24].
Jauretche, como Jorge Abelardo Ramos o como el mencionado filósofo y psicólogo alemán Eduard Sprangler (Berlín, 1882-1963), se preocupa por señalar que no hay dos culturas en un mismo país. Más bien, hay una cultura nacional que emerge desde las tradiciones, lo cotidiano, la historia, en definitiva, lo preexistente; y otra que es ajena, impostada, falsa, imperial. Sprangler hacia 1918, preocupado por lo que observaba como un avance de la cultura francesa en los ámbitos culturales y políticos alemanes de su tiempo, alertaba: “la cultura es la parte vital de una Nación y una cultura necesita de hombres capaces para sostenerla, son su sangre, sus fibras y venas.”[25]
A modo de cierre o nuevo comienzo.
Si bien hay notables esfuerzos de hombres y mujeres del Pensamiento Nacional que hoy como ayer siguen trabajando para mostrar la vitalidad, potencialidad y fortaleza del pensamiento propio, lo verdaderamente impactante es que las señales de alarma de nuestro Jorge Abelardo Ramos que escribía en 1954, y de nuestro Arturo Jauretche que lo hacía en 1957, nos parezcan actuales, como escritas para estos tiempos.
[1]Jauretche, Arturo, Pantalones cortos, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, 1972, p. 26. [2]Tosh, Peter, “I am that”, albúm: Equal right, 1977. [3]Wolf, Eric, Europa y la gente sin historia, México, Fondo de Cultura Económica, 2005. [4]Liverani, Mario, El antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía, Barcelona, Critica, 1995. [5]Braudel, Ferdinand, El mediterráneo y el mundo del mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 2010. [6]León Portilla, Miguel, Imagen del México Antiguo, Buenos Aires, Eudeba, 1963; [7]Rostoworowski de Diez Canseco, María, Historia del Tahantisuyu, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1988. [8]Borges, José Luis, “El escritor argentino y la tradición” [1951], en: Borges, José Luis, Discusión, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1995, p. 203. [9]Borges, José Luis, Historia de la Eternidad [1936], Buenos Aires, Alianza Emece, 1953. [10]Borges, José Luis, Historia Universal de la infamia [1954], Buenos Aires, Emece Editores, 2005. [11]Borges, José Luis, El libro de arena [1975], Buenos Aires, DeBolsillo, 2015. [12]Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica [1957], Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, 1967, pp. 145-146 [13]Galasso, Norberto, Jauretche y su época (dos tomos), Buenos Aires, A. Peña Lillo editor, 1985. [14]Jauretche, Arturo, Pantalones cortos, op., cit., p. 41. [15]González, Julio Víctor, La Revolución Universitaria 1918-1919, Buenos Aires, Menéndez Editor, 1922, p. 145. [16]Leopoldo Frégoli fue un actor, transformista y cantante italiano. Puede considerarse que con él alcanzó su madurez el género para-teatral del transformismo. [17]Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, op., cit., p. 170. [18]“Entrevista de Aníbal Ford a Arturo Jauretche” en: Galasso, Norberto, Jauretche y su época. Tomo I De Yrigoyen a Perón 1901-1955 [1985], Buenos Aires, Corregidor, 2003, pp. 127-128. [19] Jauretche, Arturo, El paso de los libres, Buenos Aires, Coyoacán, 1960, p. 64. [20]Godoy, Juan, La forja del Nacionalismo Popular. La construcción de una posición nacional en la “Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina” (FORJA), Buenos Aires, Punto de Encuentro, 2015. [21]Kolotouchkina, Irina, “El intelectual en la ciudad. Un análisis comparativo de la intelligentsia rusa y los intelectuales franceses”, Universidad del País Vasco, Revista de Historia contemporánea 27, 2003, pp. 813-830, 2003. [22]Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, op., cit., p. 145. [23] Ídem, p. 147. [24]Ídem, p. 145. [25]Sprangler, Eduard, Ensayos sobre la cultura, Buenos Aires, Argos, 1947, p. 135.
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